martes, 4 de diciembre de 2018

Feminismo o barbarie


En 15 años, la violencia machista ha asesinado a más mujeres que el total de personas que la barbarie y el terror de ETA mató en sus 40 años de existencia.
El domingo, un partido que presume de un discurso machista, contrario al feminismo, consiguió el apoyo de más de 300.000 personas, entró con fuerza en el parlamento andaluz y, muy probablemente, entrará en las instituciones enarbolando la bandera contra el presunto extremismo feminista ante el que se ven indefensos y contra lo que llaman ideología de género.
Hace unas semanas, varios medios publicaron una "fake news" sobre la censura en la escuela Navarra de canciones por sus letras machistas. Pese a que la noticia fue desmentida y matizada con relativa rapidez, siguieron a la "fake news", publicaciones y opiniones desde los medios mostrando su pesar por la radicalidad del ejercicio escolar en cuestión, como fue el caso del discurso de "El Sevilla" (andaluz, precisamente). Opiniones, esa y todas las que vi, que en ningún momento trataron de conocer ni mostraron interés (ni dieron voz) en la labor del aula con ese ejercicio ni la de los colectivos feministas que llevan años analizando cuentos, películas, canciones y otras formas de expresión para, simplemente, detectar y tomar conciencia de los machismos involuntarios y adquiridos que consumimos y reproducimos.
Ese discurso banal, machista y superficial sobre una acción concreta es solo un ejemplo de como, a diario, los medios participan de forma activa en la construcción del discurso machista, contrario al feminismo, profundizando en esa idea de extremismo y radicalidad que enarbolan partidos abiertamente machistas y que paulatinamente cala, gota a gota, en parte de la sociedad.

El extremo del machismo es evidente, el machismo en su extremo lleva a la muerte, al asesinato. Más de 900 asesinatos machistas desde 2003.
Si el extremo del feminismo es decir "todos y todas" y hacer un ejercicio analítico de los posibles machismos que consumimos, cuidémonos mucho de no equiparar y condenar todos los extremos por igual y de, probablemente en un acto de buena fe, no reproducir discursos que distorsionen la necesaria labor del feminismo.
Ante el extremo de la xenofobia, el racismo y el machismo sólo cabe el extremo de la tolerancia, la igualdad y el antifascismo. Así, enarbolaré con orgullo la etiqueta de radicalidad e ideología extrema

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