sábado, 27 de agosto de 2022

Enfermedad

 Duermes poco. La cabeza te estalla. Tu cuerpo se sale de la cama. Tienes fiebre y vómitos. Pasas la noche paseando por el pasillo. Te despiertas agotado, de mal humor, con el cuerpo aún caliente y una cefalea que no te permite caminar. Sólo quieres dormir y descansar. Romper los planes del día y que tu cuerpo y tu mente deshagan la cama. Sólo quieres eso y un abrazo. Sin muchas palabras, ni siquiera hacen falta preguntas. Sólo un abrazo, una caricia en el pelo o quizás un beso y un que te mejores sincero. Y, tal vez, un mensaje en el móvil preguntándote “¿qué tal estás?” cuando te puedas despertar.

jueves, 14 de julio de 2022

Vuelvo.

En unos días tendré el alta médica, el alta laboral. Aún no tengo el alta de psiquiatría, sigo con mi trabajo psicológico y muy pendiente de la evolución del tratamiento para la epilepsia, pero ya se me considera apto para trabajar. Quizá no sea lo más importante, porque no es realmente el objetivo sino la consecuencia, pero me hace una tremenda ilusión poder recuperar también esa parte de mi vida y tratar de hacer una de las labores que más me gusta y con la que soñé desde pequeño. Hace poco me lo recordaba José Ignacio, Joselito, el hermano de Montañés, aquellas tardes en la habitación de Javi grabando citas de narraciones y entrevistas inventadas. Él todavía guarda alguna. Yo perdí todo aquello pero me queda el presente y el futuro que empieza cada día.

Estoy feliz. Y eso es lo mejor. He recuperado la risa, la carcajada, la ironía, atrevimiento, humor, parte de la confianza, el amor propio, el amor por los demás. Quiero como quería y como quiero. Vuelvo a ser cariñoso y a sonreír con frecuencia. Me brillan los ojos al mirarte y al hacer planes. Ya no me da miedo jugar, no salir a un escenario o a la calle, ni quedar con gente ni preparar las vacaciones. Me encuentro bien. No sabría decir si totalmente bien pero sí que me reconozco, me veo en aquel tipo introvertido pero dicharachero que se fue escondiendo hace muchos años, que se fue refugiando en silencios y en soledad hasta que la pena, puede que el odio, la rabia, la frustración y el daño recibido le consumió.

Es curioso que sea feliz ahora. No veas la rabia que me da que esa felicidad no llegara unos meses antes, aunque estaba a punto de brotar. Pero te fuiste preocupado, tras un ataque que lo puso todo patas arriba y una recuperación que se volvía a aplazar. El miedo que teníamos y fue una especie de suerte del destino. Me obligó a retrasar la incorporación y me ha enseñado que me faltaba mucho camino por andar. Ojalá te lo pudiera decir, ojalá te lo hubiera podido contar aquel día en el que nos despedimos, aunque no escucharas. No te puedes hacer una idea lo mucho que te echamos de menos, lo mucho que me duele que te murieras con ese dolor y ese miedo sobre mí. Pero ya estoy bien, papá. Ya estoy bien. Echándote de menos como no imaginaba que pudiera ocurrir, pero estoy bien. Estamos bien. Lloramos, seguimos sin creer que todo haya pasado, daño los lugares y esos momentos que quedaban por compartir, en el que tu presencia lo inundaba todo, pero estamos bien. A mamá le cuesta aún hacer una vida normal, salir a celebrar. No tuvo fuerzas para venir al cumpleaños de Mateo. No las tiene para ir al Olivar si están solo Encarna y Eugenio porque el vacío de tu silla se haría insoportable, tu silencio jugando a las cartas sería ensordecedor. Pero estamos bien. Estoy bien, papá. No sé si curado pero así me siento. Ojalá hubiera una última cena que no fuera como aquella, en la que pudiéramos reír y abrazar mi nuevo yo. 

Voy a volver a trabajar. Volveré a ser tu hijo "el periodista", aunque ya no se lo puedas decir a nadie, aunque ya no puedas hablarlo con el padre de Cobos al que vi hace poco y me recordó todas las heridas que aún tenemos por tu ausencia. Voy a volver a trabajar, papá. Ya estoy bien. Ojalá te lo hubiera podido decir aquel día en el que te vimos despierto por última vez, con esos ojos aterrados para entrar en un quirófano y empezar a dormir para siempre. Me queda el consuelo que tu último recuerdo, seguramente, no sea ese, sino el vídeo de tus nietos y nietas deseándote que te pusieras bien. No te haces una idea de lo mucho que te echan de menos. Candela hasta rezó. Mario abrazó el otro día tu lápida. Mateo quería ver tu cuerpo y no podía entender que no se le permitiera hacerlo si estabas allí.

Papá, te echamos de menos. Y ya estoy bien. La semana que viene recibiré el alta. Después tendré un par de meses de vacaciones para trabajar con calma la incorporación y en septiembre u octubre volveré a trabajar, que no es nunca el objetivo pero si una consecuencia importante. Lo fundamental es que ya puedo disfrutar. Ojalá estuvieras aquí para verlo y hacerlo contigo. Cuántas comidas familiares, cuántas vacaciones nos han quedado pendientes. Te quiero.

jueves, 19 de mayo de 2022

Hablar de ti.

 Me cuesta hablar de ti. Nombrarte, que seas pasado, no usar el presente al referirme a ti. Me duele.

Me cuesta hablar del dolor, de la pena, de la tristeza, de todo lo que siento. Me resulta más cómodo expresarme a través de estas letras, decirlo alto y a la vez a todas las personas con las que lo quiero compartir o que me quieran escuchar, entender y abrazar aunque no digan nada. Pero es hacerlo de una vez. 

Me cuesta dar explicaciones, exprimirme por dentro, hurgar en las entrañas, en la arena seca de mis manos al sentir la muerte tan cercana, tan presente. 

Y lo he tenido que hacer. Hoy me enfrentado otra vez a ese sufrimiento. He dado ese paso, no por valentía, ni siquiera por necesidad, sino dentro de la terapia, por obligación. Cierto es que uno se libera al sacar de dentro tanta impotencia, tanto llanto encerrado, tantas lágrimas cobardes contenidas, que es sanador pero también te lleva al abismo, a un acantilado donde sólo ves rocas y no divisas mar, ni oleaje, donde la brisa te quema hasta cegarte. 

He hablado de ti. He vuelto a tomar consciencia de la cercanía de los tiempos. Todo parece tan lejano y, a la vez, tan inmediato. Tu muerte ha hecho casi olvidar el calvario del mes en el hospital, lo ha reubicado e, incluso, había desaparecido de la memoria. Parece que ocurrió hace años, y no hace 50 días que estabas en casa, esperando una visita, hablando conmigo por teléfono contándome cómo estaba mamá. Hoy no sería capaz ni de decirte cómo se siente, como su rostro se ha apagado, como se pierde su mirada, la ausencia en la que a veces se convierte. Repaso esas últimas veces que creía olvidadas, que han aumentado su distancia con tu adiós pero cuyas cicatrices aún siguen abiertas, sangrando y llenas de sal. Aquel 26 de marzo, aquella última vez, aquellos últimos besos recibidos. No hacía ni una semana que yo había salido del hospital. Todo parece tan alejado, casi olvidado hasta que lo verbalizo y lo siento presente, como si todavía estuviera pasando, como si no hubiera pasado. Hoy, por un momento, creí poder encontrarte por la calle paseando. No hay tristeza mayor que saber que no será así. 

Me cuesta hablar de ti y, sin embargo, lo hago. Hablo y te recuerdo. Tu simpatía, tus bromas y tus vicios y enfados. Tu cabezonería y tu generosidad. Nos veíamos menos de lo querido pero todo lo que pudimos. He dejado atrás la culpa o la sensación de no haber aprovechado el tiempo lo merecido. Hicimos lo que pudimos. Nos quisimos, te quiero y te añoro. Las primeras veces de todo aquello tan asociado a ti me lleva a primeras veces de tu feliz recuerdo: cuando compramos el vídeo, el Opel Corsa, las tardes en nuestras fincas de invierno y de verano, las partidas de carta (la escoba se me daba tan bien), aprender a jugar al 31 o al tute, el día que compramos la minicadena, el sabor de los triángulos de chocolate, aquella tarde subiendo por las máquinas y las obras del Arroyo Niebla, la entrada de Cáceres, la piscina del Santa Marta, las vaquillas de Mirabel o Serradilla, Madrid y Valmojado, Alcorcón y aquel concesionario, tu polvorienta pero ordenada casa y el olor a pescado del pijama de José, el viaje desde el aeropuerto, aquellos edificios gigantes en los que empezar el resto de tu vida... Tú, al fin y al cabo.

Me cuesta hablar de ti, por eso te escribo. Así lo hago todo de una vez, como esa tirita que tapa tus heridas y te desgarra la piel.

martes, 17 de mayo de 2022

Todavía

Esta tarde iremos a elegir la lápida para el nicho de mi padre. No sé me ocurre homenaje más atroz y doloroso. De todos esos trámites que tiene la larga despedida, nunca me puso a pensar en este momento. Todo lo que tenía que ver con el cementerio lo había olvidado, lo había ignorado, no sé si consciente o inconscientemente. Uno sabe de obligaciones que han de pasar, como las horas en el tanatorio, la misa, el pésame, llevar el peso de su cuerpo en el ataúd en tus manos, la herencia y preguntarte qué hacer con todas esas cosas que son suyas, que tienen su aroma, que te queman las manos y el recuerdo. Pero no cae en pequeños detalles como tener que elegir la lápida y las palabras perfectas cuando sólo existe silencio. 
¿Cómo elegir una frase que exprese todo lo que te queremos decir? No hay piedra ni verbo que aguante tanto amor, tanta tristeza, tanto cariño, tanta añoranza, tanto sufrimiento.

Esta tarde nos enfrentaremos a ese dolor, a ese paso más en una despedida que durará siempre. Lo haremos en familia, como a él le gustaba, notando aún más su ausencia. 

Yo, iluso, ignorante, confiado, pensaba que el paso de los días calmaría el dolor, lo haría más llevadero, sosegaría los sentimientos y la sensación de pérdida, pero no es así. Es más bien lo contrario. Los días pasan cada vez más lento y el recuerdo es más vivo. Quizá, precisamente, porque cada día es más recuerdo que presencia. Esta ese sentimiento indescriptible y agónico, estremecedor y abrasante, asfixiante como ceniza en la boca de creer en tu rutina que le vas a ver. Sucede, simplemente sucede. Por un momento, tu mente olvida la muerte y piensa en verle: sentado en un banco de los patos, en su sofá de casa, en una mesa de la isla, en la puerta del colegio, al bajar a la cochera, descubriendo concesionarios...

La cabeza te engaña y crees en un futuro pasado, en un pretérito presente por unos segundos que acaban como una caída al abismo, como la muerte en el fondo de un pozo. Despierta tu consciencia y recuerdas que no pasará. Y así, los días van siendo más largos y duros porque su ausencia es más duradera y real. No hay mañanas, tan sólo aquella última vez, aquella última noche.
Y cada noche se hace interminable. No hay sueño que calme mis desvelos, ni paz en mi almohada. Estás tú, como si fueras hoy, como si no hubieras muerto nunca, como cada día, como cada conversación, como cada enfado y cada discusión, como cada sonrisa y la angustia de saber que me despertaré y todo habrá pasado, todo se habrá ido y tu presencia se habrá esfumado y nunca volverá, más allá de este agónico recuerdo que es sólo eso: recuerdo. No habrá más besos, más te quieros, más tardes a la sombra con un pincho y un refresco. 

Pensé, iluso e ignorante, que el paso de los días calmaría el dolor, lo haría más llevadero, pero no es así. Cada día te echo un poco más de menos. Tu ausencia se ha vuelto rutina y me resulta difícil vivir con eso.

martes, 10 de mayo de 2022

40 años.

