viernes, 25 de mayo de 2007

Patapán ¡psssh!

En este mundo existen tres tipos de personas:
1- Las que saben contar y
2- Las que no saben contar

jueves, 24 de mayo de 2007

Responde rápido y sin pensar

Esta tarde me ha llegado, por dos vías distintas, aunque de la misma familia, uno de esos cuestionarios que, en otra ocasión, no me habría molestado en responder. Hoy, además de responder a través del correo electrónico, voy a tratar de escribir mis respuestas también en el blog. Voy a intentar escribir lo mismo que en el correo electrónico, aunque no lo aseguro.

Esto es lo que se supone que debes hacer: no arruines la diversión... Copia (no reenvíes) este correo electrónio (mejor que e-mail) completo y pégalo en un nuevo correo electrónico (mejor que e-mail). Cambia todas las respuestas por tus propias respuestas, y luego envíalo a toda la gente de tu lista de contactos, *INCLUYENDO* a la persona que te lo envió. Pon tu nombre en "Asunto" (vaya, eso lo he hecho mal). La teoría dice que aprenderás muchas cosas sobre tu familia, tus amigos, y ellos sobre ti. Es fácil, entretenido y rápido

1.- Nombre Completo Iván Herrero Bermejo
2. Por quién te dieron ese nombre? No lo recuerdo,... no sé si por mi madre, un tío, un primo... A alguién se le ocurrió, aunque también se barajaba la opción de Jorge.
3. Le pides deseos a las estrellas? No, con algunas estrellas cumpliría deseos.
4. Cuándo fue la última vez que lloraste? No sé, quizá cuando supe que iba a ser lo que finalmente no soy, es decir, coordinador general de deportes de la tv.
5. Te gusta tu letra? no, prefiero las de Ismael Serrano y las de José Díez. Escribo fatal, mejor a ordenador
6.El pan te gusta con qué? con cualquier tipo de salsa, con chocolate, con jamón, con aceite y tomate, con choricito, queso,... ¿y si dejamos el pan y nos comemos el resto?
7. ¿Cuántos hijos tienes? como el resto de españoles, 2´3
8. Sus nombres y edades? Oye, niño!!!!!
9. Si fueras otra persona, serías tu amigo? Depende como fuera la otra persona.
10. Tienes un diario de vida? ¿de vida? No, tengo un diario de muerte en el que relato segundo a segundo lo que hago. No os lo recomiendo, es muyyyyy aburrido
11. Eres sarcástico? NOOOOOOOOO
12. Saltarías en bungee? ¿en qué? Una vez descubierto lo que es, va a ser que no.
13. Te desabrochas los zapatos antes de sacártelos? A veces (la respuesta de mi cuñada es excelente: depende de si qué sea más cómodo, si sacármelos atados o desatados)
14. Crees que eres fuerte? QUE FUERTE, FUERTE FUERTE SUPERFUERTE. NO
15. Tu helado favorito? Un calippo, gracias, o un cono de chocolate y nata.
16. Cuánto calzas? ¡A UNA! ¡AH! perdón, 42-43
17. Rojo o Rosado? Una cerveza, gracias. Venga, y un rosado
18. Qué es lo que menos te gusta de ti? No saber demostrar lo suficiente el cariño a la gente, mis silencios cuando necesitas un consejo.
19. A quién extrañas mucho? A ese señor que me mira por la ventana. En serio, a la gente de Plasencia en general, que no salen los lunes. A mis padres, que casi no les veo, a mis hermanos, a amigos como la Cristis ¿Cristis?, a Carlos Pizarro,... y seguro que dentro de poco a José Carlos Reina.
20. Te gustaría que todos a quienes les enviaste este mail te lo respondan? Vale
21. Qué color de pantalones y zapatos tienes puestos? vaqueros normales y zapatillas marrones con franja roja regalo de carlos.
22. Ultimo que comiste hOY? Me acaban de ofrecer una pasta que he desestimado. Lo último, las patatas del BigMac.
23. Qué estás escuchando en este momento? El aire acondicionado, el teclado de los ordenadores y las voces (no moduladas) de mis compañeros de redacción (con nombres y apellidos).
24. La última persona con quien hablaste por teléfono? Un señor de Murcia (nada que ver con Ninnette) que quería unos cortes de Pepe Fouto.
25. Trago favorito? Cutty Shark con Seven Up, por favor; pero antes, traeme esa cerveza
26. Deporte favorito para ver por TV BALONCESTO Y Voley playa femenina, jeje
27. Comida favorita? Arroz a la cubana y tortilla de patatas
28. Película de terror o final feliz? Final terroríficamente feliz. No quiero tener que elegir entre estos dos tipos de películas. Me gusta el terror, pero últimamente...
29. Última película que viste en el cine y con quien? LA VIDA DE LOS OTROS, CON PATRICIA Y JOSE CARLOS REINA
30.Día Favorito del año? Mañana
31.Invierno o verano? Invierno
32. Besos o abrazos? Besitos, abrazos, carantoñas... uy, ¿hace un polvo? Entre tanto whisky, cerveza, vino y mimos me he puesto tontorrón
33. Postre preferido? EL COMBINAO (tarta de chocolate, galleta y vainilla -por favor, la capa superior de chocolate, gracias-)
34. Quién crees que te respondera? No sé.
35. El que menos crees que lo hará? José María Aznar
36. Qué libro estás leyendo? Ahora estoy leyendo la pantalla del ordenador. Sobre la mesilla, el último regalo de Patricia, Drácula... ¡qué poco leo, para lo mucho que me gusta!
37. Qué hay en tu pared? ¿sólo tienes una pared en tu casa? ¡Cómo está el mundo! ¡Cómo está la vivienda en este país! He dejado de poner cosas en las paredes, salvo un cuadro regalado por Merche.
38. Qué viste anoche en la tele? LA FINAL DE LA COPA DE EUROPA y Hospital Central (ayer fue miércoles)
39. Rolling Stones o Beatles? BEATLES
40. Dónde es lo más lejos que has estado de tu casa? Por distancia, creo que La Palma aunque a veces pienso que Mérida

