viernes, 3 de abril de 2009

3 de Abril

Patricia se pasa los días en casa. Espera la llamada de teléfono que alivie sus ansias de expansión, la voz receptora que escuche sus dilemas, la sonrisa afable que comprenda que cada día descubre un mundo nuevo con miradas de 5 años y yo asiento entre la felicidad y la resignación en un sofá incómodo de piel (posiblemente sintética).

Mi padre celebra la jubilación. Recorta distancias llamando por teléfono para darnos la noticia. Su mirada, ya cansada, se llena de ilusión y yo simplente recuerdo las mañanas de los sábados con él en una banda viéndome hacer lo que ahora cuento mientras él escucha.

Mi madre espera cada jueves que suene el teléfono. Prepara una comida, sin carne si es cuaresma, para tener la charla habitual de cada viernes, el momento del reencuentro y yo, algo avatido, engullo, escucho y hablo poco.

A Carlos le embarga la emoción, las cuentas no se le salen y los amores no le cuentan. Sus palabras aparecen, tranquilizadoras, cada cierto tiempo, pero su gesto se pierde en el recuerdo, porque los sábados ya no son sábados, y el cansancio puede y yo me pierdo en una carretera que conozco de memoria.

Javi y Noelia ven crecer su futuro. Todo se queda pequeño menos el amor por dar. Descubrir un sexo, nuevas sensaciones, emociones pensadas pero jamás imaginadas y yo me entero de todo por oídas.

Raúl y Raquel se ilusionan por revivir su fiesta de hace dos años pero ahora como invitados, siguen en su tarea de perfectos anfitriones, celebran cada encuentro como si fuera el primero y a sabiendas de que no será el último, ensayan con su sobrino felicidades que vivir en un tiempo cercano y yo, lejos, tras un pasillo de 150 kilómetros, no encuentro el momento ni las fuerzas para recordarles lo que un día fue y hoy construyen.

Carlota estuvo la semana pasada en Plasencia, Carlota se va a la playa toda la semana santa y yo la veré en mis pensamientos coma cada vez que vuelve.

Cristina celebró el pasado fin de semana su despedida de soltera. Cristina celebró el miércoles su cumpleaños. Cristina se casa el 25 de abril y yo estaré como alma fugaz en este último acto y pienso que el lunes hará los años Mamen y que el teléfono, siempre el teléfono, será el único lazo de unión.

José sigue escribiendo, canta nuevas letras y nuevos ritmos que desconocemos. Mario se fue a vivir a Barcelona y su alegría llega con cuentagotas.

Yo no estoy aquí, pero tampoco me veo allí ni en ningún otro lugar. Es agotador, es incómodo, es poco satisfactorio pensar en las cosas que te pierdes y perderte las cosas que tienes.

Echo de menos.

Desamores de barra

El ruido y el humo a penas permitían la conversación. Se esforzaban por gritarse al oído y seguir sin entender nada. Registró en sus bolsillos pero no encontró el boli que, cuidadosamente, había guardado en el cajón de su oficina para que nadie se lo robase y lo perdiera de vista hasta 3 meses después, cuando la tinta ya se hubiera agotado. Hizo un gesto de disconformidad, y siguió pegando su oído a su boca. Por un momento, su aliento erizó su piel, el olor de su pelo embriagó su copa y su mirada se cruzó con sus labios en claro gesto de deseo que reprimió mordiéndose el labio inferior como quien muerde una fresa antes de pasarla por la zonas más sensibles de la persona amada.

Trató de disimular sus instintos, dio un pasó atrás y comprobó que ella seguía hablando, sin atender al brillo de sus ojos, sin querer comerle la boca como lo había hecho años antes, cuando era una joven fulminando su adolescencia, cuando sus ganas y su atrevimiento eran mayores a la voluntad de parecer adulta y responsable. Cuando era visceral en sus actos y no tanto en sus palabras. Comprendió que aquella imagen de dos locos besándoses, disfrutando de un mar de sabores, intensificando 3 sentidos en ausencia de la vista y el oído, no se iba a dar.

Dejo de buscar. Cogió su copa y dio un trago. Un pequeño pez de hielo se deshacía en el agua turbia que quedaba al final del vaso de tubo. Entendió que todo había acabado, entendió que aquello nunca había comenzado. Siguió hablando con ella. Se rió cuando tuvo que reír, habló cuando tuvo que hablar y volvió a llorar cuando la tuvo que dejar en la puerta de casa.