viernes, 6 de agosto de 2010

La felicidad no es completa sin una cabra tocando el violín

Tu locura me vuelve cuerdo, tienes cuerda para rato y no hay día en el que no recuerdo que sin ti mis ratos son más largos. Escribes gotas de agua, dibujas olas en el mar, acaricias versos de terciopelo, ríes e inundas mi mar, lloras y me ahogas, me miras y me desnudo. Aquí estoy ya, en pelotas.

La felicidad no es completa sin una cabra tocando el violín y, aunque no tengas instrumentos, ni haya música, podemos bailar. Tú cantas en silencio, yo berreo en tu eco. El tiempo se eterniza sin tu forma de ver la realidad. Mi realidad es por fin eterna en tu compañía.

Me gustan tus pies. Juegan como un niño, me pisan en la siesta, me acarician mientras duermos. Pizpireta, siempre sonriente, a lo mejor algo gruñona, ¿qué más da? Todo da igual. Ves, hoy no hay felicidad. No hay cabras, no hay mordiscos. Esta tarde será distinto, jugaremos a buscar los ojos, diremos frases absurdas, echaremos carcajadas con anuncios, con peed, con pollas, contigo.

Me gusta tu locura, me apasiona tirarme a tu piscina de sonrisas, de medias sonrisas o de sonrisas a medias. Hay eclipse, eres un sol, de frente y de espaldas. Lorenzo tapa los secretos de la luna que se esconde entre tus pechos. Luna llena, por supuesto. Tú no querías ser divertida, y lo fuiste porque lo eras. Yo quería ser divertido y me he puesto tierno. Mañana, si esta noche me pongo duro, a lo mejor vuelvo y lo intento porque necesito cabras y violines y música que no se vaya en las noches en vela que me paso a dos velas.