miércoles, 23 de mayo de 2007

La última página de mi diario

¿Saben? Hoy es mi último día de vida, hoy voy a morirme. No, no se confundan, esto no es una nota de suicidio, ni tan siquiera aquella última página del diario que, por miedo a que los deseos se hicieran realidad, nunca me atrevía a terminar. No, no es nada de eso, no he pensado, en un último momento de desesperación romántica, en acabar con mi vida; no podría, de hecho, no pude. No es tan fácil, te vence el instinto de supervivencia, otras veces te puede la inteligencia o la falta de inconsciencia, pero sobre todo, te falta el valor necesario para comprobar que a nadie le importa tu ausencia, te aterra comprobarlo, demostrar que es cierto o tener que admitir tus errores sobre los pensamientos de los demás cuando ya es tarde para rectificar.

Hoy no me pasa nada de eso, hoy no quiero acabar con una vida ahogada en un mar de mentiras, hoy no quiero abandonar mi lucha por una libertad utópica, escondida tras las palabras de las canciones de Joaquín Sabina, hoy quiero vivir ¡Quiero vivir! Quiero disfrutar de las gotas de lluvia que adornaban las ventanas del salón en las pesadas tardes de domingo sin fútbol; quiero pisar el barro de aquella facultad en la que conocí a unos amigos a los que, con el paso del tiempo, con la llegada de nuevas nubes, he ido dejando de llamar; quiero escuchar el motor de coches que atormentaban mi cabeza en aquellos días de resaca; quiero volver a esperar la llamada arrepentida de mi novia por tantas y tantas discusiones sin excusa; quiero volver a coger el teléfono para pedirle perdón por no saber ser lo suficientemente bueno para ella; quiero escuchar la voz de mi madre, obligándome a desordenar mi particular orden de una habitación que era todo un mundo lleno de ideas brillantes que se deslucían al salir de su hábitat natural; quiero volver a esperar inquieto la llegada del trabajo de mi padre, de noche, sobre una peligrosa carretera mojada y mal asfaltada; quiero escuchar de nuevo a aquellos políticos que cada día deciden a su antojo sobre el devenir de nuestras vidas, amparados por una falsa democracia que se divisa, de forma abstracta, borrosa y desenfocada cada cuatro años.

