jueves, 21 de abril de 2022

Corrupción

 ¿Cómo frenar a la extrema derecha? Es una de las preguntas del momento. Cómo frenar el auge de programas y de una sociedad que abraza mensajes contrarios a la inmigración, la libertad sexual, la igualdad de sexos, la distinción de la violencia de género y machista como una realidad palpable y cuantificable o contra la distintas creencias religiosas.

¿Cómo frenar a la extrema derecha? El primer paso para frenar a la extrema derecha y que no calen falsas soluciones de argumentario simplista e irreal está en construir un estado democrático mínimamente decente, justo y transparente. Y no lo tenemos.

La corrupción es una parte indisociable ahora mismo de nuestra actualidad. De nuestra política, de muchas organizaciones, de la sociedad en su conjunto. Lo vemos cada día en las noticias con diferentes informaciones en ámbitos, a priori, alejados entre sí. Y la corrupción institucional y política se alimenta y sobrevive de una sociedad corrompible. Para alcanzar una sociedad corrompible se necesita crear un estado de impunidad, desigualdad y precariedad, y los tres condicionantes se dan o parecen darse en España.

La impunidad es la primera de las patas en las que se apoya la corrupción y la sociedad corrompible. Tener la creencia (y la certeza) de que los posibles perjuicios van a ser mucho menores que los beneficios a conseguir. Y no sólo eso, tener la creencia (y la certeza) de que el riesgo de sufrir esos perjuicios es ínfimo, y cuando más cerca estés del poder, menor será el riesgo. 

Socialmente tenemos asumido que es más fácil recibir una multa o una sanción por una pequeña trampa, que se persigue con más recursos (así lo dicen los datos de Hacienda) los pequeños delitos que los grandes fraudes. Esto lleva a una situación que seguramente les sea familiar: una gran explosión de indignación al conocer los grandes casos de corrupción, pero efímera y una actitud, a la larga, más de envidia que de rechazo hacia la corrupción y los casos de trato de favor. O lo que es lo mismo, primar las relaciones de poder sobre el trabajo bien y legalmente hecho. Al mismo tiempo que denostamos comportamientos, no es extraño aceptar según qué cosas para estar cerca del poder, para algún día ser parte de esos beneficios, ser la persona que se aprovecha de la situación mirando para otro lado. 

Así se mantiene la corrupción, con una sociedad corrompible que toma esta vía sabiendo de la impunidad existente y de las dificultades de crecer (económica y laboralmente) desde un comportamiento más honesto. 

Honestidad. Qué fácil es hablar de honestidad y valores, de integridad desde un texto, desde un púlpito o desde la falta de problemas. Ahí llegan las otras dos patas del banco: desigualdad y precariedad. Creo que todo el mundo sabe qué cosas ha tenido que callar o podría haber callado para tener ciertos beneficios o, al menos, no tener problemas. Pero no todo el mundo tiene las mismas posibilidades para elegir los problemas. Desigualdad. Relaciones de poder, de sumisión impuesta e inevitable. Y precariedad. Trabajos precarios, salarios bajos, puestos laborales inestables. La dificultad e imposibilidad de seguir tus valores, de mantener la integridad y la honestidad ante la desigualdad frente a quien te plantea el conflicto, la contradicción interna, y la precariedad en la que vives que te arrincona y te deja sin más opciones que mirar para otro lado. 

También existe avaricia en muchos casos, pero esa va más relacionada con la impunidad de un país en el que cada día vivimos una tormenta de noticias corruptas, de grandes cantidades de dinero poco transparentes o logrados por trato de favor sin que haya unas consecuencias palpables, tangibles, evidentes. Sólo pagan unas pocas personas. Y siempre hay un vídeo de cremas preparado para quien entorpece el sistema de corrupción, de impunidad, desigualdad y precariedad que mantiene y aviva una sociedad corrompible que asegura el mantenimiento de un poder corrupto y corrompido.

Y mientras el poder sea corrupto y la sociedad sea corrompible y trata de sobrevivir en base a sus intereses particulares, renunciando a valores y honestidad, crecerán y calarán los mensajes de odio y de extrema derecha. 

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