A mis 40 años y mis 400 canas,
He aprendido lo que es el amor
Y el dolor.
Lo que es la muerte y la ausencia
Tu ausencia.
Lo que son el miedo, la soledad, 
el silencio.

A mis 40 años y 400 canas
he probado el sabor
amargo y frío de las lágrimas
De las noches oscuras y largas,
de los sueños incumplidos, 
de la falta de sueño
de la falta de sueños.

A mis 40 años y 400 canas
añoro todo lo no vivido,
lo aplazado, 
lo olvidado.
Esquivo miradas y palabras,
busco tu hueco y tus andanzas.
Recuerdo anécdotas 
que no escuché, 
que contaste más de una vez
que crecían como la arena 
de tus relojes

A mis 40 años y 400 canas
veo la vida en cada paso
perdido.
En cada terraza, en cada columpio, 
en cada banco, en cada puerta y ventana
en el griterío de un patio.

A mis 40 años y 400 canas
Hago repaso de lo vivido
de lo aprendido, de lo pasado.
Un año deseando la muerte
Un mes maldiciéndola.
Una semana acostumbrándome a ella
Un día, maldito día, padeciéndola
sintiéndola..

A mis 40 años y 400 canas
resumo una vida entera solo
pero a tu lado.

lunes, 9 de mayo de 2022

Feliz cumpleaños, mamá.

Me cuesta hasta llamarte. Coger el teléfono para decir "Feliz cumpleaños, mamá". Quizá sea más apropiado un "felicidades", aunque no haya felicidad ni sonrisa, pero sí haya que celebrar la vida como quizá nunca supimos que había que hacerlo.

En tu rostro se nota el cansancio y el vacío, la pena y la ausencia, los recuerdos y la melancolía.

Tú, que estuviste tantas veces sola, tantos días esperando, tan acostumbrada a vivir en casa sin él, ya te habías hecho a su continua presencia, a su cabezonería, a las discusiones por tonterías. Fuiste siempre él. 

Para esperar, para caminar, para ir donde fuera (salvo a la compra). Tú vida era él. Sus rutinas, las que marcaban las tuyas. Sus viajes, los que movían los tuyos. Sus caprichos, lo que tu te contenías. Tú vida era él, las tardes en el sofá, lo mismo en la televisión cada día, el mando a su lado, un móvil que posiblemente no querías. 

¿Y ahora? ¿Qué hacer cuando no se espera, cuando el mundo por el que girabas se desvanece en cuestión de semanas? 

Me gustaría decirte que es el momento de vivir, de pensar en ti, de hacer los planes que él siempre te hacía, pero no. A ti siempre te gustó quedarte en casa. Todo lo demás duele porque siempre fue cosa de dos. Los domingos, las vacaciones, los parques. Todo fue siempre compartido. Los viajes, el hogar, sus destinos mudanza para tu nueva casa. 

¿Qué decirte, mamá? ¿Cómo felicitarte ante tanta tristeza, ante tal crueldad? Tu rostro refleja hoy un año más que pesa como cientos, como una losa que no sabemos si se quitará. Ya piensas en la misa del mes. Quizá eso es lo único que te queda como salvación y esperanza, como propio y exclusivo. Esa rutina dominical, esa fe que ahora tiene todo el sentido también en él. 

Su lado de la cama, vacío. Ya no habrá más ropa que escoger y colocar con mimo sobre la cama, sobre todo en los días especiales. Comidas sólo para dos, no tener que cocinar cuidando su dieta, pensando en su circulación, en sus dolencias, en sus piernas. Tanto cuidado para ahora ver la ausencia de su plato y su vaso sobre la mesa. El pastillero, tú siempre más atenta a sus pastillas y citas médicas. 

Feliz cumpleaños, mamá, aunque hoy no sea un día ni mucho menos feliz, aunque duelan más las llagas que sangran por las entrañas. Felicidades, mamá. Recuerda que un tiempo viviste sola, mirando el reloj, asomándote al balcón a ver si llegaba. Qué oscura es la noche cuando no hay espera ni esperanza.

viernes, 6 de mayo de 2022

No me acostumbro.

No me acostumbro. Hay días que todavía pienso en dejar el móvil encendido con sonido por si llaman de noche del hospital y Raúl no lo pudiera coger. No me acostumbro. Paseo por los patos y veo a hombres con bastón, chaleco y pelo canoso y pienso que eres tú. No me acostumbro. A veces olvido que estás muerto y pienso en ti todavía en esa cama de hospital, pensando en el momento de la visita de mamá. No me acostumbro.

No me acostumbro a recibir llamadas, mensajes, a hablar con la gente por la calle, que me pregunten qué tal, que me den el pésame. No me acostumbro. Aún huyo de todo eso, del bullicio, de las personas conocidas, de las miradas y las palabras. Algún día tendré que salir de aquí y afrontar la verdad pero no me acostumbro. 

No me acostumbro. No me acostumbro y pienso en mamá y en Carlos que estos días liberan la cabeza mientras ponen todo en orden pero a la vez todo lo que hace les recuerda que ya no estás porque tiene que ver con tu ausencia y lo que dejas. No me acostumbro. 

No me acostumbro a leer en el grupo lo que falta por hacer, a la palabra testamento o últimas voluntades, ni a lápida, nicho, herencia. No me acostumbro. Ayer soñé contigo, estabas vivo pero hablábamos de tu inminente muerte. Dolió como un corte en el pie que sangra a cada paso, como ese palpitar de mi cabeza, como pensar en visitar a mamá y que siga vacío tu sofá. No me acostumbro.

No me acostumbro a haber enterrado mis problemas bajo tu cuerpo, a esta sensación de tristeza y apatía, a ver la tele con la mirada perdida, a saber que no voy a encontrarme contigo en cualquier parte. 

No me acostumbro, papá. No me acostumbro.

 https://www.youtube.com/watch?v=iHH3GLsyQNM

martes, 3 de mayo de 2022

Adiós, papá.

 Tu mano fría, tus pies helados. Tu cuerpo extrañamente hinchado, tu cara tan extraña, tan diferente pero tan reconocible. Tu rostro no sé si tranquilo o agotado, sin miedo ya, esperando. Tu pelo corto, tus canas entre mis dedos, una incipiente barba que no crecerá más, los saltos de tu pecho, la luz llenando de ti la habitación, la ventana abierta como te gustaba para vencer el calor. 

Te has ido el día del trabajo, con tus manos obreras sintiendo la piel y el amor de quienes te quisimos y te queremos tanto, unas manos que no pudieron dar todos las caricias deseadas y que se desquitaron en estos últimos años a base de orgullo y pasión de abuelo. No habrá nadie como el abuelo Paco. 

Siento un dolor inmenso, una pena que no me abandona, un recuerdo eterno, la imagen de tu risa y mamá acariciándote para siempre. Siento incredulidad. Oigo cada llanto de estos días, también los silencios que atravesaban la sala como una daga, tengo en mis manos el tacto de tu ataúd, los últimos besos que te lanzamos, las flores que me traen tu aroma y tus colores, tu alegría. Quedan fuera dibujos y cartas, muchas palabras que susurrarte al oído mientras te quedas dormido. Queda fuera tu alianza y tu aliada, la ropa que te preparó mamá, como cada mañana. Te imagino con esa camisa azul y con la mejor de tus sonrisas.

Siento un dolor inmenso, una pena que no me abandona, un recuerdo eterno. También siento enfado e ira, y paz. Paz por saber que no hubo errores aunque no fuimos perfectos, que amamos como supimos y como pudimos, que no hay nada que no supieras pese a las muchas palabras no dichas. Siento enfado e ira por quienes niegan tu muerte, por quienes la convertirán en un número más, por quienes no pusieron los medios para evitar que te fueras, como si no importaras, como si fuera irremediable, quienes han banalizado la muerte, quienes la han puesto precio, engañándonos con una falsa normalidad que no me deja dormir ni soñar ¿Cuánto vale la vida de un hombre? Si sintieran una sola parte de lo que se siente, si vieran la sombra en la que se ha convertido mamá estos días, nuestros cuerpos secos y sin voz, sin fuerzas para mirar hacia el frente, pero con el arrojo que nos inculcaste para levantar tu cuerpo por una última vez y abrazarlo hasta tu fin, hasta ese hondo y oscuro destino que vimos sellado mientras nuestros dedos y piernas aún temblaban tras el último gesto inevitable y devastador, tu última imagen.

Pero siento paz, por el cariño y amor que recibiste los últimos días, por el recuerdo de bondad y humanidad que dejas en tantas personas

Siempre estarás en mi mente con esa risa a boca abierta y con tu camisa azul, abierta, dejando entrever tu pecho. 

Hubo cosas que dejé aplazadas. Siempre para la próxima vez. Esta tenía una fecha aún no fijada, la celebración de tu cumpleaños y el de mamá que este año no podía faltar. Y llego tarde, como tantas veces.

El regalo ha quedado para mamá, no sé cuándo se lo daré, no sé cuándo tendremos fuerzas para sentarnos y recordarte así, sin que el dolor nos quiebre, sin que la pena sea nuestra dueña. Pero tengo que expresar de ese regalo que ella aún no ha visto una pequeña parte para decirte adiós, papá. Te quiero. Nos vemos. Te veré cada día en todos los sitios.







Sólo un beso más.

Estoy deseando escribir, pero no me salen las letras. Siempre fuimos de pocas palabras para decirnos te quiero, hasta para darnos besos. Supongo que valían las miradas, tu cara de satisfacción o preocupación, tu sonrisa constante y tu luz en los ojos cuando la casa se inundaba de gritos, carreras y risas, de teatros improvisados, de dibujos y de mesa y mantel grande. Siempre sentí tu orgullo por ser quien fui aunque no fuera lo que querías que fuera. Soy tan cabezón como tú.

Ayer te acaricie por primera vez el pelo. Jamás te había acariciado el pelo, ni cogido de la mano, ni dado tantos besos en la mejilla ¡Qué absurdo!
Quizá no hiciera falta pero hoy me faltan. Me siento triste y vacío. Tengo la sensación de que en cualquier momento entrarás por la puerta quejándote de cómo te ha puesto la cabeza el primo José o contándonos a quien has visto, a alguien a quien probablemente no recuerdo y asentiré y charlaremos hasta que sueltes unos de tus chascarrillos. Duele pensar que no volverás, no me hago a la idea. He repasado cada una de las últimas veces que nos hemos visto y charlado en este mes, un temblor y mucha rabia recorren mi cuerpo ¿qué pude hacer mejor? ¿Podría haber vencido mi miedo, mi pavor por hablar por teléfono? Quizá quería negarlo todo, huir y no tener la sensación de nuestra última conversación. También la añoro.
Quedas un vacío enorme, también una enseñanza para vivir, de no aplazar el amor, de no quedarnos con las ganas ni la vergüenza o el pudor.
Dejas un vacío enorme que aún no somos conscientes de abordar. No imagino andar por los lugares compartidos, por nuestra finca de invierno a la que tenia vistas tu última habitación, al armario y tu ropa, los jerséis que te regalamos, aquellos pantalones de chándal, el butacón en el que sólo tú te sentabas, el orden de la cochera ¿Cómo entrar allí donde todo eras tú?

No puedo creer que seas tú quien esté ahí, que estés en esta sala sin hablar, que no vayamos a esperarte jamás de que subas de la cochera para comer, de que llegues de tu paseo, de jugar con Pablo, de no verte en la puerta del colegio esperando a Alejandro, de pedirle a Raúl que organice la próxima celebración, de insistirnos en que bajemos a la playa para que, sobre todo, Mario y Mateo monten en un coche y llevarnos a degustar el Bacalao al Puñetazo. No sé si te gustaba más el nombre o el sabor. Tus piernas ya descansan, ya no servirán más de caballo para tus jinetes.

