domingo, 14 de febrero de 2016

Crujen los pasos en mi cabeza. Grita la madera en el silencio de la noche. El viento azota la hoja perenne. No hace falta acercarse a la ladera para escuchar el latido de la montaña.
Hay un silencio ensordecedor que muere con la música sin partitura de un cencerro. Se escucha la lluvia acariciando lana. Duermes.

Afuera huele a sombra de pan, a vapor de harina, a la historia de un pueblo carcomido, hambriento de hogazas, con un pasado de esplendor eclipsado por un muro de agua. Enmudecen las piedras entre gritos, se arruga la roca como la piel, tan seca y áspera como la arena que labran manos de ayer, como el corcho de encima, como el óxido que embellece el tronco de un edificio disfrazado.

Cuántas lágrimas encerraron sus paredes, cuántos balidos por un camastro, por una manta, por una lumbre que hiciera crepitar sus corazones.
Cuánto sabrán las montañas que sólo repitieron lo que contaron, que guardan y callan lo que callaron.

viernes, 12 de febrero de 2016

Prisión por la propiedad disociativa.

Disociar: separar algo de otra cosa a la que estaba unida.

España (una parte) se rige por la propiedad disociativa. Separa acciones o sujetos aparentemente relaciones y hace una lectura o interpretación aislada de cada elemento.

Un ejemplo, allí donde la mayoría (o parte) ve un cesto de manzanas podridas (un conjunto de manzanas podridas que, al ser conscientes de o creer de buena fe que cuando llegaron al cesto estaban sanas, se han ido pudriendo unas a otras dentro del cesto), España (una parte) ve un cesto con una manzana podrida, otra manzana podrida, otra manzana podrida, otra manzana podrida Es decir, varias manzanas podridas dentro de un cesto e interpreta cada manzana como única e independiente, la separa del resto.

Otro ejemplo, allí donde la mayoría (o parte) ve una obra de teatro de guiñol (en su conjunto, con todos y cada uno de los elementos que suelen formar una obra de teatro de guiñol), España (una parte) ve un escenario, un muñeco de guiñol, otro muñeco de guiñol, una cachiporra, una pancarta (en verdad, un cartelito que no pone lo que en teoría ponía). Es decir, varios elementos únicos e independientes cuyo significado se interpreta separado del resto.

Y así, por la propiedad disociativa, dos titiriteros están obligados a día de hoy a cumplir unas medidas cautelares de escasos precedentes tras haber estado en prisión preventiva sin fianza durante 5 días por el auto de un juez que disoció uno de los elementos de la obra del resto, del texto y el contexto de la obra.

Con la misma claridad con la que el juez entiende que cualquier persona que lea lo que ponía en el cartel exhibido puede verificar que con ella se está alabando o justificando a los autores de hechos terroristas, esa misma persona podría entender (si ve la obra como un todo y no cada elemento por separado) que la representación ni sus autores alaban o justifican los hechos terroristas. En ningún momento hay el denunciado enaltecimiento. Parecía claro pero ha tenido que venir Amnistía Internacional a decírnoslo (aún así, hay medios que niegan la ausencia de delito y la Fiscalía y el juez aún no han retirado los cargos).

Han tenido que pasar 5 días (y los que nos quedan) de debates, de explicaciones y de justificaciones que (en este contexto social de enfrentamiento constante en el que vivimos) uno siempre tiene que empezar por si a mi me da igual Carmena o yo creo que lo que hicieron estaba mal, pero de ahí a..

Y esto es triste y una importante derrota de la democracia. Parece que hemos tenido que asumir ciertas afirmaciones que som cuestionables para, al menos, conseguir la libertad de los titiriteros.

Primero hay que negar o esconder el signo de tu voto para ganar credibilidad en la defensa de tus argumentos. Parece que somos nosotros (y no los otros) los que defendemos lo que defendemos por votar a quien votamos (seamos de quien seamos). No. Yo pienso lo que pienso y, en virtud de mi pensamiento, voto al que creo que está más cerca de mi pensamiento (o, si no encuentro quien defienda mis principios y valores, no voto -voto en blanco-).

Mi voto es circustancial a mi pensamiento, no al revés. Mi concepto de libertad de expresión está cimentado en los derechos humanos y en los libros de historia, no en los partidos políticos del panorama actual ni sus programas. Los fundamentos de mis ideales estaban antes que algunos de los partidos actuales y seguirán (evolucionando, probablemente) aunque desaparezcan los partidos.

 La defensa y límites de la libertad de expresión (sí, tiene límites. El insulto y las amenazas no están dentro de mi libertad de expresión) dependerán de qué se diga, no del quién lo diga. Ves, ya me estoy justificando ¿Le pedimos tal justificación al constante dedo acusador, a quien ha inventado y esparcido una mentira que ha acabado con dos personas envla cárcel porque se ha dado como verdad absoluta esa mentira?

Por el otro lado, parece que hay que recorrer cierto camino hacia el pensamiento contrario porque se da por hecho que la verdad está en el medio. No.

La verdad nunca estará en medio de un camino cuyo uno de los extremos es mentira (y la verdad jamás estará en medio de dos mentiras, cuidado con lo que te cuentan desde los medios de cualquier extremo partidista).

La derrota democrática del encarcelamiento de los titiriteros granadinos es que, aunque después de 5 días de prisión, debates, explicaciones y justificaciones, para que sean puestos en libertad y haya un estado de opinión mayoritario a favor de su desencarcelamiento, para que se den estas circustancias hemos tenido que pactar (si se me permite la expresión) que la pena de prisión preventiva (y las medidas cautelares que pesan aún sobre ellos) era exagerada. No.

No era exagerada. Era injustificada (ya veremos si hubo una lectura demasiado rígida del actual código penal -¡Ay, la Ley Mordaza y el Pacto antiterrorista!- o si, como algunos señalan, hubo un acto de prevaricación que yo, por optimismo mecánico, me niego a creer) pero es evidente que no hubo delito, no se pretendía enaltecer ni justificar a banda terrorista alguna.

También parece que hemos pactado que la obra era lamentabilisima o que los titiriteros se pasaron de listos. No. La obra no era lamentabilisima, o al menos, sin verla como no la ha visto de forma íntegra la mayoría de los opinadores, no puedo considerar que fuera lamentabilísima por su contenido. ¿Sus contenidos eran lamentabilísimos? Tampoco, y aquí enlazo con la negación del otro pacto los titiriteros se pasaron de listos. No. Si asumimos y aceptamos eso, asumimos y aceptamos que Lorca (que ya escribió sobre el personaje de Don Cristóbal y reflejó en sus letras violaciones y asesinatos dentro del mismo teatro de guiñol), Machado, Picasso, Dalí, Buñuel,... y otros tantos artistas que han sido censurados por el contenido de crítica política de su obra se pasaron de listos.




No, no estoy comparando el talento de nuestros principales referentes artísticos con el de los titiriteros, estoy comparando su libertad de expresión, su derecho a plasmar en una obra la crítica social. Su obra (mejor o peor), era eso: crítica social que, lejos de enaltecer el terrorismo o promover el odio, condenaba precisamente el uso de los poderes y de los medios para atacar las libertades y fomentar (lo llevo diciendo años) la cultura del odio (odiarlo todo, odiar contrario. Establecer contrarios cuando sólo hay que gente que piensa diferente. Construir bandos y obligar a elegir ¡Y lo que nos gusta elegir entre un bando-partido u otro en lugar de quedarnos en un lugar de pensamiento y, a partir de ahí, juzgar a ambos con el mismo criterio repito, opinar en virtud de qué no del quién- ).

