viernes, 9 de julio de 2021

Lo que no se ve

He visto crecer la tela de araña y al animal corretear entre el muro y las vallas, sentirse segura agarrada a su red.

He visto mutar al bicho de panza negra y lomo blanco, envejecer su color, ser un animal vintage que fortalecía sus alas y, alguna noche, escapó. No sé si voló.

He visto a un nuevo insecto disfrutar del rincón, del verdadero silencio, atento a mi canto.

Un bichillo negro ha recorrido bocarriba el techo, hasta traspasar el cristal y verse obligado a sentir el vértigo que separa el techo del suelo, el encierro del nuevo sol.

He visto crecer flores bajo las piedras, y no marchitarse pese a estar sujetas bajo un sol quemador y un viento violento.

He visto bajar persianas que no se han vuelto a subir, he visto nuevos rostros de preocupación, siluetas efímeras, sonrisas con ropa de calle.

No la he vuelto a ver. En su ventana hay otros gestos, otras penas, nadie saludando.

La última vez, la vi por azar. Yo bailaba. Ella reía a carcajadas ante su smartphone.

He visto su ventana cada vez más sucia, techos acumulando basura, heces de pájaro. He perdido la cuenta.

He visto charcos en los baños, camisas roídas, pantalones desgastados que habían olvidado el tamaño de su cintura. He visto mujer en los tejados, el óxido en las techadumbres en los ojos.

He oído, cada día, el rechinar de un andador que era el grito de dolor de quien lo portaba y de este hospital.

He visto la negrura de un agujero de obra, siempre igual, de cables pelados y escombros olvidados. 

He visto pegatinas de electros al sol de un tejado rocoso.

Te he visto en frente, venir hacia mí.

He visto tu sonrisa, saliendo del llanto. Te puse mi casco, nos abrazamos y recorrimos el pasillo, ajenos a miradas, a las cámaras, bailando, tan abrazada a mí.

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