Hoy ansío seguir en esta vida, en este mundo sin sentido y, sin embargo, a mis 46 años, en plena flor de mi vida (me ha llegado tarde el momento de esplendor, que le voy a hacer yo), voy a fallecer. Ahora, cuando menos lo deseo, cuando más lejano veía ese instante, cuando la luz al final del túnel se encontraba más lejos y se confundía con el piloto de la cámara a la que mienten sin pudor los nuevos famosos; ahora, golpeado por un destino en el que nunca creí, al que siempre le di la espalda, al que siempre ignoré, no puedo hacer otra cosa que contemplar sin remedio los últimos instantes de mi vida, hacer de los recuerdos un presente sin fin, disfrutar de las últimas imágenes de mi supervivencia; paradójico ¿verdad?

Hace 30 años, como un romántico tardío, como todo adolescente enamorado, anhelaba abandonar un mundo que parecía no merecer la pena, un mundo que no me comprendía, un mundo al que no entendía. Y, ahora, ahora,... aquí estoy, dejándome morir en esta cama de hospital, sin poder hacer más esfuerzo que llevarme como últimos recuerdos los agudos sonidos de una máquina que me avisa con cada pitido que me queda un segundo menos de existencia, una máquina que me tortura por tantos errores cometidos, por despreciar su poder de decisión años atrás.

Y todo porque otro, cobarde al igual que yo, no ha tenido valor para quitarse su vida y ha preferido robárme la mia, cobrar una deuda –mi vida- que prometí hace tres décadas en tantas y tantas noches de soledad frustrada que solucionaba con falsas invenciones de revista que me ayudaban a contener y desahogar mis deseos y rabias más ocultas.

¿No se han preguntado nunca quiénes son las personas que le rodean? ¿No han llegado a casa tras una dura y fría tarde de invierno pensando que desconocen al sujeto con el que ha compartido su última charla de bar? Háganlo, miren a su alrededor, contemplen a aquel que cada mañana gris comparte la barra del bar de la esquina con usted, aquel que cada mañana ahoga en un café los problemas que suceden cada día en un país liderado siempre por los mismos aunque con distintos nombres, aquel que le cuenta su realidad camuflada en versos de antiguas canciones del último cantautor. Mírenle atentamente porque ese, ése es su asesino. Yo me he dado cuenta hoy, demasiado tarde.

Fíjense bien porque mañana volverá a estar sentado en el mismo taburete, mirando el telediario, culpando a otros de mi crimen, culpando al sistema de sus innumerables errores, sin reconocer su culpa, sin recordar que fue él quien cogió la pistola o sin saber que, a lo mejor mañana, será él quien la empuñe en un acto de falsa valentía, en un nuevo engaño en busca del mayor invento de la humanidad, la libertad.

Él, ella, éste, aquella, estará ahí sentado, callado, preocupado por la falta de otro amigo a quien reprochar su odio por tanta muerte. Ya lo ha hecho más veces. Yo no lo sabía, como ustedes, pero hoy lo he descubierto, al verle los ojos, al mirar esas pupilas brillantes, a punto de llorar justo antes de dispararme, confesando su crimen (como pocos tienen el valor de hacer) con una templada y sincera mirada, delatándose ante su víctima como un esclavo más de otro sistema dictatorial que no sabe buscar más solución que el asesinato, que no se atreve a dialogar por miedo a encontrarse con sus propios deseos, por miedo a reconocer sus errores o por miedo a lograr lo que siempre ha pretendido y darse cuenta de que tiene el mismo color de aquello por lo que me está matando, de aquellos por lo que está manteniendo ante su amigo el gatillo de un arma que frenará de golpe la savia de un luchador más.

Mañana él, junto a miles de personas, caminará sin rumbo, en busca de una solución despreciada, ignorada por aquellos que la han alcanzado. Por miedo, por cobardía. Han preferido no asumir la verdad y ocultarla, volver la cabeza, cerrar los ojos ante ella, cerrárselos a otros, a ti, a mi.

