miércoles, 25 de marzo de 2009

Papá

Francisco, Kiko, Paco, Niño. Papá. 4 nombres, y muchos más, una persona, una imagen: una mirada cansada por horas de trabajo, por horas de viaje. Una maleta en la puerta, que deshacer hoy para rehacer mañana. 44 años en la obra, en la carretera, en la distancia. No buscaba Eldorado, sólo un sueño: mantener a una familia. Viajes en tren, kilómetros al volante, llegadas nocturnas y una educación a distancia.

Se desvive para que vivamos y ahora nos mira, ya grandes. No nos ha visto crecer, y ahora para con la idea de hacer de padre de sus nietos. Ve los frutos de un árbol que a penas podía regar, pero cuya tierra labraba todas las semanas. Tendrá mil defectos, habrá cometido millones de errores, pero su mirada, esas pupilas brillantes, esa emoción que transmite, esa sonrisa escondida en el bosque de su barba siempre transmite paz, felicidad, el amor que nos ha dado los fines de semana, que nos prometía y cuidaba de lunes a viernes.

Ahora (hace tiempo que lo hago) me doy cuenta de lo mucho que le echo de menos.

Ahora que vuelve, que el tiempo que construyó se detiene para él, que el reloj de arena que ha ido llenando con una gran grua, con sus grandes manos, derrama sus granos encima de su tranquilidad, de su descanso.

Ahora que puede disfrutar soy yo el que está lejos, el que volverá los viernes para verle.

Mi madre, mientras, seguirá esperando la llamada del que está en la distancia, la llegada del que conduce con la compañía de la luna.

2 comentarios:

Patricia dijo...

Mi vida, que cosa más bonita.

Sin duda, el brillo que trasmite tu padre, lo has heredado tú. Si algún día leyera ésto, sentiría orgullo (aunque ya lo hace sin leerlo). Que no se queden en letras escritas, sería bonito que le dijeras todo en persona,aunque esto ya sé que no va contigo, además tu manera de demostrarlo es otra.

Qué bonito, Iván, me has emocionado.

Juan Carlos dijo...

joder, estoy llorando como un idiota.... que grande hermano!