lunes, 11 de abril de 2022

Pandemia.

 Pasear por el hospital, escuchar sus silencios, ver las caras pálidas, el terror, el miedo, la impaciencia, la impotencia. El gesto intranquilo, las manos que tiemblan, miradas perdidas, un ruido continuo que lo hace todo más molesto, una luz tenue y difusa, como el preludio de malas noticias, de una espera inacabable. 

El rostro del personal médico, su gesto pausado, su voz firme y amable, elegir las palabras exactas.

El miedo a que suene el teléfono. La esperanza de una llamada, la desesperación si se produce. Su cara de miedo, blanco, buscándonos con los ojos. Ese brillo de pavor. Los besos al aire. El silencio que se produce instantes después. Suspirar, caminar a ninguna parte. Tanto dolor. El odio que se apodera de ti. La impotencia, la culpa, la ira. Tanto dolor encerrado en un edificio, invisible a los ojos del mundo, olvidado ya, una rutina que pasa inadvertida, silenciada. La sonrisa que aparece tras la mascarilla. La lágrima que se contiene en compañía de muchas soledades.

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