Hoy ya no tengo miedo, hoy quiero vivir, no quiero cerrar los ojos, quiero mantenerlos abiertos. Lo intento. No puedo. El frío tacto del cañón pesa sobre mis pupilas, los temblorosos dedos de mi asesino empujan mis párpados. Otros se encargan de que mis ojos no se abran a la verdad. Otros escriben en la última página de mi diario, y lo harán otra vez mañana, obligando a la libertad a cambiar su rumbo, a desplazarse a un lado, a mirar a otro sitio.

Oigo la televisión del bar. Es el telediario. Ya nadie le hace caso. Ya nadie escucha el telediario.

martes, 22 de mayo de 2007

A once metros de tocar el cielo

El pasado domingo, "A vivir que son dos días" hizo parada en La Coruña. Entre los temas a tratar, Angels Barceló, futbolera y culé, recordó junto a Arsenio Iglesias y Fran uno de los momentos más celebres del fútbol nacional. Es una de esas situaciones que pasan una vez en la vida. Situaciones históricas como el 12-1 a Malta, el gol de Maradonna, el gol de Kiko en la final de las Olimpiadas del 92 y la consecuente voltereta de Toni, el codazo de Tasotti a Luis Enique en el Mundial del 94 o la remontada del Manchester al Bayer en los 3 minutos de prolongación de la final de la Liga de Campeones en el Camp Nou. Aquel penalty de Serer a Nando que convirtió a Djukic en víctima de su valentía y al Superdepor en el Rey destronado.

Aquel año, todos fuimos del Depor. Sucedió algo parecido en los años 80, con las ligas de la Real y Athletic. En el 93-94, aquellos que no eran culés, querían que la liga la ganara el Depor. Incluso los aficionados azulgranas no estaban molestos por perder la liga ante un equipo humilde, con acento gallego...

Yo, celtista y madridista, nunca anti culé, llegué a tener una bufanda de aquel Superdepor. Eran otros tiempos. No había PPV, sólo el plus y la dos (creo que por entonces aún la segunda) daban el fútbol y la no guerra comercial permitía que ambos canales conectaran con el otro estadio. Así vivimos en directo la goleada del Barça al Zaragoza (6-3) que le permitía optar al liderato. Sólo tenía que fallar el Depor, en su casa, en Riazor, ante el Valencia. Y vaya si lo hizo.

Millones de espectadores, igual que ahora, veían en sus televisores la angustia de un equipo que no encontraba el espacio en la defensa Ché para ganar la liga. Los brazos comenzaban a caer, las gargantas a desafinarse cuando, de repente, en el tiempo de prolongación, una internada en el área de Nando acabó en penalty cometido por Serer. No sé quién fue el árbitro que lo señaló.

No lo dudó, señaló los once metros y al Barcelona y le sirvió al Depor la Liga que merecía. Bebeto se escondió, como lo hizo Guardiola en aquel penalty que falló Raúl ante Francia, como sólo lo hacen los grandes que conocen que ese momento no es para ellos. Djukic recogió el balón, lo colocó con mimó y se dispuso a lanzarlo. Sabía que lo iba a fallar. Millones de ojos esperaban atentos en sus hogares a que ese gol entrara. Es penalty, es medio gol. Las dudas de una carrera eterna, un golpeo tímido y una parada recordada por todos ¿quién no ha visto ese penalty alguna vez?

La ilusión de una España deportivista se desvaneció, los sueños coruñeses cayeron en las manos de González. Djukic se desplomó y junto a él, el alma de todo Riazor y las lágrimas de una afición efímera, que se había enfundado la camiseta del nuevo David que pretendía volver a tumbar a Goliat.

El estadio tardó menos en recuperarse que el central. Su gran temporada fue reconocida por las ya torturadas cuerdas vocales de la hinchada. Aquel grito de "Djukic, Djukic" sonó, por una vez, más fuerte que el himno del Barça. Aquel Superdepor pasó a la historia, no por ganar la liga, sino por morir en el intento.