Con la literalidad con la que el juez que ha decretado prisión preventiva ha interpretado que la obra inducía al odio, le invito a leer cierta prensa y a escuchar a ciertos políticos que en los últimos tiempos se encargan de inculcar el miedo por la población y de sembrar una semilla de odio al contrario que nos tiene separados hasta extremos como el que hemos vivido en estos carnavales (y no por quiénes sean, sino por lo que dicen). Y eso está en el marco de la realidad, no de la ficción (por cierto, dentro de la ficción, una obra sí podría incurrir en enaltecimiento del terrorismo, pero sería difícilmente probable y comprobable).

Es decir: no, la presión no era exagerada. Era injustificada. No, los titiriteros no se pasaron de listo. Utilizaron el teatro para hacer crítica y sátira política. Por cierto, hacer sátira aludiendo a una banda terrorista no quiere decir que te rías de las víctimas. No hay ningún chiste ni ninguna mofa sobre lás víctimas. Es curioso que los que muchos de los que antes veían enaltecimiento cuando han sido conscientes de que no lo había crean entonces que existe burla. Personalmente, creo que se ríen más de las víctimas quienes utilizan a diario el dolor de las víctimas para ganar votos que quienes utilizan el terrorismo en la ficción para poner en cuestión las libertades en nuestro estado de derecho.

Así que el único pacto o conclusión que, al menos yo, puedo aceptar es que la obra no era apropiada para el público para el que se había programado. Sí, era inapropiada.

No obstante, reflexionemos.

Me llama la atención que los alertados padres en lugar de llevarse a sus hijos del lugar y evitar que vieran tan terrorífico guiñol optaran por quedarse grabando la escena con su móvil. Por cierto, gracias a esos vídeos hemos visto parte de la obra, hemos visto la escena en la que sale el letrerito (no, no se despliega una pancarta. No, no se hacen proclamas a favor del terrorismo. Sale un letrerito el contexto ya sabido del guión), hemos visto las imágenes del resto de la obra y no, no hemos escuchado ni los gritos ni llantos de pavor de los niños y niñas (no llegaba a la veintena) presente. Esto no quiere decir que lo allí representado fuera adecuado para ellos, pero sí que la alarma generada y la dureza de lo allí representado no era tan extremo.

Si obviamos la obra en sí, si no nos acercamos a ella, si no la vemos (que es como se ha opinado de forma general, y de forma lo que es más grave- por parte de los medios), es el imaginario colectivo el que recrea las escenas.

En vez de ir a esos vídeos subidos a Internet o las reproducciones de la obra que existen en la red, hemos recreado en nuestras cabezas las escenas que nos han asegurado se producían: violaciones de monjas, abortos, ahorcamientos

Nuestras cabezas han construido una realidad en la que desaparece el guiñol. Nos hablan de violaciones de monjas y hemos recreado una versión hard-gore de La Naranja Mecánica cuando por lo que podido ver y saber- hay más una invitación al público adulto a pensar en que se ha producido una violación, hay una elipsis del acto de violación en sí, que una violación con la crudeza visual que hemos imaginado. La mera lógica cognitiva de que el acto en sí lo protagonizan dos muñecos de guiñol, dos marionetas, reduce bastante la posibilidad de que esa imagen pueda perdurar durante años en el subsconsciente de nuestros hijos. No, no debía parecerse mucho a La Naranja Mecánica (¿He de decir lamentabilisima Naranja Mecánica por la extrema violencia que se relata y reproduce en ella?).

Lo mismo sucede con el famoso aborto de la monja (o la bruja, ya se difuminan los personajes). Nos lo han contado y nuestras cabezas han figurado una escena propia de Holocausto caníbal cuando, al tener en cuenta que eran guiñoles, probablemente la escena en sí su apariencia visual- se pareciera más a lo que nos relata Los 7 cabritillos en el momento en el que la madre de los cabritillos abre con un cuchillo la barriga del lobo para salvar a 6 de sus hijos y llenar su estómago de piedras (con el cruel ahogamiento -que jamás hemos puesto en cuestión- que ese acto supone).

Y no. El ahoracamiento del juez tampoco es como lo habéis pensado, no es el final de (viene spoiler) Bailar en la Oscuridad, por censurable que pueda pareceros la escena en una obra para adultos presenciada por un público infantil.

