jueves, 28 de abril de 2022

25 días.

 Repaso mi memoria, las horas lentas y el rápido pasar del tiempo. 25 días desde que una prueba pagada de tu bolsillo te diagnosticó una enfermedad que tratamos de evitar a toda costa, de la que intentamos protegernos y protegerte, de cumplir aislamientos y celebraciones en la distancia, de navidades por whatsapp y vídeollamadas. Qué absurdo todo y qué maravilloso este tiempo en el que estuviste aunque fuera lejos. 

2 años de pandemia, de miedos, de protecciones que iban por delante de la ley. Test privados pagados casi semanalmente, ante cualquier atisbo de contacto, ante la posibilidad de que hubiera entrado el virus en tu cuerpo, ante la inacción política que decidió mirar para otro lado y no gastar más en prevención, pruebas diagnóstico, personal médico, labor de rastreo y bajas laborales. "Gripalizar la COVID-19", decían. No saben del dolor que se siente, de la pena inmensa, de la tristeza, del miedo, del lento paso de los días, de lo rápido que un cuerpo se deteriora hasta simplemente tener que esperar la muerte. Más de 300 familias saben lo que es eso en este 2022. Gripalizar la COVID-19, una mentira disfrazada de libertad y recuperar una vida que ya es irrecuperable, una falsa dualidad entre normalidad o confinamiento, dejando a un lado cualquier otra medida preventiva y de freno a la propagación del virus que no sea la vacuna.

Me niego a pensar que serás un número, un dato, una cifra que aparezca la próxima semana o dentro de un mes acompañado de más números sin rostro, sin nombre, sin alma. Me niego a pensar que serás sólo un breve, una parte ínfima del telediario, un artículo sin firma ni dolor ni corazón,

Y no lo digo sólo por ti, lo llevo diciendo mucho tiempo, quizá por miedo, quizá por egoísmo, quizá porque sabía que no estábamos libre de que nos pudiera pasar, aunque no lo pudiera ni imaginar, quizá porque me sentía indefenso e impotente, rabioso y enfadado. Que no me venza el rencor y la venganza, que gane el amor: por ti, por este mundo que aún tiene cura y solución aunque cada vez parezca más difícil y lejana, aunque el odio y lo absurdo se apodere de las televisiones y las tertulias, aunque la degradación devore las instituciones como el virus se expande por tus pulmones. 

25 días. Hoy miro atrás y me arrepiento. Me arrepiento de haber dicho "mañana le llamo" cuando simplemente era un positivo. Me arrepiento de no haberte visto al entrar en el hospital por intentar mantener la calma, por huir del miedo, por escaparme del dolor. Me arrepiento de no haber cogido el teléfono y haber hablado contigo, aunque te recomendarán no contestar, de no haberte acompañado aquellas noches aunque mi vida también corriera cierto riesgo. Me arrepiento de no haberte visto más, de haber visto pasar el tiempo. Siento que nos ha faltado un último café, una última comida al lado de tu nieta y tus nietos, una última conversación sobre la subida de los precios. Me arrepiento tanto de "los tenemos que hacer. Buscamos una fecha y lo hacemos" en las conversaciones con Vicente sobre juntarnos las dos familias. Me arrepiento de todas las veces que me senté sin prácticamente hablar, de posponer sine die editar el vídeo de vuestro 50 aniversario, de los "ya lo haré" Me acuerdo de cada día, de tu cuerpo en el sofá, de la televisión encendida, de tus sueños por tener una pequeña parcela, un lugar que compartir, de las últimas vacaciones en Punta Umbría, de tus últimos mensajes, de tu huella imborrable en las redes, de un perfil que no se extingue con tus últimos soplos de vida. 

