miércoles, 25 de agosto de 2021

El minutero

 Los días se hacen largos, eternos. Agonizo mientras veo pasar las horas, sin ganas absolutamente de hacer nada, de escuchar a nadie, de jugar, de moverme. Hoy me he notado especialmente brusco en las contestaciones, con la urgencia de que nadie me hablara, las prisas por querer escribir, la necesidad de relajar mi mente. Nunca hay silencio y mi cabeza estalla. Demasiadas conversaciones, demasiados pensamientos, demasiado calor.

Hoy he vuelto a la psiquiatra y seguimos caminando. Ser estricto con los ejercicios, aumentar la medicación y no decaer pese a que esté peor. No decaer, no querer acabar con el sufrimiento de manera incorrecta, tener paciencia y no malas ideas. Qué larga se hizo la espera hasta que me fui. Que larga ha sido la tarde desde que nos levantamos del sofá. Qué rabia me da no poder tratar bien a Candela, Mario y Mateo y que no me lleve este pesar, este sofocante calor, esta apatía y este dolor de cabeza. Necesito silencio y no lo hay. Necesito soledad y no la tengo. Necesito llorar y no me sale.

Ayer discutimos Patricia y yo. Nos dijimos cosas. Estamos mal pero estamos y queremos seguir estando, aunque no sepamos, aunque no pueda. No sé qué hacer. Todas mis teorías, toda mi filosofía, toda mi inteligencia no valen ahora para nada, son un laberinto en el que me pierdo y soy incapaz de salir. No veo luz y cuando la veo me ciega hasta doler. 

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