jueves, 5 de mayo de 2011

Echo de menos

Aún me sorprendo llorando, con mi mejilla apoyada en el vientre de nuestra otra mitad. Aún miro desconsolado el paso de las horas que me llevan al precipicio de la soledad. Aún no estás en casa, y siento que ya somos tres, que echo de menos tus llantos en forma de patada, tus caricias, tus muecas.

Aún no hay nadie en ese cuarto y ya tiene luz, y color, y aroma, y perfume de mil primaveras estallando a la vez, y una tormenta de carcajadas riendo en cada cosquilla, un abanico de llantos por una comida que se retrasa, un suspiro, y una canción, una nana susurrada al alivio de una noche fría que se cuela entre el cristal, y tu madre aliviando tu grito, y tu padre muerto de miedo mirando como devoras el mundo con una mirada, y la silueta de un pecho, precioso, saciando tu sed, tu hambre, y mis locuras alimentando tu fantasía, y un cuento en la voz de Patricia, y una estrella a la que agarrarte cada mañana, y una luna en la que recolgarán tus sueños, tus verdades. Y yo, mirando atónito desde detrás.

Aún no estás y ya lloro cuando me alejo, cuando no te siento, cuando mi mejilla no besa tus párpados, cuando la palma de mi mano no siente tus inquietudes. Aún no estás y ya te estoy echando de menos.

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