jueves, 29 de abril de 2010

La caverna mediática

Nunca he ido a la escuela de periodismo. Soy intruso, como en todo en esta vida. No sé de nada y hago lo que puedo, lo que creo, lo que me parece correcto, lo ético y, sobre todo, lo coherente con mi visión de la vida. No he ido a la escuela de periodismo y desconozco si en sus clases se ha dejado de transmitir (si se ha hecho alguna vez) el valor de la objetividad, de la búsqueda al menos de lo objetivo, que debe entederse como lo real, sin juicios. Cierto es que lo real tiene mil formas, tantas visiones como ojos en el planeta. La objetividad es subjetiva, pero esa subjetividad puede ser imparcial o pretendida, buscada y, en algunas ocasiones, apliacada de forma muy interesada.

Cada día la realidad es menos real, los objetivos están menos distantes y, lo que es peor, cada día importa menos. La línea editorial ha ganado la batalla, los hoolingans han ganado al pensador utópico, al escritor fiel. Los colores destruyen a la verdad que debe contar el negro sobre blanco. No sé distingue un titular, la portada de un periódico a un editorial. Todo lo contrario, el editorial ahora es portada (y si tiene juegos de palabra de dudoso gusto y humor, mejor).

Y da igual donde, y da igual cómo. La caverna mediática existe. Aquí, a esta orilla del Bernabeu, y allí, a esa orilla del Camp Nou, allá donde el Guadiana se divide entre España y Portugal, acá donde las aguas bañan la capital.

Pero es que la caverna mediática habita en Génova de la misma manera que pervive en las alcantarillas de Ferraz. La verdad no importa. Los datos, tampoco. Los números se mueven y se comparan por intereses "editoriales". La objetividad ha dejado de ser un objetivo. La verdad a medias es la noticia. Mi verdad, nuestra verdad. Ya no escribo lo que sucede, cuento lo que quieres escuchar. Mal amigo el que alaba nuestros errores, el que no corrige nuestra senda. Dardo envenedado el del falso elogio.

Da igual fútbol que política. Y, quizá, eso sea lo más preocupante. O quizá lo sea el empecinamiento por alegrarnos del dolor ajeno, de la derrota del contrario, en lugar de celebrar nuestras victorias. Da igual fútbol que política. Y eso es lo peor. Que la política se vive como el fútbol, con sus hinchadas, sus banderas y bufandas y con sus forofos redactando noticias malintencionadas, realidades desde un prisma. Verdades a medias. Mentiras al fin y al cabo.

Realidades escritas desde es el fanatismo, por fanáticos, no la verdad palpable, aunque nunca sea absoluta, la que dicen los ojos, no la que ve mi sinsentido, mi pasión o fervor por opiniones que, cada día, entiendo menos. Puedo equivocarme, puedo verla de forma errónea pero será por mera percepción visual, será de forma inconsciente.

Ojalá mañana me levantara y la prensa contara verdades.
Ojala la prensa, la radical, la publicitada, no alimentara el odio.

1 comentario:

el secreto de la vainilla dijo...

Estaría bien que todos los intrusos fueran como personas como tú