jueves, 3 de diciembre de 2009

FM

A penas tengo recuerdos reales de su baloncesto, sólo lapsus, choques con Audi Norris reforzados por un especial de televisión española. Recuerdo su número 10, su cuerpo erguido, su habilidad para anotar con la derecha. Sólo sé que me gustaba su juego. Creo recordar que era un 4 al que ahora llamaríamos moderno. Quizá se adelantó a su época.

No recuerdo bien como fue su muerte, cómo me enteré de ella. Sólo sé que de repente, con el sol ya puesto, con la oscuridad ya entrando por la ventana de aquella casa del Parque Alcosa, la noticia llegó como una losa y el mundo se detuvo en una mediana que se cobró la vida del "más grande jugador de baloncesto de nuestro país". Eso se decía.

Era el Madrid de los años 80, la España que ganó la plata en Los Ángeles, la generación que metió el basket en los ojos de gente de mi edad, de la de Gasol, Calderón, Navarro y compañía. Era el Madrid que rivalizaba con el Barcelona en una nueva liga ACB. Eran los tiempos dorados del baloncesto nacional, de su liga. Aquel que nos concentraba frente al televisor, como si fuera un partido de fútbol. Aquel que nos apasionó con finales como la del 86, que se llevó el Madrid.

Con él empezó mi pasión por el baloncesto, aunque mis recuerdos sobre él queden bastante distorsionados. Sus siglas suenan a radio, una casualidad más.

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