viernes, 11 de marzo de 2022

¿Para qué tener la razón?

Siento profunda tristeza por la hostilidad exhibida ayer en la Asamblea contra quienes defienden la legalidad. También porque hablen de dos únicas posibilidades: o Resort o la nada. Eso demuestra que no tienen otro proyecto ni forma para crear riqueza.

Siento profunda desazón al escuchar las voces de quienes quieren llenar de resorts Extremadura, y traer ricos porque ellos traerán riqueza, aunque la experiencia diga lo contrario.

No se han enterado de nada. Ni de que los datos (y lo dice la propia sentencia) avalan que los ricos hayan traído riqueza pero, sobre todo, que es insostenible este modelo de urbanismo salvaje, de piscina en cada casa, de zonas residenciales sin servicios ni vida, de ciudades fantasmas y vacacionales, de casas sub gente y gente que no pisa las calles o de barrios alejados de centros de salud y de educación. Todavía no se han enterado de que nos jugamos el planeta, el alimento, la posibilidad de pagar lo que consumimos por haber creado un modelo híperdependiente al que no dan alternativa. Un modelo de ciudad que ha vaciado el concepto de barrio, sacudido a las pequeñas tiendas y empujado a los grandes centros comerciales, modelo de tren AVE que une grandes ciudades y aleja pequeñas poblaciones, cuya única posibilidad de movilidad y de conexión es el coche. Da igual cambiar el petróleo por el litio, lo que hay que hacer es buscar alternativas de movilidad menos contaminantes y depender menos de bienes naturales como el agua, bienes agotables, y más si son altamente contaminantes.
¿De qué sirve haber tenido la razón de los gritos por las renovables en la primera década del 2000, de haber avisado entonces de los peligrosos proyectos que podían presentarse a la luz de la energía verde? ¿De qué sirve haber tenido la razón pidiendo medios de transportes más sostenibles, vertebradores y colectivos que nos permitan prescindir del coche y los carburantes? ¿De qué sirve haber tenido la razón sobre el modelo de consumo, denunciando la dependencia y negocios con países totalitarios sólo por interés macroeconómico? ¿De qué sirve si cuando llega el momento ya es tarde y encima vienen con hostilidad y reproches? ¿Es que no se han enterado del problema de sequía, de la falta de agua, del calentamiento global, de que a pocos kilómetros de dónde construyen 100 piscinas hay restricciones de agua para regar o beber?
Llegó la pandemia y nos pilló por sorpresa el haber externalizado la producción de bienes sanitarios de primera necesidad ¡pero qué mala es China!
Llega la guerra a Ucrania (nos fijamos porque esta si nos afecta), mandamos armas para que mueran otros y aquí nos preocupa porque hemos dependido de Rusia sin buscar solución ¡Pero qué malo es Putin! ¿El aceite de girasol era ucraniano?
Qué tristeza, que desolación. Tener razón, defender la legalidad y recibir hostilidad y reproches.

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