Estoy convencido de que si aquel penalty hubiera entrado, si la liga hubiera acabado en manos del capitán Fran, la memoria histórica sería menos justa con el Superdepor. Aquel equipo capitaneado por el humilde Arsenio Iglesias, liderado por el silencioso Mauro Silva, acabó como los grandes mitos. El superdepor fue un nuevo James Dean, una nueva Marylin, el John Lennon del fútbol. Un grupo de jugadores históricos que hicieron de la derrota su grandeza, de un momento tan amargo, su leyenda.

Yo, celtista y madridista, casi lloré el día de aquel penalty. Cosas de adolescentes futboleros. Yo, celtista y madridista, casi lloro el domingo recordando los gritos, las pasiones, la cultura que es el fútbol, el deporte y que, por un momento, te hace olvidar la vida, los problemas, el paro, para tomar aliento e ilusionarte. Cosas de futbolero melancólico. Ese penalty no tiene precio y el deportivismo debe agradecerle a Djukic un momento histórico que se hubiera esfumado como el humo si hubiera entrado.

Djukic pudo hacer entrar al Superdepor en la historia por dos puertas y eligió la correcta. El Depor ganaría luego más títulos pero ¿alguién repara en cómo ganó el Depor su primera liga, en casa ante el Espanyol? No, pero sí todos recordamos lo que pudo ser y no fue.

Patapán ¡psch!

- Oye, en ocasiones veo lucecitas.
- Deberías ver un médico.
- Pues no, sólo veo lucecitas.

lunes, 21 de mayo de 2007

Cobrar en pesetas, pagar en euros

Es una de las frases del fin de semana largo, de esos fines de semana universitarios que empiezan en jueves, aunque los míos empiezan los lunes. No, no os llevéis las manos a la cabeza antes de tiempo, que mis fines de semanas empiezan los lunes y acaban los martes.

La frase es de Víctor Casco, candidato a la presidencia de la Junta de Extremadura por IU-SIEX. Soltó muchas más perlas, dejó boquiabierto al personal y sorprendió por su esplendido control de los tiempos, de la improvisación, del verbo.

La frase, en mi opinión, es un dibujo de lo que fue el debate, muestra la realidad –muchas veces negadas a este partido- con la que se mira a la ciudadanía desde la verdadera izquierda. La frase es un pensamiento generalizado, es una verdad latente y palpable, es el conocimiento de los problemas que la gente tiene para llegar a fin de mes, cobrando las mismas cien pesetas de ayer pero pagando el euro de hoy.

La frase, escondida en un discurso lúcido, bien preparado, fresco, cercano y directo, es antítesis de la realidad percibida por los otros candidatos, más propia de una campaña electoral como ahora se entiende que no de la búsqueda del voto mostrándose como alternativa de gobierno.

La frase ensalza en su justa medida la política de un grupo que parecía ya enterrado, IU. Las encuestas daban casi por hecho su desaparición de la asamblea extremeña. Seguro que a día de hoy, aquellos siempre atormentados votantes de IU han vuelto a recuperar parte de su fe en estas siglas y que también aquellos izquierdistas indecisos y nómadas han encontrado un posible cobijo en una casa que, a pesar de la apariencia de ruinas del exterior, parece contar con cimientos sólidos.

La frase es una verdad como un templo rodeada de un discurso de mentiras que no miran a la ciudadanía, por mucho que el candidato socialista se esmere en recordar nombres o por mucho que el popular y populista Floriano hable de lo que disgusta al votante lo incumplido. Quizá ahí esté la diferencia que nos gusta ver a los de izquierda: esa distintición que Casco hizo dirigiéndose al ciudadano y que Vara y Floriano hicieron mirando al votante. Se agradece que te miren como persona y no como número que deja de tener sentido cuando deja caer, quizá con rabia, quizá con desdén, la papeleta en una urna cerrada que simboliza la jaula, la cárcel en la que nuestra opinión momentánea se verá encerrada durante los próximos cuatro años.

La frase marcó el discurso de los tres en un debate en el que sólo Casco se atrevió a preguntar y contestar por igual. Casco estuvo inteligente, rápido, gracioso sin caer en el chiste fácil. Fue el único que no miró a sus papeles, pues sabía cual eran sus preocupaciones y no tenía porqué recordar su ideología, pues lo que piensa y lo que promete, de momento, es lo mismo.

