lunes, 9 de abril de 2007

¡y yo con estos pelos!

Sin saberlo, de forma no intencionada pero queriendo, he mandado alguna invitación para visitar este espacio a través de un blog amigo que suele frecuentar pero en el que, normalmente, siempre me había mantenido en silencio, observando con timidez, callado y tratando de aprender.

Por descuido me dejé una linterna que ha dado luz hasta este espacio. Me alegro de que hayas hallado mi cuchillo de palo. Los que habéis llegado, pocos de momento aunque selectos, habreís comprobado que está todo patas arribas, que arreglo la casa con poca frecuencia y que hay polvo en algunas estanterías, curiosamente donde están los libros. Os invito a que me echéis una mano y le quitéis polvo a algunos relatos pretéritos.

Me consta que habéis saciado vuestra hambre revisando los textos del pasado. Os recuerdo que tengo alguno inacabado y que un personaje al que añoro tanto como admiro desde la ilusión y la fantasía sigue en una carretera, esperando que den las 01.27h para ver a su amada. Cómo quienes por aquí pasean son gustosos de escribir, no estaría de más que retomáramos esa historia de reencuentros que ya empecé el pasado año.

Yo por mi lado, trataré, ahora que tengo una audiencia fiel, de escribir más a menudo y, haciendo mías unas palabras que escuché a Pedro Fernández, mi compromiso será más firme porque "como dicen los bancos, lo prometido es deuda". Bienvenidos. Si podéis, ordenad algo este caótico espacio y colocad sólo las cajas que no estén vacías.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Pues sí hermano.

Por aquí ando con mi linterna desentrañando rincones en los que guardas, a veces descuidados, otras premeditadamente olvidados o ignorados, en busca de rescate, algunos tesoros que de momento me abstengo a tocar.

Los miro, cauto y sereno, los leo y releo, e incluso alguno me he sentado a observarlo tranquilamente, degustándolo con apetito, pero estrictamente con la mirada, para no profanarlo.

La misma invitación, quizás más pública que tu tímido guiño en la página de Jose, ofrezco a tus lectores para sentarse en mi caverna, dónde siempre habrá un cojín para quien quiera acercarse y unos sugus que amablemente deja esporádicamente la princesa eskizoide.

Eso sí, si queréis revolver en el pasado, en la parte superior de la nueva caverna hay una puerta abierta a sentimientos casi olvidados.