viernes, 6 de marzo de 2015

No éramos ni jóvenes

Aún te recuerdo entrando en clase: decidida, confiada, con aquel 54 de tu camiseta sobredimensionado, con tu carpeta tratando de tapar tus encantos, un número que ha quedado en mi memoria. En verdad, no recuerdo -no me atrevería a afirmar- si esa fue la primera vez que te vi. No podría asegurar que era el primer día de clase, ni la primera vez que mis ojos te veían, sí fuera posiblemente la primera vez que mis ojos te miraban. Es mi primer recuerdo tuyo.

No éramos ni jóvenes.

Probablemente yo no llegaba ni a adolescente. 16 añitos (uno menos que tú), poca experiencia (ninguna), mucha timídez e ignorancia escondida (o camuflada) en humor absurdo que (vete tú a saber por qué) te llamó la atención (17 años después osaría a decir que hasta te gustó).

No éramos ni jóvenes cuando rellenábamos películas en blanco, cuando brindábamos y ya nos deseábamos.
Aún recuerdo tu mirada ardiente como el agua, tu gesto de complicidad y mi miedo enorme. Siempre has sido más valiente que yo (menos mal).

Hoy pienso que fueron muchas (demasiadas) las noches en las que nuestros labios bailaron por separado. Aún recuerdo mi gesto ofuscado (de frustración más bien) por no haberte encontrado, por no haberte interpuesto y acercado a mi abrazo, por no haber evitado algún beso desatinado que para ti tenía reservado. Aún recuerdo injustos enfados (tan míos, tan nuestros), aquel empujón (venga, vale, empujón no, fue una cobra en toda regla) y tanta confusión. Siempre has sido más impulsiva que yo (menos mal).

No éramos ni jóvenes cuando jugábamos a amarnos, cuando soñábamos con hijos (y perros llamados Chandler), cuando nos queríamos aunque aún no lo tuviéramos claro. Aún recuerdo cada risa tuya, cada converseación mientras (inconsciente) me enamoraba. Aún recuerdo cada letra apropiada para cada raya, cada canción escuchada. Tu espontaneidad, mi ingenuidad, tú siempre maestra, yo aprendiz de aprendiz. Aún me recuerdo (aún sigo) embriagado por tu esencia, capturado por tus venenos.

No éramos ni jóvenes cuando te comparaba con aquellas letras de Ismael Serrano, no éramos adultos cuando nos prometimos una vida cargada de sueños.

No sé ni lo que somos ahora que aún (y por siempre) nos amamos, aunque no tengamos tiempo ni para comernos a besos y a abrazos, que aún, como entonces cuando no éramos ni jóvenes, hay noches en las que busco tu mirada ardiente, hay demasiadas noches en las que nuestros labios bailan por separado, hay demasiadas veces en las que tengo enfados tontos (tan míos, tan nuestros).

Hoy sigues siendo más valiente y más impulsiva que yo (menos mal) y sigo teniendo esa sensación de que te debo caricias.... ¡Te debo tanto! ¡Me has dado (me das) tanto! Una hija y un hijo (los mejores que podríamos haber llegado a imaginar, lo mejor que podría haber llegado a soñar), cada día una nueva razón para ser mejor persona, para gritar menos, una mirada limpia para saber cómo ir mejorando,  un hogar para sofocar mi llanto, una voz para compansar mi canto, una respuesta descarada para que sepa todo lo que hago, una lección para mi ser inexperto, un amor para aplacar mis miedos, una certeza para mis inseguridades, una pizca de impulso para mis cobardías, una solución (un plan) para cada uno de mis grises sábados...

Hoy pienso en mañana... Volveremos a ser como entonces, cuando no éramos ni jóvenes. Saldremos de nuestras casas sólo para encontrarnos, nos pondremos nuestras mejores ropas sólo para gustarnos (sí, entonces las mías eran bastante mejorables), nos miraremos codiciosos, con ganas de quemarnos, piel con piel, labio con labio, nos cantaremos al oído canciones de Ismael Serrano, planearemos futuros y pasados sólo porque nos amamos, sólo porque nos deseamos, solos.

Gracias. Gracias por este regalo que ya dura más de 15 años.

http://www.ismaelserrano.es/la-llamada#eramos

No hay comentarios: