domingo, 5 de junio de 2011

Se avecina tormenta. En la calle, el calor quema los zapatos, el asfalto arde en mis pies, el sudor se evapora en una nube de verano madrugador e interrumpido. Dan ganas de desnudarse, de salir a las calles y limpiar la piel de flama y prejuicios. Fuera pensamientos.

Nada como una buena tormenta en pelotas para pensar en otra cosa, para liberar tensiones, para respirar pino y roble, para llenar pulmones de aires nuevos, para volver a respirar, a creer en uno mismo y en los demás, para saltar en charcos que ayer parecían secos, para sentarse en la plaza y, por qué no, debatir o discutir ¡qué carajo! Hacerlo con el culo pegado al adoquín, a voz limpia y pura, a fé en las montañas. O disfrutar, reir y beber, y recordar los viejos brindis, y pedirle a alguien que te quiera más, o saborear una raja de sandía, anidar en su frescor, pasear y dejarte llevar por su olor, su color, su pasión y erotismo, o jugar con una servilleta entre las manos, o asesinarte con una mirada, o con los ojos cerrados y una carta sobre la mesa ¡Qué más da!

Hagamoslo todo. Porque hoy es primavera y mañana es feria. Porque la calle huele a clavel y revueltas, porque en las luces indican días de fiesta, porque desde la noria los problemas se ven más pequeños, porque una sonrisa, una risa, una carcajada, siempre merece la pena. Porque no hay errores, ni fallos, ni decepciones si no hay expectativas, si sólo somos; si no somos solos, si somos lo que somos, juntos, amándonos, juntándonos, jugando.

¿Ves?, ya cae la tarde, el sol se apaga lento, color butano, y ya no ofrezco maldiciones, y ya no duermo en este letargo, sino que despierto, río y me baño, y me refresco, siempre en bolas, piel con piel, piel con agua, piel con piedra. Porque así es mejor. Mejor desnudarse, de ideas, de prejuicios, de mentiras y verdades. Sólo abrir los ojos y mirar y volver a conocer el mundo, volver a aprender, con pupilas tamaño melón, con retinas color caramelo, con la pasión de un niño, con la inocencia de un recién nacido, con la sabiduría de un bebé que sólo sabe que todo lo que le queda por delante es saber y aprender. Y tocar, y mover, y descubrir, y volver a tocar y volver a mover y volver a descubrir y disfrutar del nuevo tacto, del nuevo mundo, de cada nueva experiencia. Y callar en el silencio. Y no hablar en el bullicio. Y escuchar. Y volver a aprender. Y respirar y levantar las manos, todo en pelotas, para ser más valiente, menos vergonzoso, más permeable.

Y así, cada día, volver a reír y volver a empezar.

1 comentario:

Patricia dijo...

¿En peoltas? ¿Qué te has tomado?