martes, 27 de enero de 2009

FRÍO AMOR, CÁLIDA LUNA

La luna la vigilaba. Seguía con atención todos sus movimientos. Se había obsesionado con perseguirla día y noche y, lo que es peor, ya no se preocupaba de que la vieran a cualquier hora del día. Sólo quería mirar hacia abajo y ver su cara, su cuerpo casi perfecto. Quería bajar a la tierra y escuchar su sonrisa (aquella que imaginó durante un eclipse) aquella que pensó que la ofrecía en esa memorable noche fría de febrero, en la que las estrellas bailaban sólo para ellas dos.

La luna se había enamorado. No dormía. Las noches las pasaba entera asomada a su ventana, colgada de su balcón, dando luz a su habitación con cuidado de no despertarla, de no ser sorprendida desnuda de intenciones. Vergonzosa, la luna se ponía a dieta cada mes. Encontraba su tipo: fino, curvado. Seguro que a ella le gustaba pero, en el momento decisivo, se arrepentía, escondía sus encantos, daba la vuelta al mundo para buscar una respuesta, para olvidarse de ella para, al final, volver al mismo portal. Tras semanas soñando con posar su fría faz sobre las tibias sábanas de su cama, la timidez podía con ella.

La luna se había enamorado. Era normal. Su rostro era pura luz, su mirada puro fuego. Descubrió la fuerza de sus pupilas una noche en la que sus nervios, sus ansias por conocerla la pasaron una mala jugada. Discutió con una nube que se interpuso en su camino, chocó con una estrella que fugaz pasaba por el medio, cayó en la estela de un cometa que, de un coletazo, la estrelló contra un pequeño planeta nunca visto. Tal fue el golpe, tal fue el estruendo, que el universo cambió por momentos, la tierra giró en torno a la luna y llovieron estrellas en dirección al firmamento. Con su timidez, con su nerviosismo, llamó sin querer la atención de su amada, que la miró fijamente y sonrió.

La luna se había enamorado y creía ser correspondida. Al fin y al cabo, no creía en los Amores Imposibles

Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envían. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.

ISMAEL SERRANO, AMORES IMPOSIBLES
PD.: CANCIÓN ENTERA

Cuando caiga la tarde, lo verás salir arrastrando de casa el calor del hogar. Cortará alguna flor, besará a su mujer, perseguirá la estela de un cometa fugaz. Y en la calle lo verás abrir la flor de su secreto. Y empezará a soñar. Quizá vaya al billar a mirar hombres y posturitas 1. Quizá invente una cita con un Adonis para él.

Ningún hombre lo amó. A nadie reveló su pasión y los juegos, el deseo clandestino. No hubo cartas de amor, no hubo día del orgullo. No le devolverán los veranos perdidos. Y Cernuda lo ve suspirar, triste, desde el Parnaso. San Sebastián asaetado reza por tus pecados, llora por ti, no olvida al que sufre en silencio a su oveja perdida.

Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envían. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.

Cuando salga de clase, lo volverá a encontrar en el lado salvaje, tras el humo del hash. Él, dulce calavera. Él, corsario de barrio. Ella, dulce muñeca. Ella, seria y formal. Él no escucha el rumor de sus alas si pasa a su lado. Pobre Blancanieves, nuestro príncipe prefiere a la madrastra, a la mala del cuento. Él será la manzana donde duerme el veneno.

Ella soñará un verso que él nunca escuchará. Él no trepará sus trenzas una noche de invierno. Ella soñará un viaje y no habrá despedidas. Ni canciones de amor, ni Capuleto y Montesco. Crecerán y en la espuma del tiempo se deshacen sus sueños. No quedará ni un recuerdo, ni en la noche un lamento. Quizá una leve herida que lavará el olvido o el agua de la clepsidra 2.

Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envían. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.

Caminando hacia el sur, tomando la autopista, han abierto un garito, muy cerquita del pueblo, donde huríes 3 desnudas venidas de cien mundos celebran cada noche catorce de febrero. Y en la aldea un hombre suspira si el neón se ilumina. No tuvo Eva este Adán, no hubo asiento de atrás, ni caricias, ni cartas perfumadas, no hubo cita en el parque. No hubo chicas de Plan 4.

Cuando caiga la noche lo verás entrar como cada domingo aseado y puntual. La encontrará en la barra, como a un delfín varado que ha perdido su estrella, que un día expulsó el mar. Ella escucha y él, enamorado, desnuda sus miedos. Entre el ruido, benjamines de champán y otros delfines cobrando su rescate a náufragos perdidos sueña raptar a su amante.
Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envían. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Joder hermano! sencillamente impresionante!! lo he leído cien veces!!! me encanta!!!