jueves, 20 de septiembre de 2012

Parábola del A6

Una empresa (llámala E) ha decidido renovar su flota de vehículos. No es que los coches que tienen actualmente estén totalmente estropeados, posiblemente pudieran aguantar en la carretera unos años más, pero cierto es que los kilómetros pesan, que su tecnología parece desfasada y que la seguridad no es la misma que la que ofrecen las nuevas gamas existentes en el mercado. Por eso, y aprovechando la coyuntura de descenso en los precios, la empresa ha decidido dar el paso adelante y renovar ahora su flota de automóviles.

Se da el caso de que, en estos momentos, la crisis no permite grandes beneficios. Afortunadamente no existen pérdidas, pero la liquidez de las arcas de la empresa es limitada. El gerente ha decidido por tanto solicitar un crédito para poder llevar a cabo la inversión. Cual ha sido su sorpresa al acudir a su habitual entidad bancaria que los años de trabajo juntos, la solvencia en sus cuentas e incluso los intereses que ha dejado con el paso de los años no sirven para calmar la crisis financiera o, al menos, para encontrar un precio mejor al existente en el mercado. "Es lo que hay y no podemos hacer nada más. Da gracias al menos de que, por ser tú, podemos concederte el préstamo. A cualquier otro no se lo daríamos". Esto le ha dicho el siempre servicial y sincero director de la sucursal. La respuesta no es ni satisfactoria ni suficiente. El crédito es desmesurado y el precio final del vehículo se multiplica de una forma que, si hay que hacer frente a esos intereses, el puesto de trabajo del personal de la empresa podría ponerse en peligro si no se cumple con las expectativas de venta en los próximos trimestres.

Ante esta situación, y decidido a cambiar de vehículos, y enamorado por las prestaciones del nuevo A6, nuestro empresario toma una iniciativa: pagar el nuevo coche (para uso exclusivo de la dirección de la empresa, permítanme el matiz) sin acudir a crédito alguno. Como ya hemos dicho anteriormente, el dinero líquido brilla por su ausencia y los ahorros del emprendedor trabajador se encuentran en un fondo de inversiones que no permite ser retirado en este momento. Así, (ante la nula posibilidad de que las ventas se incrementen un 1000% en el próximo mes) la única manera que cuenta para poder hacer este pago en efectivo de inmediato es pedir un esfuerzo al resto de trabajadores. El próximo mes cobrarán la mitad. Al fin y al cabo, es por su bien, piensa el empresario. El A6 es una adquisición que va a mejorar el servicio de la empresa.  Hay que comprarlo. Pero endeudarse conllevaría (casi con toda seguridad) el despido de trabajadores, por lo tanto, seguro que, si les doy a elegir, ellos también van a preferir un puntual descenso salarial a un ERE que acabe con sus puestos de trabajo.

Y así es como, de forma unilateral y deliberada, E (E de Empresa, E de Estafa, E de Engaño, E de elecciones, de Estado, E de Extremadura, E de...) decidió descender el salario a sus trabajadores para asegurar sus puestos de trabajo. Y así es como E les planteó a sus trabajadores que deben dar gracias por seguir manteniendo su ocupación, aunque se hayan mermado sus derechos. Y es que son muchos los que no tienen esa suerte. Y digo yo, ¿por qué a un derecho constitucional se le llama suerte? ¿por qué se dice que es un privilegio tener trabajo cuando la realidad es que es una injusticia social y probablemente inconstitucional no tenerlo o, al menos, no tener la posibilidad de acceder a él?

Desde el momento en el que empezamos a dar gracias por lo que nos pertenece, iniciamos el camino a ceder nuestros derechos.


Sin querer, llegará abril pero oscuro y sin claveles
y tú mirarás los días como quien mira la nieve
caer sobre la ciudad, alunada y siempre hambrienta
y la crisis va llenando de dormidos las cunetas.
Y tú hibernando, ausente, exhausto y sin latido,
vencido por el miedo y la luz de los mercados,
cansado ya, quizá de estar perdido. Perdido.
Cuando el trabajo te escupa cual carozo de cereza
rodarás pendiente abajo. No quedará quien proteja
a la virgen del dragón. Cuando suenen las alarmas
la marea habrá subido acorralándote en la cama.
Despertarás entonces, desarmado y cautivo.
Y como quien regresa a la casa en que fue niño
todo parecerá más pequeño, más oscuro:
el horizonte, la llama y el futuro.
Y entonces dime qué harás.
Despierta,
ya verás, que te están esperando,
paciendo en el portal una reata de pegasos
para cruzar el cielo tras la estrella del vencido
y hacerse las preguntas que exigen estar aún vivo.
Despierta,
has de pintar nuevas constelaciones
para que navegantes extraviados en la noche
encuentren el camino que les acerca al mañana
en el que Prometeo burla al dios y trae la llama.
Que el destino no parió la miseria en la que duermes,
nació de las voluntades de mil hombres y mujeres,
que nada está escrito para siempre.
Despierta.
El invierno llegará, arañándote la espalda,
mirarás el telediario como quien lee un telegrama
que trae pésames y flores. Mientras mascas los silencios
te robarán la memoria nigromantes y usureros.
Aquellos que ahora bailan celebrando la hoguera,
en que arde tu futuro, herido de hipotecas,
de dulce mansedumbre, narcótica ceguera,
herido y desangrado, el futuro aún espera.
Despierta,
ya verás, que te están esperando,
paciendo en el portal una reata de pegasos
para cruzar el cielo tras la estrella del vencido
y hacerse las preguntas que exigen estar aún vivo.
Despierta,
has de pintar nuevas constelaciones
para que navegantes extraviados en la noche
encuentren el camino que les acerca al mañana
en el que Prometeo burla al dios y trae la llama.
Que el destino no parió la miseria en la que duermes,
nació de las voluntades de mil hombres y mujeres,
que nada está escrito para siempre.
Despierta. Despierta. Despierta. Despierta

"Despierta" Ismael Serrano. Disco: "Todo empieza y todo acaba en ti"

domingo, 9 de septiembre de 2012

Di que sí

Me emociono cada vez que la escucho, por lo que significa, por lo ha conseguido, por lo que me une a ella, porque me levanta el ánimo, porque me recuerda que si se quiere se puede, porque me ayuda a decir cada mañana que sí, porque es deporte, el deporte como me gusta, desde el optimismo y la superación sin pensar en superar a nadie. Porque es El Desván del Duende. Enhorabuena, amigos.

http://www.youtube.com/watch?v=N4wyGOYbyZk

jueves, 6 de septiembre de 2012

Ganas de llorar

Candela pasea por la casa mientras desayuna una galleta. Camina desde el lunes. Se levantó, se puso a andar y ¡cómo si lo hubiera hecho toda la vida! Ahí está, recorriéndose la casa, el salón, galleta en mano, mirada dulce y sonrisa pícara en boca. No va a desayunar más. No ha querido papilla, tampoco leche.

No importa, después de pasarse un día comiendo menos de lo habitual (por debajo de sus posibilidades), se ha despertado a las ocho y media, ha señalado el biberón que había en la mesilla y ha dicho con su vocecilla "¡más, más! Eso es que tiene sed o hambre. No quería agua, así que era hambre.

Ha comido, ha empujado el biberón cuando no ha querido más, me ha dicho que no cuando la he preguntado, se ha puesto el chupete y se me ha abrazado para seguir durmiendo. Ahora está aquí, despeinada, pidiéndome agua mientras escribo. Es por estas pequeñas cosas por las que me dan ganas de llorar. Cuando se acerca a la tele y empieza a hacer el orangután (quiere ver los cantajuegos); cuando coge a la muñeca y me la da para que la haga llorar y decir "mamá"; cuando corre detrás de las pelotas, las tira debajo del sofá y me mira, y dice "no está"; cuando hace sonar la música de su andador y baila mientras ríe...

Son estas pequeñas cosas las que me sacan las lágrimas, las que me secan por dentro, las que me hacen maldecir la carretera, y la distancia, las horas lejos. Y más ahora, que tú ya no compartes mis desayunos, que no despertamos juntos, que septiembre vuelve a separar nuestros bostezos.

Quizá sea verdad que decidimos que esto fuera siempre así, quizá sea verdad que seamos unos afortunados, quizá sea verdad que debamos dar gracias, pero no puedo dejar de pensar que me apetece llorar, no sé si de alegría o de tristeza, quizá por ambas cosas. Quizá sea verdad que el tiempo pasa más rápido cuando estamos juntos los tres.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Un domingo cualquiera

Despiertate a las cinco y 20. Apaga la alarma. Quédate 10 minutos más en la cama. Tienes tiempo. Lévantate. Escucha a tu hija llorar. Leve caricia poco consoladora. Tómate un café de cápsula. Escucha el molesto silencio de la madrugada. El frigorifico hace un ruido monótono e hipnotizante.

Lávate, peinate o haz algo que se le parezca. Vístete en el baño para no despertar a tu hija. Ya estaba despierta. Abraza a tu hija. Sácala de la cuna. Vuelve a acostarla. Clava la rodilla en el pie de tu mujer antes de darle un beso de despedida. Date cuenta entonces de que todavía estás medio dormido.

Coge el coche. Que él elija que música es la más apropiada para hora y media de viaje. Cambia tu rumbo. Hay un accidente que corta la autovía. Piensa en la que podría haber pasado si no te hubieras equivocado al poner la alarma. Sigue conduciendo. Canta, vive la euforia de las 6.30 am. Bajonazo al canto mientras canto. 7am y todo un día por delante. Queda otro más todavía en el horizonte para poder volver a ver a tu mujer y tu hija ¿Dónde está el campo de María Auxiliadora? Llama a la radio y avisa del accidente. Llega a la radio. Pon el dedo en un sensor cada día con más huellas. Lee las noticias. Redacta tus noticias. Cuenta las noticias. Enciende el twitter. Bienvenido al jodido domingo.