Me acuerdo de cada parte de ti, de estos 25 días que han pasado tan lento y en los que todo ha sido tan rápido. Del día de Reyes, de otras malditas navidades en la distancia, del cumpleaños de Mario y tu sonrisa, de tu forma de hablar, de contarme que habías visto al padre de Cobos, a cualquier familiar de un viejo amigo que se acuerda de mí, que te preguntaba. Te imagino sufriendo todo lo que os he hecho sufrir en este último y maldito año. 

25 días. Sin llamarte, sin hablarte, sin que prácticamente nos pudieras ver. Sin poder tocarte ¿por qué no te habré abrazado y besado más?

Sólo pienso en pequeñas cosas. En esas pequeñas cosas que hacían tu vida, tu día a día, que significaban tanto por minúsculas que fueran. Los kilómetros que hacías, los paseos que aguantabas, tu forma de contarlo, tu fuerza sobre la bici. Me acuerdo de aquella vieja bici verde de carreras, de la vespa, del Opel Corsa, de un día en las obras del Arroyo Niebla. Me acuerdo de tu cara de miedo y dolor. De tía Lorenza, de tío Valerio, de tía Julia. Y, ahora, tú. Me acuerdo de pequeñas cosas. De Santa Bárbara, de tú cortándonos el pelo un sábado por la mañana frente al televisor, de las partidas en el Candeleda, de tu afán por mantener ordenada la cochera, de tus maldiciones, de tu cuidadoso detalle y limpieza en cualquiera de los coches. Me acuerdo de aquel día que decidiste no esperar más y bajar a Mérida para recuperar a Carlos para siempre. Cuánto dolor y cuánto valor. Cuán agradecido estamos por ese día, cuánto ha mejorado nuestra vida en familia. Cuánto amor en esos gestos aparentemente enfadados, en cada discusión. Aquel día de Reyes que saliste de casa y no supimos dónde estuviste hasta horas después. Tus amagos, tus enfados, tu ira tan parecida a la mía. Tu mirada tan pura y honesta, tan brillante cuando nos juntábamos en familia, cuando llegaban tus nietos y nietas. 

Me acuerdo de aquellas comidas bajo los puentes que tú construías. El amor y la amistad de Juan Emilio, de Mariano, de las mujeres que trabajaron contigo y que siempre hablaban bien de ti, con una sonrisa en la boca. De las madres y los padres, de los abuelos con los que compartías charla en la puerta del colegio, esperando, con el coche aparcado, ese coche en el que siempre querían montar. Era como otro hogar. 

Me acuerdo de las pequeñas cosas, Pequeñas cosas que van a dolor ¿qué valor tienen ahora todos esos objetos que cuidabas con tanto mimo, que colocabas minuciosamente? ¿Qué vamos a hacer con todo eso quera tan tuyo, tan parte de ti? ¿Cómo va a ser que vaya a casa y ya nunca más estés? ¿Cómo va a ser posible que tu panza, tu bastón y tu cara alegre no vuelva a esperar la salida de sus nietos del colegio? ¿Quién va a sacar el coche-car a Pablo y Mateo?

25 días. 25 largos días. Sólo 25 días han pasado. Joder, papá, no me lo puedo creer. Mira que amenazaste muchas veces en esos golpes de rabia tan tuyos, tan mío, con irte de casa, por creerte inútil, incomprendido, porque no te hacíamos caso o pensábamos diferente, como aquel duro día en el que hablamos sobre la compra del apartamento en Punta Umbría. Mira que amenazaste y ahora te vas sin poder decirnos nada, sin poder despedirte, de la forma que menos querrías, que menos hubieras pensado ¿cómo íbamos a pensar esto hacen tan sólo 25 días, en estos largos 25 días?

¿Cuántas lágrimas caben para llorar todo lo que nos quedó, todos los mañana, todos los planes que creímos que podían esperar? 

¡Cuánto tiempo perdido pensando en futuro! Quizá nos bastara sólo un día más. Sólo un día. Volver a aquel 25 de marzo o la semana después y aprovecharte. 

https://www.youtube.com/watch?v=6KcNPGRrURU


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