Llegó a casa y me lo contó. Necesitaba llamarme, necesitaba estar conectada, no sentirse sola. Tenía miedo. Había unos chicos, era de noche y tenía miedo. Era irracional, no le habían dicho nada, no se habían acercado pero sentía miedo, pánico, terror.
Eso es el terrorismo. Sembrar el miedo y temer cada sombra, a cada hombre aunque sepas que ser hombre no es ser culpable, pero temes. Porque pasa, porque ocurre. En cada barrio, en cada ciudad, vayas como vayas, ocurre.
Cada 6 horas se denuncia una violación ¿Y cuántas no denuncian? ¿Y cuántas mueren? Y temes, aunque sólo sean hombres. Porque eran hombres y ella, una mujer. Estaba sola y tuvo miedo, pánico, terror. Porque el machismo mata, porque hay un terrorismo machista que hace que ellas teman y nosotros, no.
Me enseñó su móvil. Era algo así como una decena de mensajes obscenos, proponiendo sexo. Mensajes a los que ella nunca contestó ni atendió. Ni al primero, ni al segundo, ni a ninguno. Estaban en la misma sala y seguían llegando mensajes. Y ella se alejaba con rabia y miedo. Y silencio. Y siguieron llegando mensajes, también al día siguiente. Y me contó que eso le pasaba habitualmente, también con hombres vinculados a su trabajo. Y sabe que cada hombre no es culpable por ser hombre y actúa así, pero teme.
Teme porque el terrorismo machista mata y porque los que matan no son monstruos, ni figuras claramente identificables, son hombres, como tú y como yo. Y eso es el terrorismo, temerlo todo porque no sabes dónde, cuándo ni quién pero sabes que en cualquier lugar, en cualquier monento y cualquiera puede ser.
Es terrorismo machista.
Odio, odio el terrorismo en sus mil formas.
Acabemos con el miedo.
Acabemos con el machismo.
Acabemos con el miedo.
Acabemos con el machismo.
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