martes, 24 de mayo de 2011

Ya llegó la primavera

Hacía mucho tiempo que no había primavera. Del invierno pasábamos directamente al verano, del frío al calor, sin tránsito. De hecho, en otros lugares está pasando así. Por aquí, por Extremadura, todavía se atisban tormentas refrescantes, aires nuevos, nubes que te hacen dudar entre el paraguas y la sombrilla, días de ponerse y quitarse la chaqueta. De llevarla en el brazo, al menos, pues es complicado decir con qué salir a la calle. A las seis todavía hace calor, pero a lo mejor cuando anochezca refresca y no sabes cuando la vas a echar en falta.

En mi armario hace años que desaparecieron las prendas de "entretiempo". O jersey o camiseta. No había otra opción. Así, con tan poca variedad, pues algún trapo nuevo cae para que no parezca que llevas todo el día la misma ropa y, de paso, seguir llenando el mobiliario.Pero claro, pronto va a llegar el calor. Bueno, en verdad, frío frío ya no hace y la solana y la flama empezarán pronto a hacerse notar. De hecho, las altas temperaturas se han metido más fuerte en los últimos días. Quizá por eso sea el momento de coger la maleta, las cajas medio roídas, recuperar de ellas la ropa de verano y llenarlas nuevamente de las prendas que nos han acompañado durante el invierno.

Pero claro, ya lo he dicho, la moda, la gente por la calle, los hombros al aire, las faldas al vuelo, los piratas dejando ver tobillos tatuados, el moreno de mis brazos, la gente inconformista con la arruga de su camisa, la necesidad de estrenar algo nuevo, de cambiar para que todo parezca distinto, el mar de personas que inunda el centro comercial abierto, me invita a seguir renovando mi vestuario. Es lo que toca. Así lo exige la sociedad. No te permite vestir exactamente igual que el último verano.

Es decir, que tengo la misma ropa que el año pasado más la nueva. Vacío el armario de la ropa de invierno, lo lleno con la del pasado verano, con la que la nueva moda demanda y ofrece, y ¡ohps! el armario está demasiado lleno. La verdad es que hay prendas que hace lustros que no me pongo, pero que siguen ahí. Será que me recuerdan momentos felices. No está en exceso estropeada, no lo parece. Así al menos lo veo yo. Pero, la verdad, es que cuando me la pongo, da cierto tufillo a humedad, a naftalina. Su corte se ve más clásico, nada acorde con lo que la actualidad demanda, mi propio gusto actual demanda, pero me da pena deshacerme de ello. En realidad, no quiero.

Es complicado. Pero claro, la nueva ropa necesita su espacio y ésta la voy a usar más. De hecho, esta la voy a usar y la otra no me la voy a poner.

¿Qué hago con la otra ropa? La meto en la maleta. Bueno, no. No cabe. En la maleta está la ropa de invierno y en la caja tampoco cabe. Además, todo un año en la caja aumentaría aún su aroma a cartón roído, y ya apesta un poco. Cierto es que, si te desprendes de ella, algún día tienes la sensación de que, justo esa prenda, era la que te hacía falta. Pero no hay que pensar en un día concreto, tengo que mirar mi vida cotidiana: ir a la radio, con los polos y camisas más frescas. Ir a los campos, dar buena imagen. Eso no es que me preocupe en realidad, mi imagen es la que es, y esa, diariamente, no lo es.

Esta primavera he comprado ropa nueva. O compro otro armario (no hay dinero) o el espacio es el mismo que hace un año. Bueno, no, el espacio es menor. Llega una nueva criatura, un nuevo cuerpo que vestir y una nueva boca que alimentar. Tengo menos espacio y más ropa, ¿cómo no me he dado cuenta antes? Claro, ahora sé porque todo aparecía siempre tan arrugado. Lo había amontonado y había prendas que estorbaban a las otras. Es un hecho real, montañas de camisetas y las del medio a veces ni las veo, las de abajo están embarulladas y las de arriba muy arrugadas porque pegan con el techo del cajón y, al abrirlo, se doblan y estropean.

Llegó el momento de tirar los trapos viejos, de darlos, que los utilicen otros. Llegó el momento de vaciar el armario, de desinfectarlo de ese olor a moho, de tirar lo que sobra e impide utilar el resto de cosas.
Llegó el momento del cambio. Yo seguiré vistiendo igual, pero con ropa nueva. Estaré más fresco, más cómodo.

2 comentarios:

Jorge Solana dijo...

Aquí en Badajoz capital de primavera nada. Quiero morirme cada vez que llega finales de mayo. Además tengo el aire del coche estropeado. Quiero una piscina en mi salón! Quiero una nevera por colchón!, quiero un ventilador por pulmón...
Abrazos , cuchillo de palo !!

Iván H. Bermejo dijo...

Me parece a mí que allí tenéis calor para rato, casi por decreto. Un abrazo y a ver si nos vemos pronto, que se echa de menos pasarse un rato por el Desván