Hoy hay una honda pena, un inmenso dolor pero quedas un recuerdo de sonrisas, alegrías y amor, también de discusiones porque nos parecemos tanto… En nuestra testarudez, en nuestro énfasis, en nuestros viajes, en una vida familiar pero también solitaria. Recuerdo el pasado: aquellos largos días de perejila, escoba y verano en el río, las cintas de 5 horas para ver Santa Bárbara, los sábados de corte de pelo y baños de dos en dos, los largos viajes en los que vomitábamos mamá, (la Lassie) y yo, las tardes de centro comercial, cartas y triángulos de chocolate, las comidas allá donde hubiera camiones o bajo un túnel repleto de anécdotas, tus charlas con quien fuera en la puerta del colegio, en el parque o donde cayera, los chiringuitos, las morcillas en el Pichi, aquella paella con bogavante y el chuletón de kilo, el día de tu jubilación, aquella sorpresa en El Parador, los partidos en la banda y tu cara de amor…

Nos queda el pasado pero no imagino el futuro sin ti, entrar en casa y que no estés, que no vaya a sonar tu llave abriendo la puerta, ni dos besos y una sonrisa, que no te voy a encontrar en La Coronación o el Sirimiri, que no te voy a ver paseando un martes por la Isla o por la plaza, ni vas a llevar a Pablo a los Patos, ni me romperé la cabeza para saber qué regalarte porque ya lo tienes todo, tus chismes, el móvil de última generación que nos muestra como un niño que ha comprado el mejor balón.

Cuánto duele, papá. Espero que tus últimos sueños no fueran de preocupación. Estoy bien, triste como no sabía que existía pero bien. Te quiero. Descansa.

domingo, 1 de mayo de 2022

Mi madre

 No va a ser un día feliz, por más que lo deseemos, por más fuerzas que gastemos al decirlo, por más que gritemos contra la ventana, abrazados a la desesperanza. 

No va a ser un día feliz. Será el primer domingo de mayo más duro que recordarás, por mucho que te llenemos de besos, por mucho que tus nietos y nietas te rodeen con sus brazos e inunden la casa de risas y juegos.

No va a ser un día feliz. Por más que lo intentemos, por más que queramos. No será feliz. Incluso aquello que creíamos que era infelicidad, felicitarte y tirarte besos desde el suelo hasta tu balcón, con tu sonrisa abierta tras dos meses de clandestinidad, fue felicidad absoluta con todo lo que sentimos hoy.

No va a ser un día feliz, por más que nos queramos, por más que nos amemos.

Tú, que siempre has esperado, con ese temblor tan tuyo, con esos nervios en tu rostro, con ese ¨pues este hombre lo que tarda hoy", hoy no esperas su llegada sino su marcha. Tú, que has pasado media vida sola, esperando pero sabiendo que iba a llegar, esperas hoy su muerte, su viaje definitivo. Qué difícil es entrar en casa cuando sabes que ya no hay a quien esperar, que no regresará jamás, que te han quitado la impaciencia y la esperanza, un dolor que nos desgarra porque el teléfono se vuelve enemigo, porque cuando suene puede ser el sonido del último latido, porque aunque sepas que no volverá a entrar por esa puerta, que no volverá a llamarte "niña", no quieres dejarle marchar. Aunque duela, consuela verle cada día 30 minutos y pensar que habrá un día más. 

No va a ser un día feliz. Y no recuerdo yo muchos días así. Quizá de miedo, quizá de preocupación, de zozobra. El terror de la muerte acechando nuestros cuerpos: el de Carlos en una madrugada lluviosa, el de Javi en una tarde de invierno, el mío incluso en vísperas del día del padre o encerrado en una planta de salud mental. Hemos sentido el miedo, lo hemos tocado pero siempre nos quedó la esperanza. Hoy no.

No va a ser un día feliz. Podría recordar cada día que nos has regalado tu mueca sonriente, tu tímida carcajada, tus cuidados, tu mimo, tu belleza tranquila, tu nervio en tus manos, tus ojos de madre, tus noches sin dormir, tu plato en la mesa, el agua para tus plantas, tu forma de reñir sin reñir, tu incapacidad para el enfado, tu voz por teléfono, tus quinientas pesetas de paga, tus recuerdos de cine y juventud, tus días de hospital junto a él, junto a nosotros. Pero no puedo. Hoy sólo puede recordar tu figura triste en casa, sentada, sola como tantas veces pero sabiendo que no hay a quien esperar, que no sonará la puerta, que no se volverá a sentar en su sofá, ni hablará de comprar un coche nuevo, ni conducirá hasta Punta Umbría o hasta el Olivar. 

No va a ser un día feliz. Nos queda el amor, el recuerdo, 30 minutos cada tarde pero nos han robado la esperanza y la espera. 

Te quiero, mamá.

viernes, 29 de abril de 2022

La espera

 El deseo de poder verte cada día,

aunque no haya abrazos ni caricias

aunque no haya besos ni palabras al oído.

El deseo de que no te vayas, de alargar tu marcha

todavía es pronto, no estoy preparado, para despedirte.

El deseo de que todo pase,

de que pase la agonía 

de que llegue la llamada 

definitiva

El final conocido, el final irremediable.

El deseo de seguir viéndote con vida

de notar latir tu corazón y tu osadía.

El deseo de que la luz se apague

Y no sufras más, y no se alargue esta angustia

Aunque me pasaría la vida entera

apoyado en el cristal

mirando cómo respiras.

Y contar, quizá, que hemos bajado al parque

Que Mateo reconoce tu coche

Que Mario ha vuelto a ganar en escalada

Que Candela baila en el Alkázar,

Que ya estoy bien, que vuelvo a trabajar

Que Patricia y yo planeamos nuestras bodas de plata.

Y que te tienes que despertar 

y llevarla del brazo a un nuevo altar

antes de que de te vayas.

jueves, 28 de abril de 2022

25 días.

 Repaso mi memoria, las horas lentas y el rápido pasar del tiempo. 25 días desde que una prueba pagada de tu bolsillo te diagnosticó una enfermedad que tratamos de evitar a toda costa, de la que intentamos protegernos y protegerte, de cumplir aislamientos y celebraciones en la distancia, de navidades por whatsapp y vídeollamadas. Qué absurdo todo y qué maravilloso este tiempo en el que estuviste aunque fuera lejos. 

2 años de pandemia, de miedos, de protecciones que iban por delante de la ley. Test privados pagados casi semanalmente, ante cualquier atisbo de contacto, ante la posibilidad de que hubiera entrado el virus en tu cuerpo, ante la inacción política que decidió mirar para otro lado y no gastar más en prevención, pruebas diagnóstico, personal médico, labor de rastreo y bajas laborales. "Gripalizar la COVID-19", decían. No saben del dolor que se siente, de la pena inmensa, de la tristeza, del miedo, del lento paso de los días, de lo rápido que un cuerpo se deteriora hasta simplemente tener que esperar la muerte. Más de 300 familias saben lo que es eso en este 2022. Gripalizar la COVID-19, una mentira disfrazada de libertad y recuperar una vida que ya es irrecuperable, una falsa dualidad entre normalidad o confinamiento, dejando a un lado cualquier otra medida preventiva y de freno a la propagación del virus que no sea la vacuna.

Me niego a pensar que serás un número, un dato, una cifra que aparezca la próxima semana o dentro de un mes acompañado de más números sin rostro, sin nombre, sin alma. Me niego a pensar que serás sólo un breve, una parte ínfima del telediario, un artículo sin firma ni dolor ni corazón,

Y no lo digo sólo por ti, lo llevo diciendo mucho tiempo, quizá por miedo, quizá por egoísmo, quizá porque sabía que no estábamos libre de que nos pudiera pasar, aunque no lo pudiera ni imaginar, quizá porque me sentía indefenso e impotente, rabioso y enfadado. Que no me venza el rencor y la venganza, que gane el amor: por ti, por este mundo que aún tiene cura y solución aunque cada vez parezca más difícil y lejana, aunque el odio y lo absurdo se apodere de las televisiones y las tertulias, aunque la degradación devore las instituciones como el virus se expande por tus pulmones. 

25 días. Hoy miro atrás y me arrepiento. Me arrepiento de haber dicho "mañana le llamo" cuando simplemente era un positivo. Me arrepiento de no haberte visto al entrar en el hospital por intentar mantener la calma, por huir del miedo, por escaparme del dolor. Me arrepiento de no haber cogido el teléfono y haber hablado contigo, aunque te recomendarán no contestar, de no haberte acompañado aquellas noches aunque mi vida también corriera cierto riesgo. Me arrepiento de no haberte visto más, de haber visto pasar el tiempo. Siento que nos ha faltado un último café, una última comida al lado de tu nieta y tus nietos, una última conversación sobre la subida de los precios. Me arrepiento tanto de "los tenemos que hacer. Buscamos una fecha y lo hacemos" en las conversaciones con Vicente sobre juntarnos las dos familias. Me arrepiento de todas las veces que me senté sin prácticamente hablar, de posponer sine die editar el vídeo de vuestro 50 aniversario, de los "ya lo haré" Me acuerdo de cada día, de tu cuerpo en el sofá, de la televisión encendida, de tus sueños por tener una pequeña parcela, un lugar que compartir, de las últimas vacaciones en Punta Umbría, de tus últimos mensajes, de tu huella imborrable en las redes, de un perfil que no se extingue con tus últimos soplos de vida. 

Me acuerdo de cada parte de ti, de estos 25 días que han pasado tan lento y en los que todo ha sido tan rápido. Del día de Reyes, de otras malditas navidades en la distancia, del cumpleaños de Mario y tu sonrisa, de tu forma de hablar, de contarme que habías visto al padre de Cobos, a cualquier familiar de un viejo amigo que se acuerda de mí, que te preguntaba. Te imagino sufriendo todo lo que os he hecho sufrir en este último y maldito año. 

25 días. Sin llamarte, sin hablarte, sin que prácticamente nos pudieras ver. Sin poder tocarte ¿por qué no te habré abrazado y besado más?

Sólo pienso en pequeñas cosas. En esas pequeñas cosas que hacían tu vida, tu día a día, que significaban tanto por minúsculas que fueran. Los kilómetros que hacías, los paseos que aguantabas, tu forma de contarlo, tu fuerza sobre la bici. Me acuerdo de aquella vieja bici verde de carreras, de la vespa, del Opel Corsa, de un día en las obras del Arroyo Niebla. Me acuerdo de tu cara de miedo y dolor. De tía Lorenza, de tío Valerio, de tía Julia. Y, ahora, tú. Me acuerdo de pequeñas cosas. De Santa Bárbara, de tú cortándonos el pelo un sábado por la mañana frente al televisor, de las partidas en el Candeleda, de tu afán por mantener ordenada la cochera, de tus maldiciones, de tu cuidadoso detalle y limpieza en cualquiera de los coches. Me acuerdo de aquel día que decidiste no esperar más y bajar a Mérida para recuperar a Carlos para siempre. Cuánto dolor y cuánto valor. Cuán agradecido estamos por ese día, cuánto ha mejorado nuestra vida en familia. Cuánto amor en esos gestos aparentemente enfadados, en cada discusión. Aquel día de Reyes que saliste de casa y no supimos dónde estuviste hasta horas después. Tus amagos, tus enfados, tu ira tan parecida a la mía. Tu mirada tan pura y honesta, tan brillante cuando nos juntábamos en familia, cuando llegaban tus nietos y nietas. 

Me acuerdo de aquellas comidas bajo los puentes que tú construías. El amor y la amistad de Juan Emilio, de Mariano, de las mujeres que trabajaron contigo y que siempre hablaban bien de ti, con una sonrisa en la boca. De las madres y los padres, de los abuelos con los que compartías charla en la puerta del colegio, esperando, con el coche aparcado, ese coche en el que siempre querían montar. Era como otro hogar. 

