martes, 30 de agosto de 2016

La gloria negada

Pienso en Calderón y sólo recuerdo imágenes de gloria frustrada.
El tapón de Fotsis en aquel mítico Madrid - TAU del triple de Herreros.
El último tiro en las semifinales del Eurobasket 2005 ante Alemania.
La defensa a Holden que acaba en canasta de Rusia en la final del Eurobasket de Madrid.
El triple desde la esquina que se sale en las semifinales del Eurobasket de Eslovenia...

Pienso en Calderón y no aparece en los momentos de gloria. Estaba, pero siempre en un segundo plano.

El último ejemplo, en Río de Janeiro. Sus últimos Juegos, sus últimos partidos con la selección y el destino, la fortuna, el azar impidieron que Calderón tuviera los merecidos minutos de despedida. Aquella gloria final de la que disfrutaron los Ginobili o Nocioni (quizá también Scola), no estaba reservada para Calderón. Un triunfo holgado lo hubiera permitido. La historia quiso que el final fuera épico, con el grupo sobreponiéndose a todo, con una selección alzada a los altares por la mano oportuna de un secundario y con Calderón emocionado en un discreto segundo plano.

Es curioso como el destino, la fortuna, el azar marcan la historia, el camino y la luz de un jugador.
Y el destino de Calderón era estar siempre en la sombra. Calderón ha hecho de la sombra su luz. Y ahí, haciendo brillar al resto, ha resplandecido como nadie.

Y esa es la historia de Calderón, del chico sencillo y callado, del discreto jugador que no da titulares, del hombre de equipo y base indiscutible de la campeona del mundo que pasa desapercibida para los grandes medios.

Calderón ha sido el satélite que orbita constante alrededor de las estrellas de la selección. Imprescindible para que ese universo siga funcionando, eclipsado por la combustión inagotable de los Navarro y Pau.

Calderón es el baloncesto infinito puesto en pie. El 8 (el 8, no podía ser otro número) de la ÑBA. Un jugador único, irrepetible. Perfeccionista. Siempre fue mi predilecto, y no por su condición de extremeño (eso era un "además"), sino por su concepto de equipo. Yo que fui más de Tom Becker que de Oliver Aton, me fijaba más en Calde que Navarro. En su trabajo callado para mejorar, poniendo siempre el colectivo por delante del yo, el vestuario por encima de la canasta, la asistencia para la gloria del otro, para la victoria y alegría de todos.

Gracias Calde. Gracias por 14 años de selección.
Gracias por los 193 partidos que jugaste y gracias por los que supiste ganar sin jugar.







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