sábado, 23 de abril de 2022

El Mundial 82.

 Hoy pasado por el Mundial 82. 

¿Te acuerdas? Aquel era el campo grande, el de los grandes partidos, el que hacía los sábados aún más diferentes. Te he recordado ahí en la banda, cuando todavía no había gradas, junto al padre de Quique y Luismi, viéndonos jugar. Tú, que hasta hacía poco te enfadas porque siempre estaba viendo fútbol en la tele, que aborrecías el balompié, que nunca habías mostrado ningún interés, no te perdías ningún partido.

Por temprano que fuera, por lejos que estuviera, ahí estábamos los dos montados en el Renault 19 Chamade para ir al campo de fútbol: yo, a jugar. Tú, a mirar con una sonrisa siempre en la cara. 

Hoy, aquel campo de fútbol de enormes dimensiones, donde a veces no había agua caliente en las duchas, donde llené mis medias y espinilleras de barro, donde charlabas mientras jugaba, es un escombro más de Plasencia. Un campo descuidado donde crecen malas hierbas y se acumulan mugre y desperdicios en el graderío techado del que tanto presumieron a construir. O el césped que fue fruto de la gestión de un club. Hoy, es una instalación más abandonada por federación y ayuntamiento. Con lo que ese campo fue, con lo que vivimos tú y yo ahí. Lo veo, tan cerca del hospital, y pienso en ti. Todo me recuerda a ti. Es inevitable.

Una foto de Facebook celebrando el día del padre o tu cumpleaños, no sé muy bien; tu cara junto a la de Mateo en un festejo familiar en el Dulce Chacón; la plaza y una comida familiar de esas de las que tanto disfrutabas, esos días en los que presumías de una familia unida, aunque tengamos nuestras diferencias; tú y mamá con lágrimas en los ojos viendo a tus nietos y nietas escenificar vuestro primer encuentro y vuestra boda 50 años después; las terrazas del Sirimiri donde aún no tengo ganas ni fuerzas para sentarme y ver a Candela, Mario y Mateo jugar mientras esperamos el refresco y la tapa que tardan en servir... Todo me recuerda a ti. No sales de mi cabeza. Me apetece volverte a ver, aunque deteste la idea de verte ahí dormido, sin poder hablar, sin poder contarme lo que has visto en las noticias, aunque no case totalmente con la realidad. Queda tan vacío el butacón del salón sin ti en él. Ahí tanto vacío en todo lo que veo. Hoy me he acordado de ti, de lo orgulloso que venías de tu nieto porque había metido un gol en el primer partido de balonmano que le veías. Hoy ha sido el capitán. Te hubiera encantado verlo, tan feliz, tan pequeño, tan grande. Quedaba un hueco para ti a nuestro lado. Había tanto silencio alrededor. 

No sé cómo animar a mamá, si no yo tengo ánimo para nada. Parecerá una bobada, pero echa de menos las discusiones, tu erre que erre, tus enfados con Carlos, tus ratos en la cochera, tu inquietud por moverlo todo, tu interés por un coche nuevo ¿te acuerdas que nos tocó lo echado en el sorteo del Padre de la lotería? El otro día lo fui a cobrar, como un pedacito más de ti que se me escurre por los dedos.

Se hace eterna la espera. Siento que llegas tarde, como aquella noche que venías de Puigcerdá, cuando aún no había móviles, ni autovías y cada minuto era una agonía. Como cada vez que esperábamos en la calle San Antonio a oír el motor del coche, a que lo reconociera la Lassie. Ojalá fuera como entonces y aparecieras nada más salir al balcón a mirar cuando mamá se impacientaba.

Hoy he pasado por el Mundial 82, ¿te acuerdas de aquel partido de liga contra San Calixto? Si hubiera  metido aquel gol, si el pie de Gabi no se hubiera puesto en el camino ¡Cómo se iluminaba tu cara cuando me veías jugar! ¡Cuánta luz falta! Ojalá pronto salga el sol. 

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