Me acuerdo de las pequeñas cosas, Pequeñas cosas que van a dolor ¿qué valor tienen ahora todos esos objetos que cuidabas con tanto mimo, que colocabas minuciosamente? ¿Qué vamos a hacer con todo eso quera tan tuyo, tan parte de ti? ¿Cómo va a ser que vaya a casa y ya nunca más estés? ¿Cómo va a ser posible que tu panza, tu bastón y tu cara alegre no vuelva a esperar la salida de sus nietos del colegio? ¿Quién va a sacar el coche-car a Pablo y Mateo?

25 días. 25 largos días. Sólo 25 días han pasado. Joder, papá, no me lo puedo creer. Mira que amenazaste muchas veces en esos golpes de rabia tan tuyos, tan mío, con irte de casa, por creerte inútil, incomprendido, porque no te hacíamos caso o pensábamos diferente, como aquel duro día en el que hablamos sobre la compra del apartamento en Punta Umbría. Mira que amenazaste y ahora te vas sin poder decirnos nada, sin poder despedirte, de la forma que menos querrías, que menos hubieras pensado ¿cómo íbamos a pensar esto hacen tan sólo 25 días, en estos largos 25 días?

¿Cuántas lágrimas caben para llorar todo lo que nos quedó, todos los mañana, todos los planes que creímos que podían esperar? 

¡Cuánto tiempo perdido pensando en futuro! Quizá nos bastara sólo un día más. Sólo un día. Volver a aquel 25 de marzo o la semana después y aprovecharte. 

https://www.youtube.com/watch?v=6KcNPGRrURU


miércoles, 27 de abril de 2022

Despedida.

 Odio el olor de las flores, el suave mecer de las ramos con el viento. Odio este sol cálido de verano, la sombra de la paz de las nubes, el trasiego tranquilo de coches, las charlas en la esquina, los gritos en la puerta del colegio, esas caras felices. Odio el teléfono, los mensajes, las llamadas, odio este dolor, llorarte cuando aún no te has ido. Odio que todo siga igual, que nada cambie, que el mundo camine impertérrito, inalterable. Te mueres y todo sigue igual. El mundo se detiene de golpe, no tengo percepción del tiempo, no he sabido reaccionar, he tardado en romper a llorar. Odio llorarte cuando aún no te has ido. Odio todas las veces que no te escuché, que no hablamos. Odio esa sensación de incomodidad y preocupación que no supe romper, no poderte decir que estoy bien. La ciudad pasea ajena a todo. 

Recuerdo el último beso que nos dimos. Si hubiéramos sabido que era el último beso. Todavía te veo alejarte hacia el coche en la plaza de Céntrica. Todavía recuerdo los mensajes que parecían poco importantes, poco graves. Aquella noche de jueves y mi rabia. Aquella tarde de sábado y tu miedo en los ojos. Tus ojos, esos ojos pavorosos. Y no ser capaz de decir nada, de decirte nada. Todavía recuerdo cuanta paz había en tu cuerpo tranquilo mientras, sin saberlo, esperaba la muerte que aún esperas. Te pusieron globos para felicitarte por tu cumpleaños. No queríamos que fuera el último. No me negaba a pensar que fuera el último, que no hubiera después un día en el que saliéramos a celebrarlo, a celebrar la vida, a disfrutar de tu gran familia, de tus nietos y nietas. Ver esa sonrisa y carcajada que te salía con sus travesuras en tu cara despoblada. Tus esfuerzos porque siguieran subiendo a tu maltrecha y dolorida pierna. 

Qué decirte, papá. Todo ha pasado tan rápido y a la vez tan lento. Tan imprevisible. Tan difícil. Tan esperanzador y a la vez tan doloroso y desesperante. No lo veía venir. Esperaba el mensaje de Raúl como una rutina, su voz triste y resignada, apesadumbrada, diciendo que todo seguía igual, que no mejorabas, que no pasaba nada, que era sinónimo de que, al menos, algo seguía pasando. Hoy creía que sería un día más de esos, aunque el miedo nos atenace al escuchar el teléfono, al ver el audio de whatsapp. Mientras Raúl sufría escuchando las noticias, sacaba fuerzas para contárselas a mamá y trasmitírnoslas a nosotros, lo nuestra era impaciencia pero también terror y rutina. No lo veía venir, no esperaba que hoy llegara una noticia tan funesta. Esperaba que fuera un día más, otro que tachar del calendario, un día más de vida y no uno menos. 

Qué decirte, papá. Ojalá pudiéramos tener una última charla en tu sofá, ver Pasapalabra o las telenovelas, cambiar rápidamente el informativo de A3, hablar del coche, del último rozón que le hiciste, de no dar parte al seguro, de que has estado colocando la cochera. De esas conversaciones aparentemente intrascendentes y que hoy dejan un silencio y un vacío insoportable. Ojalá pudiera besarte y decirte que vamos a estar bien, que todo va a ir bien, que me encuentro bien y que te quiero.

Te siento tan frágil, tan lejos y a la vez tan cerca. No nos hemos dicho muchas veces te quiero. Hay veces que las palabras no son necesarias para decir lo obvio, aunque te arrepientas de no haberlas pronunciado. No sé qué cambiar del pasado, habría tanto.  Ojalá me escuches en sueños o tus últimos pensamientos sean generosos y sinceros. Hay mucha gente fuera que te quiere, a la que has dejado huella, que no te olvida, a la que le duele tus últimos latidos, tus últimos soplos. 

Qué decirte, papá. No estoy preparado para despedirme, para todas las despedidas que nos quedan. No estoy preparado para volver a entrar en casa, ni en esa cochera que cuidabas al detalle, ni el piso de Punta Umbría, ni en cada espacio que compartimos, esos lugares en los que sigue tu sombra sentada al fresco. ¿Cuántas despedidas nos queda si todavía no nos hemos despedido?

Te quiero, papá. Siento no haberlo dicho más o si no lo demostré lo suficiente. Te quiero, papá. 


sábado, 23 de abril de 2022

El Mundial 82.

 Hoy pasado por el Mundial 82. 

¿Te acuerdas? Aquel era el campo grande, el de los grandes partidos, el que hacía los sábados aún más diferentes. Te he recordado ahí en la banda, cuando todavía no había gradas, junto al padre de Quique y Luismi, viéndonos jugar. Tú, que hasta hacía poco te enfadas porque siempre estaba viendo fútbol en la tele, que aborrecías el balompié, que nunca habías mostrado ningún interés, no te perdías ningún partido.

Por temprano que fuera, por lejos que estuviera, ahí estábamos los dos montados en el Renault 19 Chamade para ir al campo de fútbol: yo, a jugar. Tú, a mirar con una sonrisa siempre en la cara. 

Hoy, aquel campo de fútbol de enormes dimensiones, donde a veces no había agua caliente en las duchas, donde llené mis medias y espinilleras de barro, donde charlabas mientras jugaba, es un escombro más de Plasencia. Un campo descuidado donde crecen malas hierbas y se acumulan mugre y desperdicios en el graderío techado del que tanto presumieron a construir. O el césped que fue fruto de la gestión de un club. Hoy, es una instalación más abandonada por federación y ayuntamiento. Con lo que ese campo fue, con lo que vivimos tú y yo ahí. Lo veo, tan cerca del hospital, y pienso en ti. Todo me recuerda a ti. Es inevitable.

Una foto de Facebook celebrando el día del padre o tu cumpleaños, no sé muy bien; tu cara junto a la de Mateo en un festejo familiar en el Dulce Chacón; la plaza y una comida familiar de esas de las que tanto disfrutabas, esos días en los que presumías de una familia unida, aunque tengamos nuestras diferencias; tú y mamá con lágrimas en los ojos viendo a tus nietos y nietas escenificar vuestro primer encuentro y vuestra boda 50 años después; las terrazas del Sirimiri donde aún no tengo ganas ni fuerzas para sentarme y ver a Candela, Mario y Mateo jugar mientras esperamos el refresco y la tapa que tardan en servir... Todo me recuerda a ti. No sales de mi cabeza. Me apetece volverte a ver, aunque deteste la idea de verte ahí dormido, sin poder hablar, sin poder contarme lo que has visto en las noticias, aunque no case totalmente con la realidad. Queda tan vacío el butacón del salón sin ti en él. Ahí tanto vacío en todo lo que veo. Hoy me he acordado de ti, de lo orgulloso que venías de tu nieto porque había metido un gol en el primer partido de balonmano que le veías. Hoy ha sido el capitán. Te hubiera encantado verlo, tan feliz, tan pequeño, tan grande. Quedaba un hueco para ti a nuestro lado. Había tanto silencio alrededor. 

No sé cómo animar a mamá, si no yo tengo ánimo para nada. Parecerá una bobada, pero echa de menos las discusiones, tu erre que erre, tus enfados con Carlos, tus ratos en la cochera, tu inquietud por moverlo todo, tu interés por un coche nuevo ¿te acuerdas que nos tocó lo echado en el sorteo del Padre de la lotería? El otro día lo fui a cobrar, como un pedacito más de ti que se me escurre por los dedos.

Se hace eterna la espera. Siento que llegas tarde, como aquella noche que venías de Puigcerdá, cuando aún no había móviles, ni autovías y cada minuto era una agonía. Como cada vez que esperábamos en la calle San Antonio a oír el motor del coche, a que lo reconociera la Lassie. Ojalá fuera como entonces y aparecieras nada más salir al balcón a mirar cuando mamá se impacientaba.

Hoy he pasado por el Mundial 82, ¿te acuerdas de aquel partido de liga contra San Calixto? Si hubiera  metido aquel gol, si el pie de Gabi no se hubiera puesto en el camino ¡Cómo se iluminaba tu cara cuando me veías jugar! ¡Cuánta luz falta! Ojalá pronto salga el sol. 

jueves, 21 de abril de 2022

Corrupción

 ¿Cómo frenar a la extrema derecha? Es una de las preguntas del momento. Cómo frenar el auge de programas y de una sociedad que abraza mensajes contrarios a la inmigración, la libertad sexual, la igualdad de sexos, la distinción de la violencia de género y machista como una realidad palpable y cuantificable o contra la distintas creencias religiosas.

¿Cómo frenar a la extrema derecha? El primer paso para frenar a la extrema derecha y que no calen falsas soluciones de argumentario simplista e irreal está en construir un estado democrático mínimamente decente, justo y transparente. Y no lo tenemos.

La corrupción es una parte indisociable ahora mismo de nuestra actualidad. De nuestra política, de muchas organizaciones, de la sociedad en su conjunto. Lo vemos cada día en las noticias con diferentes informaciones en ámbitos, a priori, alejados entre sí. Y la corrupción institucional y política se alimenta y sobrevive de una sociedad corrompible. Para alcanzar una sociedad corrompible se necesita crear un estado de impunidad, desigualdad y precariedad, y los tres condicionantes se dan o parecen darse en España.

La impunidad es la primera de las patas en las que se apoya la corrupción y la sociedad corrompible. Tener la creencia (y la certeza) de que los posibles perjuicios van a ser mucho menores que los beneficios a conseguir. Y no sólo eso, tener la creencia (y la certeza) de que el riesgo de sufrir esos perjuicios es ínfimo, y cuando más cerca estés del poder, menor será el riesgo. 

Socialmente tenemos asumido que es más fácil recibir una multa o una sanción por una pequeña trampa, que se persigue con más recursos (así lo dicen los datos de Hacienda) los pequeños delitos que los grandes fraudes. Esto lleva a una situación que seguramente les sea familiar: una gran explosión de indignación al conocer los grandes casos de corrupción, pero efímera y una actitud, a la larga, más de envidia que de rechazo hacia la corrupción y los casos de trato de favor. O lo que es lo mismo, primar las relaciones de poder sobre el trabajo bien y legalmente hecho. Al mismo tiempo que denostamos comportamientos, no es extraño aceptar según qué cosas para estar cerca del poder, para algún día ser parte de esos beneficios, ser la persona que se aprovecha de la situación mirando para otro lado. 

Así se mantiene la corrupción, con una sociedad corrompible que toma esta vía sabiendo de la impunidad existente y de las dificultades de crecer (económica y laboralmente) desde un comportamiento más honesto. 

Honestidad. Qué fácil es hablar de honestidad y valores, de integridad desde un texto, desde un púlpito o desde la falta de problemas. Ahí llegan las otras dos patas del banco: desigualdad y precariedad. Creo que todo el mundo sabe qué cosas ha tenido que callar o podría haber callado para tener ciertos beneficios o, al menos, no tener problemas. Pero no todo el mundo tiene las mismas posibilidades para elegir los problemas. Desigualdad. Relaciones de poder, de sumisión impuesta e inevitable. Y precariedad. Trabajos precarios, salarios bajos, puestos laborales inestables. La dificultad e imposibilidad de seguir tus valores, de mantener la integridad y la honestidad ante la desigualdad frente a quien te plantea el conflicto, la contradicción interna, y la precariedad en la que vives que te arrincona y te deja sin más opciones que mirar para otro lado. 

También existe avaricia en muchos casos, pero esa va más relacionada con la impunidad de un país en el que cada día vivimos una tormenta de noticias corruptas, de grandes cantidades de dinero poco transparentes o logrados por trato de favor sin que haya unas consecuencias palpables, tangibles, evidentes. Sólo pagan unas pocas personas. Y siempre hay un vídeo de cremas preparado para quien entorpece el sistema de corrupción, de impunidad, desigualdad y precariedad que mantiene y aviva una sociedad corrompible que asegura el mantenimiento de un poder corrupto y corrompido.

Y mientras el poder sea corrupto y la sociedad sea corrompible y trata de sobrevivir en base a sus intereses particulares, renunciando a valores y honestidad, crecerán y calarán los mensajes de odio y de extrema derecha. 

lunes, 18 de abril de 2022

Sentado en un banco

 Me he sentado en un banco, a la sombra, a respirar, a esperar, a esperarte.

Te veo llegando con tu bastón, algo asfixiado, con una sonrisa en la boca, secándote con un pañuelo de tela el sudor de tu frente. 

Hablaríamos poco, vaguedades sobre cómo ha cambiado el tiempo, como hemos pasado del granizo al calor, maldecirías al PP, hablarías de la última ocurrencia de Pablo, con esa cara tuya de preocupación que te he instalado desde hace un año, que creció hace un mes. Te ofrecerías a llevarme, a ir al colegio a por Candela, Mario y Mateo. Charlaríamos de Mateo, de su espontaneidad y locura, de esa cabezonería tan tuya, tan nuestra. 

Te he creído muerto y he sentido tu recuperación. He tenido miedo y una cierta paz, he odiado la esperanza por temor a que no se cumpliera, te recuerdo a cada instante tras el cristal, luchando tan calmado. En la puerta del quirófano, con los ojos helados.

Cada hombre que veo en la calle me recuerda a ti. Paseando por la Isla, por los Patos, sentado como yo ahora en un banco. Tu pelo ya canoso, tu barba bien afeitada. Recuerdo cuando aún estaba poblada y llevabas a Patricia de tu brazo hacia nuestro altar. Esa es la imagen en la que más te recuerdo. Ese halo de felicidad, el verdor a tu alrededor, el ruido del río, Patricia blanca y harmoniosa, más que una nuera, una vida entera detenida en ese justo instante.

No soporto el silencio. La oscuridad que se cierne en casa, el rostro sin sonrisa de mamá, la tele apagada. No soy capaz de ver Pasapalabra o Saber y Ganar. 

¿Quién me va a hablar de los magníficos? ¿Quién va a llenar de palabras el vacío de los paneles? ¿Cuándo vas a volver?

No sé ni llorar. He olvidado cómo se hace. Tengo un nudo que me lo impide. Me gustaría abrazarte, no he sido lo suficientemente hombre para hacerlo más veces, para darte besos de verdad y no esos que caen casi por inercia. 

¿Cuándo vas a despertar? Te queda tanto por celebrar. Odio los motivos que nos dimos y que parecían insalvables hace un año ¿qué hay más importante que celebrar el amor, la familia y el seguir vivo, por muchos achaques que nos atormenten y persigan?

Te estamos esperando, papá.

viernes, 15 de abril de 2022

77

Quisiera creer en tu Dios

Pedirle clemencia 

O explicaciones.

Quisiera creer que todo depende de Él 

De un ser superior y justo 

De una divinidad que decidirá tu futuro 

Y no tu final.

Quisiera creer que la vida está en sus manos

En su misericordia, en su poder y decisión 

Que hay alguien a quien rezar

Que escuche nuestras súplicas, tu corazón 

Nuestros ruegos y razones.

Hoy quisiera creer en tu Dios

Aunque fuera para negarle 

Para odiarle durante unos instantes

Para arrojar toda la ira y la incomprensión 

Todo el dolor y el llanto, 

Todo el amor contenido, detenido 

Helado.

Quisiera creer pero no creo

Creo en ti, en tu fuerza, en tu insistencia 

En tu cuerpo tendido, dormido, calmado

Con esa apariencia de paz 

Que hay detrás de tu guerra.


lunes, 11 de abril de 2022

Pandemia.

 Pasear por el hospital, escuchar sus silencios, ver las caras pálidas, el terror, el miedo, la impaciencia, la impotencia. El gesto intranquilo, las manos que tiemblan, miradas perdidas, un ruido continuo que lo hace todo más molesto, una luz tenue y difusa, como el preludio de malas noticias, de una espera inacabable. 

El rostro del personal médico, su gesto pausado, su voz firme y amable, elegir las palabras exactas.

El miedo a que suene el teléfono. La esperanza de una llamada, la desesperación si se produce. Su cara de miedo, blanco, buscándonos con los ojos. Ese brillo de pavor. Los besos al aire. El silencio que se produce instantes después. Suspirar, caminar a ninguna parte. Tanto dolor. El odio que se apodera de ti. La impotencia, la culpa, la ira. Tanto dolor encerrado en un edificio, invisible a los ojos del mundo, olvidado ya, una rutina que pasa inadvertida, silenciada. La sonrisa que aparece tras la mascarilla. La lágrima que se contiene en compañía de muchas soledades.

viernes, 8 de abril de 2022

 Nunca me sentí tan inútil como ayer, tan impotente, tan frágil y vulnerable, tan incapaz. 

martes, 5 de abril de 2022

Odio.

A veces me siento solo. 

A veces me siento estúpido.

A veces me siento apartado.

A veces odio este mundo que se empeña en odiarse.

Odio la ira, la envidia, el egoísmo, la mentira, la hipocresía, los prejuicios, el racismo y el machismo, la xenofobia y la transfobia. Odio tanto odio, la falta de escucha, de empatía, el exceso de verbo, la ausencia de silencios, de abrazos, de miradas. Odio la soberbia, el paternalismo, la condescendencia, el insulto, la guerra, la injusticia. Odio la intolerancia, las presiones, los acosos. Odio las prisas, olvidar la vida, la avaricia.

Odio odiar tanto.

viernes, 1 de abril de 2022

Futuro incierto.

 No sé explicar lo que siento. Siento miedo, siento dudas, siento inseguridad, me siento como siempre pero a la vez me siento contenido por todos los otros sentimientos. Me siento cobarde, dubitativo, impaciente, con la necesidad de que otras personas den un paso por mí, con la urgencia de respuestas y avances, con un temor horrible a dar esos pasos. Tengo que pedir la discapacidad, no sé que va a suponer eso, no sé qué vendrá ahora, no sé cómo será la conversación con la empresa, no sé qué ocurrirá en la cita con la inspección médica, me bloqueo a la hora de pensar, de escribir lo que pienso. Quiero que todo sea normal, volver a trabajar, coger el coche e ir a dónde sea, no tener miedo cuando me despierto de golpe por la noche, poder llorar, abrazar a Patricia, no sentirme un estorbo, cansado y apagado. Que no me duela la cabeza, que no me maree, que cualquier cosa que me pase no la asocie a algo que hace 14 días no sabía que tenía. 

"Las personas con epilepsia son más propensas a tener problemas psicológicos, especialmente depresión, ansiedad y pensamientos y conductas suicidas. Los problemas pueden ser el resultado de dificultades para lidiar con la afección y de los efectos secundarios de los medicamentos, pero incluso las personas con epilepsia bien controlada tienen un mayor riesgo".

No sé si es motivo de consuelo o de preocupación, quizá, como me han dicho, la medicación para la epilepsia también ayude a solucionar o minimizar los otros problemas. De momento, la ansiedad ha crecido y hay días muy oscuros, de tanta oscuridad que prefería un desenlace fatal el día de la crisis. Sé que no es un pensamiento real, que no es un deseo, que es más bien un mecanismo de escape, la fórmula que tengo para dejar de pensar lo que pienso y me deje de afectar. La pena para paliar este inevitable miedo que tenemos y que me atenaza e inmoviliza. A veces, sólo quiero que mi cabeza deje de pensar, tan sólo eso, que pare. 

También odio no poder conducir. No poder ir a recoger a Candela, Mario y Mateo, ni llevarlos a baile o escalada, ni planear una escapada o hacer una propuesta que sea para mí en solitario, tener que depender de alguien en una región en la que las comunicaciones públicas son un desastre. Si quiero ir a Cáceres para mi revisión el miércoles, que es a las 9.40hs, yendo en tren necesitaría hacer noche allí y comer allí. Dos trenes de ida y dos trenes de vuelta, en un recorrido tan común como el que une Plasencia y Cáceres. En autobús hay más opciones, pero bastante caro y también me obliga a hacer noche en Cáceres.

¿Es o no para estar enfadado con cómo han gestionado y gestionan esta región?

jueves, 24 de marzo de 2022

Epilepsia.

 Sufro epilepsia y no sé ni qué pensar.

Sufro epilepsia. Es una enfermedad que me ha acompañado sin saberlo y que tendré hasta el final. Una pastilla más que tomar, esta será para siempre.

Epilepsia. Uno no tiene un juicio previo sobre personas con epilepsia. No se habla de epilepsia, no se ve, fingimos no convivir. Si acaso algún ataque visto en la ficción, las crisis dramatizadas pero tan poco explicadas.

A mí me di una crisis hace una semana. 20 minutos inconsciente, dolores que aún no se han ido. Y los temores, hechos realidad. Ahora, medicación y pausa para que no vuelva a pasar. Un año libre de crisis para poder conducir. El no conducir es como si me cercenaran parte del cuerpo. La conducción siempre me dio independencia, muchas veces me ha servido para desconectar. Soy un copiloto horrible. Conducir, saber que no dependes de nada y nadie para ponerte en cualquier lugar. Recorrer campos de fútbol de toda España al volante. Elegir las vacaciones. Ir al colegio, decidir dónde comprar, cualquier desplazamiento corto en una sociedad y ciudad hechas para conducir, con zonas residenciales a las afueras sin los servicios prometidos. Una región en la que los transportes públicos no son una alternativa real para poder cumplir horarios y conciliar. 

El trabajo. Estaba pensando en volver. Estaba dando los pasos para poder regresar. Cogiendo ánimo, fuerza, ideas, aire. Soltando lastre. Y ahora ¿qué? Todo se para, todo cambia aunque parezca lo mismo. No sé cómo podré adaptar el trabajo que estaba haciendo para volver a la nueva realidad, a la futura y crónica realidad. Hoy me siento absurdo. En mis preocupaciones pasadas, en mis planes futuros, en los libros que estudio ante las puertas que se cerrarán.

No me asusta la palabra discapacidad, tampoco temo la epilepsia una vez que todo ha sido rápido y me empiezo a tratar (a ver cómo responde mi cuerpo, ojalá no vuelva a pasar y, si pasa, que no me pille solo e indefenso). No es miedo lo que siento ya, no sé si es cierta compasión inadmisible, pena, rabia, estas ganas e imposibilidad de llorar, estos nervios, esta ansiedad, esta tristeza y gesto serio, esta incapacidad de verbalizar, de saber lo que siento, la incertidumbre y la duda, la confusión y este ambiente helado, el no saber qué hacer ni tener el control y que tu vida se esconda tras una etiqueta que no sabes quitar ni cómo te afectará.

Sólo sé que esto no se cura. Empecemos a caminar.

lunes, 21 de marzo de 2022

Miedo.

 He sufrido un ataque epiléptico. He estado unos 10 minutos inconsciente. No recuerdo nada. Vagamente recuerdo estar mirando el móvil y no sé si fue ese momento u otro anterior. Lo último que recuerdo con nitidez es estar tomando el café mientras Candela se comía un Huesito e ir a llevar la taza y el plástico de mi croissant a la basura. De ahí, a despertarme de golpe en la habitación de Candela mientras los 4 hombres del 112 me quitaban la ropa porque me había meado encima. Recuerdo la figura de Mamen al fondo, intentando tranquilizarme, diciendo lo que me había pasado. La cara de Candela, nerviosa, casi llorando, intentando sonreír cuando me sacaban por la puerta para llevarme al hospital, la cara de preocupación de Patricia, casi blanca. Nada de lo que ocurrió en esos 10 minutos. 

Estoy bien. Tengo un golpe en la cabeza que me duele pero no ha provocado mayor daño que un moratón que se extiende por el ojo. Todavía me duelen algo las piernas y me siento confuso, como aturdido, pero más por el miedo y la desconfianza que por los efectos de la epilepsia. No sé en qué pensar. No sé cuál va a ser el futuro inmediato ni el futuro a medio plazo. Ya estaba haciendo planes. Ya estábamos trabajando en volver a currar, ya estábamos viendo los caminos que podíamos andar y ahora me siento inútil, tembloroso, miedoso. No puedo conducir, lo que limita buena parte de mi forma diaria de actuar. No puedo llevar a Candela, Mario y Mateo al colegio, ni a balonmano, ni a escalada, ni a baile. No podría ir a Mérida a trabajar o conducir para hacer partidos. No hasta que no tenga un resultado definitivo de las pruebas que me tienen que hacer. No hasta que sepamos si ha sido un episodio puntual o si se puede volver a repetir. Y eso me angustia. Tanto el no poder hacer como el no saber si va a volver a ocurrir. Y los "y si...". Y si me hubiera dado por la mañana, y si me hubiera dado 10 minutos después llevando a Candela en coche al cumpleaños de Paula, y si me hubiera dado cualquier otra tarde que no está Patricia y estoy yo con la tropa en casa. Y si me hubiera golpeado más abajo o más a la izquierda...

Estor nervioso, muy ansioso, con muchas ganas de llorar, muy confuso, desorientado, sin saber qué hacer, sin querer hacer, sin poder estarme quieto. Quiero llorar y gritar. Ojalá todo sea rápido y sepa pronto. Ojalá retomar mis planes, mis ganas, mis ilusiones. Ojalá no me doliera tanto la cabeza.

jueves, 17 de marzo de 2022

El mundo que nos espera.

La ultraderecha ganará las elecciones en 2023. Es mi predicción. Feijoó será presidente del gobierno, muy posiblemente, en un gobierno de coalición con Vox. La única forma que el PP tiene de volver a la Moncloa, muy alejado de la mayoría que en su día construyó con partido independentistas o que le permitió aprobar los presupuestos de 2018 días antes de la moción de censura, es con VOX.

La crisis de 2008, la falta de empleo estable, la pandemia, las consecuencias de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la acumulación de problemas y la ausencia de soluciones está sembrando el camino para esa victoria, por esa mayoría absoluta. La desaparición de C´s tras la eclosión de VOX en 2019 era necesaria para creer en obtener el número de escaños suficientes y esa ecuación se ha resuelto de forma veloz, como se ha comprobado en Madrid y Castilla y León con los adelantos electorales. Vox ha sustituido a C´s, que empezó como partido centrista, tuvo la oportunidad de ofrecer un pacto de gobierno en 2019 a Sánchez pero se estrelló y se vio devorado por el partido de Abascal. Y aunque algunos nunca creímos en aquella apariencia de moderación de C´s, aunque uno aprecie algunos de los gestos de la dirección nacional de Arrimadas por volver a esa senda, aunque uno tenga en alta estima a gente que milita o formó parte de aquella idea, C´s es un partido desdibujado que se pierde en medio de un mensaje vacío y confuso que pierde trascendencia en favor de un partido que no esconde su forma de ser por mucho que haga rodeos en el lenguaje para evitar sobrevivir en la legalidad.

Pero ¿Por qué va a pasar? Fácil. El actual gobierno, en una situación de tremenda complejidad, eso no se puede negar, teniendo que hacer frente a una pandemia mundial y ahora a las consecuencias de una guerra a las puertas de Europa que encarece la vida y amenaza con problemas de abastecimiento, el actual gobierno no ha dado soluciones a los problemas cotidianos, por muy plausibles que sean algunas de sus medidas.

La subida del SMI de este último año se va llenando una vez el depósito del coche, lo mismo la subida salarial o de las pensiones, la reforma laboral ha sido consensuada y recupera derechos pero también deja la sensación de que no se hizo todo lo prometido, el precio de la vivienda sigue sin abordarse de forma tajante y clara, la luz o bate récords o se estabiliza en un precio 15 veces superior a los de hace un año, sigue habiendo un gran problema para el acceso a la vivienda pero, sobre todo, la España Vaciada sigue vacía y sin esperanza: sin comunicaciones, con deficiencia en su servicio sanitario, cerrando centros de salud o escolares, viendo como se esfuman las entidades bancarias que presumen de beneficios récord y, encima, con una intención de peaje en las autovías que agravaría aún más los problemas de aislamiento y que incidiría en una política de concentración población y vaciado de municipios (los parabienes que se lleva la unión de Don Benito y Villanueva explican a las claras como se premia a la concentración de la población y, por tanto, se penaliza a la dispersión y así se llegá a la despoblación y al vacío de nuestros pueblos y las zonas rurales). 

Y, en verdad, creo que este último punto va a ser el más significativo, el más determinante. Todo lo anterior puede ser excusado, explicado o asumido por los ideales, por la fidelidad, porque se han hecho avances aunque sean insuficientes (recordad: recuperar derechos es muy difícil), por los datos del paro (si la guerra no crea un destrozo insalvable), por los ERTES (por el IMV no, porque ha sido propaganda insuficiente), por políticas sociales que han podido mejorar o sobrellevar nuestras vidas pese a la tormenta. Con eso, igual, puede tragar parte del electorado. Pero con ver un futuro vacío de empleo y de gente, no. No, porque el 15M hablaba también de eso, de derechos, de construir en pequeñas asambleas, de consensos, de descentralizar la vida (y la política), de dar protagonismo a la vida de la periferia (la periferia de España y de las ciudades, esa que siempre está especialmente dañada). Podemos irrumpió con fuerza bajo esa unión, con un liderazgo muy absorbente pero que había aglutinado a buena parte de la España Vaciada con las distintas mareas y coaliciones territoriales. Donde no tuvo esa presencia (muy vinculada a los nacionalismos), Podemos apenas sumó escaños al Congreso. Y ahora Podemos (Unidas Podemos) es un partido nacional más, con una agenda nacional centralizadora que ha visto como se fugaban sus marcas regionales, como se separaban. Y ese electorado busca nuevas soluciones que le prometan que van a ser tenidos en cuenta. Y en medio de la tormenta, como pasara el siglo pasado, la extrema derecha ganará, no porque tengan una solución, no porque vayan a arañar votos a la izquierda, sino porque no ha habido el necesario re-equilibrio social, poblacional, económico y de recursos en este país, porque esta vez no será el 15M quien canalice esa voz sino será la extrema derecha la que coja la bandera del enfado y la injusticia latente y real, de los problemas y el brutal e inasumible encarecimiento de la vida (a la espera de los tipos de interés y las hipotecas). Sigue habiendo una España de varias velocidades y las promesas de aquellos que gobiernan suenan vacías o, sobre todo, lejanas. 

El principal problema de los gobiernos, a mi juicio, está siendo su absoluta distancia con la ciudadanía, su falta de pie en tierra y conocimiento de los problemas, su arrogancia y falta de empatía en un tiempo de fuerte agotamiento mental, su mirada corta en grupos cerrados de aplausos y datos macroeconómicos que no explican ni arreglan la realidad de la tierra (la complejidad para ir a trabajar, pagar la gasolina, la casa, la comida, los pequeños caprichos), su exceso de argumentario y su falta de argumentos. Y ahí siempre va a ganar quien espera que le vote quien menos problemas tenga.

viernes, 11 de marzo de 2022

Enterrado entre tejados.

 Mi vida, mi casa. La ventana frente a la que nunca pasa nada. El silencio. La falta de bullicio, unos pájaros cantando más allá de la baranda. El frescor que entra en este invierno cálido y seco, las nubes en las que duermen mis pensamientos. El gris del cielo, la luz apagada de mis ojos, mi continua pesadumbre, dormir temprano, despertarme antes. 

Todo me atormenta. Siento pena. Escucho la radio, veo los telediarios, me informe en redes y en diarios digitales. Me faltan mujeres, me sobran armas, odio la guerra, las soluciones que no llegan, el miedo en cada puerta, el terror de la pandemia, la falta de mascarillas para tapar las vergüenzas, las políticas nefastas, las ilegalidades orgullosas, la sequía y la sed, la tormenta de piscinas, las voces hostiles, que no críticas. Quienes siempre tienen razón hasta cuando se demuestra que se equivocan. Quienes quieren callar toda las voces que no sean las de su autoridad y mundo de cemento, petróleo, gas y dinero. Enterrar el futuro bajo esa encina que talaron, pastar entre placas solares y molinos de viento, jabalís caminando en medio de la calle o la carretera, reses buscando alimento y yo, perdido. Triste, agotado, desolado, desorientado, mareado, aturdido, abandonado, incomprendido, sin comprender nada, sin luz ni trabajo, sin saber dónde poner mis pasos, eternamente enfadado. 

En esos días en que me sobras, en esos ratos en que te odio, en esos instantes en los que muero estando a tu lado, en cada vez que no me imagino mi vida sin ti, sin tu energía, sin tu iniciativa, sin tu vitalidad y mi vida, sin tus abrazos y caricias, sin un beso en los labios antes de oír cerrarse la puerta... No sé cómo abrir esa puerta. Se ha vuelto a cerrar y me cuesta empujar. Estoy sin fuerzas, me siento más triste, con menos recursos. Subo a las alturas y veo un futuro plagado de éxitos, leo y confío en mis  textos, crezco rodeado de informaciones diferentes, de otra forma de contar la vida y el deporte y, al poco tiempo, la oscuridad me invade, el cansancio, la apatía, me hago pequeño, me siento absurdo, quiero borrar todo lo vivido, todo lo escrito, desaparecer, no ser ni recuerdo ¿Para qué hago lo que hago? ¿De qué sirve lo que tengo y lo que anhelo? ¿Alguna vez se acabarán estos pensamientos?

Porque pienso y no puedo parar de pensar, de frenar esta cabeza, mis impulsos, mis idioteces, mis delirios, mis grandezas ¿Quién soy yo? ¿Qué quiero ser? ¿Qué puedo ser? ¿Cómo desandar lo andado, cómo salir de este laberinto cada vez más enredado?

¿Para qué tener la razón?

Siento profunda tristeza por la hostilidad exhibida ayer en la Asamblea contra quienes defienden la legalidad. También porque hablen de dos únicas posibilidades: o Resort o la nada. Eso demuestra que no tienen otro proyecto ni forma para crear riqueza.

