lunes, 29 de noviembre de 2021

Sólo es mío lo compartido.

 El sol brilla tímido. Nubes blancas recorren lentamente el cielo, con un movimiento imperceptible, con la suavidad del aroma del otoño, Entre el frescor por la ventana, el olor amarillento y anaranjado de las hojas que aún resisten en la copa de los árboles. Suena una cafetera italiana, huele a pan recién tostado, a mantequilla y mermelada de cerezas, a aceite de oliva, tomate y cachuela. 

Te despiertas con el crujir del primer bocado, con ese sonido único e inconfundible del pan entre los dientes, amaneciendo sabores. Su cara ha cambiado. Se la ve feliz, cómoda, más suelta, como si se hubiera quitado por fin ese peso que la lastraba. Sus ojos brillan y luce esa sonrisa tan suya que creías olvidada. Hablan de todo y de nada. De la noche, de la música, del amor, de la vida, del frío y la nieve, de niños que aún duermen, de sueños y medallas, de pódiums y renaceres. En el coche suena la radio. Es domingo, las calles pasean desnudas, sólo hay un leve murmullo que gana terreno a los coches, al humo. 

¿Cómo se puede amar a una ciudad que no es tuya? Sus paredes, sus colores, su Alcazaba, su arte encerrado, su río verde, comido por el camalote, miradas que son recuerdos presentes y futuros, caras de amistades, noches de celebración, una calle que es su vida entera. Andar viejos pasos en este nuevo nacimiento. 

Hay que ser muy generosa para decir la verdad, para atreverte a hablar con sinceridad, a despojarte de lo que te duele y desnudarte cuando más frío hace, con aguanieve en la calle, con un viento que amenaza con llevarse el amor. Hay que ser muy humilde y generosa para querer y quererse. 

Hay que ser muy generoso para compartir tu vida en canciones, para hablar de valentía, de lucha, del amor, del desamor, de lo positivo y lo negativo, de la esperanza en la desesperación. Hay que ser muy humilde y generoso para cantar los males de otros, que son los mismos que los propios, e iniciar un camino nuevo, alumbrar un mundo nuevo. 

Suena el microondas. El pan reposa en la tostadora. Una morcilla cuelga de la despensa. Hay botes con garbanzos, alubias, lentejas, nueces, castañas, avellanas. El ruido del mercadillo, la gente que pregunta y toca, el olor a tomates y fruta, a una lechuga fresca y a bacalao en la plaza. Un décimo de lotería, la ilusión que vuela, mil ideas en la cabeza, algo de orden y silencio, paz y crecimiento compartido. Sólo es mío lo que comparto. No hay mayor riqueza que la compartida. Será mi vida la que yo diga. 

domingo, 28 de noviembre de 2021

Desde 0.

 Vuelvo a empezar. Reseteo. Reinicio mi terapia, mi cura, mi conocimiento del trastorno, de enfrentarme a él. Me he sentido perdido, desorientado, sólo, aturdido, hundido. Perdí la perspectiva y la noción de la realidad, perdí el tiempo en creer lo que mi mente construía, lo que mi cabeza destruía. Me metí en un laberinto inventado, silencioso, oscuro, en el que las únicas pistas eran las que salían de mí. No entendía las voces de mi entorno, ni las generosas manos, ni las palabras. Me engañé. Sin querer, sin saber, me engañé, no encontré la verdad, me faltó valentía y generosidad, pedía que me dieran lo que yo he sabido darme, exigía de otras personas lo que yo era incapaz de sentir por mí. Ayuda, preguntas, cariño, amor. 

No me valía el que recibía porque no era cómo yo lo concebía y yo lo concebía desde fuera sin ver mis telarañas, mis rincones sombríos, el moho de un corazón destartalado, incapaz de quererse, creyendo que fuera le miraban la desconfianza, la falta de fe que debía nacer en mí, pidiendo una aprobación que debía echar raíces en mi interior.

