miércoles, 31 de diciembre de 2008

Un año con propina (o memorias de un año soñado)

Cada vez se hace más difícil recordar en un corto espacio de tiempo, resumir en menos de las 625 líneas que te ofrece un televisor, cómo ha sido el año. A veces pasan días en el que es difícil recordar si lo que hiciste por la mañana pertenece a esa jornada o se trata de un pasado más lejano. La cabeza falla, el reloj corre deprisa, la calle no frena para nadie y el 31 de diciembre todo se detiene y, por un segundo, tienes que respirar, mojarte de la lluvia que empapa las ramas huérfanas y refrescar tu memoria.

Seguro que en este año con propina, en este año bisieto en el que hemos tenido un día más y una nochevieja de regalo y de regalos, los momentos negativos han martilleado durante horas nuestras cabezas. Seguro que algún viejo amigo nos ha traicionado, que hemos mentido, llorado o nos hemos indignado. Que hemos perdido a alguien o creemos habernos alejado de tantos y tantos. Seguro que la A-66 ha recogido nuestros diablos y ha templado nuestra sed de acercarnos. Seguro que no ha sido tan fantástico pero hoy, en este funeral del 2008, todos los recuerdos son positivos. Nadie es malo cuando muere, y no podía ser menos con un año... ¡Y qué año!

Hoy, reviso las hojas del calendario, y he tachado deseos y retos.

Un aprobado, 17 de enero, un abrazo de bienvenida igual que el de despedida. De autónomo a hipotecado. Planos y planes. 17 de julio. 113 metros cuadrados que llenar de caricias y abrazos, de te quieros y suspiros de añoranza. Pisadas en el parqué, sonrisas en el sillón, dedos en el cristal, una niña correteando, otra más grande bostezando...

Un café con leche con un helado, no, mejor con un goffre. Una cena con mis padres y con una mirada de arrepentimiento al fondo de la mesa. Si yo te contara. Una paella, una mariscada. Una vocecita.

Un cubo que sirve de canasta, un baile, amigos y olor a humo. Un sábado de agosto (también un domingo). Un 1 de noviembre, el frío y rampas lusas donde inventar ilusiones.

Un balón de baloncesto, una derrota dolorosa, otra más frustrante, una final a 4, viajes con micrófono en mano, una selección, Luis y una plaza de Mérida, un madrugón perdido entre tanto paso, 6 horas seguidas de radio, 30 minutos, un suspiro (y entre tanto, Calderón, Carlos Sastre o Fernando Verdasco)

Un viaje a Peumayén, la ilusión, la Felicidad en un escenario, un sonrisa cómplice. Músicas de verano.

Y sobre todo, verla crecer, esa vocecita, una noticia inesperada (felicidades papito) y un anillo. Un anillo que une el ayer con el mañana, que te da un susto mientras que me pregunto que andarás haciendo ahora y que podría hacer yo para tocar tu cielo. Una fecha, un lugar, un color, mil olores, el rugir de nuestro campo, la paz de tu río, el murmullo de la familia. Lágrimas que bañarán el Jerte.

2009, te espero con ganas.

P.D.: Seguramente este texto vaya creciendo, según recuerde esos momentos especiales del año que ahora, en este paréntesis entre nocheviejas, mi cabeza se niega a recordar.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Echa cuentas

Echa cuentas. Repasa los gastos: esto de teléfono, esto en piso, esto en comida. Lo que gastas en gasolina. El petroleo ha bajado (sigue caro), también el Euribor... entonces ¿cómo que me ha subido la hipoteca? La bajada es para la revisión del mes siguiente ¿y dentro de 6 meses? Echa cuentas.

Reserva parte para el viaje, recuerda que hay que pagar cosas de la Boda ¿eso cuándo se compra? Más adelante. Tú echa cuentas.

Los regalos, ¡pero si estaban todos comprados! Bueno con el pico de la lotería pagamos la cena de Reyes. Tocó lo que nos gastamos, lo comido por lo servido, la cena de Reyes no sale gratis. Falso engaño. Echa cuentas.

Mira las facturas. Esto de luz, esto de gas, lo otro de agua... ¡Y el otro piso! Paga el seguro, la comunidad, paga la ITV, renueva el carné, que lo tienes caducado, como toda la nevera.

¿Cómo vas? Bien, echando cuentas.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

FELICES FIESTAS

Adornar vuestros hogares, encubrid con vuestra mejor de las sonrisas las penas cotidianas, valorad lo que tenéis y recordadlo el año que viene. Disfrutad de la familia, o de las amistades, o de la soledad. Salid a la calle y que el frío os congele una carcajada, que el viento arrastre las penurias, las hipotecas, la crisis y la recesión intelectual.

Pasadlo bien, pero no sólo en estas fechas. Prolongar las navidades más allá del 6 de enero. Hace falta.

