domingo, 26 de diciembre de 2021

Invierno

Escribir sin saber que escribo, pensar en metáforas, en las nubes tapando los canchos, en caminar entre la niebla durante años, la falta de sol, el dolor de la luz, el molesto canto de los pájaros, sentir calor hasta tiritar de frío. 

Pasear por la lluvia, meter el pie en los charcos, jugar con el agua, sentir húmedos mis dedos, el calcetín completamente empapado y no querer parar. Que todo el dolor se concentre en mis falanges, que se me amoratone el pie como lo hace mi calma y mi alma. Sentarte en un banco, callado, a solas y ver pasar la vida sin que pase nada, y ver cómo todo se mueve menos el tiempo y mis ideas, y mi vida desafiando a la muerte, guardando su guadaña. 

Y levantarme y ponerme a caminar, sin rumbo, siguiendo solamente mis pasos, huellas borradas, una calle sin horizonte ni señales, vacía. Y arrastrar los pies, pegados al suelo por el peso de mis piernas, de mis días, de mis tantas madrugadas.

Y no encontrar a nadie, no conocer a nadie, no pensar en nadie, sólo en mí. En mí, en mí dolor, en todos los buites acechando mi cabeza, en toda la carroña saliendo de mi cabeza, en todos los cantos encerrados, en todos los silencios tapados. Y sentirme sólo yo y mi dolor, y mis ideas, y mi pasado y el niño que lloró, el que huyó, el que se inventó una sonrisa como máscara, el que no salía de la cama, el que probó por primera vez el turrón, al que siempre le dijeron no, al que no hizo falta que se lo dijeran más porque ya se lo creyó. Y sentir la cal en mis manos, la áspera cal cuando me acerco a un charo, me arrodillo y el cuenco de mis manos coge el agua para lavarme las caras y las ideas, y siente el roce de la cal arañando cada poro y, a la vez, el frescor de un agua recién llovida el aroma de tierra y vida, de asfalto y soledad.

Y abrir los ojos, y ver la niebla ocultando la ciudad. Y sentir la niebla ocultándome, sepultando mi verdad. Abrir la ventaja y respirar el aire helado y quieto del invierno. 

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