He de nacer de nuevo, como tantas veces se nace en esta vida. He de nacer queriéndome. He de creer en mí, He de ser valiente, tan valiente como lo es siempre ella, que da el primer paso de la verdad, una verdad que llega fría, como el viento antes de la nevada, como capa de escarcha en la madrugada, como la muerte que deseas cuando la escuchas, pero que se resquebraja, se derrite haciendo verdecer la tierra, se convierte en copos de nieve que se posan en tu silueta, se vuelve una nueva vida, un renacer, un aprendizaje.

Renacer, aprender, compartir, querer (a mí el primero), estar sano para poder amar, estar sano en lo individual para estar sano juntos, ella y yo, el mundo y yo, luchar por lo que crees y será lo que tenga que ser.

Huele a otoño, cae la hoja y parte de mi pena, caigo de lo inventado a la realidad con ganas de vivir y sanarme, de renacer tras haberme encontrado. Siempre me encuentras cuando me pierdo. Siempre me amas aunque no lo vea. Siempre estás cuando desaparezco. 

No sé lo que durará, pero hoy soy optimista. No estoy curado, pero después de varias semanas perdido, creo que me he encontrado, he salido del laberinto y ando por un camino nuevo que se construye a cada paso.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Ahora.

Ahora mismo, sólo quiero llorar. Que pare este temblor de manos, que paren todos los pensamientos, que el tiempo no corra, que mi voz no vuelva a salir de mi garganta, que nadie me eche en falta. 

Ahora mismo, sólo quiero llorar. Dormir y llorar. Y que me abraces fuerte cuando llegues, sin decir nada, sin hacer nada, que me abraces y me beses mientras nada más ocurre, mientras el tiempo y el mundo se detienen justo en ese instante.

Ahora mismo, sólo quiero llorar. Dormir y llorar abrazado a ti y que el tiempo se congele hasta que vuelva a estar bien. 

sábado, 20 de noviembre de 2021

Dolor en el pecho

Me duele el pecho. No es el habitual dolor del pecho. Me duele en la parte superior y llega hasta el cuello. Empezó a noche, con fuerza, coincidiendo con una crisis de ansiedad y con una inmovilidad casi absoluta. Todo me producía dolor. La luz, la tele, las miradas, los juegos de Mateo. Necesitaba dormir, aislarme, dejar de sentir, de pensar, dejar de estar presente, de ser necesario, de que me hablasen o me pidiesen nada. 

Me fui a la cama. Vino Mateo. Patricia vino sin saber que estaba y tal como vino se fue con un "te dejo descansar". Candela me lleno de besos y abrazos. Mario también vino a abrazarme. No recuerdo mucho más, sólo quedarme dormido y despertarme con la luz encendiéndose y la voz de Patricia diciendo "lleva a Mateo a la cama" mientras se acostaban para ver la tele. Me sentí vacío. Triste y vacío. Incapaz y solo, tonto y abatido, me sentí un trapo que espera sucio junto al fregadero y que sólo reparan en él cuando molesta para hacer la compra y para quitar todo lo que estorba, la suciedad que se amontona. 

Me fui sin decir nada. Puse el pijama a Mateo y espero a que simplemente se acostara a mi lado. Sin discutir, sin insistir. No he dormido nada. He tenido multitud de pesadillas. No he descansado. He ido a mi cama a las seis. A las 7 y cuarto ya estaba Mateo despertándome para ir con él. Me he levantado, he sacado a Phoebe, he preparado el desayuno.  

Estoy mal. Enfadado. Siento rabia e impotencia cada vez que se abre la puerta y quisiera gritar o lanzarme por esa ventana para expresar que ya no puedo más, que me dejen en paz, que hagan vida sin mí, que no puedo estar más, que mi vida no sigue el ritmo ni el curso normal ni habitual y que necesito descansar y soledad. Y encuentro todo lo contrario. Me siento invisible pero continuamente presente. Son 10 meses y no noto avances, más bien retrocesos, y enfados por ambos lados.

Sólo me vienen recuerdos grises de mi pasado, heridas no curadas, una lucha por ser quienes pensaban que no era, una oposición a lo que me pedían, el último en todas las preferencias, la pastilla que siempre olvidan porque no duele tanto.

viernes, 19 de noviembre de 2021

Enemigos y huidas.

No sé qué escribir. No es un día fácil. Siento tristeza, desazón, baja estima, me siento solo, poco querido, incomprendido, alejado del mundo, con la necesidad de huir, cansado, extenuado, sin poder poner pausa a mi vida, sin poder llenarla de descansos, sin ánimo de hacer nada, con ganas de llorar, odiando todo aquello que suena. Siento que las películas y canciones se me quedarán grabadas como una herida, como un recuerdo amargo, siento una distancia sideral entre tus labios y mi boca, entre tus pies y mis manos, entre mi silencio y tu conversación, entre mi mirada y el horizonte. 

Estoy completamente perdido en mi recuperación. Rebusco entre mis libretas y no encuentro algo que me pueda hacer crecer, que me saque de esta sensación. Pienso en pedir el alta y volver a trabajar para tener la mente ocupada, he dado un paso atrás en mis otras aspiraciones, no sé si por miedo, por bajo amor propio o por imposibilidad real. Siento un vacío inmenso y poca fuerza y son demasiados los días que pienso que no quiero vivir así. De momento, sé que lo que no quiero es vivir así, pero cada vez pasa más el tiempo y el así parece un adverbio eterno, sin remedio. No sé qué hacer. No sé qué decir. No sé cómo parar. No sé qué estaré haciendo mal o sí lo sé pero no sé como dejar de hacerlo. No sé dejar de discutir, dejar de ser quien soy cuando quien soy me daña y me encierra en una obsesión que no depende de mí. 

Pienso en pasar unos días en el hospital y descansar, pero no sé si me volvería loco. Estoy triste. Necesito abrazos, estar sólo y a la vez que me arropen, necesito sentir que valgo y no temblar, necesito desprenderme de tanta amargura, de tanto odio, de pensamientos intrusivos y molestos, de una cabeza que nunca frena y que siempre busca los rincones más oscuros. Siento que camino por inercia, sin voluntad ni oposición. Y miro a Candela y no puede sentir mayor amor. Y miro a Mario y no puedo sentir más orgullo. Y miro a Mateo y no me puedo sentir más querido. Y miro a Patricia y veo futuro. Y miro a Phoebe y veo fidelidad. Y mire donde mire, tengo lo que quiero pero, de repente, hay algo que me falta y no sé qué es ni cómo llegar a ello. Y mi cabeza sólo busca enemigos y huidas. 

Los días se hacen largos y pesados, diciembre amenaza con sus noches frías y tempranas, con sus luces y sus fiestas, con sus salidas y aglomeraciones, con planes y salidas, sin pausa alguna para un cuerpo cansado y una mente perdida.

domingo, 14 de noviembre de 2021

39

A mis 39, con más canas y kilos de los que me gustaría, me siento cada día frente al teclado, a mostrar mi odio al mundo, a mostrarme mi odio a lo que soy. 

Me siento torpe, bastante inútil, no sé entablar conversaciones, me cuesta salir de casa, ser espontáneo, dar abrazos. Me enredo en las redes sociales, busco cobijo en un lugar cerrado, escribo torpe y ferozmente, me equivoco y seguiré equivocándome. Sé que no se puede quedar bien con todo el mundo, ni lo pretendo, pero molesto y hago daño y eso tampoco lo pretendo. 

No sé salir de mi burbuja. No sé salir de mi cuarto. No sé salir de mis ideas. No sé escapar de mis miedos e ilusiones, de mis obsesiones y esperanzas, de mi lucha y mi cansancio, de mi desidia y mi reiteración. No sé estarme callado aunque cada vez hablo menos.

No sé qué contar. No sé qué dolor expresar y cual dejar que se consuma por dentro. No sé cómo acercarme a quién más quiero, no sé pedir un beso, no sé llorar y no sé si debo. Me equivoco. Hablo y me equivoco. Callo y me equivoco. Ando y me equivoco. Me paro y me equivoco, me tropiezo y me equivoco.