Siento profunda desazón al escuchar las voces de quienes quieren llenar de resorts Extremadura, y traer ricos porque ellos traerán riqueza, aunque la experiencia diga lo contrario.

No se han enterado de nada. Ni de que los datos (y lo dice la propia sentencia) avalan que los ricos hayan traído riqueza pero, sobre todo, que es insostenible este modelo de urbanismo salvaje, de piscina en cada casa, de zonas residenciales sin servicios ni vida, de ciudades fantasmas y vacacionales, de casas sub gente y gente que no pisa las calles o de barrios alejados de centros de salud y de educación. Todavía no se han enterado de que nos jugamos el planeta, el alimento, la posibilidad de pagar lo que consumimos por haber creado un modelo híperdependiente al que no dan alternativa. Un modelo de ciudad que ha vaciado el concepto de barrio, sacudido a las pequeñas tiendas y empujado a los grandes centros comerciales, modelo de tren AVE que une grandes ciudades y aleja pequeñas poblaciones, cuya única posibilidad de movilidad y de conexión es el coche. Da igual cambiar el petróleo por el litio, lo que hay que hacer es buscar alternativas de movilidad menos contaminantes y depender menos de bienes naturales como el agua, bienes agotables, y más si son altamente contaminantes.
¿De qué sirve haber tenido la razón de los gritos por las renovables en la primera década del 2000, de haber avisado entonces de los peligrosos proyectos que podían presentarse a la luz de la energía verde? ¿De qué sirve haber tenido la razón pidiendo medios de transportes más sostenibles, vertebradores y colectivos que nos permitan prescindir del coche y los carburantes? ¿De qué sirve haber tenido la razón sobre el modelo de consumo, denunciando la dependencia y negocios con países totalitarios sólo por interés macroeconómico? ¿De qué sirve si cuando llega el momento ya es tarde y encima vienen con hostilidad y reproches? ¿Es que no se han enterado del problema de sequía, de la falta de agua, del calentamiento global, de que a pocos kilómetros de dónde construyen 100 piscinas hay restricciones de agua para regar o beber?
Llegó la pandemia y nos pilló por sorpresa el haber externalizado la producción de bienes sanitarios de primera necesidad ¡pero qué mala es China!
Llega la guerra a Ucrania (nos fijamos porque esta si nos afecta), mandamos armas para que mueran otros y aquí nos preocupa porque hemos dependido de Rusia sin buscar solución ¡Pero qué malo es Putin! ¿El aceite de girasol era ucraniano?
Qué tristeza, que desolación. Tener razón, defender la legalidad y recibir hostilidad y reproches.

viernes, 4 de marzo de 2022

A mis 40.

Carreras, colas, fotos, alguna discusión, muchos besos, frío, tardes al sol, caminatas interminables, el peso sobre mis hombres, tus lágrimas de emoción, las risas, los gritos inevitables, los lugares inolvidables, un crucero por el Senna, Notre Dame que nos incendia, un ático y un ventanal. Tantas cosas por hacer, tantos días por celebrar, tanto futuro a tu lado, tanto pasado acumulado.

40 años. Las canas ya asoman, la barba descuidada, la falta de tiempo, 10 kilos de más, casi tantos como todas las piedras que aún cargo, casi tantos como las incógnitas y mis dudas, mis miedos y mis tristezas, mis certezas e incertidumbres, mi valía y mis desconfianzas.

A mis 40 años y no sé lo que quiero ser, ni si algún día lo supe ni lo sabré.

Sigo sin saber hacer coletas, rompiendo de rabia frente al telediario, sin poder callarme ni contenerme ante el teclado.

Sigo sin saber priorizar, haciendo las mismas comidas que me salen bien, ordenando la casa a mi manera, desordenando mi tiempo y mis urgencias.

A mis 40 años sólo sé que te quiero, aunque a veces no sepa quererte. Hoy me invaden más incógnitas que verdades, el temor de veros crecer, el miedo a no hacerlo bien en este mundo feroz y fugaz, en esta tierra hostil y bella, de guerra y desahucios, de violencia y machismo, de noticias aterradores, de calles a oscuras que un día caminará sola, porque no puede ser de otra manera, de errores que cometeréis, de aprendizajes que no podré imponer.

A mis 40 años y todavía sueño, aunque sean más las pesadillas. Y todavía creo en vuestro futuro, en la naturaleza, en los seres humanos, en la humanidad para ser, en andar el camino empedrado, en desempedrar el camino hecho, en desaprender todo lo que hice mal.

A mis 40 años y sigo cantando a la revolución, sigo descubriendo música, canciones, películas, pequeños versos, fugaces besos.

Soñar es lo que me queda. Y que los sueños no se vuelvan negros y creer que seré capaz. Y luchar, volver a luchar. Por orgullo, por mí, por ti, por ella, por ellos, por dignidad, por justicia ¿por qué no?

A mis 40 años escribo sin saber qué escribir, salto de pensamiento en pensamiento, recupero las ganas de bailar, la pasión por hablar y por hacer. A mis 40 años, cada día es el primero del resto de mi vida y lo que tengo claro es que tengo que hacer lo que no he hecho.

martes, 15 de febrero de 2022

De la economía verde y circular, del cambio climático, las zonas protegidas y la Junta de Extremadura.



 Hace una semana, el Tribunal Supremo avanzó su decisión de que el complejo Marina Isla de Valdecañas debía ser demolido y volver a su estado anterior al haberse construido en una zona ZEPA  (Zona de Especial Protección para las Aves) de la RED Natura 2000, constituida a principios de los 90.

La Sentencia viene a ratificar su decisión de 2014 y la del TSJEx en 2011, pero que siguió un largo proceso judicial porque en medio del litigio, la Junta de Extremadura decidió cambiar la Ley de Suelo para tratar de hacerla legal con carácter retroactivo. Independientemente de la opinión personal de cada uno sobre la zona, la dejadez medioambiental que propiciaba un mal estado de conservación antes de la llegada del Resort, tras pedir un estudio independiente que dictaminó que "la opción más beneficiosa es la restauración ambiental de la isla", en 2020, el TSJEx hizo lo contrario y estimó el recurso que mantenía en pie lo ya construido y obligaba a derribar el resto. 




La semana pasada, el Supremo contradijo al TSJEx y volvió a dar la razón a la denuncia desde colectivos ecologistas.

Desde ese día, la opinión publicada y el debate ha tornado sobre la cantidad de zona protegida que tiene Extremadura, sobre sus beneficios y teóricos perjuicios y sobre la posibilidad de reducir la zona protegida o reducir las restricciones. Y han gastado todos los esfuerzos, energías y medios desde la Junta para dirigir hacia allí el debate y no hacia sus responsabilidades en sus reiteradas y continuas acciones ilegales y para argumentar que el gran problema de Extremadura, de su paro y su despoblación proviene, precisamente, del exceso de restricciones y de protección medioambiental (recuerden, en 1992 se creó la RED Natura 2000), del excesivo celo ecologista y de las decisiones judiciales que pretenden derribar el complejo. Un complejo ilegal. Huelga decir que mantenerlo en pie, como pretendía el TSJEx, sentaría jurisprudencia y allanaría el terreno a volver a la política de hechos consumados: construir donde no se puede hasta que la justicia intervenga, sin solución ni marcha atrás pese a tener razón en la denuncia. O lo que es lo mismo: los que actúan contra la ley beneficiándose de la ilegalidad. 

Por otro lado, cuesta creer que en con la emergencia del clima climático tan presente, con promesas de economía verde y circular en los programas, con la necesidad de unas políticas de desarrollo sostenible por las evidencias del citado cambio climático y en plena ola de sequía y altas temperaturas en pleno invierno que tienen los embalses bajo mínimos, también el de Valdecañas, se ataquen las medidas de protección ambiental para defender instalaciones como Elysium City o Marina Isla de Valdecañas, que soporta 8 decenas de piscinas privadas, además del consumo de agua que requiere el mantenimiento del campo de golf, el hotel y las más de 100 viviendas de lujo que allí se construyeron. 

Pero, más allá de estas consideraciones, vayamos a lo que se ha publicado estos días sobre las zonas protegidas, lo que ha supuesto la protección y lo que dicen que impide y a los datos concretos. 

Ya desde que se conoció el avance de la sentencia, tanto Vara (presidente desde 2007 hasta 2011 y desde 2015, hasta ahora. Es decir, en plena construcción del complejo) y Monago (presidente desde 2011 hasta 2015, durante las primeras sentencias y el intento de cambio de suelo) pusieron las culpas sobre las restricciones en suelo protegido y acusaron a estas de impedir frenar la despoblación y crear empleo.




¿Qué dicen las cifras? Empecemos por el proyecto. Marina Isla de Valdecañas. Los datos desde el inicio de las obras nos demuestran que ni ha frenado la despoblación, ni ha aumentado la creación de empleo, no sólo en los dos municipios en los que se encuentra (El Gordo y Berrocalejo), sino también en el resto de poblaciones aledañas (Navalmoral, Peraleda, Bohonal de Ibor).

Es más, la propia sentencia del TSJEx de 2020 en la que se denegaba la demolición ya reconocía que el complejo no estaba creando un gran número de empleos.



 Hay que recordar que el proyecto se aprobó como PIR (proyecto de interés regional) buscando con esta catalogación saltarse las protecciones. Los datos demuestran que no hay tal beneficio regional y que los ricos vienen pero la riqueza ni se queda ni se distribuye en Extremadura, ni tan siquiera en la zona del Campo Arañuelo: son apenas un centenar de empleos (150 en el mejor de los casos) los que genera el complejo de casi 135 hectáreas y con unas 150 viviendas privadas. 










Como demuestran los gráficos de evolución de paro y población, el Resort no ha tenido consecuencias apreciables en evitar la despoblación o el desempleo. 
Sólo El Gordo tiene más población que en 2006. Sólo Berrocalejo tiene menor número de personas desempleadas 15 años después (de 1 a 0) pero habiendo reducido la población. Sólo El Gordo tiene menor porcentaje de desempleo, pero está por encima de la media autonómica. El resto tienen menos habitantes y más paro.
Podemos apreciar la tendencia de los dos principales municipios afectados mejor en esta gráfica.



En El Gordo, la tendencia al alza es anterior al inicio del proyecto, si bien es cierto que ha aumentado la población respecto al inicio del 2000. En Berrocalejo, en cambio, la población ha disminuido respecto a 2002, teniendo su apogeo durante la construcción del complejo. Pero esta situación contrasta con el descenso del resto de municipios de la zona, que no han notado de forma positiva la presencia del Resort. El único municipio que tiene más habitantes que en el año 2000 es El Gordo. El resto han descendido en población con un pico de mantenimiento en la época de la construcción.





Pero la intención real no es defender (que también) Marina Isla de Valdecañas e intentar evadir culpas y evitar o retrasar la demolición (y las consecuentes indemnizaciones que pagaremos entre todos y todas por las ilegalidades políticas y por, pese a haber decretado su ilegalidad, no haberse paralizado las obras y las ventas de forma cautelar por el TSJEx), la intención es permitir que en zonas ZEPA se instalen otros megaproyectos de similares características como el Elysium City, que pretende construir una nueva ciudad, con más plazas hoteleras de las que hay en toda Extremadura, casinos, estadio de fútbol, zona residencial para unas 40.000 personas en plena zona declarada recientemente Reserva de la Biosfera. 

En esa lucha, en la gran promesa del ejecutivo de Guillermo Fernández Vara, el gran proyecto presentado para esta legislatura a finales de 2018 y que da sus pasos para intentar realizar sus primeras obras antes de las elecciones de 2023 (cuando se suponía que iba a estar terminada la primera fase del proyecto), el presidente lanzó un nuevo ataque que ha sido secundado por la prensa: la RED Natura 2000 impide el desarrollo (sigo alucinando con estas declaraciones) y hay municipios que por las restricciones no pueden realizar ni una residencia de mayores.


