lunes, 15 de marzo de 2010

Marzo

Sentía que el sol por fin quemaba sus entrañas, iluminaba sus desos. El sol, por fin el sol, asomaba por la ventana. La luz se acostaba sobre la hoja de la flor del cerezo, el blanco de sus ojos se inundaba de vida. Por fin sentía la primavera. Con ella llegaban las tardes más largas, la siesta en el césped del jardín que, con mimo, su padre cuidaba cada mañana, bien temprano, cuando ese sol, que hoy por fin calienta, aún bosteza y se despereza entre nubes bajas que acolchan su calor.

Pasaría la tarde, con nuevos olores que invitan a estornudar verdades, a llorar mimosas, a mirar ventanas abiertas de par en par, a compartir charlas, "rubias" y cartas a la orilla de un río rugiente, a la sombra de un árbol verde. El sol le daba daba vida. Ahora tendría sus horas.

Llegaría la noche con el sonido de mujeres por la calle, de ancianas que corren tras el bus, de ancianos que cuentan tantas historias como arrugas, de jóvenes con los muslos al aire, de murmullos en las terrazas, de risas en los balcones, de flores en el pelo, de vida que se alarga con esa luna que sabe guardar secretos. Ya ninguna calma le sorprenderá desnudo bajo la lluvia.
Ya ninguna nube le sorprendería en el coche mientras espera que ella baje, mientras que espera que se encienda la luz del portal y con ella la luz de un nuevo día en el que cantar a voz en grito, garganta descubierta, sentimientos sin piel ni disfraz ni camuflajes.

Es el sol, las claves del sol. Claves que se van como espuma de cerveza, que te atan, te atrapan como mieles de las Hurdes. Es el sol, las claves del sol que aparece tras la lluvia. Bendita lluvia que nos deja ver el sol.

2 comentarios:

Patricia dijo...

Me encanta Iván, qué bien me has hecho sentir leyendo esto, y que bien me va a sentar poder disfrutar del sol a tu lado cuando pase mañana. Cuánto te echo de menos, más que a los rayos de sol.

Iván H. Bermejo dijo...

Las cosas que me invento se parecen a ti