La frase le diferenció de Floriano. Mientras Casco expresaba lo que realmente significa el sueldo aquí, Floriano se empeñaba en equiparar el sueldo de los funcionarios ¿de todos los funcionarios? Al de otras comunidades ¿a cuales? y lo que es más importante ¿cómo? No se necesita una equiparación en los sueldos, pues a lo mejor también tenemos que pagar más por lo que compramos, sino una equiparación en los términos Salario-gastos, como bien expresa la frase.

Floriano que se agarró como un clavo ardiendo a un triste gráfico bien coloreado de habitaciones por enfermo, pecó de agresividad. Una agresividad que es valorada en el candidato pero que, en ese discurso de derrotar el PSOE, no dio alternativa de gobierno. Las propuestas, más populistas que populares, brillaron por su ausencia. Floriano mostró un panfleto con cerca de 700 iniciativas de las que sólo se adivinaron tres: quizá aquella de la habitación por enfermo, la de realizar oposiciones todos los años (¿dónde? ¿para qué servicios? ¿no hay oposiciones todos los años ya?), la de reducir todas las listas de esperas para operaciones a 30 días ¿derivando a la privada en vez de aumentando la apuesta por la sanidad pública? Poca chicha para tanto discurso.

Un discurso tan igual al de estos cuatro años de oposición, carente de propuestas y alternativas y excesivo en la crítica desmesurada y descontrolada, que le llevó a llamar al candidato socialista Ibarra. Le ocurrió en el momento que levantó la cabeza del papel.

Entre los muchos errores de Floriano estuvo su obsesión por atacar la sanidad, terreno en el que Vara se defendió con conocimientos suficientes y que le permitió subir enteros en su apagado discurso. Floriano se obcecó en hablar del otro candidato, sobre su estancia en otras ciudades o sobre su pasado en Alianza Popular, sin recordar que por la boca muere el pez y que no hace mucho él apoyaba la refinería. Y digo yo, si es por motivos ecológicos ¿tiene pensado cerrar Almaraz? Para terminar, el candidato a la presidencia por el Partido Popular sentenció en dos ocasiones con “Los gobiernos no están para generar empleo, sino para facilitar que otros los establezcan”. Me ahorro hacer comentarios.

La frase de Casco, derrocó la imagen de cercanía que transmite Vara. El candidato socialista acertó en la vestimenta, el mejor, se mostró sosegado pero se olvidó de muchas cosas. Se olvidó de cómo va a mejorar lo heredado y tampoco quiso mirar al pasado. Quiso mostrarse cercano hablando de personas concretas, cuando la realidad se basa en grupo sociales y mayorías pero, sobre todos, minorías.

Vara estuvo tímido, nervioso y titubeante. Su cara de buena persona es su arma que transmite capacidad para el diálogo, pero no para la oratoria. Le faltó chispa y le sobró desconocimiento sobre otras materias que no sean la sanidad. Afortunadamente para él, Floriano, aquel que volvió a hablar de ETA en su discurso cuando no venía a cuento, se centró en las incumplidas promesas sanitarias para tumbar al candidato, en lugar de para intentar ganar votos. La imagen de Vara ha cambiado poco a la de antes del debate. Quizá eso le sea positivo, aunque ahora la izquierda puede ver otra alternativa para un gobierno más equilibrado.

La frase es el resumen de un Casco que quizá pecó de apoyarse en exceso en el bastón de “Refinería No”. Casco habló de problemas sociales, no de habitaciones por enfermo que no solucionan problemas de diagnóstico. Casco habló de pensiones con propuestas y presupuestos. Casco habló de paro. Pero Casco se olvidó de la cultura, latente pero adormecida en muchos rincones extremeños. Casco se olvidó de la educación, una base para creer en el presente. Pero Casco estuvo sonriente, con ropa alegre, aunque no bien elegida. Casco fue el ganador de un debate en el que sólo el debatió. Curiosamente, la valoración de lo que el discurso electoral del pasado jueves coincide con mis criterios ideológicos.

