martes, 27 de junio de 2017

Conciliar

No dejo de escuchar y leer en estos días sobre el gran problema de la conciliación y la gran preocupación de padres y madres cuando llega el verano "¿Qué hacemos con los niño?"
La familia, campamentos, nuevas actividades en el centro escolar, ¿a qué edad se pueden quedar solos en casa? son las respuestas más habituales. Seguimos entendiendo que la conciliación es encontrar un lugar donde nuestros hijos e hijas estén a buen recaudo mientras trabajamos.
Conciliar debe ser todo lo contrario.
Conciliar debe ser adaptar nuestro trabajo al cuidado de hijos e hijas, no adaptar su cuidado a nuestro trabajo.
El gran error y el origen del problema es que siempre se plantean las soluciones equivocadas. Invertimos tiempo y recursos en buscar alternativas a los cuidados; deberíamos invertir ese tiempo y esos recursos en armonizar el mercado laboral para que la prioridad sean los cuidados: excedencias, ampliar tiempo de vacaciones, reconocer derechos por cuidado de personas dependientes (los y las menores son personas dependientes).
Está en juego la alarmante tasa de natalidad, pero hay mucho más: no se puede entender el fracaso escolar sin hablar de la ausencia de conciliación, niños y niñas que crecen en soledad, que pasan horas y horas en el centro escolar o con sobrecarga de actividades para que hagan cosas mientras no estamos en casa, niños u niñas sin el descanso necesario, casi sin referentes familiares, sin un ocio familiar que acaba también en un ocio solitario.
Esclavos de un mercado laboral que exige flexibilidad, la conciliación es una utopía y, mientras tantos, toda una generación se educa sola.
Necesitamos volver al pasado pero con soluciones feministas. La que se entiende como la generación mejor preparada de nuestra historia tenía un nexo en común: la conciliación familiar. Entonces, se encomendaba por tradición machista a la mujer los cuidados. No había problema si enfermabas, si había vacaciones, si por la tarde no había clase: la conciliación era una obligación incuestionable. Tenemos que volver a esa mentalidad de cuidados pero sin responsabilizar de ella únicamente a la mujer, involucrando a ambos sexos y dando soluciones feministas desde el estado que lo permitan. También soluciones globales que sirvan a los distintos modelos de familia y no exclusivamente a la "familia tradicional".
Debemos buscar soluciones de conciliación real, cambiando el enfoque del problema, dirigiéndonos a lo que deben hacer padres y madres (no buscando lugares y cuidados alternativos a sus menores) y que eso no suponga una penalización a la hora de querer acceder al mercado laboral (que ya sucede y más en el caso de las mujeres).

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