martes, 25 de diciembre de 2018

Mateo

Pasan unos minutos de las 7 de la mañana. La luz se cuela levemente por los agujeros de una persiana bajada. Prácticamente no se ve. Sólo la lucecita de apagado del televisor permite dilucidar el contorno de los objetos de la habitación, objetos que ha aprendido de memoria en las últimas horas. Cada forma, cada silueta, cada sombra, cada monstruo.
Se oye el silencio, ese silencio de las casas en las que todos duermen, todos callan. Ese silencio pesado que suena, que se repite, que te perfora el cerebro, que se interrumpe sólo por el ruido de un ascensor que sube o baja.
Pasan unos minutos de las 7 de la mañana. Está a punto de sonar la alarma. No será momento de despertar, porque así lleva horas, pero será el momento de levantarse, de poner los pies en el suelo y caminar. Apenas ha dormido, aunque no tenga el recuerdo del tiempo pasado. En su memoria está ese paseo  nocturno por el pasillo con ellos en brazos y el recuerdo de lo que va a pasar. Lo ha vivido tantas veces durante la noche que ya es un recuerdo.
Sin dar tiempo a que suene el despertador, se incorpora y se sienta en la cama. Pies al suelo. Y, antes de empezar, antes de ponerse a caminar, el último instante elegido de soledad. Respira profundo y su respiración es un estruendo luminoso en medio del silencio de la casa. Respira profundo, se mira los pies como si ya no los recordase. Mueve cada uno de sus dedos y pasan largos segundos, los primeros largos segundos sin pensar en nada en concreto, los últimos largos segundos antes de volver a sentir el nervio, el temor, la impaciencia, el amor. De sentir el más puro tacto, de volver a oler como huelen los cuerpos, de abrir sus ojos a la verdad y la pasión. La menos insoportable canción del móvil interrumpe sus únicos segundos de sueño.
Ahora toca hacer todo lo recordado.
Huele a café. Huele a café como sólo huele a café en casa por las mañanas. Es ese olor que se saborea, ese olor a día nuevo, acogedor, caluroso, apetecible. Es ese olor a bienvenida a un nuevo día, a un futuro nuevo, a una nueva vida. Gira la cabeza y ve el pasillo iluminado por la luz de la cocina. Coge el móvil, con serenidad. Apaga la alarma. Mira la hora y la fecha. Pasan unos minutos de las 7 de la mañana. Es 12 de julio.

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