¿Inapropiado contenido para niños? Inapropiado ¿Culpa de los titiriteros? Jamás. ¿Culpa del ayuntamiento? Sí. Aunque su peor gestión no fue la programación (y el desconocimiento de un personaje sobre el que escribió el propio Lorca). Lo peor que han hecho ha sido una reacción a la defensiva que ha olvidado los derechos lastimados de los titiriteros hasta el tercer día (y, eso, si que es preocupante.

¿Culpa de los padres? Mucha.

Me llama también la atención porque he leído criticar la obra y su contenido violento a padres y madres que me consta- dejan a sus hijos e hijas durante horas solos frente al televisor sin control ni filtro alguno sobre lo que ven (y ya sólo la blanca serie Tom&Jerry contiene un contenido de violencia explícita que podría ser igual de censurable. No hablemos de otras series que se emiten diariamente en canales de televisión destinados específicamente para niños). Nuestros hijos e hijas están expuestos diariamente a contenidos mucho más hirientes y duros que los de la obra del guiñol.

A mí no se me ocurre llevar a mi hijo y a mi hija a ver una obra sin antes enterarme mínimamente del tipo de contenidos que allí se exhibirán. Podemos alegar que la sinopsis de la obra no entraba en el detalle de lo que luego se reprodujo pero el teatro de cachiporra es eso, de cachiporra. Y la cachiporra pocos caminos tiene (por cierto, yo me recuerdo viendo bien niño teatro de cachiporra en la Torre Lucía de Plasencia y riendo ante los golpetazos que se daban ¿estaba bien?

Ahora actúo de una forma concreta pero esa violencia explícita y cómica del teatro de cachiporra (u otras películas y cuentos infantiles con la crueldad de obras como las de los Hermanos Grimm) ni me inculcó odio ni hizo en mí nacer un sentimiento de que la violencia era la solución o era divertida. Para explicarme lo que allí sucedía, su contexto y el de la ficción ya estaban mi madre, mi padre y, en su defecto, mis hermanos mayores. Si obviamos esa función de explicar los hechos y descontextualizamos los mismos, será difícil mantener y justificar fiestas de interés turístico con incuestionables dosis de violencia (que están marcadas también en la sátira y la libertad de expresión y ficción).

Lo que ven nuestros hijos e hijas es, sobre todo, responsabilidad de nosotros como padres y madres.

No obstante, lo que esté mal programado en televisión, y esté mal controlado por algunos padres y madres que, ya sea por imposibilidad o pasividad, no ejercen esa tarea disuasoria en sus pequeños y pequeñas, no justifica una mala praxis por parte del Ayuntamiento de Madrid a la hora de contratar y publicitar la obra (luego habrá que ver por qué en Internet sí se especificó que la obra era para adultos y en el programa de mano estaba dentro de las obras para todos los públicos).

Trabajemos para que los contenidos que se emitan o programen para público infantil (y más por organismos públicos) sean adecuados pero no eximamos nuestra responsabilidad si les permitimos acercarse a ellos, informémonos. Y trabajemos también por demandar un periodismo veraz, honesto e independiente (de los poderos políticos y económicos) que no tergiversen la realidad de los hechos y no apliquen de forma intencionada y arbitraria ni la propiedad disociativa (el letrerito disociado de su contexto, los pasajeros de un avión, asociados entre sí y disociados del resto) a la hora de contar sus noticias (relatan los sucesos separando o uniéndolos a su antojo y, en este caso, el orden de los factores si altera el producto).

Llegados a este punto, quizá debería asumir que hay que decir que en el cesto hay una manzana podrida, otra manzana podrida, otra manzana podrida y que sea el lector, oyente, espectador el que concluya si hay muchas manzanas podridas o si hay un cesto de manzanas podridas.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Viaje en tren.

