lunes, 31 de diciembre de 2007

31-12-07

¡Compra uvas! ¿Cuántas vienen en ese paquete? ¡Coge dos, mejor que sobren!

Ponlas en la servilleta, cúentalas, que haya doce. Repasa sobre ellas el 2007, mira a tu lado, date cuenta de que este año para las uvas hay algunos nuevos. Haz balance, pide deseos, no olvides tu ropa interior roja, pon el billete debajo del plato ¿pero dónde has puesto el plato?

¡Qué guapo venís todos! Es fin de año ¿y qué deseas para el año que viene?
Lo de siempre, que lo mejor de este que termina sea lo peor del que empieza.

Típicos tópicos que compartir entre langostinos, corderos y solomillos, entre postres, uvas y cava (extremeño). Copas y barra libre. Canapés y churros con Cutty Shark. Cotillón y un sobrero de Santa Claus Amarillo (este año ha sido negro).

Una bolsa llena de serpentina y de mosaico de colores y recuerdos. Recuerdos y añoranzas de un año que se cierra, que termina como empezó, con cañas, regalos, amigos invisibles, gastos indivisibles y amigos que están y volverán a estar.

¡Vaya año! A mí me resulta más difícil que a Patricia recordarlo todo. Parece que el 2007 ha ido más deprisa que nunca. Una llamada de un nuevo trabajo, una nueva ciudad que pisar con cautela, nuevos compañeros y amigos en la distancia, familia a la que no veo, risas, lágrimas, oposiciones que se oponen al trabajo, trabajos que llegan pese a que no lleguen las oposiciones. Muchos recuerdos y como siempre, poco tiempo. Una llamada que te da los Reyes libres, otra que te destroza el corazón en un día de ilusiones que te recuerda la realidad. Recuento y busco. Mañana te cuento que ahora no puedo.

Feliz Año a todos y a todas.

sábado, 29 de diciembre de 2007

¡Vaya día!

¡Vaya día! -exclamación positiva-. Fue la primera pregunta, la primera expresión que se me vino a la cabeza para preguntarle al Consejero de los Jóvenes y del Deporte, Carlos Javier Rodríguez. Y es que no hay otra forma de describir lo de ayer. Increible. Quizá sea porque uno hace tiempo que dejó de emocionarse con el fútbol y ayer volvió a vivir algo de ese ambiente festivo, quizó porque nosotros seamos los primeros que nos hemos ilusionado con este proyecto sin más reivindicaciones que las de fomentar el deporte y el ocio saludable y pasarlo bien. No sé porque será, pero ayer era un día importante y para disfrutar.

Y así lo vivimos. Yo me divertí y, quien nos escuchara, supongo que también. Metí la pata en no pocas ocasiones, pero disfruté preguntando con mi mirada en los ojos del entrevistado (el Presidente de la Junta, el Consejero de los Jóvenes y el Deporte, Generelo, César, Soraya, Juan Espino, Tani, personas anónimas, las campeonas de España de fútbol-7,...).

Pregunté lo que quise, paseé por el estadio buscando gente que se protegía del frío, que cantaba por Extremadura. Me reí junto a mis compañeros, junto a Rodri que pedía un "cachito" de manta, junto a Reina que se llevó una porra sin dinero, junto a Miguel y Tinín, que siempre están dispuesto a todo, y junto al público que contestó sincero y sin problemas.

No sé de la repercusión de la retransmisión de ayer pero, ¡qué carajo! Fue divertido. Y además vino con noticias, pronto vendrá la Roja, pero ayer, ayer fue el día de la Verde, del Himno de Extremadura y de esos jugadores que vuelven a casa por Navidad y se ponen a jugar al fútbol.

Ya espero que llegue otra como la de ayer. 3 horas en directo. Eso es radio.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Sin tiempo para nada

Sin vacaciones ni días libres, sin internet ni casa propia, sin tiempo para mí ni para vosotros. Encuentro un hueco para felicitaros las fiestas, para reinventar este espacio y para limpiarlo de las telarañas que dejé allá por el puente. A ver si mañana viene a visitarme El Gordo y lleno esto de billetes en lugar de letras sin pagar.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Respirar en Madrid

Puente desde el miércoles tarde para muchos, desde hoy a las 3 para mí. Puente para escapar, para recuperar tiempos perdidos, para comidas, encuentros, risas, miradas e historias. Puente para ver a Carlota, para disfrutar de mi ahijada, de mis dos familias, de Patricia. Pero puente sobre todo para respirar, para olvidar las últimas semanas, para tomar carrerilla y descontaminarme de tanta polución laboral. Puente para refrescar ideas sobre lo que ocurre, para minimizar problemas y restar importancia. Puente para recapacitar y volver con otra cara, para valorar lo que tengo, para despejarme respirando el contaminado aire navideño de la capital, recuperar la sonrisa y luego, trabajar, trabajar y trabajar.

Me vendrá bien descansar, desconectar y olvidarme de todo. Hacía tiempo que no me permitía esa lujo. Hacía tiempo que la redacción me absorbía y que los exámenes me daban una sensación de agobio de la que no había podido escapar. Puente de plata para evadirme, para evadirnos, y recargar pilas.

Bendito puente prólogo de las navidades y de lo que queda por venir. Llegarán disgustos, menos importantes de lo que se ven antes del puente, pero espero que sigan llegando en este trabajo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Bajo el perro de Heidi

La niebla se ha instalado en Mérida. A unos 30 kilómetros, el sol aparece, la luz te ciega y te hace olvidar la ceniza fría de esas paredes que queman la pena de pensar que tu voz es caduca y que tu futuro, desde el principio, vaga por la incertidumbre.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

[REC]

Sólo te digo una cosa. Si te gusta el cine de terror, quieres pasar algo más de una hora con las uñas clavadas en la butaca del cine y ves que en tu cine dan [REC] ¡¡¡ENTRA!!! Eso sí, no sé cómo saldrás.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Necesito llorar, pero no me sale
necesito gritar, pero estoy afónico
necesito que me llames, pero no me apetece hablar con nadie

A la espera

Tic, tac.
Tic, tac.
Tic, tac.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Estancado

Pese a que el artículo 20.1 de la constitución me permita expresar y difundir libremente mis pensamientos, ideas y opiniones, ahora no se me ocurren ni pensamientos, ideas y opiniones que expresar y difundir. Por ese motivo, copio de unaexcusa y rescato su "meme" (o el de Arwen, mejor dicho). Paso de poner las reglas, porque aquí sí se juega pelota y aquí se ponen los pies en la mesa y la mesa encima de los pies, y todo patas arriba y arriba las patas de gallo.

Bueno esto se llama 8 (mi número favorito, hay quien dice que el 2008 será mi año, curioso con tantos frentes abiertos) y consiste en poner 8 cosas que no he hecho últimamente o nunca pero que, ¡qué carajo! me apetece hacer.

1- Pasar uno, por lo menos uno. Un puto día con Patricia. Entero. 24 horas. Poder levantarme a la hora que me dé la gana con ella al lado. No pensar en si mi constitución es ahora más gruesa o si me tengo que mirar la constitución. No pensar. Ver películas "llanas", salir de cañas, ir de compras o lo que nos de la gana y saber que, al menos ese día, no nos va a faltar de nada.

2- Pasar uno, por lo menos uno. Un puto día en el que pueda compartir las celebraciones con mi familia. Poder comer con ellos, o cenar, reírme con mi padre, hablar con mi madre, bromear con mis hermanos y cuñadas, y que nos den las tantas y nadie tenga que irse y que la gente se vaya cuando quiera. Y que no me pueda el sueño, y que sueñe con lo que pueda.

3- Pasar uno, por lo menos uno. Un puto día en el que pueda que quedar con mis amigos sin tener que decirles "llego a tal hora y mañana entro a esta otra". Salir de cañas o quedarnos en casa jugando a la play, al scene-it o a lo que nos dé la gana. Ir a comer, con el olor de las chimeneas del norte de extremadura a nuestro lado, decidir cuando haremos el amigo invisible y repetir el mismo sorteo 3 veces.

4- Pasar uno, por lo menos uno. Un puto día de fiesta y poder emborracharme (un poco, que yo siempre acabo pidiendo agua porque así lo requiere mi cuerpo), pero poder beber dentro de mi consciencia sin tener que conducir luego y sin tener que pensar "mañana curro", porque la gente sale los sábados y no trabaja los domingos. Hay gente rara allá por donde vas.

5- Poder hablar por teléfono sin que me queme la oreja, sin que me duela la cabeza, sin que me parezca que es por obligación. Que me apetezca hablar por teléfono, por ejemplo con Patricia, y no quiera colgar al minuto 4 porque asocio el móvil a las mil llamadas diarias que tengo que hacer por trabajo. Quiero no odiar esa extensión de nosotros que es el teléfono y no quiero estremecerme cada vez que suena un politono.

6- Escuchar la radio sin pensar en memorizar los nombres que me golpean a cada instante.

7-Diría aprobar una oposición, pero eso ya lo hice y de nada me sirvió. Así que, quiero que hagan justicia conmigo y me den mi puto trabajo. El que me merezco, el que me dicen que hago bien, el que me permita comprar esos 81 metros cuadrados y un anillo y vete tú a saber qué cosas más.

8- Hacerme una paja en la ducha ¡jajajajaja!

lunes, 12 de noviembre de 2007

A solas

Se masturbó en la ducha. Nunca lo había hecho (en el lugar, no la acción). Pese a hablar con frecuencia de sexo, pese a luchar por terminar con el estúpido tabú de la masturbación, solía refugiarse en su cuerpo, esconder su miembro con un gesto curvado, con unas sábanas o una persiana para preservar su intimidad. Pese a su soledad, pese a no ser visto por nadie, guardaba un gesto que defendía como natural. Quizá por esa contradicción, decidió erguirse y, por primera vez de pie, golpeado por el agua de la ducha y sin mayor protección que la de la mampara y la de la puerta del baño que siempre cerraba, masturbarse. Nadie le vería, pero no se escondería a esos ojos invisibles.

Eyaculó. Tras frotar con velocidad pasmosa su pene eyaculó y todos sus miedos, todas sus vergüenzas, todo su pudor se esfumó por el desagüe, arrastrado por una espuma que liberaba tensiones y le hacía sentir feliz.

Suspiró. Aclaró con el agua primero su miembro y luego el plato de ducha. Se enfundó su albornoz y desayunó como cada mañana un café y una tostada con mantequilla y mermelada. Sería su secreto.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Y no nos va a faltar de nada

No me salen las cuentas
gastamos demasiado
a fin de mes llegamos de milagro...
Está apretando Dios y me está ahogando
el mismisimo diablo...
Que no da para mas este salario
el "debe" y el "haber", hipotecado
trabajo para hacienda y para el banco
y en una larga cola voy pensando:
"¿en qué se habran gastado aquellos fondos reservados?"
Por culpa de un pesado
me tiro allí sentando
de menos diez, hasta las doce y cuarto
horario de verano y me han cerrado
los estancos y el mercado...
Y comeremos tierno pan mañana
y cenaremos...lo que nos de la gana
y desayunaremos...con tostadas
y bajo el techo de esta nueva casa...
te juro por mi vida que...no va a faltar de nada


He salido a hombros de peores plazas
no juré bandera, y mucho menos blanca
no he tirado nunca la toalla...
No doy por perdida ninguna batalla
no sé como pero vamos a ganarla...
y no nos va a faltar de nada...hoy
que no nos va a faltar de nada...no!
y no nos va a faltar...

Y cambiarán los vientos
vendran mejores tiempos
brindando con champang recordaremos
aquellas tardes muertas intentando convencer a los cajeros:
"retire su tarjeta caballero
consulte con su banco, saldo cero!
sé positivo inténtalo de nuevo
te juro que me han dicho que dijeron
que a veces se bloquean y al final...
te dan dinero...

No me salen las cuentas
gastamos demasiado
a fin de mes llegamos de milagro...
Está apretando Dios y me está ahogando
el mismisimo diablo...
Que no da para más este salario
el "debe" y el "haber", hipotecado
trabajo para hacienda y para el banco
y en una larga cola voy pensando:
"que no pienso gastarme mi dinero en este atraco!"

He salido a hombros de peores plazas no jure bandera, y mucho menos blanca no he tirado nunca la toalla... No doy por perdida ninguna batalla no se com pero vamos a ganarla... y no nos va a faltar de nada...hoy que no nos va a faltar de nada...no! y no nos va a faltar... de nada

Tontxu - "Saldo Cero", del disco "Contacto con la realidad"

jueves, 8 de noviembre de 2007

Son las 22.42, de un día de mierda

22.42. Acabo de "cerrar" el boleto de las "11". Ganó el Villarreal y poco más que contar. Bueno, contar los minutos para llegar a casa y volver a verte, casi 24 horas después, de abrazarte un rato y recordar porque estamos aquí.

Son las 22.44 de un día de mierda.

lunes, 22 de octubre de 2007

Acerté

(o ¿Cómo no hablar de ello?)

Que gran placer ese de tener razón, el de acertar con el pronóstico más improbable. Lo dije al inicio de la semana, lo repetí durante el fin de semana y se cumplió. El mundial es para Raikonnen. Y no tiene nada que ver con el destino, ese que cree colocar a cada uno en su lugar ¡Leches! Tiene que ver con los méritos, el trabajo y la realidad. Raikonnen primero, Massa segundo, Alonso tercero y Hamilton fuera. Dicho y hecho.

A mí me tiembla la voz en cada programa, la mano cuando tengo un lanzamiento decisivo jugando a los bolos o la muñeca en el último golpe del mini-golf. Al fin y al cabo soy un aficionado. A Hamilton le tembló el pie cuando vio que Alonso le adelantaba. Estaba concienciado para asumir un rol si le pasaba Kimmi pero... que le adelantra Alonso no entraba en sus planes y los nervios le pudieron. Carrerita por el cemento y para casa. Es un gran piloto el chico, pero le faltan vueltas. El primer año hay que ir con la L por algo, por falta de reflejos y, sobre todo, por falta de seguridad en tus acciones, aunque algunos confundan la experiencia con el exceso de confianza y eso se convierta en temeridad.

Lo dicho, que ganó el finlandés, que Hamilton terminó séptimo y un brasileño se coló en medio del título para que se lo llevara el hombre frío que salió de McLaren precisamente para eso, para ganar el mundial. Y yo, que me gusta a veces eso de rizar el rizo y pensar en el más difícil todavía, acerté aunque, a decir verdad, el pronóstico era más lógico de lo que se vende.

Supongo que hoy Mario será uno de los más felices.

domingo, 21 de octubre de 2007

Mazinho me tiene miedo, he fichado a Mostovoi

Levantemos los teatros, sentémonos en la calle, bañémonos vestidos, corramos en pelotas, callemos entre miradas, gritemos versos en las bibliotecas, besemos a los hombres, abracemos a las mujeres, creamos en el principio de incertidumbre y en que cada concierto es diferente.

sábado, 20 de octubre de 2007

El cine con sencillez

Ya tengo la dedicatoria de Benito Zambrano en mi original de "Habana Blues", algo -lo de tener una película original- que sorprende, por cierto. Quería escucharle, preguntarle por algunas cuestiones que me rondaban la cabeza y otras que me fueron golpeando durante su intervención. Quería un tesoro, una firma, una rubrica a un tiempo redondo, a una película con connotaciones, con intrahistoria, con sentimientos... y me llevé mucho más. Me llevé una lección que ya intuía, que el cine no necesita edulcorantes. Me llevé la experiencia del director novel, de la perspectiva del director con dos películas de peso a sus espaldas. Me llevé la sensibilidad de un abrazo andaluz que se contonea a ritmo de blues y te acompaña cuando estás a solas. Me llevé matices de una película fantástica de la que no había descubierto miles de recovecos. Me llevé una sonrisa y un nudo en la garganta y una nueva ilusión con aromas del pasado.

viernes, 19 de octubre de 2007

En todas partes

Benito Zambrano visita hoy Plasencia. El Auditorio Santa Ana exhibe su primer gran éxito, "Solas", y nos permite compartir minutos de charla con él. Me gusta "Solas", me enternece a la vez que me estruja su historia, pero no puedo sino lamentar que "Habana Blues" quede para la próxima semana. Admirador confeso de esa película, es un recuerdo de un tiempo pasado que siempre será mejor, de amistades que se mantienen en la distancia, de vidas unidas por el cine y separadas de forma intermitente por el trabajo.

"Habana Blues" gusta, pero además, tiene ese punto personal que te pellizca el corazón en el momento oportuno. Fue un nexo de unión con algún cantante que sigue defendiendo su locura ordinaria pero, sobre todo, fue el leimotiv, la banda sonora de un programa y una amistad.
"Habana Blues" tiene de todo. Lo personal, que te identifica con ideas encontradas, con la lucha entre tu superviviencia y la de tu cultura, tu arte, y lo meramente formal. La belleza de las calles cubanas, la forma de mostrar una ciudad, un país, un sentimiento. La manera de cantarte sus músicas, de descubrirte las penas que caen en las aceras y que suben por las fachadas de los edificios amarradas a un teléfono que te une a los que están en la distancia.

"Habana Blues" te golpea con un final seco, sencillo, sin florituras, sin adornos y, no por eso, deja de ser emotivo. Un desenlace que no se obceca en entristecerte en las arenas de soledad.

Como anécdota final, el cierre del Primera Hora de hoy, sobre la presencia de Benito Zambrano en la región, lleva como música la BS de Amelie o, lo que es lo mismo, la melodía de aquella linterna mágica que mantiene viva la luz más allá de aquellos 3 meses. Casualidades de la vida.

martes, 16 de octubre de 2007

Noviembre

Apareció fresca, descarada, bajita y pizpireta abrazada a sus secretos más visibles, escondiendo sus curvados tesoros y mostrando su luminosa mirada.

Apareció como una película de Médem, llena de luz y color, de gesto alegre que esconde profundas emociones. Mostró la luz de la puerta de su cueva y me invitó a descubrir sus 54 grietas.

Habló sin decir nada y calló para hablarme de ella. Desparpajo tímido, gesto sencillo y sonrisa perenne. Perenne, como una noche de brindis por una vida de nueva, de gente de corbata y chaquetas granas, de borrachera a pie de barra, con la banda sonora del rudio de chupitos, con el calor de noviembre que ofrece un bar, con el aroma de una ciudad bañada por el agua fría y salvaje de un río que la describe al tiempo que la despierta.

Sus ojos desaparecieron como un río tranquilo en un mar de agua ardiente, de sangre hirviendo, de sentimientos encontrados. Un beso que tardó en llegar, que se pospuso meses y que dura años. Un olor que todavía se recuerda, como el de una piscina natural en una noche de verano. Una imagen que perdura, como el de un abrazo en la soledad que te conceden los amigos en la primera noche de tu vida. Una piel sensible, como la que provoca el temor por lo desconocido, como la que provocan sus caricias que ponen en alerta mi vello, que me despiertan cada mañana.

Sentada, con la atención desviada. Excusa para acercarse a un compañero cercano, a un amigo en la lejanía. Nos miramos. El silencio rompió por un momento el ruido de vasos, los brindis mentirosos que se esfumaban a cada trago. Algo quebró en sus interiores con la fugacidad que un boli dibuja en la nada de un folio una raya sobre la que escribir una historia nueva.

lunes, 15 de octubre de 2007

Describirme con palabras de otros

(o por qué tardo en actualizar)

8 horas. 5 días. De 3 a 11, de miércoles a domingo. Sin ti a mi lado

"Mi vida, poco a poco, se va llenando de esos días
tristes, grises y opacos, que uno omite en su biografía"

Ismael Serrano, Sin ti a mi lado (La memoria de los peces)

Cita con Médem

La fuerza y el significado de los nombres se cargan siempre de simbolismos en las películas de Médem. Su gusto por los palíndromos, como su apellido, como el nombre de su hermana Ana, se traduce en sus historias, que pueden leerse en varias direcciones, con metáforas y alegorías que desde el inicio te permiten aterrizar en un mundo poético en el que la luz y el color son fundamentales. Así es Caótica Ana, una película redonda de lenta pero sabrosa desgustación y digestión. Así era Lucía y el sexo, donde Lucía se parece a Ana y no al revés.

Películas intimistas, poesía visual con sentimientos a flor de piel, con vías y cuevas de escapatoria a una luz en ocasiones cegadora. Otra de esas películas que atrapa por dentro y que no te suelta, que llega a las entrañas, que te descubre el mundo, que escupe una verdad y traga mil mentiras.

Si todavía no lo has hecho, cuando puedas, abre la puerta a la sensibilidad de Médem, de Julio y de Ana. No te arrepentirás.

jueves, 4 de octubre de 2007

Así lo aprendí yo y yo así de contrariado

Las papas en la sartén y los coches blancos. Las cañas en Cánovas y las compras en Menacho. El trabajo, el justo pero bien remunerado.

Y yo compro en Santa Eulalia y degusto las tapas ante los ojos del Abuelo Mayorga. Tengo un coche gris, aunque prefería el rojo y me pierdo sin la freidora. Trabajo para vivir, pero no vivo por el trabajo. Así de contrariado.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Así de sencillo

Porque me gusta la palabra balompié, y seguir escribiendo septiembre. Porque me gusta el sonido de la carraca y el chirriar de las zapatillas en el parqué en un partido de baloncesto. Porque me gustan la travesura y los juegos de mesa. Porque me gusta el olor de la sandía, y la luz del atardecer. Porque me gusta la hierba recién cortada, y echarme la siesta en el sofá. Porque me gusta quedarme quieto, pasmado, mirando a Carlota o mirarla a ella, mientras duerme, mientras ve la tele, mientras ríe, mientras hace la comida. Porque me gusta el sabor de la cerveza fría y el crujir de un plátano frito en un arroz a la cubana con dos huevos.

Porque sí.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Peculiar (V)

El seco olor de la arena se reprodujo en mi memoria. La lengua acartonada por el recuerdo y mis ojos intentando reencontrarse con la realidad. Los abrí como pude. Cegado por la luminosidad de la habitación, comencé a decodificar cada objeto de mi alrededor. Adiviné que la sombra que descansaba sobre la silla era la bolsa donde se encontraban mis utensilios.

Todavía con un escaso porcentaje de visión, me levanté con celeridad, con tanta prisa como temor al desconocido lugar. Cogí la bolsa con mi ropa y corrí. Los mal atados lazos de mi camisón estiraban mi presencia y trataban de amarrarse a las patas de mi cama como brazos estirados tratando de marchar en dirección opuesta a la mía.

Se desataron definitivamente en búsqueda de su objetivo, una meta que no permitiría. Con mi blanco culo al aire, seguí corriendo. Nadie por los pasillos, nadie que me impidiera marchar. Puertas abiertas y yo huyendo de una prisión en la que nadie me retenía.

Salí veloz por la puerta principal del hospital y, sin saber bien hacia donde, seguí corriendo. La luz de la luna daba la bienvenida a mi cuerpo semidesnudo que seguía buscando una escapatoria a no sé bien que temor. Me dejó llevar por el olor a verano de la sandía, por el sonido rebelde de la carraca y, sin saber cómo, llegué a aquella estación de tren.

La 1.26. Allí estaba Lazlo, sereno, esperando a Chihiro. Ella bajó y los dos se fundieron en un abrazo. Yo les miré, recordé sus caras y respiré aliviado. Subí al tren, me puse la ropa que llevaba en la bolsa y lancé al aire el pijama que tan mal me tapaba. Los lazos volvieron a extirarse, como tratando de arañar un cielo puro que era testigo de una nueva fuga y de un nuevo encuentro. El tren marchó y dejó a sus espaldas a Lazlo y Chihiro que ansiaban explorarse en una ciudad desconocida.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Plata con sabor a madera

Son palabras de Marc Gasol que definen la aspereza de un triunfo global que tiene como final una derrota.

Las defensas ganan partidos, los ataques los pierde. Hoy, el Match Point de Woody Allen, al que recurre habitualmente Piti Hurtado en su videoblog se salió.

http://pitihurtado.wordpress.com/2007/04/27/siento-repetirme/

10 minutos de parálisis, de recuerdos de derrotas. Una hora y media de viaje terapia, vehículos aparcados en la puerta de La Torre como cada noche de regreso a casa, falta de sueño a pesar del cansancio extremo. Soy así y no lo puedo evitar. El frío acero nos dejó helados al escupir el dulce sabor del oro. Mañana será otro día.

sábado, 15 de septiembre de 2007

¿Y todavía te atreves a preguntarme por qué me gusta el baloncesto?

I love this game. Grande España, grande Navarro, enorme CALDERÓN

Como tomarte 30 cafés seguidos. Como lanzarte de un puente de 20 metros con una cuerda de 17. Excitante pero peligroso. Así es un final apretado de baloncesto, así es una semifinal, en la que te encuentras a un señor elegante, que manda sobre la pista, siempre erguido, pidiendo cabeza e inteligencia cuando estás a 20 segundos de hacer historia en el deporte. Así es José Manuel Calderón, un joven humildde de Villanueva de la Serena que deslumbra al mundo.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Conduje en dirección a la luz, guiado por las melodías que me indicaban un nuevo camino, un hallazgo que imaginaba completamente distinto a la monotonía con la que me topé a la entrada a tan aburrido lugar. Ante mí, una plaza de toros y, tan solo, una luz. Un fuerte foco brillaba sobre el graderío del coso, aquel que –adiviné, supuse- tanta sangre de res había iluminado.

Varios vehículos se encontraban estacionados en aparente desorden, al albedrío de conductores tranquilos, despreocupados por amplitud de espacios de un descampado llano, limpio, bien cuidado.

Aliviado por la aparente normalidad, dejé mi coche, no sin antes cerciorarme –por dos o tres veces- de haber cerrado mi humilde utilitario, de haber apagado sus luces (aún a sabiendas de que el chirriante pitido que me alerta en caso de olvido no había sonado) y haber asegurado su quietud para los minutos, horas o días que pudiera estar aparcado frente al templo de las ofrendas y sacrificios a la cultura y el arte español.

Con paso lento, cabizbajo –asegurándome de la idoneidad del terreno- caminé hacia el coso. Con paso firme entré –por la puerta grande- directo al tendido, donde el viento reinante en el exterior no tenía permiso para acceder y donde la música conquistaba una arena impoluta que jamás hubo pisado un toro. Ni un toro ni, aparentemente, ningún otro animal.

Las melodías –festivas, propias de verbenas populares o de cualquier sábado noche- eran dirigidas al viento, el cual, desde el exterior y ante su prohibición de entrar en el virgen recinto, las condujo hacia mí, quizá con la intención de que alguien más cercano a su divina presencia pudiera perpetrar y profanar el –a simple vista- vacío lugar.

Música en búsqueda de oídos agradecidos, un escenario necesitado de zapatos que hicieran crujir sus débiles viejas maderas, micrófonos deseosos de que un desconocido (o afamado) artista le dedique al oído sus nuevas letras, una barra ansiada de sufrir sobre sí los golpes de atención de un bebedor compulsivo que busca el coraje suficiente para abrazar esos pechos que la noche anterior besó con unos labios sabor a whisky barato. Whisky, apoyado en cajas, expectante, impaciente porque unas manos –hoy ásperas- de mujer abriguen su cuerpo vidrioso, destapen sus esencias y le liberen para, en un salto inesperado, acabar en los labios de la guapa muchacha de pechos exuberantes que, sin saber porqué, no ha venido esta noche. Objetos esperanzados por encontrar sus –otras veces- inevitables destinos y que, esta noche, miran atónitos la soledad de una plaza que anhela el batir de palmas, los pañuelos blancos agitándose al sol y el ruido de caballos galopando en círculos, y que celebra, con algarabía, en su propio regocijo, la ausencia de muertes, la falta de sangre fría y el no ver verter sobre su tierra sangre caliente.

Un festín al que, inesperadamente, fui invitado, atraído por el despiste, ahuyentado por la lluvia, conducido por la luz que tal acontecimiento expande e irradia. Mi mirada se perdió entonces entre la alegría y el alborozo de una plaza –aparentemente- vacía. Mis oídos se abrieron al sonido de la fiesta, a los gritos que durante el último gran acontecimiento, el círculo taurino había secuestrado, encerrado y capturado entre sus muros, bajo sus gradas, tras sus barrotes. La vida de un pueblo, estancada en un último día de fiesta. La ausencia de gente, la multitud de almas, de cánticos, de jarras, de brindis, de miradas ¿miradas? Miradas lejanas, ocultas, móviles, atentas y silenciosas que se escondían tras gruesos barrotes más oscuros que a mi llegada. Realidad o ficción, secuestro de imágenes, instantáneas de un lugar caprichoso, egoísta, que quiere para sí la eternidad de unos pocos días de jolgorio.

Niñas de 40 años que han perdido su infancia. Sus cuerpos ocultos, sepultados en la tenebrosidad de unos pasillos pestilentes a orín, apestados de heces con amargo aroma a temor. Sus rodillas, temblorosas, se refugian en la oscuridad permisiva de bombillas fundidas, único elemento que ha escapado de las garras egocéntricas, posesivas de un ruedo ansioso de fiestas, de una arena que jamás creará castillos.

Teces blancas, miradas ausentes, preocupadas por la llegada de un nuevo invitado a esta estruendosa y funesta celebración. Tormenta de imágenes sobre mi cabeza, lluvia de sonidos, gritos, chillidos en mis oídos, el baile de Mr Blonde -con traje de torero- antes de cortarle la oreja al último astado bizco, todas se enfrentaban en mi cabeza. Una sensación de angustia, leve mareo y la arena, por una vez, que siente sobre sí un cuerpo yacer, aunque sin sangre en sus espaldas.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Peculiar (y ya van tres)

Ante mí, paulatinamente, la oscuridad que los tenebrosos arbustos de mi alrededor proporcionaban fue desapareciendo, el olor de humedad del interior del vehículo y la ausencia de visibilidad por las frías gotas gruesas de agua dejaron paso a frescor aroma a hierba recién cortada y a una claridad que por un instante creí perenne, siempre presente, aportada por una luna jocosa, sonriente, gordita que se había abierto hueco entre los nubarrones que durante horas y horas descargaron sus iras, abofetearon mi error y se desprendieron de rabias contenidas durante años de soledad contra el cristal de mi auto.

Todo aquello que me conducía hacia un lugar desapacible desapareció y ante mí se mostró un paraje espléndido, de llanuras verdes, jardines sólo recreados y vistos por la mente de un director de pelos alborotados que un día soñó con las afiladas manos de un joven apartado por la sociedad. Urbanizaciones estilísticas, prediseñadas y simétricamente plasmadas sobre el terreno, hogares de amplio colorido, ampliado por juguetes infantiles postrados sobre la hierba. Montañas cercanas en el horizonte, cubiertas de nieve con sabor a esperanza y a bienes, un blanco reluciente en una noche divina, escondida en medio de la más absoluta oscuridad.

La calzada se tornó a lisa, un ancho carril bien asfaltado me arrastró, con atónita mirada, hacia la entrada de un municipio por descubrir que, ya desde su sonriente cartel de bienvenida me producía un inquietante estado de angustia y ansiedad, de monotonía.

La ausencia de vehículos en las calles (anchas), la falta de vida, de diálogos, de sombras por las bien iluminadas aceras hacían sentirme forastero, extraño, ausente en un lugar donde únicamente estaba yo.

Conduje.

Despacio, prudente, atento a cualquier movimiento, a cualquier circunstancia, a cualquier espacio, lugar, objeto, persona o cosa conocida que me aportara seguridad, que me ayudara a ubicar mi situación en un avance hacia ninguna parte, en un ir hacia delante, dejando atrás lo mismo que aprecio ante mis ojos. Monotonía. Desesperación. Calles paralelas de idéntica imagen, los mismos colores robados a la primavera de la que salí, alienados, organizados, secuestrados de su habitual creatividad.

Cuando la desilusión y el tono grisáceo del cielo que me acompañó en mi viaje parecían instaurarse, alojarse en mis prendas, en mi rostro, una fuerte luz y una música estridente me sorprendieron, provenientes de una vía perpendicular a la central (cada vez tengo menos claro si principal) por la que circulaba. Frené y me dejé llevar por la luz y sus cantos.
Por un momento, olvidé todo aquello que me esperaba, todo aquello que había preparado a mi llegada a lugar deseado. La música, las luces, lo desconocido atraparon mi atención como lo hace una mirada tímida, una sonrisa efímera que te golpea en el pecho durante una noche borrosa y te acelera el corazón. Las notas de una guitarra, una voz que susurraba, los colores de lámparas como sirenas en movimiento conquistaron mis 5 sentidos y me sedujeron, sin permitirme recordar que en otro lugar del mapa, no muy lejano, no muy distante a este, me esperaban.

(otro día más)

martes, 4 de septiembre de 2007

Peculiar (II)

(... continuación -o inicio-)

Tras conducir durante varias horas por una carretera nacional de interminables (en el espacio y en el tiempo) obras, la confusión de las señales, la escasa iluminación de la vía y la fuerte lluvia que caía en tan desapacible noche, precipitaron mi salida de dicha calzada, cogiendo la primera y no, como me indicaba el mal plegado mapa, la segunda desviación hacia la derecha. El bache que noté nada más incorporarme a la nueva carretera fue una advertencia de mi error, de lo que me esperaba. No obstante, tras 3 horas de limpiaparabrisas y señales amarillas, cualquier desperfecto del terreno, cualquier agujero o bache en la calzada pasaban desapercibidos y no se atendían como consejos o posibles llamadas de atención para recuperar la ruta perdida, desechada.

Aunque no tendría porqué ser así, la ausencia total de señales verticales en los laterales de lo que parecía ser una antigua carretera comarcal (camino), despertó en mí la duda sobre el acierto de mi decisión de perder de vista cuanto antes las provisionales glorietas que un día regularán los accesos a una autovía.

“Todo recto, no tiene pérdida”, fueron las últimas indicaciones que escuché por mi teléfono móvil, antes de arrancar mi vehículo, al preguntar por como llegar al lugar deseado (no importa ahora, pues el protagonismo lo gana el lugar encontrado) una vez abandonada la vía principal.

Las numerosas, cerradas y endiabladas curvas, la oscuridad, la lejanía, la austera, caduca y rancia apariencia de la vegetación no coincidían con la idea preconcebida del lugar al que acudía –o debía acudir- y me preparaban para una situación desconocida y poco apetecible, vuelvo a repetir, para un forastero (y poco amante de las aventuras) como era yo. Para terminar de enredar el enredo, para crear un mayor clima de tensión, desorientación y falta de recursos, la radio sólo era capaz de sintonizar Milenio 3. Ni que decir tiene, que en tal situación de desamparo, la música parecía mejor compañera.

Vista cansada, párpados revoltosos, pestañas tirando de ellos y voz quebrada tratando de tatarear, para mantenerme despierto y atento ante los peligros de una carretera (camino) cada vez más atroz, estrecha y embarrada, las melodías que –creo de forma desacertada- elegí esa noche para comenzar a memorizar.

Los kilómetros iban pasando, el número de mi cuentakilómetros suplía la tarea del pluviómetro y contaba las gotas de lluvia por segundo que golpeaban, con fuerza, con furia, como repeliendo mi presencia, la luna de mi vehículo. Sin la posibilidad de poder cambiar de sentido, y con la obcecación de “algún desvío habrá” para no dar la vuelta en tan desaconsejable camino (de cabras) continué huyendo hacia delante, sin que el destino, la fe, la compasión de un ser supremo pusiera ante mí un puente de plata que me llevara a donde me esperaban y no hacia donde me recibirían.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Peculiar (I)

Sin duda, el municipio –pueblo, a partir de ahora, si me permiten- en el que me desperté en aquella soleada, fresca y harmoniosa mañana, era peculiar. Sus gentes, agradables hasta confundir, con aquellas sonrisas divinas que me sacudían el cuerpo, eran peculiares, tanto que algunos pudieran llegar a pensar que vivieran en zapatos –por lo menos por una temporada-.

No era así, pues sus domicilios, viviendas de grandes dormitorios, luminosas habitaciones y salones espaciosos, podían compararse –más bien, si de buscar parentescos con algún calzado se tratara- con una bota, quizá, por aquello de los ascendentes italianos de este singular lugar.

Sin duda algo había en aquel pueblo que, lejos de sorprenderme, me estremecía. Algo especial, extraño, confuso. Algo, entre lo ideal, lo utópico, lo paranormal, que me transmitía intranquilidad, inseguridad, temor y terror, a la par que un no menos raro fervor por lo divisado. Sensación peculiar, tanto como el pueblo, jamás vivida y de imposible comparación, por muy gustoso y amante de los símiles y las metáforas que uno sea.

Lo primero que llamó mi atención –y bien digo mi atención, ya que los sucesos sólo eran extraños para los forasteros como yo- fue descubrir como las heces de los perros –blancas, heces todas blancas- eran retiradas rápidamente de las impolutas y anchas aceras color salmón que, de forma simétrica, dibujaban en el suelo armoniosas siluetas que se enredaban con los frondosos árboles nacientes en los verdes jardines de los laterales. Una imagen celestial, divina, que lejos de producirme placer o admiración, secuestró mi imaginación y mi seguridad, llenándome de una confusa sensación de incertidumbre, perplejidad, a la que acompañó, nuevamente, un mareo, quizá propiciado por la inseguridad y vergüenza que da apreciar mi poluta faz reflejada en tan cristalino piso.

Digo nuevamente porque la causa de despertarme en este siniestro (a la izquierda en el camino) pueblo provino de un mareo, un desvanecimiento que más tarde, si puedo, si recuerdo, pasaré a contar.

Tras este nuevo síncope, que no llegó a mayores por la rápida actuación de los agentes del municipio y la veloz atención de los servicios médicos móviles, desperté -algo desorientado- en un limpio, reluciente hospital de olor a marsella.

Una iluminación fría e irritante que impactaba en mis pupilas fue lo primero que pude percibir desde mi mullida camilla. Ante un haz tan incómodo como acogedor, sugestivo e intimidador, mi piel se mostró protectora, a la defensiva. Pelos erizados y la epidermis en pie, empleando mi bello cual lanza, tratando de alejarme y preservarme, no sé bien de qué .

Las paredes, blancas, albergaban bellas composiciones abstractas, lienzos de los pintores vanguardistas más reconocidos entre los que, de vez en cuando, de forma aparentemente aleatoria, pero cuidadosamente meditada, aparecía la obra de un niño (o niña) que pasó parte de su infancia (puede que una semana) en una habitación de este centro sanitario, curándose y recuperándose de su inoportuna apendicitis, aquella que le impidió participar en la obra del colegio, esa obra tras la que esperaba dar, con tan solo 7 años, un beso -casto, en los labios pero de un eterno segundo de duración, pues no lo entendía de otra forma- a esa muchacha adorada, admirada en silencio durante los 7 meses de curso anteriores a su efímera, tanto como su amor, enfermedad.

Tras contemplar la alternancia de las obras de Kandiski, Gris, Klee o Picasso con las genialidades de los Toñete, Jessi, Rober o Miri, mi atención se desvió hacia el cuerpo de una hacendosa enfermera.

Con gesto agradable, una sonrisa complaciente y una mirada de ilusión, aquella mujer –calculo de unos 50 años- conquistaba –como en su cercana juventud, en aquellas noches de pubs y discotecas, de rumbas y reggeatton- con los susurros de su voz aterciopelada a un niño que trataba de seguir con su mirada los divertidos y rápidos juegos de mano de la señora en cuestión.

Fue entonces cuando caí en la cuenta. Su sonrisa agradable, su arte para engañar al chaval, compartido con la sabiduría suficiente para dejarse descubrir, con el fin (y objetivo logrado) de despertar en él una sonrisa de vencedor, pasaron inadvertidos para mí en ese momento.

Fue el silencio, el atronador silencio, el que llenó mis oídos. Celadores empujando sillas cuyas ruedas se deslizaban con velocidad y sin obstáculos ni chirríos por un suelo limpio, inmaculado, antiadherente, que cabría decir. Auxiliares que acompañaban a las enfermeras, charlando jocosas, sonrientes, pero discretas, disfrutando de forma cálida, sin que se les apreciara, entendiera, oyera o se les pudiera adivinar lo que conversaban. Médicos con sus enfermos, atentos, diligentes, pacientes. Pacientes silenciosos, disciplentes, educados, esperando –no mucho tiempo- resultados, conversando con familiares en voz baja, como si les preocupara –o no quisieran- que sus vecinos de box oyeran sus inquietudes. Silencio de libro, que no de biblioteca. Silencio como el de aquella tarde de domingo, calurosa, pesada como mil resacas en la que el teléfono esperaba un perdón, en el que la lágrima caía a una copa vaciada en los senos de una mala camarera que sonrío en tu ausencia.

Asombroso momento para mí que se irrumpió con un grito en mi cabeza, un chirriar de mi cerebro que se convulsionaba ante tal situación de paz, tranquilidad y armonía que me volvía a adormecer (en esta ocasión, sin mareo) sino por el sosiego de mi alrededor (y puede que por algún medicamento).

Cuando quise despertar, una enfermera, tímida por lo que pude adivinar de su mirada, aparentemente apagada, como triste, pero con un pequeño brillo en sus verdes ojos que me ratificaba en la idea de timidez, retiraba de mi habitáculo una pequeña bolsa en la que anteriormente había depositado mis utensilios. Su sonrisa, uniforme, como los trajes que vestían, como todas las de la sala, lejos de aportarme seguridad, me restó confianza, si bien, mi reacción fue nula, pues los medicamentos que tras su diagnóstico el médico indicó que me pusieran causaban un efecto adormecedor que me devolvieron al que parecía ya mi estado natural, en el que mis párpados chocaban, produciendo el único ruido que llenaba de alguna manera aquel ensordecedor y por momentos doloroso silencio.


Durante este nuevo sueño –en el que un celador me trasladó, sin darme la oportunidad de analizar los utensilios del lugar, de mi box de urgencias hasta una habitación (sobra decir que individual)- fue cuando recordé –o imaginé- como se produjo mi primer desmayo, pocas horas después de llegar al dichoso pueblo de perfección similar a la de la construcción mental de una primera vez-

(Continuará... o no)

sábado, 1 de septiembre de 2007

El futuro de un relato pasado

http://josemanueldiez.blogspot.com/2007/08/el-agente-positivo.html

-Oye, ¿para qué sirve ese ordenador de ahí?

- ¿Cuál?

- Ese. El que siempre está apagado en el almacén, cubierto de polvo y de papeles .

- Es la "máquina de la felicidad". Estaba diseñada para encontrar el "agente positivo", detectar a gente completamente feliz.

- ¿Gente feliz? ¿Y alguien de por aquí era completamente feliz?

- No. Se hicieron varios análisis al principio pero la máquina no encontraba el llamado agente positivo. Sin embargo, tampoco nos daba muestras suficientes o concluyentes sobre la infelicidad de estas personas o la no completa felicidad, por lo que trató de perfeccionarse para que diera datos sobre dichos motivos.

- ¿Y qué ocurrió? ¿Se encontró al hombre feliz?

- No. La máquina ofreció datos en los que demostraba infelicidades por incongruencias que, en un primer momento, se estimaron innatas al ser humano. Se realizaron estudios en distintas capas de la sociedad, a diferentes tipos de clases sociales y siempre había algún factor que impedía la felicidad plena. Hipotecas, intereses, envidias, exceso de estrés, ausencia de vida familiar. Siempre había algún detalle, algún deseo, alguna aspiración que -aunque su vida fuera satisfactoria a todas luces- derivaba en una felicidad incompleta.

- ¿Pero habría alguien que sería más feliz que otras personas?

- La máquina no medía la felicidad, sólo detectaba el agente positivo o felicidad plena.

- ¿Entonces no se encontró a nadie feliz?

- Bueno, sí. Tras muchos estudios en la moderna sociedad occidental, tras muchos fracasos en búsqueda de la felicidad, uno de los científicos encargados del aparato decidió probar con gente de países subdesarrollado, aunque los resultados no son de fiar.

- ¿Qué ocurrió?

- Dicen que pudo ser las altas temperaturas que afectaron al sistema, o los síntomas de pobreza de la población, que pudieron conllevar a un descenso en los niveles generales de felicidad estipulados por la máquina. La historia se cuenta como una leyenda, pero lo cierto y la teoría más difundida es que tras varios experimentos realizados en una de las zonas de población más pobres del Sahara occidental, 5 de cada 6 personas analizadas gozaban del "agente positivo". Tras estos estudios, se decidió acabar con proyecto, aparcar la máquina y no publicar unos resultados insatisfactorios, poco concluyentes y, posiblemente, equivocados.

jueves, 30 de agosto de 2007

Hombre de costumbres

Aturdido tras unas ocho horas de sueño, me despierto y busco al levantarme las zapatillas de andar por casa. Como hombre de costumbres que soy -de esos que siguen diciendo septiembre, en lugar de setiembre-, preparo mi café, desayuno suave y después, tras el pertinente lavado dental, me ducho.

La radio me acompaña desnudo y, poco a poco, me visto a golpe de onda. "Cómo sería Extremadura con playa según nuestros escritores" adivino a escuchar. Con un gesto mitad de indiferencia, mitad de desdén, me acerco a la ventana contemplando como un océano tranquillo baña el recuerdo de un Valcorchero verde. Bajo la persiana para que ella no maldiga la luz del primer sol, calzo mis chanclas, cojo mi sombrilla y bajo a caminar por las dulces arenas y las aceras saladas de mi Plasencia.

viernes, 24 de agosto de 2007

Por las calles del arte

Le corría el arte por las venas y le brotaba a borbotones de las arterias cuando le pellizcabas cerca del corazón. Era un artista, un amante de la poesía urbana, una garrapata de la literatura y de la música que se pegaba a ella y picaba hasta extraer toda su esencia. Era libre cuando escribía encadenado a sus versos, bellos como el aire de una noche en la playa, afilados como una chincheta en la arena. Se le pasaba el tiempo entre los dedos, cuando destruía los castillos que un día visitó junto a princesas ranas con las que saltaba de charco en charco por el patio del colegio, embarrándose las botas, mojándose los calcetines, riendo en cada galopada. Era un artista. Ahora lo sé. He oído sus gritos mil veces, los he escuchado unas cien, los he sentido en docena de ocasiones y el otro día, en Málaga, los vi. Se sentó sereno, al lado de Marcos, el Canijo, que cantó por él, porque a él le dolía la garganta de gritar al viento desde su último vaje.

"Y escucho la resaca en mi cabeza
que me llega del celebro hasta el oído
se fue por mi garganta hasta mi alma
se fue la realidad en un suspiro.

Las lágrimas que caen por el filo de mi cara mientras escribo
flotan el humo que espande mi mente callada y esconde mi vida en dos.
Y no sé lo que hacer y en una de las dos me perderé
Déjame ir en paz, déjame viajar
mi forma prohibida en libertad, en libertad, en libertad...

Y he visto al diablo hola que tal cómo te ha ido
me tira del pelo y me canta las canciones que escribí pa mis amigos
yo me imagino cuando chico
con los juguetes y la aspirina
y alucino en mi sueño
el bicho me hizo efecto
la guitarra se me aleja y llora el viento.
Y no sé lo que hacer y en una de las 2 me perdere
déjame ir en paz, déjame viajar
mi forma prohibida en libertad, en libertad, en libertaaad...

Poco a poco ya se fue el rumor
y otra vez como una flor marchita
se me pasa el efecto y todos gritan
hasta las nubes me critican
porque soy un poeta y vivo encadenado al arte y soy callejero
si no te gusta mi camino
y mi nariz agujereada
corre y vete
come con arañas.
Y no sé lo que hacer y en una de las 2 me perderé
déjame ir en paz, déjame viajar
mi forma prohibida en libertad, mi forma
prohibida en libertad, mi forma prohibida en libertad..."

(Poeta Encadenado, Los Delinqüentes: letra extraída de internet: no 100% fiable)

martes, 21 de agosto de 2007

En la Feria de Málaga...

...el burro Biznaga rebuznaba mientras yo encestaba y ganaba un burro que rebuznaba y se llamaba Biznaga.

jueves, 9 de agosto de 2007

Tiempo relativo

Este verano no hace tanto calor como antes. Y es que las cosas han cambiado y el tiempo se ha vuelto loco, aunque yo sigo aquí, torrado bajo este fuerte -aunque no tanto como antes- sol de agosto, muy distinto a ese que se muestra tímido y frío durante enero.

Así, con los ojos perdidos en ese horizonte inestable que dibuja la carretera, recuerdo aquellos largos veranos de la infancia, cuando nos preguntábamos si al final de esa niebla la carretera tendría fin, cuando cantábamos cada curva, inclinándonos hacia la ventanilla y estrujándonos contra el cristal. Recuerdo ahora aquellas eternas carreras por la piscina, el juego de la croqueta, cuesta abajo por alguna colina de hierba que nos divertía en la cima y nos mareaba en sus faldas.

Mareado ahora por los calores, por la necesidad de aire que se adivina entre piernas al aire, ombligos sudoroso -icono de sensualidad-e indiscretos hombros , pienso en la fugacidad del tiempo, en la brevedad de esas vacaciones que disfrutas escuchando esta radio o que planeas mientras simplemente la tienes puesta.

Cuando eramos críos, cuando el conejo de la suerte surcaba charcos, ríos y gargantas, el tiempo se frenaba de golpe en una tórrida tarde de verano. A la vuelta, no había lugar a responder ¿las vacaciones? ¡Cortas! Y es que a medida que crecemos, nos falta tiempo.

Sufrimos delante del microondas, comprobando la eternidad del minuto en día de prisa, un minuto que en la cama se hace escaso, que en el aparcamiento se multiplica por mil y que bajo la luz del semáforo no tiene el sabor delicioso que le da la luz de la luna.

Nos falta tiempo para imaginar y ya no buceamos con mecano por las playas de tu bañera, ya no compramos tapones de espuma ni nos refrescamos en las cataratas de una ducha pública.Y es que el tiempo y las dimensiones, son relativas.

Tres segundos de silencio entre dos adolescentes que se miran se convierte en un mundo de pasiones y cortocircuitos, en una vida de sueños y de fantasías eróticas. ¿Qué pasaría si yo me quedara en silencia durante tres segundos? Mejor no hacemos la prueba.

Vamos, que en este tiempo se han reducido las distancias. Y no es porque ahora todo esté más cerca, porque una hora de autovía se compare con cinco de viaje en un coche sin aire acondicionado. No. Vuelve a tu viejo colegio, a ese aula que ha encogido. Visita a aquel viejo parque por el que te perdías de pequeño, aquellos árboles que explorabas, y verás como los secretos de su corteza se quedan pequeños ante una mirada adulta que se quitó el parche de pirata.

Por eso, bajo este sol de agosto, te invito a sentarte y refrescarte. Así que, coge tu granizada de limón y cómete el desterrado bocata de nocilla que, dentro de unos años, el michelín de hoy no será tan grande como ahora te parece.

sábado, 21 de julio de 2007

Con sabor a turrón

Llega tras un año (y pico) de espera, de preguntas, de impacienca, de prisas, de interrogatorios, de canciones furtivas, de conciertos fugaces. Llega sin hacer ruido, sonando fuerte y demostrando que la inquietud y las ganas eran justificada. Llega sabiendo a turrón, dulce, crujiente, con un año esperando. Por fin tenemos disco y sin duda, ha merecido la pena.

Los conocí hace dos años (y pico) allá por "La facultad" (pub de Plasencia). En un espectáculo algo desaliñado, su gusto por Los Delinqüentes fue lo que más me convenció para repetir, aunque ya había algún tema que me había quedado con la boca (y con las manos) abiertas. No pasó un mes para un reencuentro más que emotivo, en esta ocasion en la parada del Tube (pub de Plasencia) y con mi hermano como jefe de ceremonia. Han pasado dos años llenos de saltos, gritos, canciones que aprendernos y estudiarnos por el aire. Han sido dos años rápidos en los que la espera de que llegara "Eres buena gente" ha parecido mucho más larga.

Primero fue la afición por la música. Ahora, la amistad se confunde con los sentimientos que cada letra, cada verso hecho canción me transmite. Durante dos años -para mí desde que los descubrí, 4 ó 5 para ellos desde su nacimiento- las imágenes se han sucedido.

Un inicio en la oscuridad de una sala mal preparada, Juancar, unas cañas y unos vinos en un salón de gastronomía previo a un concierto, un arrebato de ilusiones que se apoderó de un escenario y de una ciudad, unas niñas (y unos niños) que se morían por que les firmaran "los del desván", noches de carreteras, días de charla, conciertos, Juancar, desayunos con olor a sepia o arroz o a lo que sea, reggeatton y perreo, moscas en el coche, zumbido de palabras y expresiones con una esperanza de vida tan efímera como la de una carátula diseñada a ordenador.

Conciertos, una noche de reyes, Juancar, macutos y duchones, muchas risas, vídeos inacabados, mesas de sonido, mesas de río, Juancar, fiestas sin domir y días laborables sin poder hablar, o días laborables sin dormir y fiestas sin parar de hablar, guerras de palabras, teorías sobre las navajas, la belleza de la palabra peonza, lo incomprensible del imperdible.

Un poema entre los paréntesis del arco de mi plaza, una canción de ferias, pajitas en la nariz, indios por la calle atando a guitarras y cantantes en los árboles urbanos, abrazos sentidos, sentidos compartidos y canciones que vuelan por el escenario y de voz en voz...

Muchos momentos que se traducen en una portada "garrapatera" y un disco que jamás podré aprenderme porque ya lo tenía memorizado. Por fin llegó "Eres buena gente", por fin lo pusimos en el coche, por fin oímos al Lichis, la flauta y el trabajo de tantos años. Ahora sólo falta que tú le des tu apoyo y compres el disco. Pídemelo, por 10 euros (es lo que cuesta) seguro te consigo una copia.

P.D.: perdón si no nos despedimos de alguien, perdón por las prisas, pero es que necesitábamos escuchar ya este bendito y maldito disco.

viernes, 20 de julio de 2007

El 1, el 2, el 3

El 1, Javi, me transmitió el valor poético de los versos musicados de las canciones de Manolo García y "El último de la fila". El 2, Carlos, me regaló toda su fuerza, escondida en las cuerdas de la guitarra de Brian May, agarrada a la voz de Freddie Mercurie, traducida en los temas de Queen. El 3, Raúl, me prestó su adolescencia, sus sueños, en la música siempre vigente de Mecano.

El último día de la primera parte de mis vacaciones me topé con mi herencia cultural, me encontré con aquello externo a mi época vital pero que pude absorber gracias a las ansias de las persondas que me fueron prestando aquello que iban utilizando. Me puse sus ropas, cuando a ellos les quedaron pequeñas, me colgué sus canciones al tiempo que ellos memorizaban otras. Descubrí la fuerza del destino los domingos que ellos no se podían levantar, me colé en fiestas en las que ellos buscaban amantes con las que pasear por las playas de alfombras de baño de un Hawai cercano. Crecí por la cara, entre acordes distintos pero siempre con Mecano como música de fondo, como portada de una carpeta prohibida en el estante de una habitación compartida.

No será el mejor musical del mundo, ni la mejor obra teatral, pero es la de nuestra vida, la de la música con la que crecimos y que me prestaron. Un repaso inevitable y placentero a un tiempo pasado. Un viaje atrás, a un tiempo necesario.

martes, 17 de julio de 2007

Hoy no me puedo levantar

Me hubiera gustado retomar el blog hablando de mis vacaciones, de la playa, del musical de Mecano... pero la Fuerza del Destino ha desgastado mis fuerzas y hoy no puedo levantar la voz como para contarte todo lo que he disfrutado. Por oposición e imposición, la vuelta al trabajo ha sido más dura de lo esperada. Prometo contarte mis experiencias pero otro día en los que los recuerdos empañen la realidad.

miércoles, 4 de julio de 2007

Cerrado por vacaciones

Hace tiempo que el sol abrasó mis neuronas, quemó mis pensamientos y secó mis ideas. Hace tiemp que el calor me da sed de aburriemiento, me agota y exprime en sillones olvidados y me impide ponerme a escrribir como quisiera.

A eso hay que añadirle que, después de una semana sin tener que tabajar, por fin me voy de vacaciones así que, por unos días, dejaré huérfano de letras este solar que sólo visitáis unos pocos.

Voy a degustar la sal del Mediterráneo, a enrojecer mis carnes, a saborear las gambas y el zumo de tomate del chiringuito de verano y el menú a ocho euros del avenida. Me voy a cargar con la sombrilla, a llenar de arena mi toalla y descargarla en el apartamento. Me voy al teatro, a cantar aquello de "Hoy no me puedo levantar", a mirar las caras -supongo que nerviosas- de otras nueve mil doscientas personas. Ya te contaré a la vuelta.

domingo, 1 de julio de 2007

Motivos personales

Rodrigo Rato abandona el FMI y vuelve a España por "motivos personales". Las causas aludidas por el que durante un tiempo (o un rato), fuera candidato a ocupar la presidencia del PP han sido obviadas y la prensa (y políticos) ya manejan otro tipo de razones "profesionales". La reflexión no es mía, aunque la comparto. Gemma Nierga se preguntaba el viernes en "La ventana" el por qué de la poca credibilidad que se da cuando se argumentan "motivos personales" para abandonar un cargo de tanto peso. Yo voy más allá. Si ese cargo fuera ocupado por una mujer y ésta decidiera "volver a casa", los mentideros (como se suele decir), no debatirían sobre ese tema.

La duda está en la importancia que se da (sobre todo en estos ámbitos) a los motivos personales. Puede ser también que la imagen de Rato con su tendedero, grabada en la retina de los cada día más rosáceos periodistas políticos, reste credibilidad, que los momentos de tensión en el PP permitan la especulación o que, simplemente, esta deshumanizada política actual no permita los "motivos personales". Lo cierto es que poca gente se ha parado a pensar en que estos tengan un peso específico en la toma de decisiones. Un torero puede dejar las plazas por volver con su familia. Un político, al parecer, no. En "La ventana", cada viernes invitan a escribir sobre un tema y, esta última semana, nos han permitido reflexionar sobre "Motivos personales". Al lío.

"Su mirada se perdió en el horizonte. Desde lo más alto del edificio más emblemático de la ciudad más importante del país más poderoso del mundo, él volvió a preguntarse por qué. Llevaba ya varias semanas reflexionando sobre la misma idea. Ojeando y hojeando aquellos papeles repletos de letras que describían números, oteando desde su ventana las vidas aceleradas de las personas enchaquetadas que se movían con rapidez, sin sentimientos ni compasión, en el hormiguero situado bajo su oficina; observando el reloj -que marcaba ocho franjas horarias distintas- y agarrado a su segundero.

Su mente, cada día, estaba más lejos de aquella habitación. La cristalera le acortaba cada día la vista, le mostraba una realidad cada vez más lejana, le difuminaba la presencia de personas. El tiempo, siempre soleado, le enfriaba un sentimiento de pertenencia.

En su vida rutinaria echaba de menos la realidad cotidiana. En silencio, con su rostro cada día más cansado, con unos ojos apagados que anhelaban el aliento humano, el sabor de un buen jamón, la cerveza fría durante un Madrid-Joventut de baloncesto, se levantó, caminó despacio, hoy un poco más cabizbajo y llamó al ascensor al tiempo que repetía -como cada mañana pero con voz más débil y apagada- un "see you later" a su secretaria.

La pregunta le atormentaba desde el primer día pero había ido ganando en frecuencia en las últimas 28 semanas ¿Qué hago yo aquí? A medida que los datos de la bolsa incrementaban sus valores al ritmo que el parqué se devaluaba en sentimientos, sus dudas fueron aflorando y él deshojaba la margarita del olvido o del recuerdo, del cariño o del bostezo, de una cama deshecha o de un bombón en la fría y siempre perfecta almohada de un hotel en el que no conocen el suavizante olor a Marsella.

Como cada día, en la boca de aquel monstruo de hierros (jierros en su casa) y cristales, en la puerta del rascacielos en el que creía iba a encontrar el trabajo de su vida, le esperaba con chaqueta y corbata negra, con gafas oscura y un disimulado mal secado sudor, el conductor de un Mercedes exclusivo al que nunca tuvo que cambiar el aceite ni pasar la ITV. El mismo trayecto, el mismo paisaje. Una ventanilla a través de la cual observaba vidas urbanas, rostros cansados aliviados por un beso, carteras semi vacías en las que apenas quedaban céntimos para un perrito, carreras destrozadas por ilusiones construidas a base de abrazos de niños y motivos personales.

Abrió la puerta de la habitación 628 con su tarjeta magnética. Todas las luces se encendieron al tiempo para bien de la compañía eléctrica, para satisfacción de las arcas del FMI, para dolor de cabeza de ecologistas y ediles de medio ambiente. Era el único momento del día en el que su vida se parecía a la que recordaba en su hogar. Oscurecía cada dependencia recordando aquellos momentos en los que perseguía a sus hijos, con sonrisa agotada, insistiéndolos en la necesidad de apagar cada bombilla al salir de cada habitación. La única diferencia estaba en que ahora, las risas, las carreras, las voces de esos dos niños enfundados en el traje de judo con cinturón marrón no iluminaban con calidez un cuarto que jamás pareció una habitación, un dormitorio que nunca llegó a ser un hogar.

Pensando en bajar al restaurante a cenar echó en falta las croquetas frías que tenía que calentar cada madrugada en el microondas, añoró los fritos, los huevos, las tortillas quemadas por el centro, las guerras entre servilletas trincheras que soportaba con alivio, al menos, una vez por semana.

En la cama volvió a sentirse solo. Le faltó la caricia, la arruga de la sábana, la maraña de sus piernas, el olor de su vagina, el calor de sus pechos o la calidez de sus labios. Volvió a llorar al no haber una habitación en la que ver dormir, sólo dormir, a sus pequeños, al no encontrar una puerta que abrir despacio, en silencio, prolongando el siempre presente chirriar para, finalmente, despertarles igual con un fugaz beso y un siempre cariñoso y cada día más débil "hasta mañana".

Se tumbó. Puso a cargar el móvil. Contó las llamadas perdidas, marcó el número de su casa y con voz firme, segura, aliviada y convencida dijo, por fin tras 28 días ensayando "Cariño, lo dejo, vuelvo a casa".

Plata en la LEB

El baloncesto extremeño está de enhorabuena. Tras caer en la misera el basket cacereño, un grupo de empresarios y amantes del deporte, asesorados por Piti Hurtado en la dirección deportiva, han recuperado un germen que seguro rápidamente se contagia por la ciudad y la región. La nueva nomenclatura de la competición FEB (Leb-Oro, LEB-Plata, LEB-Bronce) describe a las claras la importancia del dinero en el deporte. Cierto es que las aguas del Cáceres, cual Guadiana, aparecen de la misma forma que se secaron: por la vía económica. Si las deudas acabaron con un equipo que luchaba por el ascenso a ACB, las ganas de aquellos que añoran lo logrado en los 90, su riesgo y su dinero le permiten competir en una LEB-2 de exquisita calidad.

Lo más positivo de eso, además de la regeneración de un deporte que vivía tan solo en los bares de Cáceres y en la ilusión de proyectos humildes que lograban un espacio en la nueva EBA, es que Extremadura volverá a vivir tardes apasionantes, jornadas de derbys, rivalidades en la cancha entre el Plasencia GALCO y el Cáceres 2016. Aquí, desconocedores de cómo será nuestra plantilla, algunos ya nos ilusionamos por luchar por ser el mejor equipo de Extremadura.

Bienvenidos a la LEB-Plata.

miércoles, 27 de junio de 2007

¡Patapán Pssshhh! del verano

Si Mahoma no va a la montaña... es porque prefiere la playa.

martes, 26 de junio de 2007

Por una Plaza en lo más alto

Confieso que me enfado con la prensa con demasiada frecuencia, concreta y precisamente con la prensa deportiva. Pero es que es para mosquearse, pues los cronistas deportivos suelen tomarse la licencia de criticar desde el desconocimiento y de destripar en vez de narrar la noticia. Es un mal de la prensa deportiva del que siempre he tratado de huir. Mi objetivo siempre es el de informar y, a ser posible, dibujar la realidad, televisar con mis letras o voz lo que ocurre en el campo o la cancha.

Con esa premisa entré por primera vez en el autobús que me llevó a Tarragona y que me introdujo en el mundo de las retransmisiones de baloncesto: oír, ver y callar. Así he tratado de aprender de ese apasionante deporte, así he tratado de ir adentrándome en él y de conocer sus entresijos. Ni que decir tiene que no soy un experto de baloncesto, aunque me he acercado a técnicas, movimientos y sus entresijos a base de compartir charlas (sobre todo escucharlas), de ver partidos y de meterme en blogs como el de Piti Hurtado que son una ventana magnífica al conocimiento del basket.

Desde esta postura he respetado siempre el trabajo, sobre todo, de los entrenadores y, creo, que no he caído nunca -como informador- en la crítica fácil pues, el baloncesto, es un deporte demasiado complejo como para dar notas midiendo sólo el resultado o las estadísticas, siempre frías y en muchas ocasiones engañosas.

Aprecio a cada entrenador. Sé de buena tinta el tiempo que pasan visionando "Scoutings" y tratando de mejorar su trabajo y el juego colectivo e individual de sus quintetos. Tengo especial admiración por aquellos que se mantienen en la sombra y que creen en lo suyo. En baloncesto es especialmente importante el trabajo del segundo entrenador y de todo el cuerpo técnico y el de aquellos que forman a las categorías inferiores y les comienzan a inculcar técnica individual y tácticas de juego. Por eso, el sábado -el día después de no poder ver el tercer partido de la final ACB- me ofusqué al leer en el Marca una crítica desmesurada sobre Joan Plaza, un entrenador que se ha mostrado ganador desde la humildad y el conocimiento del deporte. Reitero que no vi el partido, pero la parcialidad de una crónica se ve a la legua. Tras un parcial de inicio desastroso, Plaza debió dar con la clave para remontar el partido y ponerse por delante del Barça en el Palau. La noticia criticaba al técnico catalán el mal inicio de su equipo pero no le reconocía su capacidad de reacción para dar la vuelta al electrónico, este privilegio quedaba para los jugadores.

Sin embargo, la derrota sí volvería a ser culpa de Plaza, por cambiar a Bullock y Tunceri. Sin ver el partido, pero atento a los minutos en los que estos cambios se producen, puedo llegar a entender que las rotaciones son lógicas y que el míste buscaba un mayor control de juego que no llegó pero que, por otro lado, sí se dio en el cuarto encuentro.

Para mí, Joan Plaza ha dado una exquisita muestra de lo que es entrenar a un equipo grande, de dosificar minutos y de hacer mejores a jugadores como Felipe Reyes que acertó con todo lo que hizo pero cuyo juego de equipo le permitió ser MVP. Sus palabras y gestos de elogio a sus compañeros no son un mero discurso fácil, son una realidad. En ese tablero de ajedrez en el que se convierte la cancha de baloncesto, Reyes era el rey al que proteger de un jaque. Enhorabuena al Real Madrid, a Plaza y a los que pusieron en el banco de un grande a una persona modesta.

P.D.: Podría aprender, nuevamente, el mundo del fútbol, de la sencillez compleja de este deporte. Debería la prensa dejar de endiosar a los futbolistas y sólo contar lo que ocurre. Así podriamos tener a más protagonistas, a hacerlos más accesibles y a evitar diferencias como las de los dos campeones: mientras el Bernabeu se acordonaba para que la prensa no molestara a los ganadores de liga, el Madrid de basket abría la puerta de sus vestuarios para compartir con todos su felicidad.

lunes, 25 de junio de 2007

(Casi) Recuperado de la boda



Lo dimos todo. Es la frase que resumió la boda. Fue un día divertido y, sobre todo, feliz. Se casó mi hermano Raúl, se casó con Raquel, una mujer que le pone la sonrisa en la cara, que le saca brillo cada día a sus ojos, que le hace ser cada momento como es él. Casi lloro. Durante la ceremonia tuve un segundo para mirar a mi hermano Raúl en la iglesia, ilusionado, contento, diciendo sí. Nunca le había visto tan feliz como en estos años junto a Raquel.

Y la boda no desmereció. Al margen de un exquisito menú, de los obligados regalos, de la buena, agradable y sencila conversación en la mesa, la fiesta fue una repetición de lo que ya ocurrió hace 2 años en la boda de Javi. Creo que puedo presumir de tener una familia que es la bomba. Y si la familia de la novia no desmerece, la fiesta se convierte en un lujo. Casi no nos vemos, sólo en grandes acontecimientos (como éste) o visitas esporádicas. Circunstancias que obligan a disfrutar de cada segundo en común... ¡y vaya si se hace! Si la barra libre no termina a la hora que termino, es posible que siguieramos ahora sobre la pista de baile.

Ya ocurrió con la de Javi y Noelia, y ha vuelto a pasar en el enlace de Raúl y Raquel. La alegía de un día que viven con especial intensidad se contagia, se desborda y te obliga, simplemente, a darlo todo.

Y no era sólo diversión, no es pasarlo bien como en ferias, como en una noche de buena fiesta. No era una barra libre de locura como la de Nochevieja. No. Era esa diversión máxima, esa sonrisa provocada por la felicidad, por ver a mi hermano feliz, por ver el amor en los ojos de mi cuñada, por ver y oír el estruendo maravilloso de la carcajada de mi padre, por ver los nervios contenidos en la afonía de mi madre. Era alegría, regocijo, era un día especial en el que todo lo malo se olvida, en el que todo el esfuerzo se ve recompensado, en el que el cansancio se esfuma.

Felicidades hermano, felicidades cuñada. Felicidades, familias.

P.D.: Los rumores, las preguntas, las gentes insisten en que la próxima es la mía.

jueves, 21 de junio de 2007

Esos pijos que la meten a pelo

Cuando la extrema derecha se pone el disfraz, la careta de (rancia) derecha, ocurre que la (rancia) derecha se confunde con el centro o, incluso, con la izquierda. Sucede que cuando la (rancia) derecha aprovecha esa circunstancia para ponerse la careta de izquierda, la izquierda real se distorsiona en los ojos del pueblo y se confunde con la extrema izquierda. Eso sucede ahora en este país y se refleja en la televisión.

Acostumbramos a denostar programas televisivos llenos de nuevos famosos del corazón que abren al público sus ventanas, puertas, habitaciones, sábanas y puertas. Títulos -cada día menos refrendados por la audiencia- cuyo olor hace agradable el resto de la basura. No tengo casi tiempo -en ocasiones ni ganas- para ver la televisión, pero "Sé lo que hicisteis..." me hace un grato resumen de lo que se cuece por las parrillas.

En este juego de máscaras, en esta televisión de ambientadores, dos glamourosos se llevan la palma, una vieja conocida como A.R. (perlas dejó como la expresión "nosotros somos negros o qué") y, por supuesto, Channel Nº4. Los "progres" Boris Izaguirre y Ana García Siñériz destilan cada tarde un programa pretencioso, lleno de color y "buenas maneras", de izquierda barata y de derecha encubierta. Defender lo que la marca de la casa manda, vivir en contra de la extrema-derecha para parecer que se está junto al trabajador, por la igualdad de la mujer o la erradicación de la pobreza. Nada más lejos de la realidad.

Puedo pecar de radical, puedo equivocarme, pero siempre trato de diferenciar a las personas por los pequeños actos y no valorar los grandilocuentes gestos que, en la mayoría de las situaciones, se utilizan de forma propagandística.

En tan sólo una ráfaga, en un zapeo no mayor de cinco minutos de puedes encontrar a Vicky Martín Berrocal, presumiendo de feminismo, haciendo un alegato machista en toda regla y defendiendo a la mujer fina y al hombre de pelo en pecho. Al rato, le replica Izaguirre alzando la voz para, en pocos minutos, escuchar a Ana García Siñeriz, preguntar por qué debe hacer una mujer para trabajar, tener hijos y mantenerse estupendas, pues claro, las mujeres siempre deben estar estupendas. Me quedo entonces con una frase que escuché a un oyente de la ventana "Aunque parezca más atractiva la mujer de la cena, me interesa más la del desayuno".

El colmo de la insensatez en este programa con olor a colonia barata, rancia y a gomina caducada llegó el pasado lunes. Al parecer, Madonna (creo que era Madonna) y John John Kennedy tuvieron un encuentro más que excitante en una discoteca que no acabó en sexo porque ninguno de los dos protagonistas llevaban preservativos en sus respectivas carteras ¿llevarán carteras los ricos y famosos? y no podían ir a comprar, básicamente, porque eran Madonna y J.J. Kennedy. Ante esta "interesante" noticia, la ex- del Cordobés comentó que, tratándose del hombre que se trataba, ella no se habría ido con el calentón, pese al hecho de no contar con precacución. El ex- de Crónicas Marcianas rápidamente saltó, defiendiendo el sexo seguro y consciente de la temeridad de la contertulia. Ahí apareció la ex-arrendadora del piso de Beckham, García Siñeriz para -fuera de contexto y culpando a otros de su diarrea verbal- recuperar una frase de Bibiana Fernández (antes Bibi Andersen) que decía algo así como "De algo hay que morir"

¿De algo hay que morir? Nos hemos pasado años educados en el póntelo, pónselo, luchando contra la iglesia para convecer a católicos y no católicos de la necesidad del sexo seguro, concienciándonos de los problemas de las enfermedades de transmisión sexual y temiendo el SIDA. Ha costado (y sigue costando) que cada español y española lleve un condón en el bolsillo y, lo que es más importante, lo utilice para que ahora, una pija que la mete a pelo, nos diga que "de algo hay que morir".

miércoles, 20 de junio de 2007

Los actores, las actrices, las salas de exhibición y la ley del cine

Huelga decir que la ley del cine ha puesto en huelga a actores, actrices y salas de exhibición. Volvemos a las andadas, se trata de apoyar a un sector desprotegido pero es imposible llegar a un acuerdo con todas las partes. Parece que alcanzarlo con el gremio de intérpretes es más sencillo, pues tan sólo hay recoger en la ley sus demandas que, por otro lado, caben en esa ley. El mayor problema radica en el consenso con las salas de exhibición.

Rápidamente han salido los "cines de España" a decir que el "cine de España" no es rentable, que las salas con películas nacionales están vacías y que las "obligaciones" que se exponen en la ley son un abuso, excesivamente proteccionistas e intervencionistas, y les condenan a poner películas poco rentables. En sus argumentos o en la exposición de sus quejas no manifiestan las obligaciones que las majors americanas y las grandes productoras les imponen para hacerse con películas infumables con tal de poder "estrenar" las cintas más demandadas.

Dicho esto, analicemos el cine y sus audiencias y llegaremos a una conclusión: el problema del cine no está en las películas europeas ni españolas. De hecho, el número de espectadores que van a ver películas llamadas "minoritarias" no ha descendido: siguen yendo (o seguimos yendo) los mismos.
El único motivo por el que alguna de estas películas pueden pasar (más) desapercibidas en nuestras carteleras se debe a la tardanza del estreno (hablo sobre todo en nuestra región) que te llevan a recurrir a la tan condenada piratería que, para muchos, es única vía de acceso a determinados títulos como por ejemplo "Bajo las estrellas", que no aparece en los cines extremeños. Por cierto, somos muchos aún los que vamos al cine y nos gusta pensar, leer una película y no ojearla, mirar una pantalla llena de movimientos de cámaras, estruendos y guiones sin sentidos.

Precisamente, en verdad, el número de aficionados que ha descendido es el de las "grandes producciones". Hablo consciente de lo que digo, como estadista de aforos cinematográficos que fui y hermano de estadista de aforos cinematográficos que soy . Las salas de exhibición ya no se llenan como hace sólo dos años, las colas para ver Harry Potter no dan la vuelta al cine como en la primera sesión, aunque el público siga viendo estas películas. En este país, algo funciona mal. Para tratar de ganar dinero, seguimos cobrando más, pero ofreciendo lo mismo o peor.

Las películas dirigidas al gran público están cargadas de una mera excitación sensorial. El sonido dolby de la sala o los efectos especiales en la gran pantalla son los únicos atractivos que nos ofrecen los cines. Nada más. Y a eso, poco a poco, ya se puede acercar cada uno -salvando las distancias- a través de tecnología casera. Aunque el mundo audiovisual ha dado pasos de gigantes en este último lustro, las salas de exhibición no han tratado de combatir este avance que les supone un lastre. Es como si hubiera aparecido la televisión y el cine siguiera siendo mudo.

A día de hoy, las entradas cuestan unos dos euros (332 pesetas) más que hace cinco años pero... ¿te ofrecen algo más que entonces? Se cobra más y se ofrece lo mismo, no se busca atraer la demanda con una mejora en la oferta. Una mala táctica de mercado de la que no tienen culpa ni el cine español, ni la ley del cine, ni los espectadores que prefieren ver títulos poco atractivos en sus casas. Yo, para una carga sensorial, me quedo en mi casa y veo el logo de Londres 2012 que hasta produce epilepsia.

VED CINE ESPAÑOL, QUE NO SE APAGUE NUESTRA LINTERNA MÁGICA

lunes, 18 de junio de 2007

¡Patapán, Pssssh!

- ¿Es esta la academia de inglés?
- If, if. Between, between
- ¿Es usted el profesor?
- If, more today book.

viernes, 15 de junio de 2007

30 años de democracia

Ayer volví a ver un Congreso en silencio, atento a las palabras del orador, al mensaje del político, respetuoso con su discurso, con su opinión, con su ideología. Ayer aprecié el silencio que llena de sentido el mensaje y olvidé el ruido habitual que empaña y no nos deja ver la realidad. Ayer vi un reportaje sobre lo que ocurría hace 30 años en el Congreso.

Alguien debería aprender de aquella cita con la historia, con la democracia.

miércoles, 13 de junio de 2007

Actualizar el blog

Llevo una semana, y un día, sin actualizar. No sé si es que no tengo nada nuevo que contar o si, simplemente, es que no me apetece.

Cosas han pasado, desde el fugaz viernes de ferias, hasta el viaje relámpago a Asturias, con todas sus consecuencias. Desde la organización de una despedida de soltero, hasta la película "Cándida", con todas sus connotaciones.

Quizá el problema esté en cómo explicar cada situación, en como desgranar los matices de una película tan llana como brillante, de un personaje tan real, tan entrañable, tan sufrido y cotidiano como el de "Cándida". Sólo me atrevo a escribir para invitaros a leer la película. Os reiréis al tiempo que os dolerá el corazón por la crudeza y realismo de un drama urbano bien plasmado en la pantalla.

martes, 5 de junio de 2007

El sentimiento garrapatero que me traen las ferias

Por aquí ya huele a ferias.

La prensa vuelve con el éxodo masivo de placentinos que huyen a costas masificadas, menos pobladas en estas fechas, con el agua más fría que templada, con espacio en la arena para poner la sombrilla.

Los camiones de las atracciones hacen aparición en las carreteras, colapsan las entradas a Plasencia y buscan cobijo en el reducido recinto ferial.

Los estudiantes de selectividad comienzan a tirarse de los pelos mientras operan con su calculadora realizando ecuaciones en la que el tiempo y de estudio resuelva el número x de fiesta en positivo.

Las vías empiezan a lucir la iluminación festiva, las calles cambian de sentidos, el sentido cambia por las calles.

Este año volveremos a ser menos que años anteriores, aunque se queden más, aunque vengan los de siempre. Como diría mi hermano, las ferias de hace 50 años debían ser espectaculares.

Y yo lo miro todo con añoranza y tratando de encontrar un hueco para escaparme, para compartir unas cervezas, o unos mostos, con los amigos, con la música de cada año, con ese olor especial (y no de orina, precisamente) que aparece tan solo durante 4 días al año, ese sentimiento de alegría compartida en la barra de algún bar, entre empujones y pescados fritos, entre morros y rebujitos, entre reggeaton y flamenquito. En esta ocasión, viviré la fiesta desde la distancia, intentando acercarme por momentos.

Me perderé el concierte del “El desván del duende”, olvidaré el trotar de los camellos, escucharé a lo lejos el estallar de los fuegos artificiales (siempre peores que en años anteriores), y miraré, nostálgico, aquellas ferias pasadas, las de José Carlos y Pizarro, las de la música con duende que resuena desde cualquier desván, las de Ignacio tomándose una fresca entre las risas de Patricia.

Por aquí ya huele a fiestas, aunque a mí sólo me quedará eso esto año: el olor de los fuegos que se esfuman en el cielo limpio de mi barrio, el sabor de la primera granizada del verano, la buena compañía de una radio y algún que otro minuto de engaño al cuerpo para aplacar el mono de un año sin tapas, sin cañas, casi sin ferias.

Felices ferias y fiestas de Plasencia 2007.

lunes, 4 de junio de 2007

Compañeros de viaje

Al tiempo que dejo parte de mi economía en el asfalto, con aromas a gasoil y neumáticos, he ido recopilando ya olvidados compañeros de viajes. Cada hora, los boletines horarios de mis "colegas" -en su sentido más estricto- de trabajo (valga pues la redundancia) me cuentan lo que sucede en la región y el país. La música es buena aliada, pero mi compañía no creo que fuera grata para los grupos que escucho, más si me oyeran destrozar sus versos a "grito pelao"; además, mi garganta se resiente "beerreando" todos los días durante unos 160 minutos, o lo que es lo mismo, los poco más de 300 kilómetros que separan mi casa de mi puesto de trabajo.

Así, he ido encontrando otros aliados que conversen conmigo durante los trayectos, sobre todo, del viernes tarde y del fin de semana. Exceptuando alguna compañía física más que agradable algún que otro viernes, mis diálogos se deben estrellar contra la radio de mi coche que me habla pero no suele responderme.

En la búsqueda por no tener que contestar mucho a lo que me dicen, he recuperado dos clásicos: "La ventana", con Gemma Nierga y, sobre todo, "A vivir que son dos días" con - una cada día más esplendida- Angels Barceló. Ya conté hace semanas lo que supuso mi reencuentro con el penalty de Djukic, ayer la conversación fue por derroteros "más culturales". Hago un paréntesis para defender a todas aquellas personas aficionadas al deporte y sobe todo el fútbol y que también piensan y aprecian el arte. Los futboleros son en los hombres (generalmente) lo que las rubias al sector femenino: te encasillan en un -siempre negativo- prejuicio y extereotipo que nada tiene que ver con la realidad: las rubias no son tontas, ergo, los futboleros tampoco.

Paréntesis concluido, vuelvo a la conversación. El viaje de ayer fue lo más parecido a una película, tanto por la duración como por el perfecto guión. Barceló comenzó adentrándonos en el mundo del cine, con los rituales previos -sobre todo en una gran ciudad- a ver una película en la gran pantalla. Todo enfatizado para disponernos a degustar los trailers (o avances como proponían ayer evitando vocables importados, anglicismos).

A mí me sucede igual que a ella. Es cuesión de costumbre, de mentalización, de rituales de concentración. Yo necesito estar en la sala unos minutos antes o, cuanto menos, llegar para los trailers que -en una función más lejana de su pretensión- te envuelven ya en el mundo del cine, del ruido, del Dolby y de la oscuridad rota por la luz que hace brillar a las estrellas elegidas. Lo mismo me pasa con un partido de fútbol o de baloncesto: odio verlos ya empezados o, incluso, con los jugadores en el centro dispuestos a realizar el saque inicial. Necesito una antesala, un calentamiento, para aclimatarme.

El trailer al debate, el anuncio de Angels Barceló, precedía una interesante conversación sobre la importancia, los cambios y la cultura de estos cortísimo-metrajes (algunos no tan cortos). Quizá la visión sea muy distinta en áreas menos pobladas, en pequeños municipios como éste que en las grandes urbes (que no ubres). Para mi, personalmente, un trailer pone ante mis ojos la oferta invisible, esa que queda tapada por la gran industria que se aparece en la televisón.

Al margen de esa exhibición de películas menores que debes recordar para que, dentro de seis meses cuando lleguen a tus cines no faltes a la cita, las salas de exhibición se llenan de trailers habituales, de efectos especiales y de "americanadas" poco recomendables". El debate se centró más en este tipo de filmes. Si ves estos "avances", es que ya has elegido una película de similares características. Aquí es donde viene la cultura del trailer y esa apariencia de homogenidad entre todos ellos. Lo sutil, las insunuaciones parecen haber quedado atrás y ahora, en esos casi dos minutos, se te muestra todo, absolutamente todo: las mejores escenas, los mejores efectos, las chicas más guapas, los tíos más cañón.

Esta pequeña descripción, en tan solo dos minutos, en el trato que se da a estos cortísimometrajes, ya se ve la diferencia en el cine, la falta de creatividad y, sobre todo, el insulto al espectador al que no le dejan crear. Las "americanadas" se han convertido en un monólogo. El cine, en su vertiente más extrema de Hollywood, ha dejado de conversar con el que paga y, tan sólo, le muestra, le estimula sensorialmente. Afortunadamente, el díalogo silencioso aún queda vivo en algunos lugares del mundo, si bien cada día es más difícil hablar porque el ruido nos lo impide.

La película propuesta por Angels Barceló, con discurso inteligente salpicado con grandes dosis de humor, acabó en final feliz después de los anuncios. Y es que, al parecer, Sam Mendes y Kevin Spacey (American Beauty) se han propuesto llevar al teatro londinense regido por el actor el guión de "Todo sobre mi madre". Interesante iniciativa que mantiene viva la esperanza sobre los criterios cinematográficos de algunas estrellas de la gran industria como estos dos fenómenos que, personalmente, no decepcionan nunca.

viernes, 25 de mayo de 2007

Patapán ¡psssh!

En este mundo existen tres tipos de personas:
1- Las que saben contar y
2- Las que no saben contar

jueves, 24 de mayo de 2007

Responde rápido y sin pensar

Esta tarde me ha llegado, por dos vías distintas, aunque de la misma familia, uno de esos cuestionarios que, en otra ocasión, no me habría molestado en responder. Hoy, además de responder a través del correo electrónico, voy a tratar de escribir mis respuestas también en el blog. Voy a intentar escribir lo mismo que en el correo electrónico, aunque no lo aseguro.

Esto es lo que se supone que debes hacer: no arruines la diversión... Copia (no reenvíes) este correo electrónio (mejor que e-mail) completo y pégalo en un nuevo correo electrónico (mejor que e-mail). Cambia todas las respuestas por tus propias respuestas, y luego envíalo a toda la gente de tu lista de contactos, *INCLUYENDO* a la persona que te lo envió. Pon tu nombre en "Asunto" (vaya, eso lo he hecho mal). La teoría dice que aprenderás muchas cosas sobre tu familia, tus amigos, y ellos sobre ti. Es fácil, entretenido y rápido

1.- Nombre Completo Iván Herrero Bermejo
2. Por quién te dieron ese nombre? No lo recuerdo,... no sé si por mi madre, un tío, un primo... A alguién se le ocurrió, aunque también se barajaba la opción de Jorge.
3. Le pides deseos a las estrellas? No, con algunas estrellas cumpliría deseos.
4. Cuándo fue la última vez que lloraste? No sé, quizá cuando supe que iba a ser lo que finalmente no soy, es decir, coordinador general de deportes de la tv.
5. Te gusta tu letra? no, prefiero las de Ismael Serrano y las de José Díez. Escribo fatal, mejor a ordenador
6.El pan te gusta con qué? con cualquier tipo de salsa, con chocolate, con jamón, con aceite y tomate, con choricito, queso,... ¿y si dejamos el pan y nos comemos el resto?
7. ¿Cuántos hijos tienes? como el resto de españoles, 2´3
8. Sus nombres y edades? Oye, niño!!!!!
9. Si fueras otra persona, serías tu amigo? Depende como fuera la otra persona.
10. Tienes un diario de vida? ¿de vida? No, tengo un diario de muerte en el que relato segundo a segundo lo que hago. No os lo recomiendo, es muyyyyy aburrido
11. Eres sarcástico? NOOOOOOOOO
12. Saltarías en bungee? ¿en qué? Una vez descubierto lo que es, va a ser que no.
13. Te desabrochas los zapatos antes de sacártelos? A veces (la respuesta de mi cuñada es excelente: depende de si qué sea más cómodo, si sacármelos atados o desatados)
14. Crees que eres fuerte? QUE FUERTE, FUERTE FUERTE SUPERFUERTE. NO
15. Tu helado favorito? Un calippo, gracias, o un cono de chocolate y nata.
16. Cuánto calzas? ¡A UNA! ¡AH! perdón, 42-43
17. Rojo o Rosado? Una cerveza, gracias. Venga, y un rosado
18. Qué es lo que menos te gusta de ti? No saber demostrar lo suficiente el cariño a la gente, mis silencios cuando necesitas un consejo.
19. A quién extrañas mucho? A ese señor que me mira por la ventana. En serio, a la gente de Plasencia en general, que no salen los lunes. A mis padres, que casi no les veo, a mis hermanos, a amigos como la Cristis ¿Cristis?, a Carlos Pizarro,... y seguro que dentro de poco a José Carlos Reina.
20. Te gustaría que todos a quienes les enviaste este mail te lo respondan? Vale
21. Qué color de pantalones y zapatos tienes puestos? vaqueros normales y zapatillas marrones con franja roja regalo de carlos.
22. Ultimo que comiste hOY? Me acaban de ofrecer una pasta que he desestimado. Lo último, las patatas del BigMac.
23. Qué estás escuchando en este momento? El aire acondicionado, el teclado de los ordenadores y las voces (no moduladas) de mis compañeros de redacción (con nombres y apellidos).
24. La última persona con quien hablaste por teléfono? Un señor de Murcia (nada que ver con Ninnette) que quería unos cortes de Pepe Fouto.
25. Trago favorito? Cutty Shark con Seven Up, por favor; pero antes, traeme esa cerveza
26. Deporte favorito para ver por TV BALONCESTO Y Voley playa femenina, jeje
27. Comida favorita? Arroz a la cubana y tortilla de patatas
28. Película de terror o final feliz? Final terroríficamente feliz. No quiero tener que elegir entre estos dos tipos de películas. Me gusta el terror, pero últimamente...
29. Última película que viste en el cine y con quien? LA VIDA DE LOS OTROS, CON PATRICIA Y JOSE CARLOS REINA
30.Día Favorito del año? Mañana
31.Invierno o verano? Invierno
32. Besos o abrazos? Besitos, abrazos, carantoñas... uy, ¿hace un polvo? Entre tanto whisky, cerveza, vino y mimos me he puesto tontorrón
33. Postre preferido? EL COMBINAO (tarta de chocolate, galleta y vainilla -por favor, la capa superior de chocolate, gracias-)
34. Quién crees que te respondera? No sé.
35. El que menos crees que lo hará? José María Aznar
36. Qué libro estás leyendo? Ahora estoy leyendo la pantalla del ordenador. Sobre la mesilla, el último regalo de Patricia, Drácula... ¡qué poco leo, para lo mucho que me gusta!
37. Qué hay en tu pared? ¿sólo tienes una pared en tu casa? ¡Cómo está el mundo! ¡Cómo está la vivienda en este país! He dejado de poner cosas en las paredes, salvo un cuadro regalado por Merche.
38. Qué viste anoche en la tele? LA FINAL DE LA COPA DE EUROPA y Hospital Central (ayer fue miércoles)
39. Rolling Stones o Beatles? BEATLES
40. Dónde es lo más lejos que has estado de tu casa? Por distancia, creo que La Palma aunque a veces pienso que Mérida

miércoles, 23 de mayo de 2007

La última página de mi diario

¿Saben? Hoy es mi último día de vida, hoy voy a morirme. No, no se confundan, esto no es una nota de suicidio, ni tan siquiera aquella última página del diario que, por miedo a que los deseos se hicieran realidad, nunca me atrevía a terminar. No, no es nada de eso, no he pensado, en un último momento de desesperación romántica, en acabar con mi vida; no podría, de hecho, no pude. No es tan fácil, te vence el instinto de supervivencia, otras veces te puede la inteligencia o la falta de inconsciencia, pero sobre todo, te falta el valor necesario para comprobar que a nadie le importa tu ausencia, te aterra comprobarlo, demostrar que es cierto o tener que admitir tus errores sobre los pensamientos de los demás cuando ya es tarde para rectificar.

Hoy no me pasa nada de eso, hoy no quiero acabar con una vida ahogada en un mar de mentiras, hoy no quiero abandonar mi lucha por una libertad utópica, escondida tras las palabras de las canciones de Joaquín Sabina, hoy quiero vivir ¡Quiero vivir! Quiero disfrutar de las gotas de lluvia que adornaban las ventanas del salón en las pesadas tardes de domingo sin fútbol; quiero pisar el barro de aquella facultad en la que conocí a unos amigos a los que, con el paso del tiempo, con la llegada de nuevas nubes, he ido dejando de llamar; quiero escuchar el motor de coches que atormentaban mi cabeza en aquellos días de resaca; quiero volver a esperar la llamada arrepentida de mi novia por tantas y tantas discusiones sin excusa; quiero volver a coger el teléfono para pedirle perdón por no saber ser lo suficientemente bueno para ella; quiero escuchar la voz de mi madre, obligándome a desordenar mi particular orden de una habitación que era todo un mundo lleno de ideas brillantes que se deslucían al salir de su hábitat natural; quiero volver a esperar inquieto la llegada del trabajo de mi padre, de noche, sobre una peligrosa carretera mojada y mal asfaltada; quiero escuchar de nuevo a aquellos políticos que cada día deciden a su antojo sobre el devenir de nuestras vidas, amparados por una falsa democracia que se divisa, de forma abstracta, borrosa y desenfocada cada cuatro años.

Hoy ansío seguir en esta vida, en este mundo sin sentido y, sin embargo, a mis 46 años, en plena flor de mi vida (me ha llegado tarde el momento de esplendor, que le voy a hacer yo), voy a fallecer. Ahora, cuando menos lo deseo, cuando más lejano veía ese instante, cuando la luz al final del túnel se encontraba más lejos y se confundía con el piloto de la cámara a la que mienten sin pudor los nuevos famosos; ahora, golpeado por un destino en el que nunca creí, al que siempre le di la espalda, al que siempre ignoré, no puedo hacer otra cosa que contemplar sin remedio los últimos instantes de mi vida, hacer de los recuerdos un presente sin fin, disfrutar de las últimas imágenes de mi supervivencia; paradójico ¿verdad?

Hace 30 años, como un romántico tardío, como todo adolescente enamorado, anhelaba abandonar un mundo que parecía no merecer la pena, un mundo que no me comprendía, un mundo al que no entendía. Y, ahora, ahora,... aquí estoy, dejándome morir en esta cama de hospital, sin poder hacer más esfuerzo que llevarme como últimos recuerdos los agudos sonidos de una máquina que me avisa con cada pitido que me queda un segundo menos de existencia, una máquina que me tortura por tantos errores cometidos, por despreciar su poder de decisión años atrás.

Y todo porque otro, cobarde al igual que yo, no ha tenido valor para quitarse su vida y ha preferido robárme la mia, cobrar una deuda –mi vida- que prometí hace tres décadas en tantas y tantas noches de soledad frustrada que solucionaba con falsas invenciones de revista que me ayudaban a contener y desahogar mis deseos y rabias más ocultas.

¿No se han preguntado nunca quiénes son las personas que le rodean? ¿No han llegado a casa tras una dura y fría tarde de invierno pensando que desconocen al sujeto con el que ha compartido su última charla de bar? Háganlo, miren a su alrededor, contemplen a aquel que cada mañana gris comparte la barra del bar de la esquina con usted, aquel que cada mañana ahoga en un café los problemas que suceden cada día en un país liderado siempre por los mismos aunque con distintos nombres, aquel que le cuenta su realidad camuflada en versos de antiguas canciones del último cantautor. Mírenle atentamente porque ese, ése es su asesino. Yo me he dado cuenta hoy, demasiado tarde.

Fíjense bien porque mañana volverá a estar sentado en el mismo taburete, mirando el telediario, culpando a otros de mi crimen, culpando al sistema de sus innumerables errores, sin reconocer su culpa, sin recordar que fue él quien cogió la pistola o sin saber que, a lo mejor mañana, será él quien la empuñe en un acto de falsa valentía, en un nuevo engaño en busca del mayor invento de la humanidad, la libertad.

Él, ella, éste, aquella, estará ahí sentado, callado, preocupado por la falta de otro amigo a quien reprochar su odio por tanta muerte. Ya lo ha hecho más veces. Yo no lo sabía, como ustedes, pero hoy lo he descubierto, al verle los ojos, al mirar esas pupilas brillantes, a punto de llorar justo antes de dispararme, confesando su crimen (como pocos tienen el valor de hacer) con una templada y sincera mirada, delatándose ante su víctima como un esclavo más de otro sistema dictatorial que no sabe buscar más solución que el asesinato, que no se atreve a dialogar por miedo a encontrarse con sus propios deseos, por miedo a reconocer sus errores o por miedo a lograr lo que siempre ha pretendido y darse cuenta de que tiene el mismo color de aquello por lo que me está matando, de aquellos por lo que está manteniendo ante su amigo el gatillo de un arma que frenará de golpe la savia de un luchador más.

Mañana él, junto a miles de personas, caminará sin rumbo, en busca de una solución despreciada, ignorada por aquellos que la han alcanzado. Por miedo, por cobardía. Han preferido no asumir la verdad y ocultarla, volver la cabeza, cerrar los ojos ante ella, cerrárselos a otros, a ti, a mi.

Hoy ya no tengo miedo, hoy quiero vivir, no quiero cerrar los ojos, quiero mantenerlos abiertos. Lo intento. No puedo. El frío tacto del cañón pesa sobre mis pupilas, los temblorosos dedos de mi asesino empujan mis párpados. Otros se encargan de que mis ojos no se abran a la verdad. Otros escriben en la última página de mi diario, y lo harán otra vez mañana, obligando a la libertad a cambiar su rumbo, a desplazarse a un lado, a mirar a otro sitio.

Oigo la televisión del bar. Es el telediario. Ya nadie le hace caso. Ya nadie escucha el telediario.