sábado, 8 de septiembre de 2018

Feliz día, Extremadura

No sé de patrias.
Y, si supiera, la mía no tendría frontera,  himno ni bandera.
Si supiera de patrias y la mía tuviera frontera empezaría donde acabaran tus besos, donde no alcanzara a recordar la sonrisa de Candela, el abrazo de buenas noches de Mario o el balbuceo de Mateo.
No hay tierra que nos separe que olvide todo lo que soy.
Si supiera de patrias y la mía tuviera himno, estaría escrito con letras de José. Y de Robe y Luis Pastor.  Y de Nacho Campillo. Y de Bebe. Y de Ismael Serrano y Pedro Guerra. Y de Javier Álvarez y Lichis. Y de Cecilia y Christina Rosenvinge. Y de Migue Benítez. Sonaría a Arco y Revólver,  a M-Clan. A aquellas primeras canciones de Oasis. Y a Fredy Mercury, sobre todo a Fredy Mercury. Y lo cantaría como cantaba Alanis Morisette o "Cranberries".
Tendría sonido de cencerros.  Y tendría  un piano. O una guitarra.  Tendría un ukelele.
Y una radio. Y el sonido de un gol. Y lo cantaría Paco González. No, mejor:  Rodrigo Morán.
Y tendría una carcajada. La carcajada de una noche contando un cuento. Y mis tonerías. Si tuviera un himno, sonaría cómo suena en sus oídos mis tonterías y como retumban sus carcajadas cómo mil campanas.
Si supiera de patrias y la mía tuviera bandera, estaría por pintar. Sería un trapo blanco, con las huellas de sus pies y sus manos. Y con un árbol.  Con un árbol y con una casa con chimenea. Y con un sol enorme de rayones amarillos.  O rojos, mejor rojos. O naranjas. O de todos los colores.
Y un mar en el que bañarte hasta que tu silueta se pierda y se confunda con un cielo inmenso con nubes con forma de osos y dinosaurios.
Si tuviera una patria, sería Extremadura.
Uniría sus pueblos con el sudor que cayó en cada carretera y puente en los que trabajó mi padre.
Tendría el olor de aquellas tiendas de barrio que conocí de la mano de mi madre.
El recuerdo de juegos en la calle, de un balón estrellando contra una cochera, de tiza en el suelo, del escondite y el bote botero. De una escapada para jugar al fútbol.  De una valla o un muro que saltar al empujón de mis hermanos.
Tendría árboles, y sombra.
Y una mesa plegable, varias sillas, comida en un tupper y una baraja de cartas. Y río,  tendría río. Un río que ruge y grita mientras nos bañamos.  Un río fresco con orillas de piedras cómo Los Pilones. Y tendría la imagen en sepia de aquellas tardes de domingo. O la cara de Antonio León y Charo Calvo navegando de poza en poza.
Y tendría un trampolín y a Sara saltando de él en un unicornio de colores.
Y tendría agua salpicando a todos, a Gonzalo. A Alex y Manuela. Y Pablo viéndolo todo con cara de pillo.
Y sería como las fiestas de verano. Pero sin vaquillas. Con largas tardes por Mirabel, Serradilla o Malpartida, con gente a la que quiero. O quise porque hay veces que ya no me acuerdo.
Y tendría una conversación en cada puerta, al frescor de la luna llena de agosto. Y tendría palabras precidas y efímeras como las perseidas en "el puerto".
Y sabría a pimientos rellenos de mi madre. O a combinado. Y a ensalada de tomates y parrillada de verduras y cochinillo asado. Y a cañas por la plaza, con tapa. Y a higaditos y riñones. Y a callos y morros. Y a salchichas de la Bremen.
Y olería a naranjas y cerezas, y a huerto ¡al huerto de Tinín! Y tendría patatas fritas, muchas patatas fritas. Y migas, con chorizo y panceta. Y un partido de baloncesto.
Y ganaría el Plasencia de Daniela García.
Y tendría tren. Un tren digno.
Soy extremeño nacido en Galicia, así que no sé si emigré de allí o inmigré aquí.
Soy migrante, parte del viaje casi eterno que fue la vida de mi padre.
Soy de Extremadura, viva donde viva y sea cual sea mi patria.
Feliz día.
https://mobile.twitter.com/EXNdigital/status/1038199803803561986/video/1

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