sábado, 4 de junio de 2011

A veces

No sabes el porqué, pero de repente, de forma cíclica, repetitiva, casi rutinaria, cada cierto tiempo uno se siente cansado aunque no haya agotamiento físico, se siente triste aunque no existan penas que lamentar, languidece.

Quizá sea el sueño, o la falta de sueños que cantaría el Serrano, quizá la falta de amigos, su distancia, los que se van irremediablemente aunque siempre estén ahí, o los que no ves y sólo tienes su dulce recuerdo; quizá sea el tiempo, la falta de tiempo, de tu tiempo y del mío, del tiempo de la Candela, de su luz en mis ojos y sus caricias a flor de entraña. Quizá sea todo junto, o nada.

Quizá sea el grito al vacío, la ausencia de eco, la falta de abrazos, la necesidad de besos, de tus besos. Quizá sea el lento pasar y pesar del cuentakilómetros lo que me hace reventar, lo que me agota, lo que me cansa aunque no esté cansado, lo que me entristece aunque no esté triste.

Quizá sea la distancia, la melancolía, la música cada vez más lejana, la necesidad de versos, de nuestros versos, la ausencia de ellos. Quizá sea todo eso lo que te empuja los hombros, lo que ensombrece mis pies, mi caminar, lo que un día no te permite disfrutar de tu mera existencia, de tu voz en el recuerdo, de tu lunar rubricando tus labios, de tus pechos dándome cobijo, de tu vientre llenando mi futuro y mi presente, de tus piernas vaciando mis ansias, acabando en el fruto maduro que sacia mi sed de alegrías.

Será todo eso, el calor, el hastío, el egoísmo, la ausencia de vidas, de minutos para vivirlas.

No sé. A veces todo amanece así. Sin luz, sin sol ni luna, sin brisa que acaricia tu mejilla. Y, en verdad, todo está como estaba. Tú me esperas con una tortilla de patatas sentada en el sofá, el gol suena a 15 en la quiniela, los amigos esperan en la carretera, o en el asiente de enfrente, ofreciendo su sonrisa, el mejor de sus deseos. A veces todo eso queda tapado pero siempre, siempre, está la música para levantarme. De verdad, no sé como explicarlo. Quizá sea que os echo de menos, que me gustaría compartir más momentos, que añoro saber de vosotros, sobre todo de ti, José, pero un mal día, una mala semana, un mal pronóstico se desvanece en los pies de un duende que baila y canta, se rompe y cruje en el pisar de las maderas de un desván que, en esos sonidos, encierra recuerdos presentes y futuros.

Podrá ir a mil de vuestros conciertos, podré explicaros mil veces lo que disfruto, deciros aquello de que me ayuda a vivir, pero nunca podré haceros sentir lo que me hacéis sentir, lo que supone la música, la vida, la existencia de vida. Eso sí, eché de menos abrazarte en los sones románticos. Deberían prohibirse esas canciones si falta tu pareja. Eché de menos tu risa, tus coros mientras te decía que te amo, que os amo, con señales de humo.

2 comentarios:

Jorge Solana dijo...

Iván, podría decirte muchas cosas sobre lo que escribes. Me gusta que te arranques sentimientos y que con tinta los dibujes, porque el que lo lee lo siente como suyo.
Puedo asegurarte, por la pequeña parte que me toca, que el verte ayer, disfrutar de ti unos minutos, cruzarnos frases, risas, hablar de un balón que produce luz o de unos planes futuros de biberones me hizo afrontar el concierto de otra manera. Es un lujo poder verte ahí a nuestro lado apoyándonos. Después de tanto tiempo, con años y kilómetros sobre la espalda, pero con esa sinceridad en tu mirada. Puedo asegurarte que formas parte de esta historia q se llama el desván del duende y que no sólo ayer, sino siempre, tú y tu mujer, estáis con nosotros.
Ya hablamos !!! un abrazo fuerte y descansa...

Patricia dijo...

Mi niño!!!!
no estés triste que nos lo pasamos chupi jugando al éxito y a los ratones!!!