En mi defensa diré que en el análisis trato de ser objetivo, aunque mi forma de pensar me llevan a condenar a aquellos que para crecer señalan el defecto y la berruga del contrario en lugar de ensalzar sus virtudes.

lunes, 14 de mayo de 2007

Habla sólo cuando tengas algo que decir

En los últimos días he (re)descubierto mi olvidado gusto por el silencio. No me refiero a la ausencia de ruidos en una biblioteca, a la tranquilidad y sosiego de estar en casa sin nada que perturbe o martillé tus oídos, a la paz de una lectura concentrada sin sonidos que te distraigan, al calor de un abrazo con los suspiros como única banda sonora. No.

Me refiero al silencio en la conversación, a la pausa en la radio. A la pausa de un punto y aparte de una novela, al silencio de una poesía entre verso y verso.
Al vacío sonoro en una melodía y a la expresividad de una escena sin más ruido que el del metraje.

Ha sido una semana plagada de silencios. Silencios que comunican, que expresan. Silencios que sienten, que muestran sensaciones. Silencio, a veces incómodos, pero necesarios. Todo empezó viendo la oscarizada “La vida de los otros”. Una película alemana de cadencia extraordinaria, de un guión exquisito, tan esperanzador como desalentador, depende del estado de ánimo. Una película repleta de diálogos vivos repletos de silencios protagonistas.

No reparé entonces en ese magistral uso del no sonido, en su ya conocida importancia. No aprecié en ese momento la dimensión que alcanza la palabra anterior a esa pausa, que se desvanece y se deshace en tu oído. No valoré la relevancia y sentido que cargaba sobre el sonido, la nota, la palabra, el llanto o el suspiro que rompía esa armonía.

No fue hasta el día siguiente cuando percibí, paulatinamente, que había algo más que una historia conmovedora. A veces es complicado degustar una dirección magistral y necesitas pistas que te vayan guiando. Más, cuando estamos acostumbrados a vivir en un mundo intenso, veloz y estresante en el que tapamos con ruidos nuestros silencios. Porque no hemos de olvidar, que todo aquel sonido que no expresa nada es ruido. Y eso pasa con muchas películas americanas que copan la mayor parte de las carteleras del cine.

Al día siguiente de ver “La vida de los otros”, en casa –pues nunca iríamos al cine a ver este tipo de películas- nos quedamos viendo Dejaveu, la última del también oscarizado Denzel Washington. Soportando la mala calidad de una película bajada de Internet (en mi defensa alego que no atento contra el arte, pues ni considero que esta película lo sea ni me hubiera gastado nunca dinero en verla. Cuando quiere ver o tener que considero arte lo pago), aprecié las múltiples virtudes de la película germana que aún perduraba en el recuerdo. La mula nos llevó por un viaje extraño y paradójico. Primero nos mentalizamos para ver “La sombra de la sospecha”, de Eva Longoria y Michael Douglas. Su deficiente calidad visual y sonora nos obligaron a cambiar de cd y apostar por “Dejaveu”. Y precisamente un dejaveu ocurrió cuando, para nuestra ¿sorpresa?, encontrarnos un inicio exactamente igual al de la otra película. Imágenes aéreas, sonido ambiente envolvente a gran volumen pero que no expresa nada y, además, para meternos en la vida del personaje principal, una imagen cotidiana de una persona que se viste (o toma un café o lo que sea) a la que llegamos guiados por el ruido de un transistor. Una escena que podría haber sido descrita en la canción “el cine” de Mecano y que puede servir para millones de películas sin un título concreto. Pensad cuantas veces una película comienza así.

Primera decepción. A partir de ahí, cerca de dos horas de una película infumable, ilógica y pretenciosa en la que no hay ni un solo silencio. Todas las escenas cuentan con la compañía de una fuerte carga sonora que, lejos de darle sobriedad o dureza (como pretenden), restan emoción. O un sonido ambiente ampliado, o una melodía pastelona, o un diálogo rápido pero incomprensible y de besugos. Nada, ni una pausa, ni un respiro al oído, nada que puedas degustar. Todo fugaz, efímero, breve pero perenne. Ruido al fin y al cabo en lugar de un sonido comunicador.

¿Por qué tenemos tanto miedo a quedarnos en silencio, a callar una película, a expresar mediante una boca cerrada, unas teclas de un piano no tocadas o unas cuerdas de guitarra sin vibrar?

El momento álgido de la semana del silencio llegó el viernes, cuando la Orquesta de Extremadura volvió a endulzar mis oídos con notas que se mantenía en mi cerebro mientras un silencio me mantenía expectante de lo que estaba por venir.

Espero poder utilizar todo esto en mi trabajo diario.

martes, 8 de mayo de 2007

Carta de Lazlo

Mientras quede un hombre bueno, solamente un hombre bueno, valdrá la pena escribir sinfonías.

Mientras quede un hombre bueno, solamente un hombre bueno, valdrá la pena y podremos pensar que todo es aún posible.

Carta para Lazlo

Salí del cine desorientado, con la misma sensación que me produjo el final de "Goodbye Lenin". Durante algo más de dos horas debatí con la pantalla sobre ideales, sobre hombre buenos, sobre sistemas. Al salir volví a pensar en lo mismo, en la ausencia de diferencias entre políticas, entre estados totalitarios y democracias parlamentarias. Me viene a la cabeza aquella frase (no literal) de "Antes que amanezca": La diferencia entre Cuba y EEUU es que en Cuba te dan por culo y no puedes quejarte, en EEUU te puedes quejar, pero te dan por culo igual.

Salí del cine pensando en la caída del muro, en la actitud de un buen hombre, en su actuación sustentada en firmes convicciones, en su gris papel en una sociedad hambrienta de colores artísticos. Golpeas con tus iras contra la falsedad del socialismo real y, de pronto, de estrellas contra la realidad de la falsa clase política en general. Sistemas o régimenes políticos denostados por sus resultados, por la actuación de dictadores, por censores públicos que tienen su cabida también en democracia pero que ocultan su identidad. La política la hacen las personas, lamentablemente personas que han dejado atrás sus ideales por su propio bienestar y por sus ambiciones.

Salí del cine estableciendo comparaciones. Ví en aquel ministro de cultura creador de listas negras la figura de los políticos que hoy deciden a quien le dan subvenciones a quienes quedan sin hacer sus películas. Recordé aquellas declaraciones de un político (del PP) que pretendía recuperar la subvención a Médem por la exquisita "Lucía y el sexo" tras su reflexiva, fundamental y necesaria "La pelota vasca".

Salí del cine pensando en la seguridad del estado con la que en tantas ocasiones se llenan la boca (aquellos y estos) políticos, cuya única seguridad en la que piensan es en la de su cargo, en la de su billetera. La falsedad de una democracia que sigue actuando como una dictadura en la que nos permiten quejarnos, de vez en cuando escribir sobre ellos y opinar cada 4 años, aunque a esa opinión cada vez se le dé menos valor, se utilice como arma arrojadiza ante personas inocentes que padecen desde años el hambre y tiranía. Una opinión, que además, creen que su puede fundamentar en impulsos de ira y no en una reflexión basada en creer que un mundo mejor es posible. Quizá se deba a que ellos han dejado de creer o, lo que pare mi es más preocupante, ni siquiera se paren a pensar en qué creen o creían.

Salí del cine pensando en cómo sería aquella película realizada por un americano. Repleta de "Flashback" que recordaran a nuestra memoria de pez quienes eran aquellos personajes que reaparecían o se reencontraban o, como observaría el crítico ciego de "Bienvenido a casa", repleto de movimientos de cámara, de vueltas sobre un cuerpo que yace en lugar de mantener un plano fijo que golpea con serenidad la dureza de una escena en la que el dolor traspasa la pantalla y también el sufrimiento.

Salí del cine pensando que ya no se escuchan sinfonías, aunque siga habiendo hombres buenos. Por lo menos, cada vez se escuchan menos porque sigue habiendo gente que las escribe, las dirige o las interpreta. Ayer erámos 3 en el cine.