jueves, 2 de diciembre de 2010

A mi manera

Noviembre siempre me deja con una voz por decir, con una canción por pensar, un verso por escuchar, un piropo por inventar. Me deja con halo de esperanza en los ojos, con un último aliento que exhalar.

Noviembre siempre sorprende, siempre me arrice bajo su tímido sol, siempre me hace meditar, me cambia para dejarme más igual, siempre altera mi ser, mi querer ser, mi forma de ser, de pensar, de amar, de llorar, mi forma de ver el mundo, su arte, sus calles. Noviembre huele a castañas, sabe a miel en un tazón de cereales, suena a rumba lenta, se siente frío y a la vez, cálido, cercano. Noviembre se ve gris pero no tristes, azules apagados, que no aburridos. Es un azul pacfíco, un cielo inmenso que, si lo gobierna un sol, te cobija entre sus brazos. Noviembre tiene mil colores y, como yo hoy, a cada rato muestra uno distinto.

Noviembre es un mes diferente, es silencioso y a la vez, esconde bullicio. Sonar de gentes, gentío paseando, pensando en amigos invisbles, en visibles hermanos. Sonar de músicas por las calles, de castañeao de dientes, niños corriendo, saltando entre hojas y charcos. Niños. Noviembre es un mes de arte, de encontrarte, de amarte. Noviembre es el mes que en el que nació, en el que comenzó a crecer, en el que llegó, sin avisar, sin casi pensarlo, si tan si quiera imaginarlo... pero deseándolo tanto.

Noviembre se esfumó por la chimenea y en su calor, en su viveza, en la luz de sus candelas, de sus ascuas, en el ardor de su leña crujiendo al fuego rojizo de mis mejillas heladas, nos cambió la vida. Tenía que ser noviembre. Y yo, ahora que noviembre no está pero que nos lo deja todo, que nos invita a pasear por ls hojas que deja caer el calendario y contarlas, y revisarlas, y empañarlas entre lágrimas y miedos, yo no sé reaccionar. Me paraliza la responsabilidad. Me ahoga la alegría. Me aterra no saber. Me enorgullece poder aprender. Me duele no llegar. Me ilusiona verte crecer. Me inquieta el futuro. Me apasiona el futuro. Y en tanto, me disfrazo de noviembre, aunque el viento me desproteja de vestidos y máscaras y no haya silencios porque lo que realmente apetece es gritar. Gritar y chillar y volver a llorar, y abrazarte fuerte hasta alcanzar el sol, la luna. Superar el frío que me hace temblar, respirar hondo y mirarte a los ojos para recordar que, ahora sí, queramos o no, somos eternos.

Joder, noviembre, me has hecho sentir tan inmensamente feliz pero, ¿por qué no puedo sólo disfrutar, por qué tanto miedo, tanto respeto de esta pequeña criatura? Lo seguiré viviendo así, que le vamos hacer, a mi manera. A nuestra manera.

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Hermano, es lógico que sientas miedo ante el cambio que va a experimentar tu vida gracias a ese mágico noviembre pero ten la certeza de que todo será perfecto.

Sois las personas idóneas para esa incipiente vida que crece en el interior de vuestras ilusiones.

Así que no tengas miedo, tened esperanza, tened proyectos, tened fuerza. Mantened esa ilusión.

Patricia dijo...

Mi Cheandler!!!!