sábado, 22 de octubre de 2016

Asesina soledad

La soledad es una amante exigente. Es celosa y posesiva. Como todo amor, si no es correspondido, si no ha sido libremente elegido, duele. Daña y duele. Y, cuando más te entregas para sobrellevarlo, más duele, más daño te hace. Te atrapa y te aisla. Te vacía del resto. Odias el vacío en la cama y, al tiempo, aborreces, te estorba el abrazo.
La soledad duele, a veces mata. No físicamente (a veces sí), pero si es un asesinato mental. Asesina tu personalidad.
Es un amor que te maltrata, que no te permite vivir sin ella, que te hace creer que es imprescindible, que sin ella no existes. Que no eres libre.
Y la soledad no te da la libertad, aunque tenga esa apariencia. A veces, nos apresa. Es la confianza mutua la que nos permite ser libres.

Llevo 10 años trabajando en Canal Extremadura Radio. A 156 kilómetros de mi hogar, 1 hora y 27 minutos de los imprescindibles abrazos.
10 años. 10 años a solas aunque me sepa acompañado.
A veces, todo parecer inútil. Un esfuerzo esteril, sin resultado. Un tic tac infinito hasta llegar a tu lado. Un pasillo que no acaba para aplacar sus llantos.
Y, de repente, un día, pequeños detalles alivian el cansancio. Pequeños detalles como aspirinas, que no curan esta migraña sin ti pero que de despojan de ese dolor incesante.
El ofrecimiento de aquellos a los que no he sabido decirles que les quiero tanto, tanto... Un regalo para beber el sudor de pasión de mi trabajo.
Una tertulia entre amigos, pura radio.
Una cena con quienes, en la distancia, están a tu lado.
Y, al final del día, sus cuerpos pesados en mis brazos. Su aliento en mi hombro. Su sueño en mis manos.
Y la cama, tus labios, la charla de siempre y solo un colchón, no dormir separados.
Esta enfermedad sólo tiene un tratamiento. Mientras tanto, me he hecho adicto a los fármacos.

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