39 años y siento los 3 últimos como un tiempo parado en el que no sé quién soy, ni quién fui ni quién podré ser. Soy un obrero aburguesado, un ecologista que contamina, un anticapitalista que consume sin piedad, un feminista encerrado en mis machismos,  un idealista sin acción, un activista sin obra, creí ser un buen padre y esposo y a veces hasta en eso me veo frágil y equivocado. Soy un violín sin música, la última cuerda de la guitarra, los créditos de una película. 

Soy muchas ideas y no soy ninguna de ellas. Soy un coleccionista de enemigos, amante de jardines y charcos, incapaz de sacar los pies del fango, de ser más silencioso, más generoso, más humano.

Tengo 39 años. Me pesan a las espaldas. Miro y me enorgullezco. Al rato, miro y me arrepiento. Hablo. Doy un paso. Al segundo, me gustaría rebobinar el tiempo y borrar todo lo pasado. Mis acciones, mis palabras, mis sermones, mis temblores.

Soy yo, un soñador insomne y agotado. 

sábado, 13 de noviembre de 2021

Paradoja.

 Hay días en los que dormir unas pocas horas, no tener pesadillas, pensamientos intrusivos o ansiedad en medio de la noche con ideas rumiantes que te desvelan es una victoria.

Hay días en los que la victoria es levantarte de la cama y dejarte llevar hacia lo cotidiano, sin oponer resistencia.

Se da la paradoja de que hay días que esos días son el mismo día.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Tengo un documento de word que no me atrevo a enseñar.

Tengo un documento de word escrito con un proyecto de trabajo.

Tengo una oferta pendiente de contestar de un amigo que me quiere ayudar.

Tengo correos electrónicos mandados para buscar otra salida.

Tengo una conversación aplazada por miedo a que al pronunciarla se vuelva absurda.

Tengo la sensación de tener que seguir hiperconectado para no perder el escaso valor que tengo.

Tengo la intención de borrar mi rastro digital. 

Tengo miedo de que mi nombre y me trabajo sea olvidado, de que con mi perfil desaparezca yo.

Tengo una obligación a la que nadie me obliga.

Tengo la necesidad de seguir estando para seguir siendo cuando pueda estar.

Tengo la ansiedad por no alejarme, la culpa por no volver, el miedo por esfumarme.

No sé lo que tengo. Tengo amor propio pero siempre he huido del ego. No hablo de humildad ni modestia, nunca me ha gustado ser protagonista, pero temo ser un fantasma en este mundo que te exige presencialidad y productividad constante.

Siento que esa presencialidad es la fina cuerda que me separa y, al mismo tiempo, me sostiene al futuro que pienso, porque no sé pensar en otro futuro que no se parezca al que he diseñado en el pasado.

Tengo ideas fundadas en ideales que aborrecería no cumplir.

Tengo la sensación de que una vez escapé, que me fue más fácil rendirme y vivir en contra que seguir peleando por cambiar una coma, una vocal, un nosotras.

Tengo la certeza de que esa pelea hubiera acabado consumiendo más de lo que ahora estoy, abatido y agotado en este ordenador en el que encierro todo lo que fui, soy, puedo ser y planteo que seré.

Tengo un artículo que ha escrito otro y que parece que habla de mí, de mi tiempo, de mi falta de tiempo, de mi falta de descanso, de mi falta de ocio, de cómo llenamos el tiempo mientras nos vaciamos de todo.

https://www.lamarea.com/2021/11/11/vulnerables/

jueves, 11 de noviembre de 2021

Cansado.

Me meto en charco. Opino de cosas que me deberían dar igual. Entro en todos los fregados. Me desespero, me doy la razón, me arrepiento, hablo de más porque nunca quise quedarme callado. Me quiero y me odio. Me canso.

