domingo, 2 de septiembre de 2012

Un domingo cualquiera

Despiertate a las cinco y 20. Apaga la alarma. Quédate 10 minutos más en la cama. Tienes tiempo. Lévantate. Escucha a tu hija llorar. Leve caricia poco consoladora. Tómate un café de cápsula. Escucha el molesto silencio de la madrugada. El frigorifico hace un ruido monótono e hipnotizante.

Lávate, peinate o haz algo que se le parezca. Vístete en el baño para no despertar a tu hija. Ya estaba despierta. Abraza a tu hija. Sácala de la cuna. Vuelve a acostarla. Clava la rodilla en el pie de tu mujer antes de darle un beso de despedida. Date cuenta entonces de que todavía estás medio dormido.

Coge el coche. Que él elija que música es la más apropiada para hora y media de viaje. Cambia tu rumbo. Hay un accidente que corta la autovía. Piensa en la que podría haber pasado si no te hubieras equivocado al poner la alarma. Sigue conduciendo. Canta, vive la euforia de las 6.30 am. Bajonazo al canto mientras canto. 7am y todo un día por delante. Queda otro más todavía en el horizonte para poder volver a ver a tu mujer y tu hija ¿Dónde está el campo de María Auxiliadora? Llama a la radio y avisa del accidente. Llega a la radio. Pon el dedo en un sensor cada día con más huellas. Lee las noticias. Redacta tus noticias. Cuenta las noticias. Enciende el twitter. Bienvenido al jodido domingo.

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