miércoles, 27 de abril de 2022

Despedida.

 Odio el olor de las flores, el suave mecer de las ramos con el viento. Odio este sol cálido de verano, la sombra de la paz de las nubes, el trasiego tranquilo de coches, las charlas en la esquina, los gritos en la puerta del colegio, esas caras felices. Odio el teléfono, los mensajes, las llamadas, odio este dolor, llorarte cuando aún no te has ido. Odio que todo siga igual, que nada cambie, que el mundo camine impertérrito, inalterable. Te mueres y todo sigue igual. El mundo se detiene de golpe, no tengo percepción del tiempo, no he sabido reaccionar, he tardado en romper a llorar. Odio llorarte cuando aún no te has ido. Odio todas las veces que no te escuché, que no hablamos. Odio esa sensación de incomodidad y preocupación que no supe romper, no poderte decir que estoy bien. La ciudad pasea ajena a todo. 

Recuerdo el último beso que nos dimos. Si hubiéramos sabido que era el último beso. Todavía te veo alejarte hacia el coche en la plaza de Céntrica. Todavía recuerdo los mensajes que parecían poco importantes, poco graves. Aquella noche de jueves y mi rabia. Aquella tarde de sábado y tu miedo en los ojos. Tus ojos, esos ojos pavorosos. Y no ser capaz de decir nada, de decirte nada. Todavía recuerdo cuanta paz había en tu cuerpo tranquilo mientras, sin saberlo, esperaba la muerte que aún esperas. Te pusieron globos para felicitarte por tu cumpleaños. No queríamos que fuera el último. No me negaba a pensar que fuera el último, que no hubiera después un día en el que saliéramos a celebrarlo, a celebrar la vida, a disfrutar de tu gran familia, de tus nietos y nietas. Ver esa sonrisa y carcajada que te salía con sus travesuras en tu cara despoblada. Tus esfuerzos porque siguieran subiendo a tu maltrecha y dolorida pierna. 

Qué decirte, papá. Todo ha pasado tan rápido y a la vez tan lento. Tan imprevisible. Tan difícil. Tan esperanzador y a la vez tan doloroso y desesperante. No lo veía venir. Esperaba el mensaje de Raúl como una rutina, su voz triste y resignada, apesadumbrada, diciendo que todo seguía igual, que no mejorabas, que no pasaba nada, que era sinónimo de que, al menos, algo seguía pasando. Hoy creía que sería un día más de esos, aunque el miedo nos atenace al escuchar el teléfono, al ver el audio de whatsapp. Mientras Raúl sufría escuchando las noticias, sacaba fuerzas para contárselas a mamá y trasmitírnoslas a nosotros, lo nuestra era impaciencia pero también terror y rutina. No lo veía venir, no esperaba que hoy llegara una noticia tan funesta. Esperaba que fuera un día más, otro que tachar del calendario, un día más de vida y no uno menos. 

Qué decirte, papá. Ojalá pudiéramos tener una última charla en tu sofá, ver Pasapalabra o las telenovelas, cambiar rápidamente el informativo de A3, hablar del coche, del último rozón que le hiciste, de no dar parte al seguro, de que has estado colocando la cochera. De esas conversaciones aparentemente intrascendentes y que hoy dejan un silencio y un vacío insoportable. Ojalá pudiera besarte y decirte que vamos a estar bien, que todo va a ir bien, que me encuentro bien y que te quiero.

Te siento tan frágil, tan lejos y a la vez tan cerca. No nos hemos dicho muchas veces te quiero. Hay veces que las palabras no son necesarias para decir lo obvio, aunque te arrepientas de no haberlas pronunciado. No sé qué cambiar del pasado, habría tanto.  Ojalá me escuches en sueños o tus últimos pensamientos sean generosos y sinceros. Hay mucha gente fuera que te quiere, a la que has dejado huella, que no te olvida, a la que le duele tus últimos latidos, tus últimos soplos. 

Qué decirte, papá. No estoy preparado para despedirme, para todas las despedidas que nos quedan. No estoy preparado para volver a entrar en casa, ni en esa cochera que cuidabas al detalle, ni el piso de Punta Umbría, ni en cada espacio que compartimos, esos lugares en los que sigue tu sombra sentada al fresco. ¿Cuántas despedidas nos queda si todavía no nos hemos despedido?

Te quiero, papá. Siento no haberlo dicho más o si no lo demostré lo suficiente. Te quiero, papá. 


No hay comentarios: