domingo, 23 de mayo de 2010

Imposibles

Apoyado en la barra, con el brazo inerte, sin preocuparse de la suciedad que su manga arrastraba tras horas de copas y refrescos sudando sobre el mármol ya resquebrajado, desde esa posición miraba fijamente al mar que en su horizonte se desvanecía.

Mirada borrosa que oteaba botellas sin mensajes, vidrios color de un océano en el que nadar hasta selvas infinitas, hacia playas desconocidas, hacia nuevos soles con los que soñar. Soñar con estrellas y lunas llenas donde recitar versos y repartir besos escondidos en servilletas que recitan poemas, que esconden números de teléfonos, que anhelan sexo donde el amor se pierde en el aliento del último whisky, entre piernas que nunca acaban, que nunca llegan

Un rostro como tantos, perdido en la noche, en la madrugada, quien sabe si ya ha amanecido ahí fuera. Gesto de indiferencia, de dolor asentado, con raíces en la soledad no buscada, en la desesperación de cada noche. Sonrisa roída por la espera que unos ojos, verdes como aquel cristal, azules como el mar del norte, negros como sus pulmones, como la boca que no encuentra, le devuelvan la mirada, asienten sus sentimientos, acallen el ruido de mil mujeres que prefieren otros labios, otras camas, otras cicatrices para curar, para soplar, para nadar hasta la orilla de deseos escondidos.

Pasará una noche azul, sin cometas a los que agarrarse, sin vida detrás de esa barra, la única a la que puede sujetarse, la única que le ofrece música lenta mientras su cuerpo mece, borracho, en la sobriedad de un día más en el que el calendario no tiene días en rojo. Apurará su trago y se marchará o, inmóvil, permanecerá a la espera de que una suave voz le ofrezca un rincón mejor donde apoyar la cabeza. Y entonces aparecerá Morfeo, y le mostrará un mundo posible, donde no haya recortes, donde el hombre es hombre, donde los espejos reflejan verdades, donde los bancos devuelven dinero y las ropas no distinguen a la gente. Donde no hay miedo a salir a la calle, donde no hay suburbios y las alcantarillas no esconden colillas fumadas por los que dominan un mundo inhabitable.

Apurará su trago de ginebra, amargo como el sabor del último beso que probó, sin saber que era el último, amargo como la última nómina que cobró, sin saber que era la última, como el último adiós que su mujer le dio, consciente entonces de que esa puerta no se abriría más, como no lo hará la de aquel despacho en el que pagó el error de otro. Busca en su bolsillo y, entre hilos, encuentra el fondo de su sed, el vacío de un alma que un día cantó por las calles. El eco sordo de su alma gritará revolución mientras sus ojos atisban el último hielo.

Apurará su trago y marchará con la esperanza de que afuera luzca el sol y en las calles las flores hayan vencido a los sofistas y la esperanza tiña de color el gris de una corbata que en la televisión dicta normas y leyes, ajustes y fríos para el verano. Saldrá a la calle y creerá en el diálogo, en el verbo, aunque sea incapaz de articular palabra.

martes, 18 de mayo de 2010

Deporte es cultura.

No la cultura del teatro, del patio de butacas, de colores sobre el lienzo. No. Deporte es cultura de la calle, de aprender de la victoria y de la derrota, de saber ganar y perder, cultura de convivir y competir.
Cultura del bar tapa en mano y comentario a viva voz, la cultura del verbo, de la charla, del paseo por Pintores, Cánovas, Menacho, la Calle Santa Eulalia o la Calle del Sol hablando de fútbol bajo macetas de colores y sintiendo los colores de bufandas y equipaciones que defienden y definen a una ciudad, a una región. No lo olviden, como diría Piti Hurtado:

Deporte es cultura.

viernes, 14 de mayo de 2010

La Ciudad Definitiva

Te vas a la ciudad definitiva sin mí, perdonarás que no te vaya a despedir.
La noche corta como un cristal roto y tú estarás tan triste como hermosa.

Tu luz quemó mis naves cargadas de incertidumbre y el corazón que sobre tu mesa yo puse para cenar la noche en que nos dispusimos a saltar de la mano al precipicio.

Y yo procuraré sonreír más a menudo y acostarme a una hora prudente.
Tú me enseñaste que afuera siempre me está esperando una nueva mañana, como aquella nuestra, radiante y soleada. Como aquella nuestra, radiante y soleada.

Te vas a la ciudad definitiva y en Madrid quedamos huérfanos y enfermos. Te vas a reír, pero pregunto cada noche a los fantasmas que habitan mis bares cuándo vuelves a casa. Los días caen lentos como el polen de un árbol cubriendo todo mi jardín de desencanto. Un sucedáneo de la vida será al fin el tiempo que he de recorrer sin ti.


Y yo procuraré no suspirar tan a menudo y acostarme a una hora prudente. Yo sé que afuera, inevitablemente, me está esperando una nueva mañana –lo prometiste– radiante y soleada.
Y tú procurarás cumplir con lo que has prometido, ser fuerte y devorar la manzana. Has de pensar, cada nueva mañana, que un tipo a menudo piensa en ti y sonríe aunque quizá no sean sus días más felices.

Y yo procuraré mantener la luz encendida por si se te ocurre volver de repente. Alumbrará este recuerdo incandescente el camino de vuelta, aquel que trazaron antes viejos fugitivos, nuevos amantes. Viejos fugitivos, nuevos amantes.

