domingo, 7 de octubre de 2012

La anécdota por encima de la noticia

Es domingo, son las ocho y media de la mañana. Mérida amanece tranquila, ajena al ajetreo que destilarán sus bares esta tarde para reunir y unir lo que sólo el fútbol une, sólo lo que el fútbol y el Barcelona - Madrid separan. La Fórmula 1 de fondo (con abandono de Fernando Alonso incluído), el derby Villanovense - Cacereño en el horizonte (mi primer derby en segunda B) y la prensa escrita sobre mi mesa.

Repaso las portadas y me detengo en las sonrisas como imágenes de la mañana en los diarios regionales. Amabilidad para empezar el domingo, para encarar el final de una semana más en la que sobrevivimos a la crisis. Supongo que es una forma de afrontar la realidad, supongo que corresponde a una línea editorial, supongo que es una manera de invitar a vivir el domingo, a despojarnos de temores y números rojos por una vez en este calendario cada día más largo. Supongo que es la manera que escogen en esta libre y preciosa tarea de contar la realidad.

Siempre he sido un defensor del "cómo" por delante del "qué". Doy (o daba) por hecho que el "qué" ya se conoce, es parte de una agenda setting que el ciudadano de a pie que a diario nos visita ya conoce. El "qué" está en todos los medios. La diferencia es (era), lo que en nosotros buscan (buscaban), es el "cómo". Ese es (era) nuestro elemento diferenciador. Y ahí es dónde debemos ser prudentes, pacientes y exigentes. Calidad, realidad y objetividad.

Pero este mundo parece cada día menos exigente con el cómo y menos severo con el rigor de lo publicado. Se valora el "quién" lo cuenta (da igual las formas, las horas de trabajo, la profesión) y el "para quién" lo cuenta. Y no siempre el "para quién" es sinómimo de lector, oyente o espectador al que se le vende la información. Cada día tengo la sensación de que el destinatario es más el que la paga que el que la compra. Y cada día nos compran menos porque nos creen menos y, en este bucle sin fin, la eterna búsqueda de la rentabilidad económica vuelve a creer que con menos (periodistas, informadores, comunicadores) se puede conseguir más (dinero, ventas, publicidad). El medio de comunicación como mercado, la rentabilidad económica como objetivo. La información, la realidad como mero conducto hacia esas metas, un títere en mano del "mercado". Y ahí, el "cómo" ya no importa (o no, al menos, desde criterios de calidad y objetividad) y hasta el "qué" se diluye. Todo vale. Todo puede ser noticia. Es más, el foco de atención se pone en la anécdota muy por delante del hecho informativo. El deporte, la cobertura -sobre todo nacional- de nuestro deporte es un claro ejemplo. La abundancia de noticias futbolísticas, el exceso de información del día a día de los dos grandes por encima de la realidad de otros clubes, otros deportes, otros mundos.

La percepción es que la rentabilidad de unas imágenes mil veces reproducidas, reiterativas y buscando al detalle la anéctoda por encima de la noticia es igual o incluso mucho mayor (con menos esfuerzo de personal) que la alcanzada por un trabajo mucho más rico en pluralidad informativa (ya sea en el "cómo" o en el "qué"). Esta última opción requiere o supone una mayor dedicación (sobre todo humana) en el buceo y en la cobertura (pregunten si dudan a mis compañeros de "No Todo Es Futbol" cual es la exigencia de un programa semanal tan completo y plural). Estar en todos los frentes y hacerlo desde el rigor, el respeto y el conocimiento exige estar en más sitios y obliga a un conocimiento global que, económicamente, no se premia. Y hablar de valores y dignidad laboral, de código deontólogico o de principios parece estar pasado de moda. El hambre apremia La materia prima ya no es la noticia, ahora prima lo comercial y lo que vende (o lo que se compra) es la anécdota. Y no lo olvidemos, el fútbol es una microsociedad que repite los vicios de la sociedad. Aunque de eso, ya hablaré otro día. Centrémonos en la anécdota por encima de la noticia.

Siempre se ha oído aquello de que una noticia no te estropee un buen titular. Se extiende ahora a que la realidad no te estropee una buena noticia. Y la realidad la enfocan los medios (pregúntese usted que me lee qué manos son las que mueven ese foco y encontrarán más respuestas a este texto) y últimamente, la luz ciega la noticia por alumbrar el detalle, no siempre interesante. Buceando por esa prensa regional que tengo sobre la mesa, me topo con el artículo semanal de mi compañero Manu Pérez en El Periódico Extremadura. Un artículo de opinión sí permite usar la lupa sobre esos detalles que se esconden en medio de la selva informativa. Sin embargo, percibo que durante la semana ya se ha tratado la anécdota, se ha sobredimensionado y se ha convertido en primera página. La foto (ilustrativa) del texto de Manu muestra a José Antonio Monago con su constitución en la Conferencia de Presidentes. Imagen manida, repetida durante la semana y usada por todos los medios como icono de ese acto. El presidente del Gobierno de Extremadura también llamó la atención en Madrid por su pulsera verde en apoyo a Esperanza Aguirre (podría haber llevado una roja y haberse acordado de Santiago Carrillo, pero no pasó. Tampoco tenía que hacerlo).

Monago -no es una crítica, es una apreciación- se presentó en la Conferencia de Presidentes como el personaje que se cuela en el Salón de Loterías cubierto de décimos el Día del Gordo. Es la única forma de que las cámaras le enfoquen. Si fuese vestido normal, nadie repararía en su presencia. Monago asume su papel secundario, aprovecha la inquieta atención de los medios por la anécdota y saca su minuto de gloria para poder extender su discurso. Discutible pero lícito, como lo eran los altisonantes discursos de Ibarra que permitían que el nombre de Extremadura siempre estuviera presente. Otra cosa es si favorece o perjudica al debate, si lo enriquece o lo empobrece, si mejora o lastima la imagen de la región. Al fin y al cabo, Extremadura vuelve a aparecer como extremo a las políticas catalanistas. No percibo yo esa realidad de forma tan ferviente en la calla, pero como esa etiqueta ya la tenemos... Habrá que aprovecharla (dirá Monago) para que España recuerde que hay regiones más allá de Madrid, País Vasco y Cataluña (que hay más equipos que no son Madrid y Barcelona). Y Extremadura entra en el juego mediático y gana la otra liga, aunque no se habla de fútbol (de política) y se transmita una realidad menos informativa, menos valorada y, por tanto, menos comprada, aunque sea más rentable.

Y en la anécdota nos perdemos, y cuestionamos el qué, la realidad no importa, el "cómo" se sobrevalora o se minusvalora porque no es el mismo "cómo" el que yo defiendo al que me encuentro y entro en un debate intrínseco que no sé bien "cómo" explicar aunque creo que todos sabréis a estas alturas "qué" quiero decir.

Y entre tanto, sigo leyendo, y me detengo en el símil cinematográfico de Manu Pérez sobre los presupuestos y la búsqueda desde los gobiernos de ese dato al que agarrarse como Di Caprio con la madera del Titanic. Amigo Manu, como en el Titanic, en esa madera hay sitio para más gente, pero hay muchos que prefieren llorar la pérdida de otros por el camino mientras ellos siguen acomodados en su mísera abundancia.

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