Fluyen las ideas, los pensamientos, las críticas. Me crezco. Subo como la espuma, quiero escribir, hablar, sacar mi palabrería, todo lo que tengo oculto, mis talentos olvidados, mi verborrea, mis razones, mis sinsentidos. Dibujo un futuro formidable, una nueva estructura de vida, una sociedad más justa o mi aportación a una sociedad más igualitaria. Me veo viajando a Mérida, resucitando, creyendo en mí, liderando ideas y proyectos, o un nuevo trabajo.

Me desvanezco, lo veo todo gris. Sólo digo gilipolleces. Será difícil ser empresario y cumplir, ganar dinero y ser justo en el reparto, no caer en las noticias de mercado, ser libre e independiente. Será imposible. Tengo miedo a no ser el que digo ser. Me veo incapaz de llegar a hacerlo, me avergüenza hacer llamadas, proponer una utopía, crecer hacia la inalcanzable, hacer una nueva radio y vivir de ella sin dejar de ser padre. 

Me duelen las piernas y la cabeza. Tengo sueño. Me duermo antes de las 10. No puedo con mi cuerpo. Llevo 4 noches cayendo en los brazos de morfeo. Me desanimo, me levanto cansado, miro el tiempo desaprovechado. Tengo miedo. Siento pena y vergüenza, frustración y rabia, incapacidad de movimiento. Siento que estoy fallando, que te estoy fallando, que me estoy fallando. Siento que necesito aire, buenas noticias, silencio a mi alrededor, menos barro en mis botas, no saltar en los charcos, no llevar sobre mi espalda el peso de todo lo que abarco y abrazo.

Pero veo luz. Una tibia luz. Crecimiento, esperanza, tus besos y tus buenos días, tus mensajes de whatsapp. Ojalá supiera qué decirte, qué hacer. Pero solo duermo y lloro mientras el futuro avanza y mi presente no llega.

martes, 9 de noviembre de 2021

Sólo quiero dormir.

 No sabría qué decirte. No sé cómo tapar mi odio. No sé cómo solucionar lo que noto roto. Sólo sé cubrirme con las sábanas o la soledad, en medio de una mirada que se pierde, de un pensamiento agotado y circular, de unas lágrimas que no brotan, de un dolor de cabeza que no se va, de esta tristeza que me atrapa y no me suelta, de esta ira contra todo lo que veo mal.

Aquí estoy sentado, maldiciendo el tiempo que no tengo, los rayos de sol y la pantalla del ordenador, el dolor de piernas y el cansancio, el sueño y mis horas sobre el colchón, la falta de caricias y de palabras, la apatía de jugar y de perder, mis errores y arrepentimientos, mis silencios y mis voces. Mi soledad en medio de la multitud, en la ausencia de tus brazos, en la cima de la incomprensión.

Tener que levantarme, que salir a la calle, que hablar con gente, que ir a cien lugares, cuando mi yo está paralizado, mis piernas no responden y mi cerebro dice no. 

Sólo quiero dormir y que pase todo, sin hablar, sin fallar, sin echar de menos nada ni a nadie, sin exigir, sin expectativas, sin promesas incumplidas, sin fuerzas para ser quien digo ser, con miedo a no ser lo que digo ser. 

lunes, 8 de noviembre de 2021

Perdido.

 Mario y Mateo juegan a la consola. Hoy no hay colegio para ellos. Mario arrastra un fuerte catarro con una tos que suena fatal y Mateo también tiene tos aunque con más mocos que otra cosa. Su necesidad era más bien de descanso después del intenso fin de semana.

Entre desayunos, recoger ropa, colocar el desorden, alguna bronca y cristal roto, jugamos, se duchan, hacemos experimentos y hay un momento para la tranquilidad, para mí.

Pienso en muchas cosas. Tengo una tristeza instalada que no se va. Me siento algo perdido, no tengo rumbo, me encuentro anclado, en un callejón oscuro y sin salida, desorientado. Hay proyectos en la cabeza, ideas que empiezan a verbalizarse y compartirse, sueños factibles y un tremendo miedo, y un temblor de piernas. 

