miércoles, 30 de abril de 2008

He salido como llegué. Con todo vacío. Lo miras, piensas, llenas cada rincón de recuerdos. Le quitas tu media mitad a las llaves, las dejas sobre la madera que soportó tanto besos, tantos saludos al aire, tantas llegadas tarde, tantos golpes de enfado, tantas caricias que añoran tus arrugas, tu ceño fruncido.

Recoges el felpudo, el más discreto de los baratos, el que soportó tus zapateos, el que intuyó mi barro en las zapatillas, el que convirtió aquel piso en un hogar. Bajas por el ascensor y miras, por última vez, ese paisaje en el que se adivina tu próxima casa. No será lo mismo, nunca más será la primera vez, tampoco la última. La última en la que me despedida de ti y no te vuelva a ver en ese rellano, en esa entrada, con tu camisón y tu sonrisa.

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Tu por lo menos podrás volver. Serán otros muebles, otros colores y otro olor, casi hedor seguramente siendo yo quien la ocupe.

Pero yo abandono la mía para siempre. He intentado plegar los recuerdos y meterlos en las cajas y bolsas junto a las cosas que recojo. Pero en cuanto me doy la vuelta están de nuevo en su lugar de origen, pegados a los muebles, a los espacios, al suelo, al sofá, a la cama...
No sé cómo se salen de las cajas. Incluso he apilado una encima de otra, dejando abajo las de los recuerdos más bonitos, pero me giro y allí están... en forma de sonrisa, en un olor característico, en un reflejo, o en una palabra que aún resuena.

En un año se acumulan muchas cosas que hacen dura una mudanza, pero más recuerdos que la hacen traumática.

Noelia Fuentes de la Calle dijo...

Dejas un piso lleno de recuerdos para irte a otro lleno de futuro.

Haz de tu nuevo hogar un nido de felicidad.