lunes, 15 de junio de 2009

Te asustaste. Estabas tranquila, sentada en el sillón, viendo la tele con tu tazón de cereales entre las piernas, atenta al último reality, cuando sonó la puerta. No lo niegues, te asustaste. Te sorprendió el sonido del timbre, la llegada de alguien inesparado. Algún vecino, alguien que se habría equivocado, no, peor, un testigo de Jehová al que despedir y despachar con tu sonrisa más amable y más fingida.

Te desesperaste. Con gesto de pocos amigos te desperezaste, estiraste tus piernas, pusiste tus pequeños pies sobre la mesa y seguiste comiendo, como si nada. Volvió a sonar el timbre y volviste a asustarte. No lo esperabas. Bajaste el tazón, lo pusiste sobre la mesa, en el cristal, que no se limpia mejor. Palpaste con la punta de los dedos de los pies el suelo, caliente. Rozaste con tu piel la tarima, tanteaste el terreno en búsqueda de una zapatilla que, muy posiblemente, buscará nuevas aventuras en la oscuridad subterranea que da el sillón. Tras un rato avanzando a la pata coja mientras tu otra pierna buscaba el cobijo de su comodidad, te diste por vencida y caminaste. A la altura de la mesa, tu cuerpo se detuvo.

Tu cerebró ordenó orden de detención. Confusa, esparaste una nueva indicación del timbre. "Se habrá ido", pensaste. Con una media sonrisa, volviste tu cabeza hacia el televisor, recuperaste el interés por la última canción destrozada por las nuevas generaciones mal enseñadas. Recuperaste la ilusión por unos cereales que aún no se habían reblandecido, olvidaste que caminabas descalza y te disponías a dar el giro necesario a la situación cuando volvió a sonar la puerta. Te asustaste y, además, te golpeaste un dedo del pie con la pata de la mesa. Grito silencioso, quejido visual, mala leche contenida.

Avanzaste con desagrado en tu caminar, pero más rápido. Con la única luz que aporta el televisor, cruzaste el salón y el pasillo. Te equivocaste de interruptor. Ahora sí, esa es la buena. Como habías echado la llave, el primer intento por abrir la puerta fue infructuoso. Cogiste la llave de su lugar y abriste.

3 comentarios:

Juan Carlos dijo...

¿quién era? jooooo
¿Esto sigue? ¿O no he sabido leer entre líneas?

Patricia dijo...

¿Quien era?

La Raqui que venía a por su tazón y por su plato de rayas de colores?

RAQUEL dijo...

joder, la que se monta por llamar al timbre!, la próxima vez que vaya te daré una voz por el balcón antes de ir....