sábado, 1 de enero de 2011

El año que ganamos el mundial

Ya se fue. 2010 brilló anoche por última vez, en familia, con un rayo de sonrisa y de buenos deseos en nuestros ojos, con una mirada de futuro y esperanza, de ilusión en forma de uva, de amor en el vientre, de aire que respirar puro, de lluvia calando nuestros huesos y nuestras nuevas metas, nuestras nuevas peleas, nuestras nuevas vidas.

Ya se fue. Con el ruido del gentío, el jolgorio de las calles, de los petardos, el resplandor de fuegos y luces, el sonido de gargantas anhelando un mundo mejor, olvidando la crisis, pidiendo olvidarla también mañana.

El 2010 se fue y con el, su historia, sus historias, la de todos y cada uno de nosotros. Cada uno recordaremos este año por algo especial, aunque a 45 millones nos une un momento inolvidable que define el 2010.

El 2010 será inolvidable, es inolvidable. El 2010 es el año que seguí amaneciendo cada mañana a tu lado, queriéndote cada día más, disfruntando de tu risa, de tu aliento, de tu regañina, de tu andar alegre, de tu vientre. El 2010 se va pero nos deja su recuerdo en forma de vida. Su estela crecerá a medida que pasen los meses, las semanas, a medida que nuestras pupiles derrochen más pasión, más fe, más temores. El 2010 supe que iba a ser padre, descubrí que no sé si estaré preparado, pero acepto el reto. El 2010 crecerá entre nosotros y pasará de llamarse Andrés a llamarse Mario o Candela. El 2010 no sería 2010 sin el 1 de diciembre, ese en el que dos rayas marcaron por donde escribir nuestras próximas canciones, renglones de los que seguro nos saldremos, pero con buena letra.

El 2010 lo ha cambiado todo y, quizá por eso, empezamos por un final sin fin. Pero el 2010 nos trajo mucho más. Los pasos inquietos de Alejandro, sus manos aventureras, su incipiente verbo, su eterna risa, su mirada traviesa, casi pirata...
El año nuevo nos dejó sorpresas, la mejor de las sorpresas. Lágrimas que derramar para llenar copas y brindar por la sonrisa agradecida de Gonzalo, su rostro serio, su paz, su eterna paz en brazos de su abuela, la distancia mínima entre su mirada y la de Mamen, la desnudez de sentimientos, el amor de un padre novicio...

La sorpresa llegó en un frío febrero, en el que el sol salió por Valdelacalzada para recordarme que estamos vivos, que sigue habiendo gente por la que pelear, que sigue habiendo mundo y personas maravillosas, que sigue habiendo retos y valientes con quien conseguirlos.

El 2010 ha ido pasando, entre cervezas, panceta, hogueras y casas rurales. Entre amigos, viajes y pasiones. Acortamos las distancias para vernos cada día, aunque ahora cada día empiece antes y no haya madrugadas sin carreteras, ni soles que me despierten, sólo lunas que me acompañan a tu lado. Fueron pasando días, historias. Fuimos brindando en cada celebración, vivimos nuestras últimas ferias solos sin saber que serían las últimas, despedidmos -sin saber que lo hacíamos- nuestras fiestas, las disfrutamos al máximo, las compartimos en el verbo, conocimos nuevas gentes, nuevos mundos, mayores experiencias. Aprendimos. Seguimos creciendo.

El 2010 se fue, pero no deja vacíos. Nos dejó un verano inolvidable. Barcelona y sus sentidos, sus olores, sus colores. Málaga sabiendo a cerveza, sonando a rumba. Una canasta que no llegó y un gol que nos unió a todos. El 2010 se fue. Se fue el año que ganamos el mundial, ese que nos dejó una noche gloriosa, de disfrute y diversión, de celebración sin excusa ni arrepentimiento, una noche única, mágica, de guión perfecto. Un elixir, un paréntisis de los números en rojo, el éxtasis hecho gol, la alegría reflejada en un solo segundo, celebrada por millones de personas al mismo instante. Lágrimas, sonrisas, gritos, saltos, abrazos, carreras, puños cerrados, brazos en alto, ojos abiertos, pasión. En un segundo, la historia cambia, nuestras vidas se hacen más felices, olvidamos conflictos, nos une el deporte, el sentimiento de victoria, el sonido de gol chillado al tiempo, al unísono por 45 millones de almas rojas. Porque España sigue siendo roja. Porque una fiesta con buenos amigos bien vale un gol.

El 2010 se fue pero siempre quedará su historias, sus historias, sus pequeñas batallas, sus grandes triunfos, sus olvidadas derrotas. Nuevas gentes, nuevos amigos, nuevos teléfonos a los que llamar en caso de lágrimas, de ganas de disfrutar. Nuevos libros, nuevas esperanzas, nuevos retos, nuevos temores. Los mismos amigos con más recuerdos: el de un 6 de febrero, el de un 11 de julio, el del 1 de diciembre y el de tantos días tachados en el calendario: un viaje de madrugada, poemas en la calle, o en un parque, al compás de una guitarra amiga, una playa para conversar, nuevos desnudos, distintos restaurantes, de sierra, italianos, belgas o japos, hoteles que esperan nuestros abrazos, ya sea en San Martín, Pamplona, Madrid, Santander o Barcelona.

Olvidaré instantes, volverán más tarde a la memoria. No me olvido de nadie. Mis padres, que vuelven a sentirse jóvenes, mis hermanos que siguen dándome la vida. Raúl con su prudencia, Javi con su esperanza, Carlos con su rumbo incesante, la prenochevieja. Mis cuñadas, desde el silencio a la algarabía, el desorden de una vida que quiero pasar en vuestra compañía. Los sobrinos, Carlota, Alejandro, Gonzalo, joder, bendita alegría. La familia, quizá menos rato del deseado, pero con el amor siempre presente. Mis amigos, tantos como quiero, como necesito en cada momento. Mario, te echo de menos. Escu, me alegra verte. A los demás, me gustaría teneros más tiempo pero me alegra saber que estais ahí, siempre (ya verás que bien el 2011, Carlos). Y, por supuesto, tú, o vosotros, o vosotras. Tú y tu paz, tu sonrisa, tu encanto, tu aliento, tu impaciencia, tu regañina. Tú y tu tripita, tú y nuestro futuro en vida.

Se fue el 2010. Bienvenido 2011. Te esperábamos con los brazos abiertos.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Hermano, vas a tener que cambiar el título de tu blog de cuchillo de palo a pañuelo de papel, porque cada vez que leo una entrada me emociono. Espero que tus pronósticos se cumplan, prometo que por mi parte pondré todo lo que pueda. Este año tiene que ser nuestro año.

Os quiero