viernes, 4 de marzo de 2022

A mis 40.

Carreras, colas, fotos, alguna discusión, muchos besos, frío, tardes al sol, caminatas interminables, el peso sobre mis hombres, tus lágrimas de emoción, las risas, los gritos inevitables, los lugares inolvidables, un crucero por el Senna, Notre Dame que nos incendia, un ático y un ventanal. Tantas cosas por hacer, tantos días por celebrar, tanto futuro a tu lado, tanto pasado acumulado.

40 años. Las canas ya asoman, la barba descuidada, la falta de tiempo, 10 kilos de más, casi tantos como todas las piedras que aún cargo, casi tantos como las incógnitas y mis dudas, mis miedos y mis tristezas, mis certezas e incertidumbres, mi valía y mis desconfianzas.

A mis 40 años y no sé lo que quiero ser, ni si algún día lo supe ni lo sabré.

Sigo sin saber hacer coletas, rompiendo de rabia frente al telediario, sin poder callarme ni contenerme ante el teclado.

Sigo sin saber priorizar, haciendo las mismas comidas que me salen bien, ordenando la casa a mi manera, desordenando mi tiempo y mis urgencias.

A mis 40 años sólo sé que te quiero, aunque a veces no sepa quererte. Hoy me invaden más incógnitas que verdades, el temor de veros crecer, el miedo a no hacerlo bien en este mundo feroz y fugaz, en esta tierra hostil y bella, de guerra y desahucios, de violencia y machismo, de noticias aterradores, de calles a oscuras que un día caminará sola, porque no puede ser de otra manera, de errores que cometeréis, de aprendizajes que no podré imponer.

A mis 40 años y todavía sueño, aunque sean más las pesadillas. Y todavía creo en vuestro futuro, en la naturaleza, en los seres humanos, en la humanidad para ser, en andar el camino empedrado, en desempedrar el camino hecho, en desaprender todo lo que hice mal.

A mis 40 años y sigo cantando a la revolución, sigo descubriendo música, canciones, películas, pequeños versos, fugaces besos.

Soñar es lo que me queda. Y que los sueños no se vuelvan negros y creer que seré capaz. Y luchar, volver a luchar. Por orgullo, por mí, por ti, por ella, por ellos, por dignidad, por justicia ¿por qué no?

A mis 40 años escribo sin saber qué escribir, salto de pensamiento en pensamiento, recupero las ganas de bailar, la pasión por hablar y por hacer. A mis 40 años, cada día es el primero del resto de mi vida y lo que tengo claro es que tengo que hacer lo que no he hecho.

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