lunes, 12 de noviembre de 2007

A solas

Se masturbó en la ducha. Nunca lo había hecho (en el lugar, no la acción). Pese a hablar con frecuencia de sexo, pese a luchar por terminar con el estúpido tabú de la masturbación, solía refugiarse en su cuerpo, esconder su miembro con un gesto curvado, con unas sábanas o una persiana para preservar su intimidad. Pese a su soledad, pese a no ser visto por nadie, guardaba un gesto que defendía como natural. Quizá por esa contradicción, decidió erguirse y, por primera vez de pie, golpeado por el agua de la ducha y sin mayor protección que la de la mampara y la de la puerta del baño que siempre cerraba, masturbarse. Nadie le vería, pero no se escondería a esos ojos invisibles.

Eyaculó. Tras frotar con velocidad pasmosa su pene eyaculó y todos sus miedos, todas sus vergüenzas, todo su pudor se esfumó por el desagüe, arrastrado por una espuma que liberaba tensiones y le hacía sentir feliz.

Suspiró. Aclaró con el agua primero su miembro y luego el plato de ducha. Se enfundó su albornoz y desayunó como cada mañana un café y una tostada con mantequilla y mermelada. Sería su secreto.

4 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Está bien que descargues aquí este tipo de sensaciones, pero no veo oportuno que en el mismo párrafo coincidan un plato de ducha recién eyaculado y otro de tostadas con mantequilla, no, no está bien....

Anónimo dijo...

PERO BUENO!!!

el dia 24 tenemos una quedada en Mérida.

Yo llevaré boli verde.

Tú, lávate las manos.




el secreto de la vainilla

José Manuel Díez dijo...

Mucho placer en esta lectura, Iván.

:-)

UnaExcusa dijo...

Jajajaja.

Acabo de leer el comentario de: "Yo llevaré boli verde. Tú, lávate las manos"...

Qué bueno.