jueves, 9 de agosto de 2007

Tiempo relativo

Este verano no hace tanto calor como antes. Y es que las cosas han cambiado y el tiempo se ha vuelto loco, aunque yo sigo aquí, torrado bajo este fuerte -aunque no tanto como antes- sol de agosto, muy distinto a ese que se muestra tímido y frío durante enero.

Así, con los ojos perdidos en ese horizonte inestable que dibuja la carretera, recuerdo aquellos largos veranos de la infancia, cuando nos preguntábamos si al final de esa niebla la carretera tendría fin, cuando cantábamos cada curva, inclinándonos hacia la ventanilla y estrujándonos contra el cristal. Recuerdo ahora aquellas eternas carreras por la piscina, el juego de la croqueta, cuesta abajo por alguna colina de hierba que nos divertía en la cima y nos mareaba en sus faldas.

Mareado ahora por los calores, por la necesidad de aire que se adivina entre piernas al aire, ombligos sudoroso -icono de sensualidad-e indiscretos hombros , pienso en la fugacidad del tiempo, en la brevedad de esas vacaciones que disfrutas escuchando esta radio o que planeas mientras simplemente la tienes puesta.

Cuando eramos críos, cuando el conejo de la suerte surcaba charcos, ríos y gargantas, el tiempo se frenaba de golpe en una tórrida tarde de verano. A la vuelta, no había lugar a responder ¿las vacaciones? ¡Cortas! Y es que a medida que crecemos, nos falta tiempo.

Sufrimos delante del microondas, comprobando la eternidad del minuto en día de prisa, un minuto que en la cama se hace escaso, que en el aparcamiento se multiplica por mil y que bajo la luz del semáforo no tiene el sabor delicioso que le da la luz de la luna.

Nos falta tiempo para imaginar y ya no buceamos con mecano por las playas de tu bañera, ya no compramos tapones de espuma ni nos refrescamos en las cataratas de una ducha pública.Y es que el tiempo y las dimensiones, son relativas.

Tres segundos de silencio entre dos adolescentes que se miran se convierte en un mundo de pasiones y cortocircuitos, en una vida de sueños y de fantasías eróticas. ¿Qué pasaría si yo me quedara en silencia durante tres segundos? Mejor no hacemos la prueba.

Vamos, que en este tiempo se han reducido las distancias. Y no es porque ahora todo esté más cerca, porque una hora de autovía se compare con cinco de viaje en un coche sin aire acondicionado. No. Vuelve a tu viejo colegio, a ese aula que ha encogido. Visita a aquel viejo parque por el que te perdías de pequeño, aquellos árboles que explorabas, y verás como los secretos de su corteza se quedan pequeños ante una mirada adulta que se quitó el parche de pirata.

Por eso, bajo este sol de agosto, te invito a sentarte y refrescarte. Así que, coge tu granizada de limón y cómete el desterrado bocata de nocilla que, dentro de unos años, el michelín de hoy no será tan grande como ahora te parece.

3 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Buen consejo hermano. Otro que cae en la nostalgia infantil, y eso que tú la tienes más cercana.

Me he parado a pensar, gracias a tu artículo, en la relatividad del tiempo, e incluso ahora, cuando ya la edad nos ha dado la oportunidad de relativizarlo a nuestro antojo, cada minuto tiene su duración.

El exiguo, casi mínimo, minuto, por ejemplo, en que ella está entre tus brazos se hace eterno cuando la esperas y agónico e interminable cuando sabes que no vendrá.

Otras cosas relativas.

El calor ardiente de dos cuerpos que se funden, se vuelve insoportable cuando lo resiste uno solo, bien al sol o en una triste habitación, como esta, escribiendo al ordenador.

Los mismos recuerdos de infancia que se convierten en hazañas cuando los compartes, son huellas imborrables de un pasado mejor cuando, como la hiel, vuelven a tu boca años después.

Otros recuerdos, los más recientes, que se convierten en el album de fotos que pasas con la mano que sostiene la tuya, y que recreas en unos ojos ilusionados, se vuelven espinas punzantes en el libro blanco de la soledad.

Como ves no es el tiempo el que relativiza sino el momento.

Déjame cambiar el bocadillo de nocilla por uno de Nutella y esperar, con él en mi fiambrera, a que el momento sea el propicio para compartirlo.

UnaExcusa dijo...

Yo también quiero Nutella. O la parte blanca de la Nocilla.

(Lo que quiero, de verdad, es que me gusten las acelgas...).

Mierda cuerpos. El michelín no parece grande: ES grande. Coñe.

José Manuel Díez dijo...

Muy bueno Iván. Sólo te ha faltado recomendar Valdastillas como paraiso fugaz recomendado... jeje!!

Un abrazo