Encinas, olivos, algún alcornoque. Vacas. Una que duerme junto a un estanque, otra que pasta la verde hierba de febrero. Un toro (parece un toro) acostado, cruzando su mirada con la mía, las dos perdidas en el horizonte (de placer).

La sombra de cielo cerrado. La dehesa desapareciendo y encontrandome de nuevo. Un río manso y caudaloso. Un puente majestuso, uniendo futuro y pasado, promesas y esperanzas. Inacabado.

Tengo en mi mente el trayecto. Palpo en la yema de mis dedos el tacto romántico de las vías, el ruido callado de un vagón semivacio. Una tos, un carraspeo. Un niño que llora de forma intermitente. El sonido de la lectura, una página pasando. El monótono y perenne rugir del tren que, en ocasiones, se desvanece, desaparece. No hubiera sido igual en AVE. Es esa sensación de pretérito, de reavivar y revivir recuerdos la que enaltece mi vello, texturiza y descubre mi piel.

Voy a encontrarme con tu yo de ayer, con aquella chica que soñaba ser madre, que aprendía a ser maestra (de mí), que aún opositaba.
Me imagino andando, como tantas veces anduve, por ir a buscarte. El camino más largo, los pies más ligeros, el corazón impaciente y, en mi retina, tu rostro, tu cuerpo bajando por unas escaleras (así lo imagino yo) y yo, como tantas veces, en la calle.

Esperando, con los pies helados, calado hasta los huesos (olvidaré, como tantas veces, el paraguas), abrigado por la emoción, inconsciente del clima, excitado por la inminente presencia del clímax.
Te veré y sonreiré, nervioso como la primera vez (como tantas veces); inseguro como cada vez que acaba el carnaval (de Notting Hill) y debo despojarme de mi máscara; osado como en aquella noche de la que, pese al calor, solo recuerdo frío, el frío que me recorrió todo el cuerpo durante aquellos segundos interminables, durante aquel pensamiento de indecisión infinito. Un recuerdo helado, un instante congelado, un beso, eterno, que había sido aplazado y que rapté con la invisible, inexplicable (y, probablemente, irrepetible) fuerza (del corazón) que me habías prestado.

Ese tren, tan presente, tan real, tan de hoy, es un viaje al pasado, a nuestra primera vez (la primera vez que nos vimos, la primera vez que hablamos, la primera vez que reímos -reíste conmigo, por mí-, la primera vez que nos deseamos, la primera vez que nos besamos, la primera vez que nos amamos, la primera vez que nos tocamos, la primera vez que nos acariciamos, la primera vez que probé tu sexo -...-, la primera vez que suspiré acostado en tus brazos, la primera vez que nos movimos acompasados, la primera vez que sentí tu interior, que tu interior abrigó mi ser, que tu cuerpo fue mi almohada, la primera vez que nos fugamos, la primera vez que, desnudos, compartimos una habitación de hotel, la primera vez que viajamos a un lugar común, tú, durmiendo, yo, con los ojos abiertos, mirando cada encina, cada olivo, cada alcornoque, cada vaca, cada lago, cada arroyo, cada curva, cada sombra, cada disfraz que quedaba del ya agotado carnaval. Yo, con mis ojos insomnes observándolo (y soñándolo) todo, mirando, recordando un futuro, la ansiada llegada.

Hoy pienso en ese tren que me va a llevar a ese pasado nuestro que sigue estando (y siendo) presente.

sábado, 6 de febrero de 2016

Rostro de primavera

Fantaseaba con morder su labio inferior, sólo su carnoso y rojizo labio inferior, y degustar su sabor.
Ese labio, al morderlo, tenía que saber a cereza. A esa primera cereza que brota y se descubre, que resplandece como lo hicieron sus flores.
Fantaseaba con acercarse y oler su mejilla, sólo su pálida y suave mejilla.
Esa mejilla debía olor como las flores del cerezo que iluminan las laderas como si la hubiera pintado Sorolla.
Famtaseaba. Sólo fantaseaba. Si se aproximaba, un tamborilero tocaba su corazón