miércoles, 29 de diciembre de 2010

La pobreza del rico

Anoche se apagó para siempre CNN+. No es un canal que siguiera con asiduidad, aunque casi todos los días veía al menos uno de sus informativos continuos, me paraba en alguna de sus tertulias durante un rato o seguía, en la distancia de la redifusión, brevemente una entrevista de Gabilondo. Ya ese paseo por el 24horas privado se acabó, se cortó como una inocentada pesada, una broma de mal gusto a la que le siguió el castigo y la ironía.

A CNN+ le sucede en su espacio digital Gran Hermano 24 Horas. Antes, diversión e información convivían, ahora, la tele-falsa-realidad entierra a la búsqueda de la verdad, a la información, a la dedicación de profesionales que aún creen en el verdadero periodismo.

Gran Hermano puede con CNN+. Este es el futuro audiovisual que nos espera.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Padre

Yo, que no leo demasiado, que apenas conozco a los grandes clásicos, que he conocido de pasada a Unamuno y que he disfrutado con mis pocas lecturas.
Yo, que ando siempre medio cabizbajo, con la espalda encorvada, con el peso de mis ideas y mis cuentas.
Yo, que no he saboreado otros labios, ni otros ojos, que no hablo idiomas ni he viajado, que no conozco otro mundo que este que tan bien hemos destrozado.
Yo, que quiero a mis amigos igual que los admiro, aunque no sé si los admiro porque los quiero o los quiero tanto por lo que los admiro.
Yo, que te conocí jugando al ahorcado, llenando espacios, recordando películas, memorizando tus encantos.
Yo, que ahora lloro imaginando mi vida, que siento mis lágrimas amenazar mis mejillas, que me sorprendo riendo acariciando tu tripa.
Yo, que sentencio cada una de mis dudas, que me equivoco cada vez que acierto, que vivo, que no es poco.
Yo, que me apasiono con cada canasta, que sufro con cada gol fallado, que suspiro, amo y odio a partes iguales, que defiendo lo que detesto, que detesto lo que no defiendo.
Yo, que sólo quiero ser una persona, una buena persona, que nací aprendiz de una maestra brillante.
Yo, que no tengo nada que enseñar, que no sé qué mostrar, que apenas sé mostrarme, ni hablarte cuando se trata de mí.
Yo, que tengo tanto que aprender, ahora, tengo que saber ser padre. No para cambiar pañales, sino para que no los manches, no para abrocharte el abrigo, sino para abrigarte, no para que comas, sino para almintarte, no para que sepas, sino para educarte.
Yo, humilde prepotente, que no sabré cogerte, que erraré al mirarte y no sabré como hablarte.
Yo tengo que enseñarte.
Yo, cuando tú, que aún no tienes manos, que aún no tienes ojos, ni boca, ni cerebro para entenderme ni scucharme, tú, ya me has enseñado.
A ser feliz, a ser distinto, a vivir en lugar de sobrevivir, a respirar en vez de suspirar, a disfrutar de ti, de ella, de nosotros, aquí o en la distancia. Allí o a tu lado, a vuestro lado.
Yo, a mis 28 años, tengo que ser padre. Soy padre.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Me gusta

Me gusta ir a comprar los reyes, llenar el maletero del coche nuevo de regalos para los peques, incluido el nuestro.

Me gusta que Patricia se prepare batidos a media mañana, y que me dé uno.

Me gusta pasar el día en casa, tocándole la tripita a Patricia cada vez que me venga en gana.

Me gusta que Patricia llore porque nuestra criatura tiene el tamaño de una lenteja.

Me gusta ver películas, sobre todo de miedo, mientras Patricia se duerme en el recoveco de mi pecho.

Me gusta salir a pasear, despacito, para que Patricia no se canse.

Me gusta adornar el árbol y ser tonto y feliz como un villancico, y ver que Patricia ríe y disfruta.