El ex diputado de IU Víctor Casco preguntó por qué municipios habían solicitado una residencia de mayores y habían obtenido el no por las restricciones medioambientales. Nadie contestó a esta aseveración que parecía ser una exageración del presidente. Pero sí aparecieron días posteriores, ante la apariencia de falsedad de las declaraciones, noticias que apuntaban a esa situación.


El domingo salen dos noticias al respecto: una, en el Diario Hoy, que dedica su portada a cuestionar los beneficios de la Red Natura 2000, y otra en Canal Extremadura Televisión, que hace lo mismo e incide en la imposibilidad de construir instalaciones como residencias de mayores o centros escolares. Es curioso lo de los centros escolares teniendo en cuenta que la política ante la despoblación está siendo el cierre de colegios (recientemente, uno en Mérida) o de aulas. Pero vayamos a los datos.



Empecemos por lo primordial: los beneficios de la Red Natura 2000 que ahora se quieren poner en duda.

La noticia de Canal Extremadura se fija en dos municipios: Serradilla, en pleno Parque de Monfragüe, y Baños de Montemayor.

Vamos a poner en contexto. La mayor pérdida de población en Serradilla tuvo lugar entre 1960 y 1980 (-2000). De hecho, la denominación de Parque Natural contuvo la despoblación. Desde entonces, la población ha descendido en 800 personas.


Es más, si nos fijamos con más detalle, tras un pequeño incremento de población tras la declaración de Parque Natural, volvió la tendencia a la baja que se revirtió en 2007 tras la conversión en Parque Nacional pasando de 1721 a 1766 habitantes en dos años. Con el inicio de la crisis la población volvió a disminuir.

 La otra cuestión que planteaba la noticia de Canal Extremadura era la imposibilidad de realizar una residencia de mayores en la localidad. Así lo destacaba en el subtítulo de la noticia, si bien esa afirmación se tornaba a pregunta tanto en la introducción de la pieza en el informativo como en el propio texto. Y no aparecía referencia ni denuncia alguna al respecto.  

Es raro que en un municipio que pierde población, sin edificios altos y principalmente diseñado con casas, no se encuentren terrenos o fórmulas para conseguir terrenos que permitan la construcción de otra residencia.



https://www.canalextremadura.es/noticias/extremadura/el-problema-de-los-trece-pueblos-protegidos-no-nos-dejan-progresar

Similar tendencia a Serradilla mantiene Torrejón el Rubio. En este caso, los dos descensos más drásticos se dan hasta la declaración de Parque Natural y después desde finales de los 90 hasta 2004-2005, coincidiendo un sostenimiento con la declaración de Parque Nacional (2007).






En la misma pieza se hablaba de la situación de Baños de Montemayor, un municipio que aseguraban tenía limitado su crecimiento y que se estaba viendo perjudicado para retener población por tener suelo protegido por la Red Natura 2000 ¿Es motor de población o freno? Pues los datos, más allá de las consideraciones personales de las políticas que debieran crearse y los modelos de producción, industrialización y negocio por los que debería apostar la administración desde su potencial y protección ambiental, dicen esto.

Como con Serradilla, su mayor descenso se da en el franquismo, sobre todo en la parte final. Desde los años 90 (Red Natura 2000) se mantiene e incluso crece la población.



En la gráfica del INE (sólo aporta datos desde 1996, de ahí que no aporte datos de empleo) se ve claramente como la declaración de Parque Nacional coincide con una ralentización de la despoblación en Serradilla y Torrejón el Rubio, incluso puntos de recuperación. El otro municipio (verde) es Baños.
La noticia de portada del Diario Hoy, publicada el mismo día que la información de Canal Extremadura, se fija en otro municipio cercano al Parque de Monfragüe y también cercano a Marina Isla de Valdecañas.

El titular dice que no se puede hacer una residencia “en ese terreno elegido” por la protección. En el texto, los motivos no tienen que ver con la Red Natura 2000, sino por la distancia a la que debe estar del casco urbano.

Sobre el terreno necesario, poniendo como ejemplo la última construida en Plasencia con capacidad para 176 personas, se han utilizado 6000 metros cuadrados, casi la mitad de los 10.000 que creen necesarios en Serrejón para un residencia para 45-50 personas.





Cuesta creer que en un municipio que está en la zona de influencia de Almaraz y en el que en 2006 se abrió un Hotel Spa privado de 200 hectáreas se hable de que los terrenos protegidos no permiten construir una residencia de mayores.

¿Afectó la Red Natura 2000 negativamente a Serrejón? Su creación en 1992 coincide con un frenazo a la despoblación y un ligero alza en esos primeros años (hasta 595 en 1999). Desde entonces, ha ido bajando con oscilaciones hasta los 406 actuales (más que en 1991). De esos datos de población, vemos como en los últimos 15 años (desde la declaración de Marina Isla de Valdecañas como PIR), la tendencia de la población ha sido también a la baja y tampoco ha supuesto una contención del desempleo.




Y estos son los datos, que seguramente tenga otras muchas más explicaciones que las declaraciones medioambientales y sus protecciones, que tienen otras muchas aristas pero que demuestran con claridad que la protección ambiental no es un freno para el desarrollo de sus municipios ni propicia la despoblación, más bien ha sido causa de lo contrario, y que -salvo su construcción- el complejo Marina Isla de Valdecañas no ha supuesto un refuerzo positivo para la zona ni a nivel de habitantes ni de empleo. Evidentemente, duele que se pierdan los puestos de trabajo sea 1, 100 o 1.000.000 pero no es menos cierto que no ha habido ninguna actuación para evitar el paro en esa zona, para dinamizarla y absorber el trabajo que podría perderse en caso de una sentencia de demolición, como así ha ocurrido. El PIR no trajo un beneficio a la región sino a un único proyecto que trajo ricos pero no riquezas.
También uno entiende que la demolición ordenada y la posterior reforestación y cuidado mediambiental generará puestos de trabajo que nadie ha querido cuantificar ni valorar. 
Y todavía nadie ha sido capaz de demostrar que por estas protecciones se haya impedido instalar residencia de mayores u otros servicios públicos. Tampoco nadie ha asumido la responsabilidad política de lo que supone la sentencia, de lo que supone haberse saltado de forma reiterada la ley y de haber construido y seguido adelante con el proyecto pese a las firmas dudas y a la sentencia de 2011, que llevó a las personas que adquirían su vivienda a firmar cláusulas de indemnización en caso de demolición. Es decir, sabían que podían pasar y tenían consciencia de que la construcción del Resort era ilegal.
https://www.canalextremadura.es/noticias/extremadura/la-promotora-de-valdecanas-exige-a-la-junta-215-millones-de-euros-de?utm_medium=Social&utm_source=Twitter#Echobox=1645012360-1


No obstante, como dice Paca Blanco, no sé si llegaremos a ver la demolición o cuando llegará a producirse porque la Junta, animada por el PP (responsable de gobierno durante 4 años) y C´s promete retrasar más todavía el conflicto llevando la sentencia al Tribunal Constitucional, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos o al Tribunal Europeo de Justicia.
De los dos primeros, como apuntan especialistas de la UEx, es posible que ni siquiera sean admitidos a trámite.

https://www.elperiodicoextremadura.com/extremadura/2022/02/16/expertos-uex-ven-factible-alegar-derribo-valdecanas-62808168.html

El recurso de amparo ante el Constitucional se presenta solamente por una presenta vulneración de derechos fundamentales, no para corregir si la demolición mejora o perjudica al medio ambiente como aleja la Junta, si le sentencia acierta o se equivoca. Eso ya se considera probado en las sentencias desde 2011, en el informe independiente y el Supremo es la última instancia jurídica ante la que poder probar que el daño que se pueda causar es mayor al beneficio. Y el Supremo ha sido claro: "La Administración al  aprobar el PIR  Marina  Isla  de  Valdecañas  actuó  como  si  la  protección  del  terreno  no  existiera  y  decidió transformar  urbanísticamente  el  suelo  como  si  de  suelo  sin  protección  alguna  se  tratara". "La responsabilidad económica que pueda resultar para la Administración en este caso, lejos de resultar desproporcionada, se corresponde con el alcance de su responsabilidad en la transformación urbanística declarada ilegal".


Es más, el propio Constitucional ya se manifestó al respecto de realizar construcciones urbanizables en zonas ZEPA tras el recurso presentado por el cambio de la Ley del Suelo que el gobierno de Fernández Vara aprobó en marzo de 2011, en medio del litigio, para intentar dar legalidad a la urbanización con carácter retroactivo. Esa acción fue declarada inconstitucional en 2019.
Pero, no obstante, vayamos a lo que dice el Constitucional sobre el recurso de amparo. Su razón de ser es preservar derechos fundamentales, no otra instancia a la que convencer de tus argumentos. 
Aquí se explica con claridad los casos en los que se puede presentar recurso de amparo. No parece que la sentencia vulnere ninguno de los derechos fundamentales comprendidos entre los artículos 14 y 30 de la Constitución.


https://www.tribunalconstitucional.es/es/jurisprudencia/InformacionRelevante/PreguntasFrecuentes.pdf

Mismo argumento puede utilizarse para un posible recurso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya que es difícil de demostrar e incluso justificar para ser analizado que se están vulnerando derechos humanos o fundamentales con la sentencia de demolición.

La única alternativa posible sería el Tribunal Europeo de Justicia pero cuesta creer que desde este organismo se permita por intereses meramente económicos que se mantenga una zona residencial en un suelo ZEPA, que cuenta con especial protección de la UE. Y cuesta pensar también que la propia UE estime que es más perjudicial medioambientalmente el derribo que el mantenimiento de las 185 viviendas de lujo, campo de golf y hotel de 4 estrellas de un entorno que, si no recuerdo mal, fue declarado ZEPA en 2005. Y justificar que ha mejorado la zona con las obras por el mal estado de conservación y abandono más que dar razones señala claramente la irresponsabilidad, falta de control y de mantenimiento e inacción en una zona protegida por parte de las administraciones que están demostrando que eran conocedoras de la existencia de vertederos ilegales.



Dicho lo cual, creo que ya va siendo hora de que, lejos de culpar al medioambiente y a la protección del mismo de los males de Extremadura, se asuman y tomen responsabilidades políticas por la ilegalidad perpetrada, por el daño causado y por el coste que todo esto va a suponer para la región en forma de indemnizaciones. Curiosamente, de esto es de lo que menos se está hablando mediática y políticamente. Los dos partidos más votados han tenido responsabilidades en lo ocurrido y de ahí que quieran desviar el debate. 
También quien quiere asegurar que hay inseguridad jurídica en Extremadura para la instalación de futuros proyectos: no, lo que hay es inseguridad política ante su prepotencia para saltarse la ley y querer creer que no iba a ocurrir nada. Las protecciones son claras, dan seguridad y también nos dicen en qué espacios se pueden instalar los distintos proyectos. Otra cuestión es que queramos vender como progreso el destruir nuestro entorno natural, algo que se ha demostrado altamente dañino y perjudicial en el litoral y con resultados evidentes con el cambio climático que sufrimos en uno de los inviernos más secos y cálidos de las últimas décadas. 
La manida frase "tenemos que encontrar la forma en la que convivamos los seres humanos con la fauna y la flora" no debe entenderse para utilizar la naturaleza como si fuera de nuestra propiedad sino para lo contrario, para construir desde el máximo de los respetos y, con cada día más evidencias, sabiendo que el progreso no puede pasar por destruir y desforestar nuestras tierras. Eso no será progreso porque nos dejará sin futuro.

*Informaciones e imágenes extraídas de Canal Extremadura Televisión, El Diario, El Periódico Extremadura, Diario Hoy, El País, INE, Tribunal Constitucional, Datosmacro.com, Ecologistas en Acción, Región Digital y las cuentas personales y públicas de Twitter.