Mis momentos de negrura son más explosivos, hay más picos de ansiedad o pensamientos negativos que un estado tan constante y repetitivo, aunque si me preocupa haberme instalado en una cierta desesperanza, en haber perdido el rumbo, el no saber muy bien qué hacer. Los altibajos son más frecuentes y pronunciados.

Quiero llorar. Me siento enormemente triste, impotente. He visto la cara de Mario cuando le he dicho que el sábado, Alberto Ginés competirá en Plasencia. Tenía la intuición de que iba a ocurrir, aunque también creía que era más una ilusión que una intuición. Me he puesto contento, lo he compartido en redes, me he visto el sábado yendo en familia al rocódromo a ver al campeón olímpico, la cara de fascinación de Mario ha hecho todo lo demás. Y, de repente, me he visto paralizado, incapaz de ir, triste por estar allí. Me he sentido vacío, desilusionado, con un miedo enorme.

Y no sé cómo vencer estos sentimientos, estos pensamientos. No sé cómo darle la vuelta y simplemente disfrutar. No soy capaz de hacerlo de continuo sin ansiedad antes de hacerlo, sin miedo, sin vergüenza o sin arrepentimiento tras haberlo hecho.

No encuentro el camino. Me he perdido. 


sábado, 6 de noviembre de 2021

Miedo.

¿Tienes miedo?

Es una pregunta recurrente en mis consultas, sobre todo en las más discontinuas o alejadas en el tiempo.

¿Tienes miedo?

No entendía la pregunta ¿tienes miedo cuando tienes ideas suicidas? No entendía la pregunta, nunca había tenido ese sentimiento, esa sensación. Eran ideaciones, a veces más fugaces, otras más estructuradas, muchas conscientes de que era una huida, una fuga inmaterializable, un mal pensamiento que nunca iba a ejecutar. Incluso, en mi peor momento, en el día que más cerca me vi de llegar hacerlo, no fue miedo realmente lo que sentí, sino un arrepentimiento previo a la acción, tomar una decisión porque era consciente de lo que podía ejecutar y no quería.

¿Tienes miedo? Sí, ahora ya sé a lo que se refieren. Me ha pasado dos veces. Lo he tenido en la cabeza y en las manos dos veces. De la primera, hace unas semanas, no he sido consciente hasta hoy. Hoy he tenido miedo. Lo he tenido en la cabeza y en las manos, me he aproximado tanto que he sentido el miedo. El miedo me ha salvado. De no haber sentido el abismo bajo mis pies, entre mis dedos, con la cabeza revolucionada, con rayos y truenos, con destellos de muerte y deseos de hacerlo, de no haber tenido miedo tengo miedo de haberlo hecho.

Y ahora es a lo que tengo miedo, al día que no aparezca el miedo para pararme.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Noche de Halloween

Sustos, disfraces, chuches, gominolas, llantos de miedo, Mateo que se agarra fuerte, cara de terror, máscaras y pelucas, castañas y panceta, alitas y solomillo, morros y amistades, charlas y café, alguna discusión, arreglar nuestras vidas en medio del desastre, decir lo que no queremos oír o lo que nuestra cabeza fabrica, el miedo a estar sólo en una noche de terror, el resto de nuestras noches. El pánico a estar con gente y no sentir a nadie. El esfuerzo, la voluntad, no conectar, volverlo a intentar, llorar, desaparecer, respirar, jugar, volver a desaparecer. Frustración, angustia, viejos fantasmas que reaparecen una y otra vez, la muerte tan cerca, esa fina línea entre lo que sucede y lo que pensamos, ese paso que no nos atrevemos a dar, ese paso que damos en falso, la necesidad de sentirte querido, de gritar que estás mal, saberte incomprendido, verte desubicado. De repente, eres feliz. Bromeas, ríes, abrazas. De repente, no encajo. No hay una silla para mí. Voces que forman conversaciones difusas, ajenas, externas. Frases que resquebrajan mi suelo y mi sueño.

Halloween. Noche de brujas y de terror, día de todos los santos 

¿Quiénes son las brujas? ¿Quiénes los santos? ¿Qué nos da miedo? ¿Cómo afrontarlo?