Y yo procuraré sonreír más a menudo y acostarme a una hora prudente. Tú me enseñaste que afuera, siempre, me está esperando una nueva mañana como aquella nuestra, radiante y soleada.

Te vas a la ciudad definitiva sin mí.

(Ismael Serrano, Te Vas -Acuérdate de vivir, Abril 2010-)

miércoles, 12 de mayo de 2010

Si esta es la izquierda...

Parecía el momento adecuado. Las bolsas caían, la especulación se ponía por fin en duda, la actuación de los bancos, del FMI quedaba en entredicho, el sistema capitalista, en su habitual ciclo, era golpeado con fuerza por la falta de liquidez y por el movimiento de dinero invisible, inexistente. Parecía el momento del cambio, de confiar en las certezas, de acabar con las desigualdades, de bajar los pedelestales, de confiar en el proletariado, el trabajador que había sacado adelante un estado irracional y que seguía a duras y maduras.

Pero no. Todo lo contrario.

Se ratifica lo peor, se hacen más coronas, se confía más en el BCE (que cada mes se equivoca en sus previsiones) y vuelve a cargarse las culpas, y las soluciones, en el trabajador. Vuelve a pagar el mismo, el que no vio los beneficios exagerados y abusivos de aquellos que no dudaron en poner la mano cuando todo se tiño de gris y los cimientos de la economía de mercado se tambaleó. Pagaremos más intereses, más iva, más por la luz. Cobraremos menos ¿cómo la haremos?

Si esta es la izquierda, de donde estará cogiendo la mano derecha.

Y como él, el maestro Serrano, siempre lo canta y lo cuenta mejor que yo te invito a que lo leas y me comprendas
http://iserrano.blogspot.com/

Y uno hace planes mientras el mundo sigue en su torbellino. Los corredores de bolsas del mundo gritan desquiciados subidos a sus norias disparatadas.¿Dónde queda la soberanía de los pueblos cuando son otros los que determinan el precio de la vida, cuándo desde fuera nos dicen los cambios estructurales que nuestras economías necesitan (siempre dirigidos a liberalizar los mercados, debilitar los controles estatales y flexibilizar los despidos)?

¿Por qué el endeudamiento de los países es tan malo y no lo es tanto el de sus ciudadanos hipotecados de por vida, consumidores voraces de las rentas del futuro? La especulación, desatada, anfetamínica, aprovechando la inyección de dinero barato hecha por los Estados, retuerce la realidad económica, como un niño caprichoso el peluche regalado. La realidad virtual se convierte en realidad a secas, y pagan la factura los que menos tienen que ver con el origen de la crisis.

A nosotros nos dijeron que esta era una crisis financiera, ¿por qué entonces hacer una reforma laboral? ¿cuándo se demostró que el detrimento de las condiciones laborales de los trabajadores ayuda a salir de la crisis? Pescadores borrachos ríen a carcajadas y sacan a manotazos peces del río revuelto.

jueves, 6 de mayo de 2010

Gracias

Sueñas. Te levantas para aplaudir, para dar el último suspiro de ánimo, para mostrar agradecimiento por tardes de felicidad efímera, tan poco valorada como valiosa, para mirarlos a los ojos que, desde lejos, piensan en la última derrota, y entonces, recuerdas.

Recuerdas aquel viaje. Esas 12 horas en autobús para llegar a una pequeña ciudad ilerdense que anima, sin mucha fé, en la mera afición a la victoria, a un equipo que responde al nombre de una ciudad que está a 1000 kilómetros. Ilusión en la cuneta, en párpados que arrastran cansancio, alegría pese a la derrota, satisfacción, orgullo verde.

Ahora no hay marea, nadie invade Zaragoza, Pamplona se convierte en testigo de placentinos perdidos y derrotados, que no vencidos. Ya no hay silencio en el autocar, ruido de tambores del Jerte en la distancia, pero sigue habiendo ilusión, rescatada, despertada tras años de letargo incomprensible, de victorias en las que no se creía, aunque hubo un tiempo en el que se pudo hacer. Ha vuelto el grupo, la magia, la alegría de jugar juntos, la tristeza por fallar, aunque no nos fallen.

Aplaudo y recuerdo. Ese balón que se salió del aro hace un año, con un placentino que pasó de héroe a olvidado. Pudo ser la última canasta, pero los denostados, los criticados, los que lo hicieron todo tan mal (eso dicen, yo no lo creo), lo salvaron. Quizá a costa de otros que también dejaron su alma y su piel, pero lo salvaron y hoy, hemos vuelto a creer. Y como diría Guardiola. En la derrota, los queremos más, un poquito más si cabe. Porque no pudo ser, o no debió ser, pero por un segundo, lo soñamos, lo palpamos y, sobre todo, durante todo un año, lo disfrutamos.

Y hoy, este que es tan grande, mañana será odiado, repudiado, criticado. Caerá en su trampa, ya lo han hecho otros y, en este caso, esperamos que más tarde que temprano, no será diferente. Pero yo no olvido quien me dio esa felicidad vanal pero necesaria, esa alegría que llega con la victoria pero cuya derrota ya no trae penas.

Ha sido un buen año. Ya estoy ansioso porque llegue el nuevo. De momento, rezaré a otros colores, oleré otras pinturas, vestiré otras prendas que, al fin y al cabo, coronan la misma bandera. Baloncesto.