Me gusta cambiarle las letras a las canciones e inventar juegos nuevos que hacer un futuro ya no lejano.

Me gusta mirarla, observar su cara cuando lee la pantalla del ordenador, dibujar su cuerpo mientros lo alumbra la luz del televisor, saber que está ahí.

Me gusta besarla mientras suspiro de felicidad.

Me gusta hacer reír a Gonzalo y ver como intenta cantar lo que le berrea su padre.

Me gusta andar por todos lados con Alejandro, y enseñarle a decir ¡Canasta!, y ver como mamporrea una pandereta.

Me gusta pensar que pronto haré eso y más las 24 horas del día.

Me gusta tener miedo por no saber. Me gusta ir descubriendo cosas cada día. Me gusta poder acompañar a Patricia al médico y ver, por primera vez, a nuestra criatura.

Me gusta sentir la sensación de que ya todo es diferente.

Me gusta tener una sonrisa todo el día en la cara, porque las cosas ya no son como las semanas pasadas.

Me gusta que Patricia esté embarazada.

jueves, 2 de diciembre de 2010

A mi manera

Noviembre siempre me deja con una voz por decir, con una canción por pensar, un verso por escuchar, un piropo por inventar. Me deja con halo de esperanza en los ojos, con un último aliento que exhalar.

Noviembre siempre sorprende, siempre me arrice bajo su tímido sol, siempre me hace meditar, me cambia para dejarme más igual, siempre altera mi ser, mi querer ser, mi forma de ser, de pensar, de amar, de llorar, mi forma de ver el mundo, su arte, sus calles. Noviembre huele a castañas, sabe a miel en un tazón de cereales, suena a rumba lenta, se siente frío y a la vez, cálido, cercano. Noviembre se ve gris pero no tristes, azules apagados, que no aburridos. Es un azul pacfíco, un cielo inmenso que, si lo gobierna un sol, te cobija entre sus brazos. Noviembre tiene mil colores y, como yo hoy, a cada rato muestra uno distinto.

Noviembre es un mes diferente, es silencioso y a la vez, esconde bullicio. Sonar de gentes, gentío paseando, pensando en amigos invisbles, en visibles hermanos. Sonar de músicas por las calles, de castañeao de dientes, niños corriendo, saltando entre hojas y charcos. Niños. Noviembre es un mes de arte, de encontrarte, de amarte. Noviembre es el mes que en el que nació, en el que comenzó a crecer, en el que llegó, sin avisar, sin casi pensarlo, si tan si quiera imaginarlo... pero deseándolo tanto.

Noviembre se esfumó por la chimenea y en su calor, en su viveza, en la luz de sus candelas, de sus ascuas, en el ardor de su leña crujiendo al fuego rojizo de mis mejillas heladas, nos cambió la vida. Tenía que ser noviembre. Y yo, ahora que noviembre no está pero que nos lo deja todo, que nos invita a pasear por ls hojas que deja caer el calendario y contarlas, y revisarlas, y empañarlas entre lágrimas y miedos, yo no sé reaccionar. Me paraliza la responsabilidad. Me ahoga la alegría. Me aterra no saber. Me enorgullece poder aprender. Me duele no llegar. Me ilusiona verte crecer. Me inquieta el futuro. Me apasiona el futuro. Y en tanto, me disfrazo de noviembre, aunque el viento me desproteja de vestidos y máscaras y no haya silencios porque lo que realmente apetece es gritar. Gritar y chillar y volver a llorar, y abrazarte fuerte hasta alcanzar el sol, la luna. Superar el frío que me hace temblar, respirar hondo y mirarte a los ojos para recordar que, ahora sí, queramos o no, somos eternos.

Joder, noviembre, me has hecho sentir tan inmensamente feliz pero, ¿por qué no puedo sólo disfrutar, por qué tanto miedo, tanto respeto de esta pequeña criatura? Lo seguiré viviendo así, que le vamos hacer, a mi manera. A nuestra manera.