Besos

martes, 9 de diciembre de 2008

Habitación 112

Aquel hotel no tenía calefacción, ni radiadores, ni un pequño calefactor que airease sus pieles estremecidas. Aquel hotel no tenía bonitas vistas, ni un cuarto de baño decente, ni un tocador en el que revisar su maquillaje.

Aquel hotel olía a moho, a humedad adormecida en las paredes. Aquel baño coleccionaba vellos visitantes, lejías en sus toallas, cal en los desagües. Aquel hotel no era el soñado, ni siquiera el deseado ni el buscado. Aquel hotel era una coincidencia, un lugar más.

Aquel hotel tenía de banda sonora el claxón de unos coches, los insultos de cuatro adolescentes borrachos a 3 putas que ofrecían su amor a un módico precio, que ofrecían lo que tenían, o lo que las dejaron tener o lo que le dijeron que sólo podrían alcanzar. Aquel hotel las esperaba, cada noche a una, para verlas fingir como la mejor actriz de Hollywood.

No serían deseadas, nunca disfrutarían, aunque su imaginación cada madrugada les llevaba al Jilton, como escribía ella, a un 5 estrellas donde un colchón de Latex sustituira a un preservativo barato que no protegía su, cada día, más deteriorada alma.

Soñaba con Julia Roberts, por convertirse en aquella mujer a la que un rico caballero rescatara en su pulcra lumisina de esa barrio ruin, donde las papeleras dormitan en las aceras, donde las farolas dan sombra a su gesto apagado y cobijo a sus largas piernas. Donde corren las ilusiones en manos de un ladrón sin guante que compra con los -cada día más modernos- cassettes de coches el pan duro de la mañana siguiente. Soñaba con verse liberada, con lamentar no tener paga extra, con sufrir por la última expulsión de Gran Hermano, con maldecir a la crisis y opinar de la bolsa. Soñaba con una bañera redonda, repleta de espuma. Con un croissant en un plato, y un cuchillo y un tenedor para devorarlo. Soñaba con un camisón de seda, una bata bonita y un collar en el cuello.

Sus ojos se abrieron, mirando hacia atrás en busca de eso sueño. Nadie yacía junto a ella, apretados sobre ese viejo colchón roído por el paso de las horas, gastado por el uso, cada día menos frecuente. Allí no dormía nadie.

Él se ponía los pantalones mientras murmuraba para sí palabras. Palabras incomprensibles pero imaginables. Sus ojos no se llenaría de lágrimas. Una discusión más en una noche triste, aunque no más triste que la de ayer. Su garganta no le reprocharía su actitud, su mirada no buscaría los ojos cómplices de él. Su mano no acariciaría su rostro, no recogería su pelo, no estremecería su nunca en un gesto de cariño y de alivio dominical. Su cuerpo se lavaría en un mínimo plato de ducha, sin mampara ni cortina. En su plato sólo habría un billete de 20, con el que pagar un café, una barra de pan, 100 gramos de chope y un cartón de leche. En su percha, sólo quedaría ese viejo abrigo marrón, agujereado en el hombre, sin un botón, que se perdió cuando -al caerse- quiso guardarlo en un bolsillo sin fondo.

Su destino, el que le escriben cada día, al que le condenan sin que esté realmente cifrado, no parece depararle nuevas sorpresas.

Una noche más, bajaría de la habitación por las solitarias escaleras. Con suerte, no oirá la disputa de la habitación 112, donde los gritos reclaman con urgencia atención, también en estos barrios. Con suerte, hoy no escuchará como suena una mano golpeando un rostro de mujer, ni como retumba el silencio del miedo. Con suerte, no sería ella quien sufriera la tortura.

Con suerte, sólo abandonará el hotel, en silencio, y volverá a cobijarse bajo la luz que nunca se enciende de su farola. Sin paragüas, bajo la lluvia. Nunca cantará. Seguirá esperando.

martes, 2 de diciembre de 2008

Noviembre, el arte de noviembre

Un paisaje marítimo. Un puerto donde arriban ilusiones, de donde parten sueños, donde mueren días y nacen noches. Un lugar soñado, en el que reencontrarte con viejos amigos, con poemas olvidados, con cantares desechados. Un lugar idílico en el que el silencio envuelve la belleza, en el que el mundo se para para esperar tu llegada.

Maletas repletas de ideales, redes que anudan nuestros sentimientos, tus creencias, mis convencimientos. Una camisa blanca que siempre reluce, allá donde vaya.

Ideas que se esfuman, versos que se atragantan en el frío de una noche de otoño, amores que se sostienen en los tirantes de la blusa de la joven más bella.

Sueños realizables, utopías alcanzables. Casandra en la ventana, desesperanzada, esperando que suceda una verdad distinta.

Butacas libres, dos butacas de distancia. Una sonrisa cómplice, miradas descompasadas que no encuentran respuestas en la oscuridad de sus palabras.

Una noche esperada, un lugar soñado, una vuelta mágica.