martes, 3 de mayo de 2022

Adiós, papá.

 Tu mano fría, tus pies helados. Tu cuerpo extrañamente hinchado, tu cara tan extraña, tan diferente pero tan reconocible. Tu rostro no sé si tranquilo o agotado, sin miedo ya, esperando. Tu pelo corto, tus canas entre mis dedos, una incipiente barba que no crecerá más, los saltos de tu pecho, la luz llenando de ti la habitación, la ventana abierta como te gustaba para vencer el calor. 

Te has ido el día del trabajo, con tus manos obreras sintiendo la piel y el amor de quienes te quisimos y te queremos tanto, unas manos que no pudieron dar todos las caricias deseadas y que se desquitaron en estos últimos años a base de orgullo y pasión de abuelo. No habrá nadie como el abuelo Paco. 

Siento un dolor inmenso, una pena que no me abandona, un recuerdo eterno, la imagen de tu risa y mamá acariciándote para siempre. Siento incredulidad. Oigo cada llanto de estos días, también los silencios que atravesaban la sala como una daga, tengo en mis manos el tacto de tu ataúd, los últimos besos que te lanzamos, las flores que me traen tu aroma y tus colores, tu alegría. Quedan fuera dibujos y cartas, muchas palabras que susurrarte al oído mientras te quedas dormido. Queda fuera tu alianza y tu aliada, la ropa que te preparó mamá, como cada mañana. Te imagino con esa camisa azul y con la mejor de tus sonrisas.

Siento un dolor inmenso, una pena que no me abandona, un recuerdo eterno. También siento enfado e ira, y paz. Paz por saber que no hubo errores aunque no fuimos perfectos, que amamos como supimos y como pudimos, que no hay nada que no supieras pese a las muchas palabras no dichas. Siento enfado e ira por quienes niegan tu muerte, por quienes la convertirán en un número más, por quienes no pusieron los medios para evitar que te fueras, como si no importaras, como si fuera irremediable, quienes han banalizado la muerte, quienes la han puesto precio, engañándonos con una falsa normalidad que no me deja dormir ni soñar ¿Cuánto vale la vida de un hombre? Si sintieran una sola parte de lo que se siente, si vieran la sombra en la que se ha convertido mamá estos días, nuestros cuerpos secos y sin voz, sin fuerzas para mirar hacia el frente, pero con el arrojo que nos inculcaste para levantar tu cuerpo por una última vez y abrazarlo hasta tu fin, hasta ese hondo y oscuro destino que vimos sellado mientras nuestros dedos y piernas aún temblaban tras el último gesto inevitable y devastador, tu última imagen.

Pero siento paz, por el cariño y amor que recibiste los últimos días, por el recuerdo de bondad y humanidad que dejas en tantas personas

Siempre estarás en mi mente con esa risa a boca abierta y con tu camisa azul, abierta, dejando entrever tu pecho. 

Hubo cosas que dejé aplazadas. Siempre para la próxima vez. Esta tenía una fecha aún no fijada, la celebración de tu cumpleaños y el de mamá que este año no podía faltar. Y llego tarde, como tantas veces.

El regalo ha quedado para mamá, no sé cuándo se lo daré, no sé cuándo tendremos fuerzas para sentarnos y recordarte así, sin que el dolor nos quiebre, sin que la pena sea nuestra dueña. Pero tengo que expresar de ese regalo que ella aún no ha visto una pequeña parte para decirte adiós, papá. Te quiero. Nos vemos. Te veré cada día en todos los sitios.







4 comentarios:

Anónimo dijo...

Se lo llevo ese Covid?? Lo siento de corazón..

Anónimo dijo...

Muy bonito muchos besos para todos

Iván H. Bermejo dijo...

Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Precioso Iván un recuerdo muy bonito tu padre se ha ido pero sigue en nuestro corazón porque era una persona maravillosa como toda tu familia mucho animo cariño un beso