viernes, 26 de marzo de 2010

Viernes

Un viernes más. El ordenador y yo. El blanco y yo. Vacío intrépedo en el que desperezar mis sueños, en el que esconder mis secretos a la luz, en el que dormir mis telarañas, arrancar las nubes de los soles de mis esperanzas. Un viernes más para compartir a solas.

Porque el viernes se pasa a solas. La plaza guarda jaleo para otros, las risas del bar, el despertar de tapas, el almuerzo con cañas, la espuma queda lejos. Así son los viernes, todos los viernes, vísperas de un día de fiesta en el que guardar la voz para gritos cada vez más cansados. La garganta ya no bebe de aguas frías de montaña, no hay garganta que sacie mi sed, que dé paz a mi cansancio de jueves, que abrace una mañana de viernes.

Un viernes más. Sentir que el mundo gira a otro ritmo, a otra velocidad, que no hay estaciones en las que parar, que no hay horas en las que detenerse, que no hay refugios ni pañuelos blancos a los que rendirse. Porque entran ganas cuando septiembre queda lejos, cuando el arte del otoño se ve en charcos de distancia, cuando se tiñen de marrón las hojas de un calendario que muere en viernes.

Y no hay soluciones, no hay palabras, no hay voluntades, ya no quedan valientes a los que cantar, y no hay ratos en los que ganar, sólo momentos de verlos bailar. Y agota, y te cansas, y respiras, porque para eso está el aire, la flor, el cerezo, su olor, tu sonrisa. Para encontrarte en el norte, en una película de Trueba, en una mirada perdida al bostezo de un nuevo día que empezó de madrugada, con lío en las sábanas, con frío en mi lado del colchón. Y respiras, y cuentas hasta diez, hasta mil, hasta cien mil, y juras y juras que nunca te rendirás, que miles de batallas están perdidas pero quedan guerras por fraguar y ganar en la calma de saber que sigue habiendo buena gente a la que el dinero no calla, y la cobardía no le ha secuestrado la voz.

La voz, el gesto, los ojos. Mírame y háblame. Mírame y escúchame, pero, sobre todo, mírame.

Porque los viernes son así. Son distintos, pero siempre los mismos. Y pasarán los días, las fiestas, tu arena de playa descontará mis horas, mi reloj añadirá tu descuento, aplazaremos deudas de tu piel y allí encontraremos lo que nos debemos, cobraremos nuestros intereses, reiremos con mi cabeza dormida en tus senos.

Y se marchitarán las flores de abril, y dejaran de confesarse niños de mayo, y pasarán soles y lunas de junio, y el calor nos quitará la sed, y el verano helará mi tiempo y llegará septiembre y volverán los viernes y las promesas por cumplir y octubre nos dejará más hojas secas que noviembre converitrá en papel mojado.

Y no me rendiré, porque es lo único que depende de mí. Y no me callaré, porque no tengo que callar mientras tenga razones y la razón no me abandone y no pierda la razón en la sinrazón de un viernes siempre de carnaval.

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