sábado, 3 de abril de 2010

Ni ángel ni demonio

Yo nunca ficharía para mi equipo a Francis Sánchez. No es que su paso por Plasencia condicione mi opinión sobre él, ni mucho menos. En su favor he de decir que tenía un trato cordial, afable y simpático. Parecía una persona agradable, si bien no compartí muchas tertulias con él. De hecho, su estancia por la capital del Jerte fue fugaz y más en lo baloncestístico. Su marcha tuvo más que ver con factores externos (al baloncesto) o internos (al vestuario). Si fue justa o no la decisión, ya no me corresponde a mi juzgarlo. No tengo elementos suficientes para hacerlo y, posiblemente, la subvejitivadad me pueda. Callo luego existo.

Su juego fue breve, aunque ya dejó su esencia. Francis llegó tratando de superar la lesión que posiblemente ha lastrado su carrera y le ha impedido llegar a la ACB, porque pasarte dos años (creo que eran dos) sin poder jugar y además cuando estás en el momento de evolución condicionan tus posibilidades. Así llegó Francis y, cuando quiso empezar a jugar, así se marchó.

En el recuerdo, dos partidos. En el primero, el ángel que siempre le acompaña, triple imposible sobre la bocina que da la victoria al equipo. Por la mínima, ante Lobos, canaston para armonizar con una grada que no llegó a entender su salida pero que tampoco le echó en exceso de menos. El segundo partido, su demonio dominó sus números. Triples imposibles a destiempo en Valls que supusieron la derrota del equipo. Francis, ahora lo sé, en esencia pura.

Nunca ficharía a un jugador como él. Es un buen jugador, talentoso en ataque, alero alto capaz de penetrar con agilidad ya sea ante defensores bajos (se marcha por envergadura) o altos (se faja por velocidad). Raza blanca, tirador. Con buena mano, excelente mano en momentos calientes y casi infalible si la posición es cómoda y el tiro es claro. Pero malo en la selección. Tan valiente que, quizá, no toma las decisiones acertadas. La expresión la escuché una vez oyendo fútbol. Más o menos venía a decir que la diferencia entre un gran jugador y un buen jugador no radica en el talento, sino en acertar en las decisiones que se toman. Francis, francotirador, individualista para el equipo, no siempre toma la decisión acertada. Ayer tuvo un 2-7 en triples en un partido cuya valoración final muestra más su tremenda prórroga que su nefasto partido. Bueno, para ser justos, su nefasto tercer cuarto.

Fue entonces cuando la grada le despidió con una sonora pitada o un estruendoso abucheó. Injusto, creo yo. La reprimenda de la grada llegó cuando falló (el balón no dio ni aro) un triple bien lanzado. Llovía sobre mojado, pues sólo un minuto antes se había jugado un triple en un contragolpe que se podía haber ahorrado y otro con un defensa encima que, tampoco acabó en canasta y permitió a Ourense abrir hueco. Aranzana, viendo su precipitación, le sentó en el banco y la grada le despidió cargando sobre él las culpas de la que, de momento, era una derrota. Ya digo que no vi acertada la bronca.

Francis tomó malas decisiones. Quizá, si las tomara buenas, sus números ayer hablarían de un 1 de 3 en triples, de una grada que le dispide "indiferente" o con "tibios aplausos". Pero claro, entonces, ese jugador no sería Francis Sánchez. Sería otro y no seria tan bueno para lo bueno como es. Y es que hablo de 4 triples en mala posición que no debía haber tirado. Curiosamente, uno de ellos, el último, dio la victoria a Cáceres. Con un tío encima, con la posición recién empezada (habrían pasado 8 segundos), se tira la zapatilla para deseperación de una grada que, centésimas después, celebra una canasta que rompe el partido, sobre todo a Ourense. Francis, odiado en gran parte del choque, saca esa casta de genio loco y atrevido para, siendo el mismo jugador, ganar un partido. Anotar lo imposible en el momento oportuno.

Ahí aparece entonces el Francis orgulloso -no se entienda con carácter despectivo, sólo como calificativo-, que no perdona ni entiende que se critique su esencia. Lógico, pero tener razones no siempre te da la razón y creo que eso es lo que ocurre en esta guerra de poderes. Llevó casi 10 años siguiendo el baloncesto -como profesional de la comunicación, la afición me viene de antes- y he llegado a entender que el público (entre el que me incluyo) es soberano aunque rara vez tengamos la razón.

Dicen de él que será fundamental en los play-off, cuando los partidos siempre están calientes, cuando el balón quema en las manos de todos y ahí buscas a un camicace que no tenga miedo al suicidio comercial. Y Francis siempre está generoso en esas lides, para lo bueno (ayer) o para lo malo (Girona esta misma temporada).

Ya digo que yo -en contra a lo que decía ayer Aranzana- no le ficharía para mi equipo, pero ni soy entrenador ni tengo equipo. No le ficharía pero, si le tengo, no intentaría cambiarlo. Él es así y, si le cambias, dejará de regalar posesiones, de tirar triples absurdos, de perder el partido, pero también dejará de ganarlos, de crear espacios por su amenaza, de dar viveza a un partido tedioso como el de ayer. Y es que, si no fuera por Francis su dualidad de héreo y villano en 20 segundos, ¿qué quedaría del partido ante Ourense?

Llegué al multiusos alabando la defensa de Aranzana sobre Francis Sánchez y me voy con los mismos elogios, entendiendo más su porqué y dando la razón (como suele pasarme siempre) al entrenador y, por ende, al jugador. Ni ángel ni demonio. Es el alero tirado que se ha fichado y, con aplausos, seguro que dará más. Es verdad que los pitos le afectan más de lo que reconociera al Periódico, pero no tanto como para arrugar su mano. Bien por él.

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